martes, 14 de mayo de 2024

La Novena de Beethoven y el plomo

Este pasado 7 de mayo se conmemoraba el bicentenario del estreno de la Novena Sinfonía de Beethoven. Para celebrar el evento, la Búha y un servidor cenamos ese día teniendo como fondo esa obra en el concierto que la cadena francesa Mezzo retransmitió en directo desde el Musikverein de Viena, con la Orquesta Filarmónica de la misma ciudad dirigida por Riccardo Muti. En estos mismos días, estoy releyendo el último libro de mi amigo Dani Torregrosa que va sobre venenos, del que ahora hablaremos. Y esa misma semana me llegó una alerta sobre un nuevo artículo científico que analizaba el plomo en mechones de pelo del “sordo genial”. Todo un cóctel que invitaba a escribir una entrada al respecto.

El citado artículo era, en realidad, una reciente Nota al Editor publicada en la revista Clinical Chemistry por investigadores americanos, que volvían a retomar la pregunta sobre si una intoxicación por plomo (saturnismo) está en el origen de la sordera completa que le asoló cuando sólo tenía 40 años, así como de las múltiples complicaciones de salud que acabaron con su vida diecisiete años más tarde. Un anterior análisis, realizado en 2007 sobre un presunto mechón de cabello del músico, llevó a la hipótesis de que los niveles de plomo, muy altos con respecto a los habituales en esa época, pudieran estar en el origen de las complicaciones mencionadas.

Pero, muy recientemente, un estudio genómico de hasta ocho mechones de pelo supuestamente provenientes del músico, llegó a la conclusión que solo cinco de ellos eran realmente de Beethoven y que el que se mencionaba en el análisis de 2007 pertenecía a una mujer.

Dos de esos mechones de los que se tiene constancia genómica (y también documental) de que pertenecieron a Beethoven son los utilizados en la Nota al Editor a la que hago referencia más arriba. Tras analizar su contenido en arsénico, mercurio y plomo, los autores encontraron concentraciones de plomo entre 65 y 94 veces más altas que el nivel de referencia habitual. Transformadas esas concentraciones en el pelo a concentraciones en sangre, se obtenía un valor entre 690 y 710 microgramos por litro, un nivel que se suele relacionar con dolencias gastrointestinales y renales, así como con problemas de audición.

En su reciente libro “El olor de las almendras amargas” que la misma portada define como “un paseo por la ciencia de los venenos y su presencia en el arte y la ficción”, los problemas de salud de Beethoven y la hipótesis de su posible saturnismo han servido a Dani Torregrosa para incluir una interesante historia (como todas las del libro) titulada “La sinfonía del plomo”, que repasa los diversos casos de envenenamientos e intoxicaciones que, desde la antigüedad hasta hace muy poco, el plomo ha causado a los humanos.

Sobre las intoxicaciones con plomo escribía yo en este Blog en fecha tan lejana como 2009, instigado por la lectura del libro de John Emsley, "Better Looking, Better Living, Better Loving: How Chemistry can Help You Achieve Life's Goals" y que dedicaba su capítulo final al papel de la Química en el suministro de una gran variedad de pigmentos y colorantes para configurar la paleta de los pintores, así como al que ahora está teniendo en la restauración de cuadros y frescos antiguos con sofisticadas metodologías. Dentro de ese capítulo y en una ventana aparte, Emsley mencionaba intoxicaciones por diversos pigmentos conteniendo plomo en pintores como Correggio, Raphael, Goya o Van Gogh.

En esa entrada del Blog, en el apartado final de Comentarios de mis lectores, hay uno firmado por Flatólogo (aka Manuel Romera) un oftalmólogo e ilustrador médico al que le privan la Química y la Gastronomía. Con su contribución (muy interesante como todas las que ha colgado a lo largo de la vida de este Blog), Flatólogo me descubrió la relación entre Beethoven y el plomo. Atribuyendo al “vino peleón y adulterado que solía beber el pobre” el origen de su saturnismo.

Eso me hizo investigar sobre el tema durante un tiempo y descubrí que nuestro músico había estado siempre rodeado de vino. De hecho nació en Bonn, junto al Rhin y provenía de una familia de comerciantes de vino, por lo que, desde muy joven, se acostumbró a beber los diferentes caldos de esa región. Cuando se mudó a Viena, su primer patrón, el Conde Lichnowsky, le incluyó una partida para vino en su estipendio. Y Franz Joseph Haydn, que fue uno de sus primeros profesores, era un enamorado del vino y propietario de una de las más famosas bodegas de la ciudad. Así que lo de “vino peleón” de Flatólogo no sé yo…...

