skip to main |
skip to sidebar
En los comienzos inmemoriales de mi Facultad, cuando casi todos éramos jóvenes y profesores no numerarios (PNNs), era moneda corriente el que nos juntáramos a comer y cenar con cualquier pretexto. Ahora que todos somos talluditos, funcionarios y, quien más quien menos, con achaques gastrointestinales o cardiovasculares, esos ágapes menudean y van tendiendo a cero de manera asintótica. Pero de aquellos eventos juveniles siempre me quedará en el recuerdo la parsimonia con la que mi amigo Luis Bandrés, tras ponernos morados a comer y beber, sacaba de su bolsillo un diminuto recipiente de sacarina y se servía un par de losetas en el cafelito, bajo la disculpa de ahorrarse unas cuantas calorías (¡vaya Ud a fiarse luego de los balances de materia y energía que hacen los ingenieros).
La sacarina es uno de los edulcorantes más habituales, pero no es la única alternativa al tradicional azúcar o sacarosa. Ya hablamos de edulcorantes, un poco de pasada, en una entrada anterior, en la que se resaltaba su carácter sintético (en muchos casos) y su elevado índice de dulzor, entendiendo por tal el hecho de que dando un valor 100 de referencia a la sensación dulce que nos proporciona el azúcar convencional, la sacarina tiene un índice de 30.000 y el aspartamo, una combinación sintética de dos aminoácidos, anda por los 18.000. Eso hace que se necesiten cantidades mucho mas pequeñas de estos edulcorantes a la hora de conseguir un similar nivel de dulzor. Y, además, con un contenido calórico más bajo que el azúcar convencional, lo que hace que hayan sido utilizados en bebidas light y similares.
Pero así como la sacarina ha aguantado bien el envite quimifóbico desde finales de los cincuenta del siglo pasado (problemas no han faltado), el aspartamo aparece en todas esas listas que se afanan en proteger nuestra salud de una forma "natural", sin que nadie les haya dado vela en nuestro entierro. El principal argumento de ataque es que, aproximadamente, el 10% del aspartamo ingerido se descompone en el interior de nuestro organismo, produciendo formaldehido y metanol. Sobre ambos ya hemos hablado en otras entradas. Uno y otro están directamente relacionados y, entre otras lindezas, pueden causar ceguera como consecuencia del endurecimiento de la retina y del nervio óptico provocado por el formaldehido cuando, de forma natural, se genera a partir del metanol.
Pero podemos ingerir metanol de muchas otras fuentes que no sean el aspartamo. Sin ir más lejos, muchos vascos se meten al coleto (no me miren a mi que no soy representativo) sus buenas cantidades de metanol durante la temporado de sidra. Y los asturianos por ahí andarán. Un artículo reciente (2006) del Journal of Agricultural and Food Science recoge un trabajo realizado por investigadores del Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario, radicado en el corazón asturiano de la sidra (Villaviciosa) en el que se analizan los contenidos en metanol de una serie de sidras de la zona y de los aguardientes con ellas elaborados, siguiendo el tradicional método de la alquitara o alambique.
El metanol surge de forma natural de las pectinas presentes en las manzanas, así como de la acción de las enzimas capaces de degradarlas hasta el propio metanol. Pues bien, tras analizar seis sidras diferentes y sus aguardientes respectivos, los investigadores asturianos han encontrado concentraciones del orden de 100 miligramos de metanol por litro de sidra y unas siete veces más en los "digestivos" chupitos. Así que echando unas pocas cuentas puede concluirse que tendríamos que consumir una cantidad importante de aspartamo para llegar a esos niveles. Que, además, son niveles permitidos por las normas europeas al respecto.
Pero da igual. El aspartamo ha caido en desgracia y las empresas que se juegan la pasta en el floreciente mercado de los edulcorantes de bajo o nulo poder calórico han tirado la toalla con esta molécula y han decidido buscar alternativas. El pasado 9 de julio y en el entorno de una conferencia internacional sobre tecnología alimentaria, el gigante Cargill, cuya potencia económica arranca de sus grandes plantaciones de maiz, y del que ya hablamos hace algunos meses, anunciaba la puesta en el mercado de un nuevo edulcorante denominado Truvia, derivado de las hojas de una planta (la Stevia rebaudiana) con las que los guaranis endulzaban comidas y bebidas en Paraguay hace ya doscientos años. Los japoneses comenzaron a consumir derivados de las hojas de Stevia en 1977 y, hoy en día, es uno de los principales edulcorantes usados en ese pais.
