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Ayer andaba yo en cosas burocráticas bastante desagradables de mi excelsa Universidad como para parar en delicatessen gastronómicas. Y con ese panorama, mi colega Jorge Ruiz, el autor del Blog la margarita se agita, me ganó por la mano, colgando una entrada que publicitaba una noticia que a ambos nos atañe y que yo también quería colgar como primicia. Así que, para no perder el tiempo duplicando información, os coloco un link a su entrada. El título, "Revista de la Sociedad Española de Bioquímica y Biología Molecular" os puede asustar, pero que no cunda el pánico. En esa entrada os espera la sorpresa de poder leer y descargar gratuitamente, cual pequeño regalo de Navidad, unos cuantos artículos y una entrevista que pueden gustar a los que les interese las relaciones entre Ciencia y Gastronomía. Todo ello gracias a la paciencia y dedicación de mi colega y amigo Unai Ugalde que nos ha dado la oportunidad a unos cuantos de contribuir a un número especial de la revista de la SEBBM.
Emulando a Jorge, que siempre ilustra sus entradas con preciosa obra gráfica de conocidos artistas, yo he puesto en la mía una foto obtenida por mi comadrona en un reciente amanecer desde nuestra terraza. Lo que veis es el edificio de Correos de Donosti, junto a la Catedral del Buen Pastor.
¡Aguanten como puedan el desbarajuste navideño y que 2011 les sea propicio, tarea casi imposible (creo)!.
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Hace ya algún tiempo que me divierto con las entradas de un Blog que se titula Science, Reason and Critical Thinking y que mantiene el personaje de la foto, Crispian Jago. Hay muchas entradas que os podría haber recomendado en su momento, pero me pasa como con el Blog de Dave Bradley, uno de los recomendados a la derecha de esta página. Ambos están en inglés y tengo varios amigos cercanos, lectores impenitentes de mi Blog que, en cuanto cuelgo algo en dicho idioma, me arman una bronca monumental. Así que, en algunas ocasiones, me he limitado a traducir o recrear lo que he visto en sus entradas y si su contribución es sustancial así lo he recalcado.
El caso es que estamos a fin de año y quien más quien menos hace recopilación de lo mejor y peor de su 2010 particular. Y Dave Bradley ha colgado en su Blog una entrada en la que recopila las personas que más impresión le han causado entre los que se mueven en el ambiente bloguero en torno a la ciencia. Y, entre una lista de una decena de personas, se ha quedado con Crispian Jago, por el carácter rompedor de sus entradas.
Al hilo de esa noticia yo he repasado un poco el Blog de Crispian y he dado con una entrada con la que en su día me meé de risa. Y empleo un término tan escatológico e impropio de páginas tan elegantes como éstas, porque viene al caso del vídeo que os voy a colgar y que se titula "Si la homeopatía funcionara yo me bebería mi propio pis". Os coloco el enlace para que lo disfruteis, y paso a poner unas pocas notas para el que no quiera hacer el esfuerzo de entender el inglés de Crispian.
El vídeo se inicia con una mesa en la que Crispian ha colocado treinta vasos con 99 mls. de agua en el interior de cada uno. Se va al baño y, bajo la atenta mirada de su perro, aparece poco despues con un vaso en el que transporta un poco de su pis. Con una pipeta toma un mililitro de ese pis y lo vierte en el primer vaso conteniendo 99 mililitros de agua. Le da tres golpecitos sobre la mesa (golpes o sucuciones, una de las herramientas mejor guardadas de la homeopatía) y pasa a tomar un mililitro de esa disolución para verterla en el siguiente vaso con 99 mls. de agua pura y cristalina. Nueva sucución, nueva dilución y así hasta 30. El vídeo es un poco tedioso en ese sentido, pero ya advierte Crispian al principio, con mucha retranca, que va a mostrar todas las diluciones porque el asunto es un experimento muy serio y no un truco de magia.
Cada dilución se etiqueta en pantalla con un número y una letra C mayúscula, siguiendo así la terminología que aparece en todos los preparados homeopáticos: 1C, 2C, 3C,......En el vídeo, el último vaso contendría un preparado homeopático 30C de nuestro pis, un número de diluciones bastante habitual en homeopatía.
Con independencia de los comentarios que va haciendo Crispian mientras prepara las diluciones, y que los que me seguís habeis leido muchas veces en mis entradas sobre la homeopatía, no os perdais el comentario final impreso: No haga este experimento si no es un escéptico racional sobre el tema, porque esta pócima puede tener efectos placebo sorprendentes sobre los que en ello creen.
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El estómago no es la parte más resistente del organismo del Búho. Algún gen debido a mi progenitor, casi con certeza, porque mi progenitora come piedras, todo le sabe bueno y nunca tiene problemas para digerir nada de lo que se le ponga delante. Cosa que no me pasa a mí, con un aparato digestivo bastante intolerante o perezoso ante alimentos tan dispares como las manzanas, los pimientos, la carne de cordero o los hongos. Estos últimos, que me pierden, me los tengo que comer con cuentagotas, procurando que hayan sido cocinados el tiempo suficiente como para romper las largas moléculas de un polisacárido, la quitina, con la que mis jugos gástricos no pueden más que despues de largas y molestas digestiones.
Otra de mis intolerancias son los bulbos de la familia de los Allium. He quedado muy profesional con la frase anterior pero, en realidad, me refiero a algo tan pedestre como los puerros, cebollas, ajos y demás miembros de una vasta familia de hortalizas que los botánicos denominan con el nombre Allium y un adjetivo posterior. Por ejemplo, el ajo es el Allium sativum. Todos ellos almacenan energía para la siguiente temporada de crecimiento en forma de cadenas de otros polisacáridos y los humanos hemos usado esa peculiaridad para proporcionarnos un alimento sostenible. Esos polisacáridos, en el caso de los Allium, son largas cadenas de fructosa y de ahí el sabor dulce de muchos de estos bulbos y el proceso de caramelización que se produce cuando los cocinamos suave y con paciencia.
Otra clave del atractivo de esta familia es su fuerte sabor sulfuroso, a veces picante. El uso de azufre, tomado de la tierra de cultivo, les sirve a estas plantas para generar una serie de auténticas herramientas defensivas contra los animales que pretenden comérselas (como nosotros). Pero con la peculiaridad de que las moléculas químicas que constituyen su artillería están "flotando" en los fluidos celulares de la planta hasta que, al dañar esa estructura (mordiendo, picando, machacando), se produce la liberación de enzimas almacenadas en la llamada vacuola de reserva, enzimas que promueven la ruptura de las moléculas anteriores generando una variedad de nuevos productos químicos que son los que dan los potentes sabores y olores de los miembros de esta familia, incluido el que provoca el lagrimeo intenso cuando uno corta cebollas.
En el caso del ajo, la molécula más importante de ese proceso es el disulfuro de alilo. En un artículo de la revista Analyst, que se publicará en las próximas semanas pero que ya está en la web [DOI: 10.1039/c0an00706d], un grupo de electroquímicos de la Universidad de Oxford han ideado un potente sensor para medir la concentración de dicho disulfuro, lo que puede ser de gran utilidad para valorar lo más o menos fuerte que es un determinado ajo para la boca humana. Hay que tener en cuenta que hay ajos de muy diferentes "potencias" dependiendo de su origen (por ejemplo, la variedad de ajo llamada púrpura de Moldavia es mucho más fuerte que la mayoría de ajos que consumimos en el Mediterráneo, según he sabido gracias al mencionado artículo, que tampoco soy un técnico en ajos). Los autores del trabajo entienden que ese tipo de sensor puede ser de gran utilidad para fabricantes de productos como salsas o curries en los que se emplee ajo como componente.
El ensayo es muy simple. Se toma una muestra del ajo a analizar, se hace una especie de puré con él, tras machacarlo con intensidad, y se dispersa ese puré en una disolución de un bromuro. En un clásico experimento que los electroquímicos llaman voltametría, el voltaje aplicado convierte los bromuros en bromo, que es especialmente selectivo al enlace azufre-azufre del disulfuro, con el que reacciona, volviendo a generar bromuro. Eso resulta en un pico en el diagrama del experimento de voltametría, pico que permite evaluar la concentración del disulfuro de forma muy precisa y, además, en un tiempo extraordinariamente corto.
Cuando explico las primeras nociones de electroquímica a mis alumnos de primer curso, siempre les insisto en las grandes potencialidades de esta rama de la Química. Y el campo de los sensores sencillos, baratos y rápidos para todo tipo de aplicaciones, es uno de los campos en los que vamos a ver más novedades, algunas tan curiosas como ésta. Me tendré que comprar, cuando se vendan, uno de estos sensores para analizar si mi estómago va a aguantar ante salsas y ali-olis que me ofrezcan.
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Esto de desnudarse virtualmente en muchas de las entradas de un Blog personal tiene sus ventajas e inconvenientes. Pero para los objetivos de ésta, el asunto ha resultado de lo más favorable. Mis impenitentes y sufridos seguidores saben de mi fundamentalismo macquero. Y uno de ellos, mi actual Decano, el Prof. Legórburu, lo tiene tan claro que imagino que, nada más leer una noticia publicada en el New York Times, entendió que exaltaría mis convicciones más profundas sobre todos estos gadgets de Apple y que no me podría resistir a recrearla para mis lectores. Y así ha sido.
