Las raras "notas" de algunos perfumes
La cromatografía de gases es quizás una de las técnicas analíticas más populares para los químicos. El empleo de cantidades minúsculas de la muestra a analizar y su alta capacidad para separar las sustancias químicas en ella presentes, la convierte en una técnica versátil, robusta, relativamente accesible para cualquier laboratorio y cuyos fundamentos están ya maduros. La figura que inicia esta entrada, y que podéis ver ampliada picando en ella, muestra lo que los químicos llamamos cromatograma, obtenido es este caso a partir de una clásica colonia de hombre. El análisis tiene ya bastantes años y aunque podría usar aquí cromatogramas más recientes y de mayor precisión analítica (lo que redunda en un mayor número de picos), lo cierto es que a este le tengo cariño porque lo he usado repetidas veces en mis clases, a la hora de explicar a los estudiantes la técnica en cuestión. Y me sobra para lo que quiero contar.
Cada uno de los picos que se ve en la figura, corresponde a un producto químico diferente presente en la colonia. Y la altura es proporcional a la cantidad del mismo existente en la mezcla. Los nombres de 22 picos significativos (hay otros menos relevantes) aparecen también en la figura. El cromatograma es un ejemplo relativamente sencillo de la complejidad del mundo de los perfumes ligado, hoy y siempre, al lujo de las civilizaciones avanzadas de cada momento y donde, desde el siglo XIX, la Química ha jugado un papel trascendental. Testimonios de perfumes hay en todas las civilizaciones antiguas más o menos sofisticadas, como las de los egipcios o los griegos. También la Biblia habla de óleos y perfumes. Pero hasta finales del siglo XIX la materia prima para estos preparados se derivaba exclusivamente de extractos de flores, frutas, hierbas, resinas y maderas aromáticas. El salto fundamental se produce en la década de los ochenta del siglo XIX cuando William H. Perkin consiguió sintetizar la cumarina (que aparece en esta colonia en el pico 16). Esta sustancia química es el componente esencial de lo que habitualmente se define como olor a heno recién cortado, que antes se conseguía a partir de extractos de ciertas plantas como el haba de Tonka (Dipteryx odorata), y fue añadida por la marca Houbigant a la clásica Agua de Colonia, creada en 1806 por Giovanni Farina, actualizando así recetas que su familia había preparado desde finales del siglo XVII en la zona de Novara, en Italia.
En los últimos años del siglo XIX los químicos reprodujeron en el laboratorio sustancias como la vainillina (pico 17), que es la molécula que concede su aroma esencial a las vainas de una orquídea que llamamos vainilla (Vanilla planifolia) y que crece en Madagascar, Mejico o Tahití y a la que dediqué no hace mucho una entrada completa. Su adición genera en los perfumes un toque que los expertos definen como "oriental". Está o ha estado presente en muchos de las grandes fragancias recientes como Obsession de Calvin Klein o Must de Cartier. El pico 1 es el limoneno, la más representativa de las muchas moléculas que puede obtenerse por presión de la piel de los limones mediterráneos. Ese extracto ha sido usado tradicionalmente en colonias para hombre como Eau Sauvage.
En el cromatograma que abre esta entrada aparecen también tres picos que empiezan por Musk. En perfumería, Musk es un término muy usado y muchas marcas comerciales tiene fragancias particulares que llevan ese nombre en su etiqueta principal. Rara vez aparece su equivalente en castellano: almizcle. Ese término genérico hace referencia a una serie de moléculas originalmente obtenidas a partir de glándulas de animales, como las de un pequeño cérvido asiático (Moschus moschiferus o ciervo almizclero) que las secreta en la parte trasera de su abdomen como un reclamo para atraer a las hembras de su especie. El análisis de esas secreciones revela que contienen colesterol, éteres de ácidos grasos y una pequeña proporción de una cetona, la muscona (pico 21) que es la que proporciona el olor característico a almizcle. La necesidad de sacrificar a los animales para obtener pequeñas cantidades del producto de esas glándulas ha hecho que, hoy en día, se empleen sustitutos de síntesis que reproducen los tonos florales que, según los expertos, producen estas sustancias. Entre esas sustancias de síntesis están el Musk T (pico 20) y el Musk Ambrette (pico 22). A los que llevan tatuada la Química en el alma no les voy a deleitar con los nombres oficiales de esas moléculas, no vaya a ser que el resto salga despavorido.
