Beber agua de mar
Hace ya algún tiempo que, tomándome una deliciosa caña post-golf, acompañada de unas patatas fritas, esbocé lo que iba a ser esta entrada. El dueño del bar había cambiado de marca de patatas y, en el sobre de las nuevas, se indicaba que eran las primeras elaboradas con agua de mar (y, además, no un mar cualquiera sino el Mediterráneo). Tras la sorpresa, decidí investigar, en ese pozo sin fondo que es internet, sobre el origen de esta manera peculiar de añadir sal a unas patatas fritas de sobre y me topé con una web en la que explicaban que para obtenerlas "se sumergen en agua de mar del Mediterráneo antes de freírlas lentamente según una receta tradicional". Además de patatas fritas, en la web se anunciaban también frutos secos, pan y hasta una cerveza elaborada con agua de mar.
En la casa matriz de la Búha había una tradición que podría emparentarse con este asunto. Unas pocas veces al año se daban una alegría comiendo percebes o algún crustáceo de tamaño medio. Y la tradición implicaba ir a comprarlos a un pequeño vivero situado cerca de la bocana de entrada al Puerto de Pasajes. Además, la tarea se completaba pidiendo a Ismael, el contacto en el sitio, una garrafa con el agua de mar utilizada en las instalaciones del propio vivero. De vuelta a casa, los bichos se cocían en agua de mar, en lugar de usar agua de grifo con una cantidad adecuada de sal de cocina convencional.
Pues bien, ahora que nos da corte pedir el agua porque Ismael ya ha pasado a la condición de jubilata a tiempo completo, podríamos utilizar la que se encuentra en la web arriba mencionada, comercializada en unos envases de dos litros en los que se puede leer Agua de mar alimentaria, 100% natural, con 78 minerales y oligoelementos. Y como me conocéis, una vez que tuve conocimiento de tales productos empecé a tirar del hilito y almacené información sobre ellos. Pero luego algo se debió cruzar en mis planes de escribir un post al respecto y la información se quedó en una de las muchas carpetas en las que guardo cosas susceptibles de convertirse en entradas del Blog. Hasta que este martes me fui al viejo Bar Altxerri de Donosti a escuchar una charla programada dentro del Pint of Science 2019, un evento lúdico-científico en el que investigadores, generalmente jóvenes, divulgan su Ciencia en bares, mientras el personal le da a la cerveza.
En esa charla, mi antigua alumna del Máster de Polímeros, Iliane Rafaniello, nos explicó su trabajo sobre el empleo de membranas de estos materiales en procesos de separación de todo tipo. Y a la hora de ilustrar su excelente charla con ejemplos, nos contó que una de las aplicaciones más relevantes en este ámbito es el empleo de esas membranas para desalinizar el agua de mar, merced al proceso conocido como ósmosis inversa, del que ya hablé en este Blog hace tiempo. Y salí de la charla pensando dónde diablos había guardado yo la información sobre el agua de mar a la que hago mención arriba. Pero como soy un chico muy ordenado para estas cosas, fue sencillo encontrarla.
El Agua de Mar Alimentaria que se vende en esos envases es ciertamente agua de mar (espero que del Mediterráneo), adecuadamente tratada para eliminar cualquiera de los microorganismos que normalmente viven, de forma "natural", en el agua de cualquiera de los mares que pueblan el mundo (de ahí lo del adjetivo alimentaria). Así que, en ese sentido, nada que objetar. El asunto empieza ya a complicarse un poco cuando se pretende que se cocine con ella, como alternativa a la sal refinada de cocina con la que la mayoría de los mortales potencia los sabores de muchos de sus alimentos. Y a la que se atribuyen males sin fin, sin darse cuenta de que, si se refina, es para eliminar ciertas sustancias contenidas en la sal que se amontona en las salinas de mar y que le dan desde sabor a tiza a otros ciertamente amargos. Pero de eso no voy a hablaros aquí porque lo dejó hace tiempo muy clarito, el amigo Miguel Angel Lurueña en su excelente Blog Gominolasdepetroleo.
Nuestra agua de mar comercializada tiene, poco más o menos, 35 gramos por litro de sales, fundamentalmente cloruro sódico. Una concentración que para unos percebes está bien pero para cocinar unas verduras, un arroz o una legumbre es demasiada sal. Así que habrá que diluirla un poco. La propia web de la empresa comercializadora establece que se diluya en la proporción de un vaso de agua de mar por dos vasos de agua dulce (de grifo o botella, vamos).