Desde hace un par de meses tengo un iPhone4. No he caido antes en la iphonemanía porque, hasta esas fechas, Telefónica/Movistar tenía el monopolio de venta de estos aparatitos y mi comadrona me recordaba que caer en las redes de dicho operador sería abjurar de una de mis promesas antiguas. Manías que tenemos la gente de edad. Como la de no querer ir a Marbella (ni siquiera con el reclamo de la cantidad de campos de golf que hay por allí) mientras estuviera el ínclito Jesús Gil de alcalde. Pues esto es más o menos lo mismo, desde los tiempos en los que otro ínclito (el Juan Vilallonga) fue uno de los causantes de la burbuja tecnológica de los noventa, lucrándose de los incautos que compraron acciones de Terra a precios desorbitados.
Pero cuando ha aparecido el iPhone4, la venta se ha hecho extensiva a Vodafone, nuestro operador desde tiempos de Airtel, así que ya no había disculpas excepto por el dispendio económico, pero un vicio es un vicio y yo soy muy austero en permitírmelos. Así que caí en la tentación y aquí estoy más contento que unas pascuas.
Una de las primeras cosas que me llamó la atención del iPhone4 fue que las dos caras expuestas al aire fueran de vidrio. Un vidrio brillante, muy duro (de hecho va en el bolsillo con llaves y otros elementos rayantes y no parece inmutarse), resistente a los golpes y relativamente fácil de limpiar, a pesar de que todas las operaciones con la pantalla implican usar los dedos, que siempre la impregnan con algo de grasa. Ahora, gracias a la gentileza de mi Decano, tengo la solución del enigma: se trata de un vidrio muy especial de nombre Gorilla Glass, comercializado por Corning, y con el que controlan la mayoría de las imperantes pantallas táctiles de muchos dispositivos. La imagen que preside esta entrada es el reclamo publicitario de dicho producto.
Pero lo curioso es que se trata de un producto antiguo en el portafolio de Corning, ya que desde 1964 hasta principios de los noventa lo estuvieron vendiendo bajo el nombre de Chemcor, utilizándose en diversas aplicaciones de la industria automovilística, aeronaútica e incluso farmaceútica. A partir de 2005, con la irrupción de las pantallas táctiles, los de Corning descubrieron un nuevo nicho de mercado para su producto y, durante tres años, estuvieron investigando en cómo adaptar el primitivo vidrio a las nuevas aplicaciones. De esas mejoras surgió el vidrio Gorila que ahora tengo en mi iPhone y en la mayoría de las pantallas táctiles de los más importantes fabricantes del mundo.
La receta detallada para llegar a esta maravilla, como comprendereis, no la conoceremos nunca aunque, en su página web, Corning da algunas pistas. En una entrada que escribí en Venecia tras visitar los hornos de los vidrieros de la isla de Murano, describía el proceso básico de la formación del vidrio a partir de la fusión conjunta de una mezcla de sílice (arena), carbonato sódico y carbonato cálcico, trabajando a unos 1000ºC. No contaba allí que, en esas condiciones, el sodio del carbonato de sodio acaba ionizándose, dando el catión sodio, que tiene una cierta libertad para moverse en el magma a través de ciertos huecos que se generan en él y quedándose como tal cuando la mezcla se enfría y el vidrio se forma.
Pues bien, el truco del Gorilla Glass es un tratamiento posterior de ese vidrio básico, en el que se le introduce en una mezcla de sales fundidas, rica en potasio, a 400ºC, con lo que se produce un intercambio de iones sodio y potasio entre el vidrio y la mezcla de sales fundidas. Los iones potasio, más grandes, toman un mayor espacio en el interior del vidrio, lo que hace que, al enfriarlo a temperatura ambiente, se creen una especie de tensiones de compresión que hacen del material, y sobre todo de la superficie, algo sumamente resistente.
Esa es la receta contada como el cuento de Caperucita. Luego, como siempre en todos estos inventos, habrá mucha música de fondo, indescifrable para quien no esté en la pomada del desarrollo.
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Antonio Valero
El autor de esta entrada es uno de mis condiscípulos en la excelente cosecha 1974 de la Facultad de Química de la Universidad de Zaragoza. Y lo de excelente no lo decimos nosotros sino los que nos sufrieron como estudiantes. Antonio es ahora el Director del CIRCE (Centro de Investigación de Recursos y Consumos Energéticos). Y hace unos días, en el seno de un foro que nos sigue manteniendo unidos y que sirve para intercambiar todo tipo de opiniones, fotos, música, etc, además de organizar periódicas francachelas, AV nos colgó unos, a mi parecer, interesantísimos comentarios. Comentarios que versaban sobre el empleo de determinados elementos químicos, no muy conocidos ni abundantes, en el desarrollo de dispositivos y estrategias que parecen ser la panacea de la crisis energética que se nos viene encima. Dada su autoridad en la materia, le he pedido permiso para reproducirlo y aquí está.
El rutenio (Ru), el rodio (Rh), el paladio (Pd), el teluro (Te), el renio (Re), el osmio (Os), el iridio (Ir), el platino (Pt) y el oro (Au) son elementos muy raros en la corteza terrestre. De hecho su abundancia cortical es del orden de las partes por billón. Aunque la gente prácticamente sólo conoce al oro y un poco al platino, todos ellos son fundamentales en aplicaciones como los contactos electrónicos, en el vasto mundo de los catalizadores, para el almacenamiento de hidrógeno o para fabricar nanopartículas de oro que ahora molan un montón. Debido a su escasez y con excepción del Te, todos valen su peso en oro y por ello también se los clasifica como potencialmente críticos para el desarrollo tecnológico de los próximos decenios.
Hace pocos días recibí de un amigo una noticia que decía literalmente que "un equipo de investigadores del MIT había descubierto cómo actúa exactamente una molécula llamada fulvaleno dirutenio, capaz de almacenar calor y liberarlo mediante dos procesos activables de manera artificial. Este conocimiento debería ahora hacer posible encontrar sustancias químicas similares en comportamiento, pero compuestas por ingredientes más abundantes y menos caros que el rutenio. Esto podría convertirse en la base para desarrollar una batería recargable que almacenase calor en vez de electricidad".
Aparte de que la redacción de la noticia es un poco equívoca para los que nos dedicamos a esto, lo cierto es que, efectivamente, el punto clave es encontrar alternativas más abundantes y baratas al rutenio porque, si no lo hacemos, la capacidad de almacenar energía solar de dicho elemento difícilmente superaría a la empleada para remover la roca de la que se extrae. Lamentablemente, tal y como se explotan las mejores menas de todos estos elementos de los que venimos hablando, cada vez se necesita más energía y agua para ello y, además, se generan más contaminantes para producir la misma cantidad de metal. Pero como la demanda mundial aumenta, el daño ambiental de su extracción crece exponencialmente.
A modo de ejemplo, la demanda de cobre entre 1941-1980 fue cuatro veces mayor a la de toda la historia previa. Y entre 1981-2000 la producción se duplicó con respecto a los cuarenta años anteriores. Conocéis la enorme demanda actual de Cu, que ha convertido su robo en un negocio muy lucrativo. Otro ejemplo ilustrativo es el del propio oro. Para producir un anillo de oro de 9 gramos (1/3 de onza) de 18 quilates se necesitan remover unas 45 toneladas de roca, se consumen 275 kg equivalentes de petróleo, 6200 litros de agua y se emiten 1000 kg de CO2 equivalentes. Sin contar otras emisiones y residuos peligrosos (por ejemplo,1.26 kgs de cianuro, además de Pb, As y Hg).
Hoy en día, nuestro elemento 44, alias rutenio, se obtiene como subproducto del refinado del niquel. En ese sentido su coste medioambiental no es tan exagerado como el del oro, pero nadie sabe hasta dónde podría llegar si su consumo se dispara. En el fondo, toda esta reflexión nos indica algo que no solemos tener en cuenta: que tanto la Geología como la Termodinámica imponen restricciones a la civilización industrial. Si la energía necesaria para producir un sistema energético, a partir de sus constituyentes en la corteza terrestre, es mayor que la que proporciona a lo largo de su vida, ese sistema energético es inviable. Técnicamente se dice que el EROEI (Energy Return on Energy Investment), debe ser siempre mayor que la unidad. Y cuanto mayor más viable. Y da la sensación de que mucha de la gente que anda proponiendo soluciones energéticas maravillosas no ha hecho los balances de energía correctos, llegándose a la curiosa paradoja de que los mayores violadores del Primer Principio de la Termodinámica somos los propios científicos.
Esto no implica acabar con la investigación en temáticas que impliquen a estos elementos, sino frenar la retórica grandilocuente en torno a descubrimientos como el arriba mencionado. Si hubiéramos frenado la investigación en paneles fotovoltáicos porque los primeros prototipos gastaban más energía que la que producían, hoy no tendríamos esa industria. Siempre tendremos que pagar un coste de aprendizaje. Y conocer por conocer es bueno, pero a pequeñas dosis. Con realismo. Este grupo de elementos químicos es crítico para nuestra civilización y su futuro. Si las conexiones electrónicas dependen de ellos, así como el almacenamiento de hidrógeno, hay que ser muy precavidos a la hora de proclamar que una sociedad basada en el hidrógeno e internet nos salvará de los problemas energéticos que nos acucian.
