El agua potable de Barcelona no contiene microplásticos
Tengo un viejo amigo que, en cuanto ve algo relacionado con la contaminación de plásticos y microplásticos, me lo envía por si las moscas. Así me enteré hace unas pocas semanas de un artículo publicado a finales de diciembre en The Conversation, firmado por la Dra. Paula Redondo y titulado ¿Estamos bebiendo plásticos?. Cuando veo un título de este pelo, suelo elevar mi poblada ceja izquierda y pienso que se trata de un artículo más o menos tremendista sobre el peligro de los microplásticos en la alimentación. Pero esta vez me he pasado de listo y no es así. Aunque tengo que decir que, tras leerlo, yo no le hubiera puesto el título que su autora ha elegido. Pero, para entender esta afirmación, es mejor llegar hasta el final de la entrada.
El artículo está bien bien escrito y documentado para una revista de divulgación como la que lo publica. Usa literatura reciente (que ya he usado en este Blog) relativa a los microplásticos que ingerimos a través del aire, el agua o la comida. Además, cita un trabajo reciente sobre la contaminación de los mismos en el agua potable, publicado en marzo de 2021 y que a mi se me había escapado en mis periódicas búsquedas bibliográficas sobre el tema (sobre todo por eso, gracias Javi). Firmado por científicos catalanes, en él se estudia la contaminación por microplásticos en el agua del río Llobregat, que suministra agua potable a la ciudad de Barcelona, tras ser tratada en la Estación de Tratamiento de Agua Potable (ETAP) situada en Sant Joan d'Espi.
Los propios autores nos cuentan que el río Llobregat tiene un recorrido de 170 kilómetros desde los Pirineos, donde nace, hasta su desembocadura cerca de Barcelona, sufriendo a lo largo de su cuenca una serie de presiones antropogénicas con urbanizaciones, polígonos industriales, plantas de tratamiento de aguas residuales, agricultura y hasta sitios con actividad minera desde hace tiempo. Un poco antes de su desembocadura es cuando se toman de su cauce del orden de 5 metros cúbicos por segundo, que se derivan a la ETAP antes mencionada y constituyen la fuente de agua potable de la Ciudad Condal. Con estos antecedentes, uno podría esperar que el agua de Barcelona tuviera una moderada concentración de microplásticos, dado el pensamiento existente de que las plantas de aguas residuales (como las que vierten al Llobregat) no son capaces de eliminar los microplásticos que les llegan y eso, unido a otras fuentes de contaminación, tendría que hacer llegar agua con microplásticos a la ETAP, que ésta también tendría problemas para eliminarlos.
Pues nada más lejos de la realidad. Las medidas realizadas en siete puntos de muestreo a lo largo del cauce del río Llobregat detectaron microplásticos en cinco de esos siete puntos, en concentraciones que, como mucho, alcanzaron los 3,6 microplásticos por litro, con un valor medio de 1,6 microplásticos por litro. Concentraciones muy pequeñas para lo que se pudiera esperar del recorrido del río. Antes de continuar, no puedo dejar de lado una breve disquisición estadística en el tema de la expresión de las concentraciones. Este vuestro Búho hubiera escrito esos mismos resultados como 4 microplásticos por litro en lugar de 3,6 (en el caso de la concentración más alta) y 2 microplásticos por litro en lugar de los 1,6 del valor medio. Porque, en este tipo de estudios, las partículas se cuentan como entidades individuales y no como fracciones de ellas (no existe algo que pueda describirse como 0,6 partículas, por ejemplo).
Lo que si se constata en el estudio, como es lógico, es que la concentración de microplásticos va creciendo en los puntos de muestreo a medida que nos aproximamos a la ETAP y a la desembocadura. La mayoría de las micropartículas encontradas eran fibras de poliéster seguidas de fibras y fragmentos de polipropileno y polietileno. Dicen también los autores que el agua, cuando entraba en la ETAP para su tratamiento, contenía del orden de un microplástico por litro (0.96 ± 0.46 aparece en el texto) y a la salida 0.06±0.46. Este último dato quiere decir que, estadísticamente, el agua que se envía finalmente a los grifos de Barcelona no contiene microplástico alguno. Y que aunque haya algún microplástico en la entrada de la ETAP, ésta es muy eficiente a la hora de eliminarlo. Dicen los autores que en un 93%, pero no se si ese dato tiene algún sentido con los números de partículas que manejan antes y después de la ETAP.
¿Habéis encontrado alguna referencia en vuestra prensa diaria a este resultado?. Seguro que no. Yo he hecho una búsqueda en Google, poniendo frases del tipo "microplásticos en el agua potable de Barcelona" y no aparece mención alguna a ediciones digitales de diarios o agencias de prensa que se hayan hecho eco de este trabajo científico. Lo cual es una prueba más de ese marketing perverso del que yo suelo hablar, según el cual los medios se hacen poco eco (o ninguno) de noticias que constatan que algo va bien. Y puestos a hablar de marketing, ¿no será también esa la causa por la que la Dra Redondo haya titulado su artículo en The Conversation en la manera en la que lo ha hecho?. Podría haber optado, por ejemplo, por el que yo he puesto a esta entrada.