Y lo de los minerales y oligoelementos tiene su gracia. Para explicar que el agua en cuestión es maravillosa, se nos cuenta en la misma web que, a diferencia de la sal de cocina que sólo (?) contiene cloruro sódico, ésta tiene otros minerales y oligoelementos muy necesarios para nuestra salud. Y para demostrarlo, se nos enlaza a una tabla titulada (en inglés) Composición Detallada del Agua de Mar a una salinidad del 3,5%. Esa Tabla está tomada de un viejo libro de Karl K. Turekian titulado Oceans y publicado en 1968 y está también recogida en esta web.
Aparte de que estoy seguro de que el agua de la Tabla no era agua del Mediterráneo (podían haberse trabajado un poco más el tema buscando una analítica adecuada), la tabla es muy ilustrativa de lo que contiene un agua de mar cualquiera como la analizada en el libro. Hay cromo, arsénico, berilio, cadmio, uranio, mercurio, plomo y un largo etcétera de "angelitos". En cantidades muy pequeñas, eso si. Y aunque es cierto que muchos de los que aparecen en la larga lista juegan un papel en nuestro organismo, generalmente tenemos fuentes alternativas para proveernos de los mismos sin andar comprando agua de mar. Y en cuanto a que esas cosas no están en la sal refinada quizás, en algunos casos, es mejor que no estén, pero tampoco es difícil encontrar en internet análisis completos de sales de cocina comerciales y darse cuenta de que además de cloro y sodio, contienen otras muchas cosas, también bautizables como minerales y oligoelementos.
Y, sobre todo, hay que leerse bien las instrucciones del agua de mar comercializada para evitar bebérsela tal cual, sobre la base de los beneficios de esos minerales y oligoelementos, algo que han propugnado algunas terapias alternativas como las basadas en las ideas de René Quinton. Como bien explicaba mi amiga Iliane en su charla del martes, la concentración de sal en nuestras células es unas cuatro veces inferior a esos 35 gramos/l del agua de mar. Con lo que si bebemos agua del mar y por efecto de la citada ósmosis, el agua en el interior de nuestras células trata de diluir el agua más concentrada en sal que hemos bebido, saliendo de ellas y provocando una deshidración de las mismas y en el caso de un uso continuado, la muerte. La empresa comercializadora lo explica bien en una entrada del Blog de su web, aunque no es obvio encontrarla. Algo más fácil de encontrar es que para beber ese agua hay que diluir un vaso de la misma con tres vasos más de agua dulce. Y lo mismo pasa con el agua que se utiliza para preparar "la única cerveza del mundo con agua de mar".
En fin, aún reconociendo el mérito de los empresarios que están haciendo dinero con una idea como esta, yo creo que no estamos muy bien de la cabeza.
En la casa matriz de la Búha había una tradición que podría emparentarse con este asunto. Unas pocas veces al año se daban una alegría comiendo percebes o algún crustáceo de tamaño medio. Y la tradición implicaba ir a comprarlos a un pequeño vivero situado cerca de la bocana de entrada al Puerto de Pasajes. Además, la tarea se completaba pidiendo a Ismael, el contacto en el sitio, una garrafa con el agua de mar utilizada en las instalaciones del propio vivero. De vuelta a casa, los bichos se cocían en agua de mar, en lugar de usar agua de grifo con una cantidad adecuada de sal de cocina convencional.
Pues bien, ahora que nos da corte pedir el agua porque Ismael ya ha pasado a la condición de jubilata a tiempo completo, podríamos utilizar la que se encuentra en la web arriba mencionada, comercializada en unos envases de dos litros en los que se puede leer Agua de mar alimentaria, 100% natural, con 78 minerales y oligoelementos. Y como me conocéis, una vez que tuve conocimiento de tales productos empecé a tirar del hilito y almacené información sobre ellos. Pero luego algo se debió cruzar en mis planes de escribir un post al respecto y la información se quedó en una de las muchas carpetas en las que guardo cosas susceptibles de convertirse en entradas del Blog. Hasta que este martes me fui al viejo Bar Altxerri de Donosti a escuchar una charla programada dentro del Pint of Science 2019, un evento lúdico-científico en el que investigadores, generalmente jóvenes, divulgan su Ciencia en bares, mientras el personal le da a la cerveza.
