Secretos y teobromina
Es ya tiempo de difundir uno de los secretos mejor guardados del titular de este Blog, sólo conocido por los más íntimos. Desde hace más de dos años, he pasado de vivir en pareja a vivir en trío. Además de la comadrona que me acompaña desde hace décadas, comparto ahora techo con una perrita de poco más de dos kilos y medio. A veces también comparto cama, pero es una situación excepcional porque a pesar de sus genes, originarios del más estricto Neguri, el animalito tiene otros, de tipo contestatario e independentista, que le inducen a buscar sus propios sitios de reposo en los lugares más recónditos de nuestra casa.
Lo cierto es que ya nada ha sido como era desde que la perrita, con rimbonbante nombre de estrella de cine, ha recalado en nuestro nido. Aunque tampoco voy a dar muchos más detalles íntimos, fuera de los conocidos por todos los propietarios de perros en cuanto a obligaciones que uno se adjudica (o le adjudican), una vez que decide tener un can por compañero. Por ejemplo, el tener que darle de comer a sus horas. En nuestro caso, su dueña es firme partidaria de mantener una dieta estricta, basada en esos preparados secos en forma de bolitas que constituyen un pingüe negocio para sus fabricantes. El Búho, que como sabeis es partidario de la cocina de temporada, procura suavizar lo aburrido de un tipo de dieta como la que le imponen al pobre bicho, compartiendo su comida con ella aunque, eso si, en las dosis adecuadas a su menguado tamaño. Y en esa dieta se incluía, de cuando en cuando, el chocolate que me priva.
Hasta el pasado jueves, cuando se produjo una situación que muchos pensarán que es un recurso literario inventado para llenar una entrada más. Pero juro por mis muertos, cuya nómina se incrementó la semana pasada con el indómito Pacorro (mi tío), que la cosa fué como la voy a contar.
Ese día Enrique G. Bengoa, un colega de la Facul, había estado incordiando a sus estudiantes de Química Orgánica proponiéndoles, a través de esa red social que se llama Twitter, una serie de características de una molécula orgánica que debían adivinar para llevarse así algún premio en especie académica (¡toma Bolonia!). Bajo la denominación de "molécula lobo con piel de cordero", @HenryBengoaweb (su nick en Twitter) introducía una serie de pistas, como que nuestras papilas gustativas la conocen bien, aunque es bastante tóxica, particularmente para animales como los perros o caballos, que se encuentra en el chocolate....
La respuesta correcta es la teobromina, una de las sustancias que se encuentra en el cacao y, por ende, en el chocolate. Un alcaloide, de la familia de las xantinas, de sabor amargo y que puede llegar a constituir hasta el 4% del cacao. Una molécula casi idéntica, excepto en detalles sólo propios de químicos, a la de la cafeína que, igualmente, se encuentra en el cacao. En un trozo de unos 50 gramos (las tabletas normales pueden tener entre 100 y 150 gramos) de ese chocolate negro (99% de cacao) que ahora se ha puesto de moda, hay unos 210 miligramos de teobromina y 22 de cafeína, mientras que en un clásico chocolate con leche las cantidades son del orden de 70 y 8 miligramos, respectivamente. Teobromina y cafeína estimulan el sistema nervioso central, siendo la cafeína diez veces más potente en ese sentido, aunque, claro está, ese efecto se ve compensado, en el caso del chocolate, por la mayor concentración de la primera.
No parece que se hayan dado muertes por teobromina en adictos al chocolate aunque, si uno revisa la Tabla de Dosis Letales, LD50, lo que significa la dosis que mataría al 50% de un colectivo de ratones, se encuentra con que la teobromina tiene un valor de 1 gramo por kilogramo de peso del finado. Lo cual implica que una persona de 70 kilos tendría que ingerir el equivalente a 70 gramos de teobromina o, lo que es igual, unos 1800 gramos del chocolate negro arriba mencionado (unas 15 o 18 tabletas), para tener un 50% de posibilidades de morirse del atracón chocolatero. Una barbaridad, como es obvio, pero ahí está la linea roja para chocolateadictos. Sin embargo, algunos animales, como los perros, metabolizan muy lentamente la teobromina, lo que puede causar que el equivalente a solo media tableta sea suficiente para matar a un pequeño perro como el nuestro.