Pero es solo la opinión de un viejo cascarrabias.
El artículo está bien bien escrito y documentado para una revista de divulgación como la que lo publica. Usa literatura reciente (que ya he usado en este Blog) relativa a los microplásticos que ingerimos a través del aire, el agua o la comida. Además, cita un trabajo reciente sobre la contaminación de los mismos en el agua potable, publicado en marzo de 2021 y que a mi se me había escapado en mis periódicas búsquedas bibliográficas sobre el tema (sobre todo por eso, gracias Javi). Firmado por científicos catalanes, en él se estudia la contaminación por microplásticos en el agua del río Llobregat, que suministra agua potable a la ciudad de Barcelona, tras ser tratada en la Estación de Tratamiento de Agua Potable (ETAP) situada en Sant Joan d'Espi.
Los propios autores nos cuentan que el río Llobregat tiene un recorrido de 170 kilómetros desde los Pirineos, donde nace, hasta su desembocadura cerca de Barcelona, sufriendo a lo largo de su cuenca una serie de presiones antropogénicas con urbanizaciones, polígonos industriales, plantas de tratamiento de aguas residuales, agricultura y hasta sitios con actividad minera desde hace tiempo. Un poco antes de su desembocadura es cuando se toman de su cauce del orden de 5 metros cúbicos por segundo, que se derivan a la ETAP antes mencionada y constituyen la fuente de agua potable de la Ciudad Condal. Con estos antecedentes, uno podría esperar que el agua de Barcelona tuviera una moderada concentración de microplásticos, dado el pensamiento existente de que las plantas de aguas residuales (como las que vierten al Llobregat) no son capaces de eliminar los microplásticos que les llegan y eso, unido a otras fuentes de contaminación, tendría que hacer llegar agua con microplásticos a la ETAP, que ésta también tendría problemas para eliminarlos.
Pues nada más lejos de la realidad. Las medidas realizadas en siete puntos de muestreo a lo largo del cauce del río Llobregat detectaron microplásticos en cinco de esos siete puntos, en concentraciones que, como mucho, alcanzaron los 3,6 microplásticos por litro, con un valor medio de 1,6 microplásticos por litro. Concentraciones muy pequeñas para lo que se pudiera esperar del recorrido del río. Antes de continuar, no puedo dejar de lado una breve disquisición estadística en el tema de la expresión de las concentraciones. Este vuestro Búho hubiera escrito esos mismos resultados como 4 microplásticos por litro en lugar de 3,6 (en el caso de la concentración más alta) y 2 microplásticos por litro en lugar de los 1,6 del valor medio. Porque, en este tipo de estudios, las partículas se cuentan como entidades individuales y no como fracciones de ellas (no existe algo que pueda describirse como 0,6 partículas, por ejemplo).
Lo que si se constata en el estudio, como es lógico, es que la concentración de microplásticos va creciendo en los puntos de muestreo a medida que nos aproximamos a la ETAP y a la desembocadura. La mayoría de las micropartículas encontradas eran fibras de poliéster seguidas de fibras y fragmentos de polipropileno y polietileno. Dicen también los autores que el agua, cuando entraba en la ETAP para su tratamiento, contenía del orden de un microplástico por litro (0.96 ± 0.46 aparece en el texto) y a la salida 0.06±0.46. Este último dato quiere decir que, estadísticamente, el agua que se envía finalmente a los grifos de Barcelona no contiene microplástico alguno. Y que aunque haya algún microplástico en la entrada de la ETAP, ésta es muy eficiente a la hora de eliminarlo. Dicen los autores que en un 93%, pero no se si ese dato tiene algún sentido con los números de partículas que manejan antes y después de la ETAP.
¿Habéis encontrado alguna referencia en vuestra prensa diaria a este resultado?. Seguro que no. Yo he hecho una búsqueda en Google, poniendo frases del tipo "microplásticos en el agua potable de Barcelona" y no aparece mención alguna a ediciones digitales de diarios o agencias de prensa que se hayan hecho eco de este trabajo científico. Lo cual es una prueba más de ese marketing perverso del que yo suelo hablar, según el cual los medios se hacen poco eco (o ninguno) de noticias que constatan que algo va bien. Y puestos a hablar de marketing, ¿no será también esa la causa por la que la Dra Redondo haya titulado su artículo en The Conversation en la manera en la que lo ha hecho?. Podría haber optado, por ejemplo, por el que yo he puesto a esta entrada.
Pero es solo la opinión de un viejo cascarrabias.