En esa charla, mi antigua alumna del Máster de Polímeros, Iliane Rafaniello, nos explicó su trabajo sobre el empleo de membranas de estos materiales en procesos de separación de todo tipo. Y a la hora de ilustrar su excelente charla con ejemplos, nos contó que una de las aplicaciones más relevantes en este ámbito es el empleo de esas membranas para desalinizar el agua de mar, merced al proceso conocido como ósmosis inversa, del que ya hablé en este Blog hace tiempo. Y salí de la charla pensando dónde diablos había guardado yo la información sobre el agua de mar a la que hago mención arriba. Pero como soy un chico muy ordenado para estas cosas, fue sencillo encontrarla.
El Agua de Mar Alimentaria que se vende en esos envases es ciertamente agua de mar (espero que del Mediterráneo), adecuadamente tratada para eliminar cualquiera de los microorganismos que normalmente viven, de forma "natural", en el agua de cualquiera de los mares que pueblan el mundo (de ahí lo del adjetivo alimentaria). Así que, en ese sentido, nada que objetar. El asunto empieza ya a complicarse un poco cuando se pretende que se cocine con ella, como alternativa a la sal refinada de cocina con la que la mayoría de los mortales potencia los sabores de muchos de sus alimentos. Y a la que se atribuyen males sin fin, sin darse cuenta de que, si se refina, es para eliminar ciertas sustancias contenidas en la sal que se amontona en las salinas de mar y que le dan desde sabor a tiza a otros ciertamente amargos. Pero de eso no voy a hablaros aquí porque lo dejó hace tiempo muy clarito, el amigo Miguel Angel Lurueña en su excelente Blog Gominolasdepetroleo.
Nuestra agua de mar comercializada tiene, poco más o menos, 35 gramos por litro de sales, fundamentalmente cloruro sódico. Una concentración que para unos percebes está bien pero para cocinar unas verduras, un arroz o una legumbre es demasiada sal. Así que habrá que diluirla un poco. La propia web de la empresa comercializadora establece que se diluya en la proporción de un vaso de agua de mar por dos vasos de agua dulce (de grifo o botella, vamos).
Y lo de los minerales y oligoelementos tiene su gracia. Para explicar que el agua en cuestión es maravillosa, se nos cuenta en la misma web que, a diferencia de la sal de cocina que sólo (?) contiene cloruro sódico, ésta tiene otros minerales y oligoelementos muy necesarios para nuestra salud. Y para demostrarlo, se nos enlaza a una tabla titulada (en inglés) Composición Detallada del Agua de Mar a una salinidad del 3,5%. Esa Tabla está tomada de un viejo libro de Karl K. Turekian titulado Oceans y publicado en 1968 y está también recogida en esta web.
Aparte de que estoy seguro de que el agua de la Tabla no era agua del Mediterráneo (podían haberse trabajado un poco más el tema buscando una analítica adecuada), la tabla es muy ilustrativa de lo que contiene un agua de mar cualquiera como la analizada en el libro. Hay cromo, arsénico, berilio, cadmio, uranio, mercurio, plomo y un largo etcétera de "angelitos". En cantidades muy pequeñas, eso si. Y aunque es cierto que muchos de los que aparecen en la larga lista juegan un papel en nuestro organismo, generalmente tenemos fuentes alternativas para proveernos de los mismos sin andar comprando agua de mar. Y en cuanto a que esas cosas no están en la sal refinada quizás, en algunos casos, es mejor que no estén, pero tampoco es difícil encontrar en internet análisis completos de sales de cocina comerciales y darse cuenta de que además de cloro y sodio, contienen otras muchas cosas, también bautizables como minerales y oligoelementos.
Y, sobre todo, hay que leerse bien las instrucciones del agua de mar comercializada para evitar bebérsela tal cual, sobre la base de los beneficios de esos minerales y oligoelementos, algo que han propugnado algunas terapias alternativas como las basadas en las ideas de René Quinton. Como bien explicaba mi amiga Iliane en su charla del martes, la concentración de sal en nuestras células es unas cuatro veces inferior a esos 35 gramos/l del agua de mar. Con lo que si bebemos agua del mar y por efecto de la citada ósmosis, el agua en el interior de nuestras células trata de diluir el agua más concentrada en sal que hemos bebido, saliendo de ellas y provocando una deshidración de las mismas y en el caso de un uso continuado, la muerte. La empresa comercializadora lo explica bien en una entrada del Blog de su web, aunque no es obvio encontrarla. Algo más fácil de encontrar es que para beber ese agua hay que diluir un vaso de la misma con tres vasos más de agua dulce. Y lo mismo pasa con el agua que se utiliza para preparar "la única cerveza del mundo con agua de mar".
En fin, aún reconociendo el mérito de los empresarios que están haciendo dinero con una idea como esta, yo creo que no estamos muy bien de la cabeza.