Probablemente en el largo plazo estos elementos estarán destinados a curiosidades de museo y sólo muy pocas aplicaciones excepcionales llevarán componentes de este grupo. No será raro que algún día desaparezcan las joyas y los lingotes, porque su valor industrial alternativo será mayor. Ese día nuestras chicas lucirán escotes, porque la medicina habrá encontrado la eterna juventud. O no…
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Yo pensaba que en el Estado de Kentucky, por aquello de su situación en el centro continental de los States y, sobre todo, por la difusión por todo el mundo de los restaurantes Kentucky Chicken, tenía que ser un territorio en el que la gente le diera más a la carne que al pescado. Y así será, seguramente. Pero despues de leer un artículo de un grupo de investigación de una de las Universidades del Estado, he llegado a la conclusión de que allí se venden latas de sardinas con profusión, de las más variadas procedencias del globo terráqueo y de diferentes variedades, que no he conseguido identificar claramente a partir de sus nombres in english.
El mencionado trabajo, publicado en la revista Marine Pollution Bulletin, da cuenta de los análisis llevados a cabo sobre 17 tipos diferentes de latas de sardinas que se venden en Kentucky, provenientes de sitios como Canadá, Marruecos, Noruega, Polonia o Tailandia, a la búsqueda de su contenido en cosas tan denostadas hoy en día como el arsénico, el cadmio, el mercurio o el plomo. La técnica instrumental empleada es la espectrometría de absorción atómica (AA), una potente técnica de los químicos analíticos para poner de manifiesto la presencia de minúsculas cantidades de elementos como los que aquí se investigaron.
Los resultados indican, sobre todo, la presencia de casi 2 ppm (partes por millón) de arsénico, entre 10 y 70 ppb (partes por billón, aunque billón americano) de cadmio, entre 6 y 270 ppb de plomo y menos de 90 ppb de mercurio. Los autores resaltan los altos valores de arsénico y atribuyen las altas tasas de cáncer y de enfermedades cardiovasculares existentes en Kentucky al consumo de estas sardinas y su contenido en arsénico. Lo cual no deja de parecerme una arriesgada conclusión, dada la cantidad de variables que pueden entrar en la génesis de esas enfermedades. A no ser que lo del Kentucky Chicken sea sólo para la exportación tipo Mc Donald's y los de ese Estado se alimenten casi en exclusiva de sardinillas en aceite.
El estudio tiene, sin embargo, su importancia. Ilustra la posibilidad de controlar de forma exhaustiva la composición de estos pescados de tipo pelágico, que viven alejados de las costas y que cada vez van siendo más presentes en la dieta, a la vista de la desaparición de todos aquellos que viven en zonas más próximas. Y, por otro lado, y a pesar de la movilidad de las corrientes marinas, estas especies podrían usarse como indicadores biológicos del grado de contaminación de los mares en una zona dada.
En cualquier caso, ejemplos como éste o el del follón que se ha montado con el ciclista Contador y el clenbuterol, supuestamente contenido en una carne comprada en Irún y que me imagino que llevaría un Euskolabel, me afianzan cada vez más en mi teoría de que la culpa de la Quimifobia la tenemos los químicos, por el pertinaz empeño en mejorar sin descanso nuestras técnicas de análisis. Ojos que no ven, quimifóbico que no siente.
P.D. Como algunas otras entradas de este Blog, la presente nace de una alerta del que mantiene mi venerado Dave Bradley. Recibo los contenidos de muchas revistas que me interesan pero nunca hubiera sabido, si no es por Dave, de la existencia del artículo en cuestión.
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Nunca he sabido mucho de ingeniería genética, pero el tema me va interesando de forma progresiva. Y tengo la suerte de poder ir aprendiendo poco a poco sobre el tema en mis periódicas comidas con mi amigo y colega Unai Ugalde, quien me resuelve algunas dudas que me suelen surgir, cuando leo noticias como la que voy a comentar. La razón de mi interés es que cada vez recibo más alertas sobre procesos de obtención de moléculas en los que se ven implicados bacterias, hongos y similares, abriendo así nuevas vías de síntesis que pueden ser completadas por la acción de diligentes químicos y biotecnólogos.
En muchos casos, para conseguir las moléculas que se pretenden, el bichito en cuestión ha tenido que ser modificado genéticamente. La Escherischia coli (E. coli, para los amigos) de la fotografía es uno de los ejemplos más preclaros en estas prácticas. Se trata de una gran familia de bacterias, muchos de cuyos miembros los llevamos puestos en nuestro intestino. La mayoría son inofensivas pero, a veces, se puede colar alguna que nos puede causar más de un problema. Gracias a esta familia, mediante experimentos efectuados con cepas de las mismas, hemos sido capaces de extraer una gran parte de nuestro conocimiento actual sobre la biología molecular.
Pero también ha sido utilizada para fines menos académicos. Y, por ejemplo, en el ámbito de los polímeros en el que me muevo, una de las primeras familias de polímeros biodegradables, los polihidroxialcanoatos, fueron producidos al principio gracias a la acción de esta bactería, generosamente alimentada con vegetales ricos en glucosa. Al verse agobiadas por tamaña cantidad de alimento, los bichos transforman esa glucosa en los mencionados polímeros, para poderlos asi utilizar en épocas de hambre. Sólo que los humanos nos los cepillamos antes y nos quedamos con esas reservas. Modificaciones genéticas posteriores consiguieron que las E. coli produjeran polímeros derivados, con diferentes estructuras químicas.
Otro ejemplo similar se encuentra en mi entrada del 7 de octubre de 2008, donde se explicaba cómo una empresa de ingeniería genética había conseguido modificaciones en ciertos microorganismos, para que en lugar de producir etanol o glicerina a partir del ázucar, como ocurre en la fermentación de mosto en vino, fueran capaces de producir propanodiol, una materia prima para poliésteres y poliuretanos que antes solo se obtenía del petróleo, generando así polímeros una parte de los cuales proviene de la biomasa renovable.
Parece que ahora hay otra buena nueva científica que implica a las E. coli. En una entrada tan lejana ya en el tiempo como la publicada el 8 de marzo de 2006, explicaba la historia del medicamento conocido como Taxol o paclitaxel. Es un ejemplo fascinante de la tozudez de los químicos en su intento de reproducir en el laboratorio una molécula, particularmente eficaz en la lucha contra el cáncer, que se aisló por primera vez a partir de la corteza del tejo del Pacífico, aunque en cantidades tan minúsculas que la propia especie hubiera estado en peligro absoluto de extinción si esa fuera la única fuente para obtenerla.
La molécula, de una complejidad desmesurada para una síntesis total, ha estado siendo producida por una compañía farmaceutica a partir de una ruta alternativa. Ruta que implica empezar con otra molécula relacionada, la 10-deacetilbacatina, que se puede extraer de la bayas de otro tejo aunque, en este caso, las bayas son producidas todas las primaveras y pueden ser recolectadas, como quien coge cerezas, sin que el tejo sufra.
Pero ahora va a haber una alternativa más. La revista Science ha publicado un artículo de investigadores del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y la Tufts University en Boston, en el que se demuestra que una E. coli, convenientemente manipulada, es capaz de proporcionarnos, en cantidades ya relevantes para una comercialización competitiva, isopentenil pirofosfate (IPP), una molécula importante para sintetizar un precursor del Taxol, el taxadieno. Además, otras modificaciones genéticas han conseguido E. colis que incluso llevan a cabo la transformación del IPP en taxadieno, completando el trabajo de las primeras y dando lugar a un proceso que resulta más sencillo y económico que la ruta hasta ahora seguida.
Y, además, parece que la estrategia puede resultar válida no sólo para el taxol, sino para otros terpenos utilizados en cosmética, en alimentos funcionales y en la industria química en general.
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En mis reiteradas diatribas sobre la homeopatía, he mencionado varias veces a Boiron, la multinacional de origen francés, líder en la preparación de esos timos a base de azúcar que son los preparados homeopáticos. Ayer, día 28, un colega de la Universidad de Zaragoza me alertaba de un comunicado de la misma en el que se anunciaba la creación de la Cátedra Boiron, para mejorar "el conocimiento que sobre la homeopatía tienen los profesionales sanitarios y la sociedad en general". La reacción no se ha hecho esperar y, hoy mismo, en la investidura como Doctor Honoris Causa de la Universidad del Pais Vasco del Profesor Francisco Ayala, el galardonado le hacía unas declaraciones (merece la pena leerse el link que os he puesto, es cortito) a Luis Alfonso Gámez, periodista científico en El Correo, con el compartí programa en los recientes Cursos de Verano de Donosti, que dejan bien claro lo que piensa al respecto un biólogo de talla mundial. He aprovechado la coyuntura para añadir a mis favoritos el Blog de Luis Alfonso (Magonia) porque mantiene desde hace tiempo una arisca batalla contra la irracionalidad imperante.Y no voy a extenderme mucho más, que bastante cabreo tengo con el hecho de que la Universidad que me crió a sus pechos como químico, se haya rendido a la pasta del gabacho. Menos mal que, para compensar, a la misma hora que se celebraba la ceremonia de Ayala en Leioa, yo estaba deleitándome en una ceremonia similar en la Universidad de La Rioja, que hoy investía como Doctor Honoris Causa a mi querido profesor de Química Orgánica en mis tiempos de estudiante zaragozano y buen amigo, José Barluenga. Su discurso de ingreso en el Claustro de la Universidad riojana, con su peculiar y convincente estilo pedagógico, ha dejado bien claro los esfuerzos que los químicos del mundo realizan para mejorar múltiples aspectos de nuestra vida cotidiana, incluida la salud. Y no como Boiron, que poco esfuerzo necesita para innovar cómo se menea el azúcar de sus preparados.