En sus últimos años, se aficionó a los vinos dulces, como los húngaros Tokaji. Puede que alguno o varios de los vinos que consumió regularmente (como el Riesling que llegó a beber el último día de su vida) estuvieran contaminados por plomo y otros metales pesados, pero no he encontrado ninguna referencia de que alguno de esos vinos se envejecieran en recipientes de plomo, como si pasaba en el caso del famoso sapa de los romanos, también mencionado por Dani Torregrosa y que, merced a la reacción del ácido acético del vino con el plomo del recipiente, daba lugar a altos contenidos de éste en el vino final.

Además de por el vino, los autores del artículo de Clinical Chemistry especulan con que la causa de la intoxicación crónica pudiera venir también del pescado, al que Beethoven era igualmente muy aficionado, pescado que solía provenir del Danubio, un río muy contaminado por plomo en la época. Los autores acaban concluyendo que las altas concentraciones de plomo encontradas en su pelo no avalan la idea de que Beethoven muriera directamente por ello, aunque si contribuyeran a las bien documentadas dolencias que arruinaron la vida del gran compositor.

Y para acabar y en el apartado de la música que, recientemente, estoy introduciendo al final de las entradas, esta vez no tengo escapatoria. Y, por aquello de dejaros una cosa cortita, he elegido una grabación un poco rara de la Novena. Y digo rara por la superposición poco lograda de tres trozos del último movimiento. Aunque tiene la gracia de ver como director a mi admirado Leonard (Lenny) Bernstein, lo cual siempre es un espectáculo.

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domingo, 5 de mayo de 2024

Plásticos y Gases de Efecto Invernadero

 

De vez en cuando, artículos científicos de los que se puedan sacar con rapidez conclusiones generalmente negativas o alarmistas, obtienen inmediata resonancia en la mayoría de los medios. Luego sus conclusiones pueden ser más o menos fiables o incluso refutadas por otros científicos, pero eso ya no importa. Para entonces, el número de Me gusta en redes sociales y en webs de los medios ya han crecido. Y eso es lo que importa. Eso no parece que esté pasando con el artículo que os voy a comentar. Y del que pocos medios españoles se han hecho eco. Buscando, buscando lo he encontrado en La Vanguardia, que hacía referencia al artículo en cuestión con el titular “La sustitución de plásticos por otros materiales eleva la emisión de gases que cambian el clima”. La noticia llevaba un antetítulo con solo dos palabras, “Estudio polémico”, puede que una disculpa de LV por publicar algo política y socialmente incorrecto en los tiempos que corren.

El artículo al que hago referencia fue publicado el 30 de enero de este año en la prestigiosa revista Environmental Science and Technology y estaba firmado por tres autores, dos de ellos de las británicas Universidades de Sheffield y Cambridge y el tercero de la Universidad de Estocolmo, que sustentaban la conclusión del titular de La Vanguardia mediante una metodología conocida como Análisis del Ciclo de Vida (LCA en su acrónimo inglés).

En el caso concreto que nos ocupa se ha utilizado la citada metodología para evaluar la generación de Gases de Efecto Invernadero en el ciclo de vida de los plásticos. Ciclo que va desde su producción como tales en las plantas petroquímicas, su transformación en objetos utilizables por el consumidor, el uso o aplicación que éste hace de los mismos, para acabar con la recogida y tratamiento de las basuras plásticas que inevitablemente se producen. Y algo similar se hacía con otros materiales considerados como posible alternativa al plástico en similares aplicaciones.

Para ello, los autores elegían 16 aplicaciones habituales de los plásticos en nuestro día a día y que pertenecen a cinco sectores clave: embalaje, construcción, automoción, textiles y productos de consumo duraderos, sectores que utilizan alrededor del 90 % del volumen mundial de plástico producido. Esas 16 aplicaciones incluyen el uso de plásticos en todo tipo de envases, en tuberías de conducción de líquidos (sobre todo agua) o en tejidos de vestir o alfombras, entre otras.