Y todo esto se acumulaba mientras yo seguía online los tuits de @HenryBengoaweb y la dueña de la perrita leía un libro titulado "100 ideas falsas sobre los perros" y me preguntaba si sabía lo peligroso que es darles chocolate a los perros de pequeño tamaño.
Me parece que el pobre bicho se ha quedado sin una de sus delikatessen..
Lo cierto es que ya nada ha sido como era desde que la perrita, con rimbonbante nombre de estrella de cine, ha recalado en nuestro nido. Aunque tampoco voy a dar muchos más detalles íntimos, fuera de los conocidos por todos los propietarios de perros en cuanto a obligaciones que uno se adjudica (o le adjudican), una vez que decide tener un can por compañero. Por ejemplo, el tener que darle de comer a sus horas. En nuestro caso, su dueña es firme partidaria de mantener una dieta estricta, basada en esos preparados secos en forma de bolitas que constituyen un pingüe negocio para sus fabricantes. El Búho, que como sabeis es partidario de la cocina de temporada, procura suavizar lo aburrido de un tipo de dieta como la que le imponen al pobre bicho, compartiendo su comida con ella aunque, eso si, en las dosis adecuadas a su menguado tamaño. Y en esa dieta se incluía, de cuando en cuando, el chocolate que me priva.
Hasta el pasado jueves, cuando se produjo una situación que muchos pensarán que es un recurso literario inventado para llenar una entrada más. Pero juro por mis muertos, cuya nómina se incrementó la semana pasada con el indómito Pacorro (mi tío), que la cosa fué como la voy a contar.
Ese día Enrique G. Bengoa, un colega de la Facul, había estado incordiando a sus estudiantes de Química Orgánica proponiéndoles, a través de esa red social que se llama Twitter, una serie de características de una molécula orgánica que debían adivinar para llevarse así algún premio en especie académica (¡toma Bolonia!). Bajo la denominación de "molécula lobo con piel de cordero", @HenryBengoaweb (su nick en Twitter) introducía una serie de pistas, como que nuestras papilas gustativas la conocen bien, aunque es bastante tóxica, particularmente para animales como los perros o caballos, que se encuentra en el chocolate....
La respuesta correcta es la teobromina, una de las sustancias que se encuentra en el cacao y, por ende, en el chocolate. Un alcaloide, de la familia de las xantinas, de sabor amargo y que puede llegar a constituir hasta el 4% del cacao. Una molécula casi idéntica, excepto en detalles sólo propios de químicos, a la de la cafeína que, igualmente, se encuentra en el cacao. En un trozo de unos 50 gramos (las tabletas normales pueden tener entre 100 y 150 gramos) de ese chocolate negro (99% de cacao) que ahora se ha puesto de moda, hay unos 210 miligramos de teobromina y 22 de cafeína, mientras que en un clásico chocolate con leche las cantidades son del orden de 70 y 8 miligramos, respectivamente. Teobromina y cafeína estimulan el sistema nervioso central, siendo la cafeína diez veces más potente en ese sentido, aunque, claro está, ese efecto se ve compensado, en el caso del chocolate, por la mayor concentración de la primera.
No parece que se hayan dado muertes por teobromina en adictos al chocolate aunque, si uno revisa la Tabla de Dosis Letales, LD50, lo que significa la dosis que mataría al 50% de un colectivo de ratones, se encuentra con que la teobromina tiene un valor de 1 gramo por kilogramo de peso del finado. Lo cual implica que una persona de 70 kilos tendría que ingerir el equivalente a 70 gramos de teobromina o, lo que es igual, unos 1800 gramos del chocolate negro arriba mencionado (unas 15 o 18 tabletas), para tener un 50% de posibilidades de morirse del atracón chocolatero. Una barbaridad, como es obvio, pero ahí está la linea roja para chocolateadictos. Sin embargo, algunos animales, como los perros, metabolizan muy lentamente la teobromina, lo que puede causar que el equivalente a solo media tableta sea suficiente para matar a un pequeño perro como el nuestro.
Y todo esto se acumulaba mientras yo seguía online los tuits de @HenryBengoaweb y la dueña de la perrita leía un libro titulado "100 ideas falsas sobre los perros" y me preguntaba si sabía lo peligroso que es darles chocolate a los perros de pequeño tamaño.
Me parece que el pobre bicho se ha quedado sin una de sus delikatessen..