Dicen algunas publicaciones que el Chanel nº 5 que se empezó a vender en los años veinte del pasado siglo contenía cantidades más importantes que el actual (dentro de lo que eso significa en perfumería) tanto del producto de las glándulas del ciervo almizclero como de las de otro animal, la mofeta, conocida por su capacidad para excretar aromas de un olor pútrido y extremadamente potente. La firma francesa no parece reconocer que la composición actual y la original sean muy distintas, si excluimos el hecho de que se han sustituido esos extractos obtenidos de animales por moléculas de síntesis, en lo que se conoce como White Musk o almizcle blanco.
Y ya puestos a hablar de aromas impresentables que, sin embargo, aportan interesantes matices a los perfumes de nivel, podríamos mencionar moléculas como el escatol o el indol, el primero que huele literalmente a heces y el segundo con un olor que las recuerda (no en vano son moléculas muy parecidas). El indol también ha jugado su papel en el Chanel nº 5, a partir de los jazmines empleados en la fórmula original y que provenían de plantaciones próximas al pueblo de Grasse, en la Costa Azul francesa, para muchos el lugar de referencia en la elaboración de fragancias. Pero yo me quedo con los mercaptanos o tioles, probablemente una de las familias de moléculas que provocan los olores más repulsivos. En usos más o menos prosaicos, los mercaptanos se utilizan en la vulcanización del caucho, asi como para dar olor a gases inodoros como el gas natural y así prevenir accidentes. Pero dicen los perfumistas que, por debajo de esos aromas insoportables, algunos mercaptanos tienen notas de grosella negra y otros a café. Y unos y otros parecen aportar notas "frescas" al perfume.
Y así podríamos seguir casi con cada pico del cromatograma de arriba. Hoy en día, los perfumistas tienen una batería de unas dos mil moléculas a su disposición y se ha generado una industria que mueve ingentes cantidades de dinero. Pero yo me he querido quedar, sobre todo, con los que a pesar de su condición escatológica aparecen, sorprendentemente, en productos preparados para el deleite de nuestros sentidos. Las implicaciones de tamaña asociación se me escapan.
Cada uno de los picos que se ve en la figura, corresponde a un producto químico diferente presente en la colonia. Y la altura es proporcional a la cantidad del mismo existente en la mezcla. Los nombres de 22 picos significativos (hay otros menos relevantes) aparecen también en la figura. El cromatograma es un ejemplo relativamente sencillo de la complejidad del mundo de los perfumes ligado, hoy y siempre, al lujo de las civilizaciones avanzadas de cada momento y donde, desde el siglo XIX, la Química ha jugado un papel trascendental. Testimonios de perfumes hay en todas las civilizaciones antiguas más o menos sofisticadas, como las de los egipcios o los griegos. También la Biblia habla de óleos y perfumes. Pero hasta finales del siglo XIX la materia prima para estos preparados se derivaba exclusivamente de extractos de flores, frutas, hierbas, resinas y maderas aromáticas. El salto fundamental se produce en la década de los ochenta del siglo XIX cuando William H. Perkin consiguió sintetizar la cumarina (que aparece en esta colonia en el pico 16). Esta sustancia química es el componente esencial de lo que habitualmente se define como olor a heno recién cortado, que antes se conseguía a partir de extractos de ciertas plantas como el haba de Tonka (Dipteryx odorata), y fue añadida por la marca Houbigant a la clásica Agua de Colonia, creada en 1806 por Giovanni Farina, actualizando así recetas que su familia había preparado desde finales del siglo XVII en la zona de Novara, en Italia.