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Como todos los procesos en los que hay que elegir entre muchas opciones, la adjudicación de los Premios Nobel tiene, muchas veces, resultados que sorprenden a los que no conocemos sus entresijos. En lo que concierne a este año, no deja de ser sorprendente que, por un lado, se conceda el Premio Nobel de Medicina a un señor (Robert G. Edwards), nacido hace ya 85 años, por un descubrimiento con el que la gente lleva un cuarto de siglo solucionando sus problemas de infertilidad, mientras que, por otro lado, se de el Nobel de Física a dos investigadores de origen ruso, aunque trabajan en Manchester, uno de los cuales tiene sólo 36 añitos de nada. Y, además, por el descubrimiento de un material en el que se tienen depositadas muchas esperanzas pero que, hoy por hoy, la mayoría de sus potenciales posibilidades a escala práctica y accesible al personal están por demostrar. No parece, por tanto, que los criterios de los jurados sean comparables. Pero como decía un buen amigo mío, dejadme elaborar un baremo y, como resultado, selecciono a quien querais. En todo caso, el Nobel de Física me va a servir como excusa para una entrada.
En un día tan lejano como el 4 de mayo de 2006, colgaba yo otra entrada en la que os hacía ver las diferencias entre un tipo de carbón similar al que extraen los mineros (pero mucho más puro), al que se denomina grafito, y el diamante. Con grafito se hacen muchas cosas pero es conocido popularmente por constituir las minas de los lápices. Con el diamante también se hacen muchas cosas pero, también popularmente, se liga su nombre con la imagen de mujeres ricas o de alta alcurnia. Aclarábamos también en aquella entrada el origen geológico y las razones estructurales de tales diferencias. El grafito es la acumulación, o apilamiento en capas, de redes de dos dimensiones, constituidas por hexágonos integrados por átomos de carbono unidos por enlaces covalentes (como la que se ve en la figura) de arriba, en la que podeis picar para verla mejor. Las diferentes capas se mantienen unidas por simples fuerzas físicas que no implican enlaces químicos entre los átomos que las constituyen. En el diamante, por el contrario, hay uniones covalentes entre esas capas propagándose así el conjunto en todas las direcciones del espacio en forma de redes tridimensionales.
Cuando esas láminas bidimensionales de la figura de arriba se enrollan en forma de tubos tenemos los famosos nanotubos de carbono. Si se cierran en forma de esferas, tenemos los fulerenos. Por tanto, esas redes bidimensionales son la madre de los fulerenos, de los natubos y del grafito (y, por extensión, la madre de todos las minas de lápiz). Cuando consideramos esas capas aisladamente tenemos lo que, ya hace algún tiempo, recibió el nombre de grafeno. Y gracias a este grafeno André K. Geim (el más viejo de la pareja de rusos) y Konstantin Novoselov (el imberbe) se van a repartir los diez millones de coronas suecas del Nobel.
El que el grafito fuera una acumulación de redes bidimensionales de grafeno sin muchas fuerzas que las mantuvieran juntas, ya se conocía desde hace tiempo. Pero en lo que se había fallado es en aislarlas individualmente, por más que se intentara por procedimientos más o menos sofisticados. La tarea no era fácil, porque una capa de ese tipo tiene, tal y como se ve en la mencionada figura, el espesor correspondiente a un minúsculo átomo de carbono, lo que viene a ser aproximadamente tres veces inferior a un nanómetro. Y en esa ardua tarea andaba mucha gente, hasta que a estos dos ciudadanos les dio por jugar en sus ratos libres (particularmente los viernes a la tarde, según han confesado) con las humildes minas de los lápices.
El link que aquí os pongo os llevará a un número de marzo de 2008 de la revista Scientific American en el que, en una serie de diapositivas, se explica cómo pueden obtenerse láminas de grafeno de un cierto tamaño, mediante el pedestre procedimiento de machacar minas de lápiz y jugar con ellas, pegándolas y despegándolas con una simple cinta adhesiva tipo Cello o Scotch. Todo ello llevado a cabo, eso si, con mucho miramiento, no hay más que ver los gorros que llevan los investigadores.
Una vez que consiguieron minúsculas cantidades del mencionado material, los privilegiados que podían disponer de ellas se encontraron con que el grafeno era de una extraordinaria dureza, químicamente estable incluso por encima de la temperatura ambiente y capaz de conducir la electricidad a velocidades mucho más altas que cualquier otra sustancia conocida. En base a sus propiedades, como decía arriba, los ingenieros de los mejores laboratorios del mundo están explorando las posibilidades de fabricar con grafeno productos como nanocomposites ultratenaces, pantallas inteligentes, transistores ultrarrápidos o nuevas generaciones de ordenadores. Y los físicos teóricos andan encantados con el grafeno porque les permite chequear modelos y teorías para las que antes necesitaban los resultados de carísimos experimentos de astrofísica o desarrollados en laboratorios de partículas de alta energía.
El descubrimiento del grafeno no es sólo peculiar por haber empleado cosas tan humildes como una cinta adhesiva o los ratos libres del friday afternoon. André G. Geim es también un tipo muy especial. En el año 2000 le dieron el Premio Ig Nobel, divertido Nobel alternativo del que ya os hablé en una entrada el año pasado, por un experimento en el que usaba imanes para conseguir que las ranas levitasen. Al año siguiente, en una revista bien conocida como Physica B, el mismo Geim publicó un artículo titulado “Detection of earth rotation with a diamagnetically levitating gyroscope”. El segundo firmante del artículo era H.A.M.S. ter Tisha, un nombre que parece holandés (en aquella época Geim estaba en el país de los tulipanes) pero que, en realidad, encubría a su hámster de nombre Tisha.
P.D. para una gozosa buena nueva. Jorge Ruiz ha hecho caso de nuestras lamentaciones y ha vuelto a publicar lamargaritaseagita. Así que, ahí a la derecha, seguirá figurando entre mis Blogs favoritos.
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Sigo el hilo de la última entrada, que tenía que ver con los tribuletes, tras la que algunos comentarios me sitúan en el bando de los ingenuos en lo relativo a lo que se cuece en los medios. Nada más lejos de la realidad, pero que cada cual piense lo que quiera. En lo que a mi respecta, sigo comprando periódicos pero, sinceramente, cada vez los leo menos. Solo las estampas, que decía la abuelita de mi comadrona. Quizás sea ese desapego creciente el causante de mi sorpresa ante un soplo que me ha pasado una de las gargantas profundas de este Blog y sobre lo que yo no había leído u oído en ningún otro sitio hasta entonces.
La noticia se refiere a un sucedido que tuvo lugar durante el mismo puente en el que los Surfin Kaos martirizaban mis tímpanos. Ese lunes, el 11 de octubre de 2010, un representante de Los Verdes alemanes (quizás los Verdes más relevantes, porque incluso han tocado pelo en el Gobierno teutón) impartió una conferencia invitada en el marco de la tercera reunión anual del colectivo denominado ESWET, una asociación que agrupa a los empresarios europeos que suministran tecnología para el manejo integral de residuos. Ese evento tuvo lugar en Bruselas, bajo el patrocinio de la Presidencia belga de la Comunidad Europea. El ponente, que responde al nombre de Michael Weltzin, fue presentado como Asesor Científico del Grupo Parlamentario Alianza 90/Los Verdes en el Bundestag o Parlamento alemán. Su conferencia se titulaba "Saving resources and protecting the climate. Waste policy concepts of Alliance 90/The Greens in Germany" en la que, básicamente, trataba de explicar la filosofía medioambiental de Los Verdes alemanes de cara a 2020. El texto completo lo podeis bajar de la web de la ESWT picando aquí. Es un documento pdf con todas las transparencias que usó Weltzin en el evento. Está en inglés pero creo que casi todo el mundo puede entenderlo.
Para el que no quiera perder mucho tiempo leyendo el pdf, trataré de hacer un resumen, con todos los matices personales que ello introducirá. Tras definir conceptos clásicos de Residuos Sólidos Urbanos, el especialista aborda la historia de la regulación del tratamiento de los mismos, la situación actual en los diferentes países de la UE, los beneficios que el tratamiento de residuos pueden generar, tanto ambiental como económicamente, para, finalmente, plantear lo que hay que hacer de cara a futuro para seguir progresando en esta pelea contra la basura que nos invade. Tras unas transparencias sobre los plásticos y los bioplásticos que no comparto en absoluto (pero eso es otra historia), el asunto se pone al rojo vivo cuando empieza a valorar y comparar las diferentes alternativas para el tratamiento de residuos. Y ahí está la noticia.
Predice poco o ningún futuro para ciertas estrategias que, todavía en este siglo, han sido o siguen siendo propugnadas por muchos "verdes" que tenemos próximos, como los vertederos con recuperación de metano (mucho peor gas invernadero que el CO2) o el MBT o tratamiento mecánico biológico, que supone la separación mecánica de los residuos urbanos en dos partes bien diferenciadas: por un lado, lo biodegradable o putrescible (básicamente comida, restos de podas y similiares) que se somete posteriormente a un proceso biológico y, por otro lado, todo lo demas. De esta segunda fracción se intenta separar, posteriormente, todo lo reciclable (papel, cartón, plásticos, vidrio, etc.).