Los plásticos incluidos en la evaluación son, evidentemente, los más conocidos y utilizados (de ahí lo del 90% antes mencionado). Diferentes tipos de polietileno (LDPE, HDPE, PEX), polipropileno, polietilen tereftalato (PET, tanto en su versión de plástico para botellería como su uso en forma de fibras textiles), poliestireno expandido, PVC, poliuretano, etc. Frente a ellos se consideraban, como posibles alternativas, materiales que se usan o pueden usarse en esas mismas aplicaciones y que implican a cosas como el papel, vidrio, aluminio, acero, cobre, algodón, madera, etc.

Resumiendo rápido los resultados del artículo en cuestión, los autores encuentran que en 15 de las 16 aplicaciones mencionadas, un producto de plástico incurre en menos emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) que sus alternativas. En estas aplicaciones, los productos de plástico liberan entre un 10 % y un 90 % menos de emisiones a lo largo del citado ciclo de vida del producto.

Frente a los indudables riesgos que supone el previsible aumento en la producción de plásticos a nivel global y, como consecuencia de ello, en la génesis de residuos, los autores proponen acciones que “deben estar dirigidas a reducir estos impactos, por ejemplo, mejorando la recolección de residuos, especialmente en los países en desarrollo, eliminando los productos químicos tóxicos de las formulaciones plásticas, reduciendo el uso de los llamados productos químicos “para siempre” (es decir, sustancias de perfluoroalquilo y polifluoroalquilo) y reforzando los programas de reciclaje y recuperación”.

Sin embargo, concluyen que “cualquier acción tomada o política empleada para reducir los impactos de los plásticos debe examinarse cuidadosamente para asegurarse de que las emisiones de GEI no se incrementen involuntariamente a través de un cambio a materiales alternativos más intensivos en emisiones”.

No es la primera vez que salen estudios de este tipo en la literatura, en los que el impacto ambiental de los plásticos sale ganador en sus comparativas con otros materiales. En febrero de 2018 la Agencia de Protección Ambiental danesa publicó un estudio titulado “Análisis del Ciclo de Vida de las bolsas de compra” en el que de forma similar al estudio anterior se evaluaba su impacto ambiental aunque en términos más amplios que la mera emisión de Gases de Efecto Invernadero.

La prensa resaltó en aquel caso, aunque tampoco de forma muy generalizada, el número de veces que había que usar, antes de desecharla, una bolsa de compra de diversos materiales plásticos, de papel o de algodón (orgánico o no) para que su impacto ambiental fuera similar al de una humilde bolsa de polietileno de las de toda la vida, usada una sola vez antes de echarla al contenedor amarillo. Y los resultados eran realmente sorprendentes. De acuerdo con la Tabla IV, página 17 del informe gubernamental danés habría que usar, antes de desecharlas, 35 veces una bolsa de compra de poliéster, 43 una de papel, 7.100 una de algodón convencional y 20.000 una de algodón orgánico para que el impacto fuera similar al de usar una de polietileno una sola vez..

Vaya por delante que no soy experto en Análisis del Ciclo de Vida de los materiales plásticos. Y cuando leo artículos que la utilizan, como los que acabo de mencionar, siempre me queda una duda razonable de la fiabilidad de sus datos dada la gran cantidad de variables que hay que tener en cuenta y los escenarios de utilización que hay que definir para cada aplicación. Pero, en este caso, ambos estudios provienen de Universidades e Instituciones de prestigio y creo que un servidor los tiene que apuntar en este diario que es mi Blog para que no se me olviden.

En el caso del estudio danés de 2018, uno puede encontrar argumentos críticos sobre sus resultados, aunque no en ámbitos de la relevancia de los anteriores. Así que vamos a ver qué pasa con el estudio que ha dado lugar a esta entrada. Ya han pasado tres meses desde su publicación y casi un mes desde que el periódico catalán se hizo eco del mismo y no veo mucho movimiento. Al menos no tanto como con otras noticias de medio pelo que se venden bien y habitualmente en titulares.

Para acabar, un poco de música con toque primaveral. El Dúo de las flores de la ópera Lakmé de Leo Delibes. Con la soprano Sabine Devieilhe y la mezzosoprano Marianne Crebassa, acompañadas por la orquesta Les Siecles y la dirección de François-Xavier Roth. Dura cuatro minutos pero si no lo conocéis, aguantad el primer minuto y os enganchará.

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