En los últimos años del siglo XIX los químicos reprodujeron en el laboratorio sustancias como la vainillina (pico 17), que es la molécula que concede su aroma esencial a las vainas de una orquídea que llamamos vainilla (Vanilla planifolia) y que crece en Madagascar, Mejico o Tahití y a la que dediqué no hace mucho una entrada completa. Su adición genera en los perfumes un toque que los expertos definen como "oriental". Está o ha estado presente en muchos de las grandes fragancias recientes como Obsession de Calvin Klein o Must de Cartier. El pico 1 es el limoneno, la más representativa de las muchas moléculas que puede obtenerse por presión de la piel de los limones mediterráneos. Ese extracto ha sido usado tradicionalmente en colonias para hombre como Eau Sauvage.
En el cromatograma que abre esta entrada aparecen también tres picos que empiezan por Musk. En perfumería, Musk es un término muy usado y muchas marcas comerciales tiene fragancias particulares que llevan ese nombre en su etiqueta principal. Rara vez aparece su equivalente en castellano: almizcle. Ese término genérico hace referencia a una serie de moléculas originalmente obtenidas a partir de glándulas de animales, como las de un pequeño cérvido asiático (Moschus moschiferus o ciervo almizclero) que las secreta en la parte trasera de su abdomen como un reclamo para atraer a las hembras de su especie. El análisis de esas secreciones revela que contienen colesterol, éteres de ácidos grasos y una pequeña proporción de una cetona, la muscona (pico 21) que es la que proporciona el olor característico a almizcle. La necesidad de sacrificar a los animales para obtener pequeñas cantidades del producto de esas glándulas ha hecho que, hoy en día, se empleen sustitutos de síntesis que reproducen los tonos florales que, según los expertos, producen estas sustancias. Entre esas sustancias de síntesis están el Musk T (pico 20) y el Musk Ambrette (pico 22). A los que llevan tatuada la Química en el alma no les voy a deleitar con los nombres oficiales de esas moléculas, no vaya a ser que el resto salga despavorido.
Dicen algunas publicaciones que el Chanel nº 5 que se empezó a vender en los años veinte del pasado siglo contenía cantidades más importantes que el actual (dentro de lo que eso significa en perfumería) tanto del producto de las glándulas del ciervo almizclero como de las de otro animal, la mofeta, conocida por su capacidad para excretar aromas de un olor pútrido y extremadamente potente. La firma francesa no parece reconocer que la composición actual y la original sean muy distintas, si excluimos el hecho de que se han sustituido esos extractos obtenidos de animales por moléculas de síntesis, en lo que se conoce como White Musk o almizcle blanco.
Y ya puestos a hablar de aromas impresentables que, sin embargo, aportan interesantes matices a los perfumes de nivel, podríamos mencionar moléculas como el escatol o el indol, el primero que huele literalmente a heces y el segundo con un olor que las recuerda (no en vano son moléculas muy parecidas). El indol también ha jugado su papel en el Chanel nº 5, a partir de los jazmines empleados en la fórmula original y que provenían de plantaciones próximas al pueblo de Grasse, en la Costa Azul francesa, para muchos el lugar de referencia en la elaboración de fragancias. Pero yo me quedo con los mercaptanos o tioles, probablemente una de las familias de moléculas que provocan los olores más repulsivos. En usos más o menos prosaicos, los mercaptanos se utilizan en la vulcanización del caucho, asi como para dar olor a gases inodoros como el gas natural y así prevenir accidentes. Pero dicen los perfumistas que, por debajo de esos aromas insoportables, algunos mercaptanos tienen notas de grosella negra y otros a café. Y unos y otros parecen aportar notas "frescas" al perfume.
Y así podríamos seguir casi con cada pico del cromatograma de arriba. Hoy en día, los perfumistas tienen una batería de unas dos mil moléculas a su disposición y se ha generado una industria que mueve ingentes cantidades de dinero. Pero yo me he querido quedar, sobre todo, con los que a pesar de su condición escatológica aparecen, sorprendentemente, en productos preparados para el deleite de nuestros sentidos. Las implicaciones de tamaña asociación se me escapan.