Frente a esas alternativas, Los Verdes consideran como una opción muy valorable la incineración (¡toma primicia!). Es verdad que la noticia no es del todo nueva, porque ya en 2005, un documento proveniente del Ministerio de Medio ambiente alemán, gestionado por los propios Verdes, se interrogaba sobre si la incineración era un riesgo potencial o no. Pero aquel no dejaba de ser un documento técnico, elaborado por los expertos de un Ministerio. Ahora, la implicación del Grupo en esta estrategia es mucho más nítida y me sorprende que no haya tenido el reflejo mediático que otras insignes chorradas sobre estos temas han tenido y suelen tener.
Bienvenido sea el cambio. Como no podía ser de otra manera, el Grupo justifica el mismo arrogándose el mérito de haber conseguido cerrar las plantas incineradoras operativas en los años ochenta, con insuficiente control sobre las emisiones de productos peligrosos (especialmente dioxinas), algo que habían denunciado ellos y algún colaborador de este Blog. No puedo dejar de citar al respecto que ya en 1997, la Diputación Foral de Gipuzkoa cerró una incineradora en Arrasate con tecnología obsoleta a ese respecto. Los Verdes alemanes e arrogan también el mérito de haber conseguido que esa campaña haya dado lugar, en los noventa, a la aparición de tecnologías de incineración más limpias que, dicho sea de paso, algunos siguen sin querer reconocer. Y donde yo vivo hay muchos ejemplos al respecto en todos los colectivos (incluídos los dentistas).
Así que avisados quedais si tampoco estábais enterados. El Blog del Búho casi siempre está a la última. O eso creo.....
P.D. Me duele tener que hacerlo pero voy a eliminar de aquí a unas semanas el link a lamargaritaseagita de mi colega Jorge Ruiz quien, en un quiebro dialéctico, le ha cambiado el nombre por lamargaritaseagota y ha dejado de publicar sus divertidas y bien documentadas entradas sobre Tecnología de Alimentos y sus implicaciones en la cocina actual. Espero que sea una desaparición pasajera, solo producto de la agitada vida que Orges lleva. Un día de éstos, en mi sabático, me escapo a verte, colega.
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Pocas de las ya casi 280 entradas de este Blog han tenido que ver con algo que no huela a Química. Algún aviso sobre cambios en el Blog, alguna nostálgica referencia a los Macs de las catacumbas y poco más. Pero como ya he dicho alguna otra vez, un Blog no deja de ser una especie de diario del que lo escribe y, en esa tesitura, se han colado al tresbolillo muchas intimidades del Búho, ocasiones en las que me he llevado más de una reprimenda de mi santa. La entrada de hoy, que quede claro desde los inicios, no tiene nada que ver con la Química, sino con mi ya larga pelea contra el ruido. Un tipo de contaminación olvidada, que los diversos concejales progres que ha tenido el Calvo que nos gobierna pretenden meter reiteradamente en mi domicilio, por aquello de que vivo en una céntrica Plaza que se presta a organizar todo tipo de festejos "culturales" (o "kulturales" en versión autóctona).
El caso es que el puente del Pilar fue una de esas ocasiones en las que, de nuevo, las huestes de Odón la emprendieron con el chunda chunda en una carpa instalada bajo mi nido. Ya deben dar por descontada la existencia de un comando autónomo bien organizado que, en cuanto se pasan de tiempo o nivel de ruido, empezamos a llamar como desaforados a la Guardia Municipal (GM). Y allí anduvimos peleando el mencionado puente. El miércoles 14 una ciudadana se quejó al Diario Vasco (DV), en sus Cartas al Director, de la irrupción de la Guardia Municipal donostiarra en dicha carpa, durante el concierto de un grupo que atendía al elegante nombre de Surfin Kaos, para avisarles de que fueran parando porque se habían pasado de tiempo y decibelios. Se sorprendía la ciudadana de que quisiéramos ser Ciudad Europea de la Cultura 2016 cuando no sabíamos ni aguantar un concierto.
El Búho, que anda un poco desocupado esta temporada, decidió contraatacar y mando una réplica al mismo DV en términos que os reproduzco:
RUIDO Y CULTURA
Los eventos que menciona M. Sáez en Cartas al Director del 14 de octubre se refieren a la carpa instalada entre el KM y Correos durante el puente pasado. La empresa Astesa empezó a montarla a las 7.15 de la mañana del jueves y en la madrugada del 13 había actividades de desalojo. A cualquier ciudadano que quiera hacer obras en su casa no le permiten esos horarios, por razones obvias.
Algunas actividades de la carpa no ocasionaron molestias al vecindario pero el concierto al que la Sra Saez hace mención (y otras) incumplieron reiteradamente horarios y decibelios, cosa que la Guardia Municipal reconocía a quien quisiera llamarles. Pero, según ellos, no tienen competencias más que para notificar el incumplimiento. Es como si uno aparcara en doble fila reiteradamente y la GM se limitara notificarlo a quien corresponda sin proceder inmediatamente con una multa o una grúa.
No se si un concierto de Surfin Kaos es kultura (aqui me cambiaron la k por una c) o no. Otras actividades culturales se llevan a cabo en recintos cerrados, sin ruido que invada la esfera privada que es un domicilio. Con el agravante de que los eventos citados concitaron menos espectadores que ciudadanos insomnes, despreciando además las normas cívicas que el Ayuntamiento les había impuesto. Lo que dice además muy poco de los patrocinadores, el antiguo CAT y el KUTXA Kultur Zirkuitoa, que no parecen controlar con quien se gastan los cuartos. De cueros ajenos largas correas….
Lo que figura en rojo es lo que un intrépido plumilla del Grupo Vocento cortó de mi escrito. A pesar de ceñirme escrupulosamente al número de líneas mecanografiadas que se exigen al remitir un escrito de este tipo. Es cierto que en la sección se especifica que el DV se reserva el derecho de publicar lo que le venga en gana, pero los lectores de este Blog, seres perspicaces donde los haya, se habrán ya dado cuenta de que las tijeras han andado muy diligentes en todos aquellos párrafos en los que, curiosamente, aparecen Empresas e Instituciones. Además de verificar que, tras la poda, mi delicada y preclara prosa se transforma en un texto casi sin sentido.
Escaldado estoy del experimento. He llamado al DV para preguntar si tienen Defensor del Lector y me han dicho que nones. Esto es lo que tiene vivir en provincias. Así que ajo y agua para el Búho. Por ahora... Que argumentos no me faltan. Mientras redactaba este post, mi colega Antxon Santamaría me ha mandado un mensaje de apoyo, en el que me insta a trasladar al Observatorio de Derechos Humanos, del que nuestro Odón alardea, el hecho de que, entre los más refinados métodos de tortura empleados en Guantánamo, se encuentra el de someter a los reclusos a ruidos sin cuento durante las veinticuatro horas. Y me adjunta este link.
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Como en la mayoría de los casos en los que una idea basada en el conocimiento científico, pasa a formar parte de nuestras vidas en forma de algo que, genéricamente, llamamos aplicación, el camino a recorrer es, en general, muy largo y, a veces, angustioso. Ahí está el caso de la aprobación de determinadas moléculas químicas como medicamentos, o la de otras que puedan utilizarse como pesticidas no dañinos para el medio ambiente. Cuestión sobre la que volveré un día de éstos, que tengo ya bastante información al respecto. Pues, en menor medida, ese ha sido también el caso del chicle que no se pega, al que ya hice referencia en un par de ocasiones en este Blog (ver este link y este otro, entradas publicadas con un año de diferencia y la última hace ya año y medio).
Pero ahora parece que si es la buena. Si visitais la página web de la empresa Revolymer, encontrareis allí un encabezado publicitario en el que ya se anuncia la versión comercial del cojochicle, con una figura similar a la que ilustra esta entrada. Su nombre es Rev7, ya cuenta con el placet de las entidades regulatorias en Estados Unidos y parece que están a punto de conseguirlo en Europa, según declaraciones de Terence Cosgrove (el jefe del asunto) de la Universidad de Bristol a la revista Chemistry World de la Royal Society of Chemistry inglesa.
Pasado este tiempo, conocemos el secreto de la formulación con algo más de detalle del que se daba en las dos entradas que he mencionado anteriormente. Como ya contaba allí, el problema de las gomas de mascar que se pegan es que están constituidas, generalmente, por copolímeros de estireno y butadieno o de etileno y acetato de vinilo. Lo de menos es el nombre para los que no estais en esta pomada de los polímeros. Lo importante es que uno y otro copolímero son sustancias que, además de pegarse con facilidad a las superficies, son bastante hidrofóbicas (es decir, repelen el agua) con lo que es difícil tratar de eliminarlos mediante el clásico método de una máquina barredora que usa agua y jabón.
La idea de los de Revolymer, como ya adelantábamos en la anterior entrada, es emplear un polímero anfifílico, un polímero que tiene en su cadena parte hidrófobas del tipo de las anteriores pero también partes hidrofílicas a las que gusta el agua. Hoy ya sabemos, cosa que no pasaba en tiempos de mi última entrada al respecto, que la goma del Rev7 es un copolímero de los que nosotros llamamos de injerto. Se trata de una cadena de poliisopreno, el mismo material base de muchos neumáticos, cadena de la que cuelgan ramas de polióxido de etileno, un polímero que, en estado puro, es soluble en agua, biodegradable y biocompatible.
Esta inteligente estructura tiene muchos efectos adecuados al objetivo de impedir que muchas calles estén como mi Plaza del Buen Pastor, pasto de la odiada tienda de chuches de mi portal. En primer lugar, esa goma se adhiere menos fuertemente a la mayoría de las superficies. En segundo lugar, las ramas de polióxido de etileno permiten absorber y retener agua, condición clave para que las ramas de polióxido puedan irse degradando hasta resultar una especie de polvo en menos de 6 meses. Por otro lado, al ser el polióxido biodegradable, el impacto ambiental de los millones y millones de chicles será menor. Y, finalmente, muchas de las moléculas empleadas en los jabones líquidos como surfactantes forman complejos con el polióxido de etileno, lo que facilita el poder eliminar la goma con el uso de detergentes convencionales en muchos tipos de superficies, incluida la ropa o las alfombras.
Pero sigo estando igual que estaba en la entrada de febrero de 2008. Sin una muestra a la que hincar el diente en el laboratorio. Así que casi repito el final de esa entrada. Si alguien viajando por el mundo (tengo lectores muy viajados y viajeros) encuentra en algún aeropuerto el famoso Rev7 que me compre una cajita. Prometo pagarla generosamente.
Espero que Rev7 cumpla con las expectativas, la goma se vaya implantando y los de Revolymer se acaben forrando cuando alguna multinacional del chicle se quede con el negocio. Me encantaría que una idea basada en ciencia básica de polímeros y desarrollada con lo que, en principio, fué una pequeña empresa de spin-off, acabe resolviendo parte del mugriento problema de los chicles.
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Las entradas de este Blog están clasificadas por categorías. Visto el título que encabeza ésta, y dada mi afición a las cosas gastronómicas, parecería lógico que estuviera encuadrada en la categoría que he denominado Química y Gastronomía y que recoge, entre otras nimiedades, mis pinitos químico-gastronómicos de los últimos años. Pinitos que tienden a su fin por mi ya provecta edad, por mi adhesión a la teoría de Einstein que establece el aburrimiento como el estado más elevado de excelencia intelectual y porque, para esos fines, ya tenemos ahora en Euskadi un referente (el Basque Culinary Center) que iluminará nuestros restaurantes y sus manteles. Así que esto no va de Química y Gastronomía, como pudiera esperarse, sino de leyendas urbanas, que en este Blog se engloban en la categoría Patrañas.
Nuestro buen amigo C. regenta un bazar de cosas electrónicas cerca de nuestro nido. Es nuestro referente (éste ya consolidado, no como el BCC) para cambiar unas pilas, elegir unos auriculares que aguanten mis audiciones nocturnas, antes de caer en los brazos de Morfeo y maltratarlos, o para comprar un telefóno. Este viernes hemos ido a comprarnos un inalámbrico porque el anterior ha pasado a mejor vida. C. nos ha mostrado los que considera mejores modelos y, al final, nos ha recomendado uno, entre cuyas cualidades diferenciadoras está una que él considera muy importante y que tiene que ver con la menor energía de radiofrecuencia emitida por este modelo con respecto a los precedentes. Y para reforzar su argumento, nuestro buen amigo nos contó que unos miembros de Greenpeace (no tengo la prueba fehaciente, pero C. es un vendedor honesto que no se permitiría una fantasmada) les habían mostrado, en unas jornadas, un vídeo en el que se cocía un huevo entre dos teléfonos móviles trás unas cuantas horas de exposición. La conclusión es obvia, ¡a saber que puede pasar con nuestro cerebro al cabo de unos cuantos años de utilización de nuestros inalámbricos!.
No le dije nada a C. porque estoy empezando a considerar seriamente que no merece la pena perder amigos sinceros, con los que uno se lleva bien, sobre la base de polemizar sobre la Quimifobia, la homeopatía o los fertilizantes naturales. Pero en el Blog lo tengo que contar y si por casualidad me lee, como es un tío listo, seguro que entiende mis silencios y mis argumentos.
En Internet hay una vasta bibliografía sobre el tema. Una de mis páginas de referencia sobre leyendas urbanas, que ya he mencionado otras veces, establece, como origen de la diseminación de este bulo, la publicación de una noticia al respecto en la web de un inglés llamado Charles Ivermee en el año 2000, un tiempo en el que había gran preocupación sobre el daño que las ondas de telefonía móvil y similares podían causar en los humanos. Es curioso que el tal Ivermee parece haber declarado, posteriormente, que si publicó la noticia fué porque la mencionada preocupación por las ondas de radiofrecuencia le parecía una chorrada manifiesta, así que la publicación en su web pretendía ser una forma de desacreditar esas ideas. El hijo de la Gran Bretaña no debió ser muy convincente en sus argumentos porque si algo consiguió fué justo el efecto contrario.
No voy a daros datos técnicos muy prolijos, pero hay cálculos sencillos que permiten derivar que un huevo mantenido entre dos teléfonos móviles trabajando a tope (o sea, reproduciendo algún tono salvaje de esos que ahora se estilan), durante una hora, no conseguirían elevar la temperatura del huevo más allá de 10-12º y eso suponiendo que toda la energía se transmitiera al huevo, lo que es literalmente imposible porque parte se pierde en el ambiente, el huevo tiene cáscara, etc.
Pero como una imagen vale más que mil cálculos, os voy a colgar un vídeo de unas jornadas de divulgación de la Ciencia llevadas a cabo por una Universidad australiana. Está en inglés pero, básicamente, consiste en una experiencia en la que durante una hora se pone un huevo entre dos móviles funcionando, otro se coloca próximo a una especie de módem inalámbrico que emite con una frecuencia (y energía) diez veces mayor que la de los móviles y un tercero de control se sitúa en condiciones de cercanía a los artilugios similares a las personas que siguen el experimento en la sala. Transcurrida la hora, los tres huevos se cascan igual y dejan caer el mismo conjunto viscoelástico de clara y yema.
Lo que tienen (tenemos, porque me adhiero a ellos con ganas) que trabajar los escépticos para deshacer patrañas.
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La semana pasada estuve en un Curso de Verano organizado por la Fundación Ikerbasque que lidera mi colega, amigo y contribuyente a este Blog, Fernando Cossío. Fue una experiencia muy agradable, donde pude compartir tiempos y espacios con gentes muy interesantes y muy próximas a mi modo de pensar en lo relativo a la difusión de la Ciencia. Fernando me sugirió emplear algunos de mis ejemplos en este Blog para tratar de resaltar el papel que los medios de comunicación han jugado y juegan en la instauración de la Quimifobia. Y hace un rato, leyendo una alerta de una revista de la American Chemical Society, me he acordado de una brevísima incursión que hice en la charla sobre la relación entre el aluminio y el Alzheimer y que nunca he plasmado en detalle en el Blog.
En la citada revista hay un artículo publicado por un grupo de investigación de la Universidad de La Laguna y el Servicio de Salud canario sobre la ingesta de aluminio en los siete paraisos que son las Canary Islands. Nada que objetar al estudio, muy similar a otros parecidos, en los que se demuestra, continuamente, la potencia de los medios analíticos de que disponemos para detectar, de forma muy precisa, concentraciones muy bajas de elementos y compuestos químicos. Pero lo que me ha llamado a escribir esta entrada es que en la introducción que todo artículo científico suele tener, y en el que se detalla un poco la bibliografía relacionada con el contexto general del trabajo, los autores citan la relación entre el aluminio y el Alzheimer.
El que esa relación siga apareciendo en la bibliografía científica es otro ejemplo más de cómo estudios epidemiológicos serios, de carácter médico, pueden acabar por generar una bola de nieve quimifóbica que luego cuesta decenios parar en virtud de la ansiedad social generada. Y a mostrarlo vamos.
En los años 60 se empezó a ser conscientes de que enfermos de riñón, sometidos a sesiones de diálisis dos o más veces por semana, eran candidatos claros a sufrir procesos crecientes de demencia. El principal acusado del asunto era el aluminio, que se usaba en los equipos de diálisis entrando así directamente en el flujo sanguíneo y llegando al cerebro. A esa conclusión se llegó despues de que un grupo de Newcastle publicara un estudio que demostraba los altos niveles de aluminio en los cerebros de esos enfermos. Junto a ese estudio se publicaron otros que estudiaron los efectos de altas dosis de aluminio en los cerebros de gatos y conejos. Como, por otro lado, también se había publicado algo sobre el inusual contenido en aluminio de los cerebros de gentes afectadas de Alzheimer, la conexión era lógica y la pequeña bola de nieve empezó a rodar y a crecer.
No todo el mundo estuvo de acuerdo y hubo quien, como Sir Martin Roth, un profesor de psiquiatría de la Universidad de Cambridge, empleó muchas horas para rebatir esa conexión. Había demasiados puntos oscuros. Por ejemplo, los dializados con ese problema de demencia se recuperaban, cuando se les sometía a tratamiento con ciertos "secuestradores" de aluminio. Y esa estrategia no funcionaba con los enfermos de Alzheimer. En esa época (y también ahora), muchas personas con problemas gástricos tomaban preparados a base de hidróxido de aluminio en dosis tan grandes como 3 gramos diarios, y no parecía haber una conexión demostrable entre quienes así habían tratado de acallar a su estómago y la enfermedad de Alzheimer. Mi propio padre se forró en los sesenta y setenta a una cosa llamada Allugelibys (que comprábamos en la farmacia de Hendaya) y el hombre anda ahora jodidillo de las piernas, pero de Alzheimer ni asomo.
Otra prueba que ha ido calando a lo largo de los años es el asunto del té. El aluminio es el tercer elemento químico más abundante en la corteza terrestre, despues del oxígeno y el silicio. Dada esa abundancia, y a pesar de la insolubilidad en agua de muchos de sus compuestos, casi todas las plantas absorben algo de aluminio por sus raíces. Espinacas, cebollas, lechugas o patatas son buenos ejemplos habituales, con contenidos de decenas o cientos de partes por millón. Pero el que se lleva la palma es el té de las cinco. Y no ha habido evidencias de que las culturas que tradicionalmente consumen té sean más proclives al Alzheimer que las que no lo consumen.
En el año 1988 se produjo en Inglaterra un incidente relacionado con el aluminio que intensificó las campañas contra el mismo. Un camionero que llevaba un camión cisterna con 20 toneladas de una disolución concentrada de sulfato de aluminio, utilizado en el tratamiento de aguas potables como floculante y clarificante, llegó a una estación de tratamiento de aguas en Camelford, en lnglaterra. Por algún descuido que no viene al caso, en lugar de conectar la cisterna a un depósito ad hoc, lo conectó directamente a la red de suministro que alimentaba los hogares de 20.000 ingleses. El contenido en aluminio de ese agua, parece que llegó a alcanzar unas 5000 veces el nivel permitido de ingesta que son 10 miligramos por día para una persona de 70 kg de peso, lo que supone realmente una cantidad sustancialmente más grande que incluso los 3 gramos por día de mi padre y su Allugelibys, por lo que no es de extrañar que se produjeran, y se puedan producir, problemas de salud graves, como así parece que se está revelando. Pero es obvio que el caso Camelford es un accidente que generó concentraciones brutales e instantáneas. Y que sus consecuencias no se pueden generalizar al común de los mortales.
Si seguimos con la polémica aluminio/Alzheimer que nos ocupa, ésta debiera haber terminado a finales de siglo XX, cuando repetidas experiencias por parte de grupos de investigación, empleando nuevas y sofisticadas técnicas para estudiar el cerebro de los afectados de Alzheimer (por ejemplo, la llamada Microscopía Nuclear), vinieron a demostrar que los citados cerebros no contenían cantidades significativas de aluminio y que, lo más probable, es que los estudios que originaron la bola en los sesenta y setenta contaminaran las muestras con aluminio durante el propio proceso de análisis. Pero la cosa aún va a pervivir un tiempo en medios de comunicación, foros, blogs y, lo que es peor, en introducciones a publicaciones científicas como la que ha dado origen a esta entrada. Aunque uno puede encontrar también sitios que ya han asumido el fin de la bola, como la Alzheimer Society of Canada que en su web deja bien claro que "la mayor parte de los investigadores en Alzheimer no consideran al aluminio como un factor de riesgo de dicha enfermedad".
P.D. Algunos seguidores del Blog me han pedido que enseñe el nuevo nido. Ya se sabe que los búhos son de natural discretos, así que no esperen un reportaje tipo Hola. Pero al hilo del aluminio, la foto que ilustra la entrada (como siempre se puede ampliar picando sobre ella) es de nuestra nueva terraza, donde se han usado tubos huecos de aluminio para esconder las paredes originales, un poco pasadas de rosca. Es de lo que más contento me tiene.
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Creo que ya he dicho en alguna entrada anterior (ya se me hace difícil saber lo que he dicho o no) que la Química Orgánica es una especie de advenediza en el mundo de los fármacos. No hace mucho todavía, en insignes Facultades de Farmacia se seguía estudiando más Botánica que Química Orgánica. Sin embargo, la síntesis de la aspirina, de la vitamina C y de otras muchas más cosas, puso bien claro que los químicos podían identificar el principio activo por el que una planta resultaba beneficiosa frente a una afección concreta para, posteriormente, sintetizarla con altísimos grados de pureza en un laboratorio o en una planta industrial. Y es más que probable que las plantas sigan siendo una permanente inspiración (y un reto cada vez más complicado) para la síntesis de nuevos fármacos.
Lo que acabo de contar, ligado al ámbito de la farmacología, es también válido para otras moléculas que pueden ser extraídas a partir del mundo vegetal, como es el caso de la gran variedad de sustancias que constituyen los llamados aceites esenciales de determinadas plantas y que se emplean en ámbitos tan diversos como la cosmética o la gastronomía. Todo lo anterior viene a cuento porque el Chemical Engineering News anunciaba en su número del 30 de agosto que el gigante químico BASF entraba en la pelea por el mercado del mentol, inaugurando una nueva factoría en Alemania. La noticia me mosqueó porque no me resultaba obvio que a BASF le interesara el mercado de un producto que no se me antojaba excesivamente estratégico para sus vastos negocios. Pero mira por donde la cosa no estaba tan clara.
El mentol es el que da el característico sabor a muchas pastas dentífricas, también a los cigarrillos mentolados y a algunos chicles (aunque en estos la cosa es más complicada). Es, por otro lado, el causante de los efectos "mágicos" del Vicks Vaporubs y preparados similares para las congestiones o la tos. El mentol se ha extraido tradicionalmente de la hierbabuena japonesa (Mentha arvensis), una de las muchas plantas de menta existentes, negocio que ha estado tradicionalmente controlado por compañías indias y chinas que eclipsaron a las japonesas a partir de los años 60. Pero para muchos fabricantes de productos que incluyen mentol, esa fuente del mismo, que ahora supone casi el 80% del mentol producido en el mundo, tiene muchos problemas. Las calamidades climáticas que asolan vastas zonas de la India casi cada diez años, las incertidumbres chinas y el papel de los especuladores dentro de ambos problemas, hace que el suministro de mentol pueda sufrir alteraciones graves que nunca gustan a un productor de pasta de dientes que quiere suministro regular y precios estables.
El 20% restante del mentol en el mercado es mentol sintético fabricado por una compañía japonesa (Takasago), que lo prepara a partir de m-cresol, y una compañía alemana (Symrise) que lo fabrica a partir de mirceno. ¿Y por qué quiere meterse BASF en un mercado que parece tan maduro y con un producto no precisamente de muchas toneladas?. Es que, a veces, los designios de las empresas son difíciles de entender si no se rasca un poco. Y eso es lo que ha hecho el Chemical Engineering News para mí.
Hace casi tres años sepulté como una curiosidad, entre otras muchas de mi archivo, una noticia que describía la síntesis de mentol a partir de citral, un terpenoide que BASF empezó a fabricar en los 80 como materia prima para obtener linalol y geraniol, dos esencias muy empleadas en productos de cosmética (no hay más que echarle un ojo a la formulación de cualquier perfume o crema para el body). En 2004 BASF abrió una nueva planta en Ludwigshafen para producir 40.000 toneladas anuales de citral, cuatro veces más grande que la disponía anteriormente, porque vislumbraban la posibilidad de que ese citral fuera fuente, además de las sustancias mencionadas, de otras moléculas interesantes como las vitaminas A y E.
Ahora he recuperado la relación entre mentol y citral. Y me he podido enterar de que la deriva de una parte de esa producción de citral para empezar a competir por el mercado del mentol tiene una explicación. Explicación que me dejó de una pieza cuando la leí en palabras de un consultor del mundillo de los aromas y fragancias (y traduzco literalmente): "Hasta hace unos pocos años, mucha gente en India y China no utilizaba pasta de dientes. Y ahora lo hace".
De ahora en adelante pienso seguir la pista al mentol. Me intriga saber si los de BASF han dado en el clavo o se han columpiado.
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En tanto que potenciales "excusas" para escribir estas entradas, recibo tantas alertas de cuestiones relacionadas con la Química y colecciono tantos pdfs sobre lo mismo, que tengo un auténtico maremagnum de materiales y, muchas veces, cosas muy interesantes acaban siendo condenadas al olvido en una carpeta virtual en mi Mac o en una torre de papeles en mi archivo físico. Y esto es lo que me ha pasado con el asunto del premio de un millón de libras esterlinas (¡ahí es nada con los tiempos que corren!) ofrecido por la Royal Society of Chemistry (RSC) y todavía en vigor.
Ahora hace un par de años, Neville Reed, el presidente de esa conocida Sociedad (o alguno de sus allegados) se llevaron un cabreo de primera división al conocer que una conocida marca de productos para jardinería ponía en el mercado unos envases de fertilizante como el que podeis ver en la foto (se puede ampliar picando sobre ella), donde a la izquierda aparece el reclamo de 100% Chemical Free, esto es libre de productos químicos al 100%. Bastaba darle la vuelta al envase para encontrar entre sus ingredientes cosas como el pentóxido de fósforo o el óxido de potasio. El caso no es aislado, sino muy habitual en ámbitos como la cosmética. Os puedo proponer una web en la que se anuncia un lápiz de labios 100% natural y libre de productos químicos. Sólo que un poquito más abajo y a la derecha aparece la composición en forma de un cóctel químico de los que gustan a Greenpeace: aceites diversos provenientes de vegetales (eso si hidrogenados, ¿quién los hidrogenará?), colorantes, óxidos, mica,.... La duda que me asalta es si el hecho de que ahora no esté disponible para su venta se debe a que han convencido tanto a los clientes que se los han llevado todos o alguien les ha denunciado por embusteros.
Puestos a denunciar y en lo tocante al fertilizante que se ve arriba, la RSC decidió poner el tema en manos de un organismo que vela contra la publicidad engañosa, la Advertising Standards Authority (ASA). Pero la cosa llegó a mayores cuando la ASA replicó a la RSC que no había por qué eliminar ese anuncio, dado que "el público entendía que se refería a un producto libre de sustancias químicas fabricadas por el hombre". Y ahí empezó la batalla. Lo más fino que he leído sobre la ASA, proveniente de la RSC, es el calificativo de estúpido y lo avalan con otras decisiones de la ASA, igualmente peregrinas, como la de eliminar un anuncio de British Telephone por proponer un acceso a internet instantáneo. Dicen los de la RSC que por la misma debieran eliminar todos los anuncios de café instantáneo que en el mundo han sido, empezando por el de Nescafé.
El caso es que a consecuencia de esta refriega y para promover un debate que esclarezca que un producto químico es un producto químico con independencia de donde venga, la RSC instituyó, a finales de octubre de 2008, un premio de un millón de libras a quien proponga un material que pueda ser considerado 100% libre de productos químicos. Si os animais no teneis más que mandar vuestra propuesta a Jon Edwards (edwardsj@rsc.org). Aunque no creo que la RSC se acabe arruinando por la propuesta.
Lo que me ha hecho recordar la historia es que el propio Jon Edwards ha publicado recientemente una entrada en su Blog, en la que cuenta el inicio de todo el proceso y proporciona algunos ejemplos de propuestas que ya ha recibido. Una que evidencia en qué nivel estamos es la de alguien que le propone el aceite de oliva "puro, no adulterado, orgánico, proveniente de un primer prensado en frío". Un excelente aceite de oliva virgen, sin duda. Pero, desafortunadamente para quien pretendía llevarse el millón de libras, Jon Edwards adujo que se trata de una mezcla de ácido oleico, ácido palmítico y otros ácidos grasos además de un 0,7% de escualeno y un 0,2% de esteroles. Moléculas químicas todas ellas, según clásicos catálogos de productos que empleamos los químicos.
La respuesta del desestimado y cabreado proponente no tiene desperdicio: "No creo que el premio se deba referir a materiales libres de productos químicos, sino libres de productos químicos hechos por el hombre. Entiendo que todos los productos químicos de la Naturaleza son buenos. Sólo pongo objecciones a cosas amalgamadas al azar (o a propósito) en algún laboratorio situado en cualquier parte del mundo". O sea, otro que se apunta a las tesis de la Advertising Standards Authority, olvidándose de cosas como el alcohol, las amatoxinas de las setas amanitas, la belladona, el ácido oxálico de los ruibarbos, la histamina de la que hablábamos hace un par de entradas, el arsénico, las decenas de toxinas producidas por las algas y....¿para qué seguir?.
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Hace ya bastante tiempo que escribí una entrada dedicada a las burbujas que se desprenden en una copa de champagne y a la ciencia y tecnología que puede haber detrás de una cosa aparentemente fútil. Me hacía eco allí de una Tesis Doctoral presentada en 2001 por un tal G. Liger-Belair, del Laboratorio de Enología de la Facultad de Ciencias de Reims. El caso es que ahora, una alerta del Journal of Agriculture and Food Chemistry me avisa de un nuevo artículo del científico en cuestión [J. Agric. Food Chem. 58, 8768 (2010)], abundando en el tema de las burbujas del espumoso. Tampoco es de extrañar que le haya cogido gusto a la cosa, cuando en los agradecimientos menciona el continuo suministro del mismo por parte de la prestigiosa bodega Pommery. ¡Esas son muestras de estudio y no las guarradas poliméricas que nos llegan a nosotros!.
Pero el caso es que el artículo en cuestión es una irrefutable prueba de que los franceses ya no son como eran. Resulta que el artículo está centrado en la cantidad de CO2 que se pierde durante el proceso de servir el champagne en las delicadas flutes fabricadas para ello. Esas pérdidas son fundamentales en la valoración sensorial que los finos paladares hacen de la bebida. No en vano, la concentración de CO2 disuelto influye directamente en cuatro cuestiones de relieve, a saber, la frecuencia en la formación de burbujas en el vidrio, el crecimiento de las burbujas nacientes, la sensación en boca debida a la acción mecánica de las burbujas cuando colapsan, así como la excitación de ciertos receptores en la cavidad oral merced a la transformación del CO2 en ácido carbónico y, finalmente, en el bouquet o aroma del champagne. Asi que cuanto mayor y más rápida es el desprendimiento de CO2 hay muchas cosas que se pierden para los seguidores (que no es mi caso) de la bebida inventada por Dom Perignon.
Incidentalmente diré que, gracias a este trabajo, me he enterado de que ya se venden en el mercado copas en cuya base interior se han grabado, a base de un láser adecuado, una serie de cavidades que sirven para atrapar burbujas de aire que, posteriormente, serán liberadas y que contribuirán a ese delicado y continuo flujo de las mismas hacia la superficie. El que quiera leer más sobre este asunto de los lugares en los que se crean esas burbujas que repase la entrada arriba mencionada.
Así que armados de técnicas fotográficas sofisticadas y de otras técnicas analíticas que miden la cantidad de anhídrido carbónico antes y despues de servir la copa en determinadas condiciones, los autores del trabajo se meten en la ardua labor de ver la influencia de esas condiciones experimentales en la pérdida de gas. Y, tras esas medidas, una conclusión que, sin duda, impactará a la douce France. Resulta que se pierde mucho más CO2 si se sirve el champagne a la manera tradicional, es decir, con la copa directamente apoyada en una mesa, que si se sirve a la manera cervecera, esto es, inclinando ligeramente una copa sostenida en la mano. Los resultados son tan incontestables que, en la parte final del trabajo, Liger-Belair y sus colegas se permiten sugerir que quizás vaya siendo el tiempo de cambiar el modo tradicional de servir una copa de champagne.
¡Toma conclusión patriótica!. Y para eso, siglos de guerras con el teutón.
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Pendiente negativa en mis labores cotidianas. Cerrando asuntos y testando mi capacidad para ir a actividad académica y administrativa casi nula, algo que he hecho muy pocas veces en los 35 años de mi relación con la UPV/EHU. Pero tengo que poner mis motores a régimen y tenerlos preparados para el día 24, en el que oficialmente se inicia mi licencia sabática. Pero siempre hay cosas que no admiten espera. Entre ellas, y como decía en la última entrada, ando preparando una charla que me resulta complicada. Tengo que compartir púlpito con divulgadores científicos de relieve y profesionales de los medios de comunicación y no se cómo voy a salir parado.
Tengo que hablar de la Quimifobia, el leiv motiv de este Blog, como caso paradigmático de lo mal que se han debido hacer las cosas en diversos ámbitos para haber llegado a donde hemos llegado. Y ando buscando casos concretos, cuyo estudio (case study) pueda arrojar algo de luz que sirva para enderezar la tortuosa senda en la que nos hemos metido y poder celebrar así más tranquilos el Año de la Química, previsto para 2011.
A la búsqueda de ejemplos que me sirvan para ilustrar la falacia del clásico planteamiento natural/bueno, sintético/malo, he dado con el ejemplo de la histamina, causante de la mayor parte de las intoxicaciones provocadas por el consumo de pescado en malas condiciones (intoxicación histamínica o escombroide).
Se trata de una de las pocas intoxicaciones alimentarias no causadas por virus u otros microorganismos. La verdadera causante es la histamina, una molécula química guapa donde las haya, como puede verse a la izquierda. Pero no está en los peces como consecuencia de alguna empresa química cuyos vertidos la puedan contener. La histamina se produce de forma natural en pescados no mantenidos en adecuadas condiciones de temperatura a partir de la histidina, uno de los amino ácidos esenciales en la alimentación infantil, aunque de mayorcitos ya somos capaces de sintetizarlo. Pues bien, en esas malas condiciones de conservación del pescado, la histidina puede ser convertida en histamina mediante la histidina decarboxilasa, una enzima generada por una enterobacteria de nombre Morganella morganii. Cuando los contenidos de histamina en el pescado son altos, la intoxicación en forma de alergias severas, diarreas, mareos, nauseas etc, está asegurada. Y de nada sirve que el pescado haya sido cocinado en cualquier de sus formas. La histamina resiste muy bien las altas temperaturas.
Así que parte de mi tarde se ha empleado en enterarme de estas cosas y ponerlas a limpio, como decíamos cuando éramos chavales de barrio. Para luego, a falta de golf, dado el "espléndido día" que agosto nos ha regalado, sentarme delante de la tele y disfrutar en el canal Mezzo de un concierto de la Orquesta de Lucerna, dirigida por Claudio Abbado y que incluía el concierto nº 2 de Rachmaninoff y el Pájaro de Fuego de Stravinsky.
Durante el mismo me he reafirmado en dos de las cosas que más envidia me da el no poderlas hacer. Una, subirme a un podio para dirigir a una orquesta importante en una obra tan espectacular como el Pájaro de Fuego. Y la segunda, el ser consciente que no me enterrarán como al compositor de la misma en el Cementerio de la Isla de San Michele, en la laguna veneciana. En la foto de arriba (que podeis ampliar) me veis ante las tumbas de Stravinsky y su chica, Vera Stravinsky, en un recóndito sitio de la isla cementerio, donde si algo llama la atención es la simplicidad del conjunto de las dos tumbas.
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