Pero Cargill ha ido más lejos. Los extractos de las hojas de Stevia son, como todos los extractos de vegetales, complejas mezclas de sustancias químicas. Y entre ellas, algunas confieren el dulzor buscado pero otras dan a este extracto un cierto sabor amargo. Cargill decidió quedarse con el compuesto que proporciona a las hojas su sabor dulce, un glúcido diterpeno, o esteviósido, una molécula muy compleja, que contiene 38 carbonos, 60 hidrógenos y 18 oxígenos. Su índice de dulzor está entre 25000 y 30000 en la mencionada escala de la sacarina.
Para mantener el toque "natural", que es lo que vende, Cargill trata las hojas de Stevia con agua caliente, elimina algunos componentes no deseados por floculación y tras una serie de tratamientos con alcohol y procesos de cristalización posteriores, obtiene el esteviósido deseado en una pureza del 97%. Y este producto final es el que Cargill comercializa como Truvia, en una aventura en la que no están solos, pues su compañero de viaje es la propia Coca-Cola que espera poder utilizarlo en sus bebidas bajas en calorías.
Pero el camino es todavía largo. Los extractos de las hojas de Stevia recibieron hace años por parte de la FDA (Food and Drug Administration) americana su aprobación como suplemento nutricional, un calificativo de segunda división que reciben la mayor parte de los productos disponibles en herboristerías y similares. Pero lo que Cargill y Coca-Cola buscan es que que su Truvia sea de primera división y reciba el calificativo de aditivo alimenticio permitido, lo que abriría el paso a su empleo en bebidas y alimentos de amplia difusión. Pero para eso se necesita un camino mucho más largo, que demuestre que ese producto no plantea problemas de salud por muy "natural" que sea. Y en eso están.
Y lo dejo, que tengo concierto de la Quincena Donostiarra con la Filarmónica checa y la Sinfonía nº 1 de Mahler. Y ante ese plan no hay Blog que pueda.
Leer mas...
Uno ha sido toda su vida un activo militante contra el olor a sobaco, al haber tenido que sufrir generaciones de estudiantes que, en cierto porcentaje, se lavan poco. Distribuidos los apestados un poco al azar en el mogollón de un aula, y tras varias horas de clases, acceder a veces a ella es una auténtica heroicidad. Cuando hace ya muchos años, nuestro Rector Monreal, de infausta memoria, prohibió fumar en las aulas, yo reivindiqué que también fuera obligatorio ducharse con regularidad para acceder a una clase o un laboratorio. Asi que, como ya se intuye, esto va sobre desodorantes, un próspero negocio que mueve al año miles de millones de dólares y euros.
Hace unos días, en uno de esos suplementos que entregan con el periódico, me encontré con el anuncio de un desodorante de Sanex, bajo el reclamo publicitario de Eficacia Natural a base de Mineral de Alumbre. Alumbre es un nombre familiar para un químico viejo como yo. De forma genérica se trata de un sulfato hidratado doble de un metal de valencia tres y otro de valencia uno. Pero el más conocido de la familia es el alumbre potásico, un sulfato doble dodecahidratado de potasio y aluminio. Y esto último lo recalco, para la discusión posterior, porque la mayor parte de los minerales de alumbre utilizados en diversos ámbitos contienen aluminio como metal trivalente.
Como casi todo el mundo sabe, el sudor no huele. Lo que huele es la actividad biológica de las bacterias que viven como curas en las zonas sudadas de nuestro cuerpo. Cuando sudamos, las condiciones húmedas constituyen un medio ideal para su desarrollo en el que, además, encuentran sustancias con las que alimentarse. Así que, si no queremos oler, tenemos tres alternativas: cargarnos periódicamente las bacterias que se generen, sudar menos para que no proliferen o seguir siendo unos guarros pero, al menos, tapar el olor con algún otro aroma que lo enmascare. La mayor parte de los desodorantes tratan de buscar esos tres efectos, de manera simultánea, aunque en diferentes proporciones.
Para cargarnos a las bacterias se han utilizado tradicionalmente desodorantes con alcohol, aunque hoy están de capa caída y han sido sustituidos por otros bactericidas como el triclosan o algunos quelatos metálicos. En cuanto a buscar una menor sudoración, los antitranspirantes históricamente empleados en los desodorantes comerciales son derivados de aluminio, del tipo del clorhidrato de aluminio o compuestos más complicados de aluminio y zirconio. Aunque durante años se ha hablado del poder astringente de estos compuestos, que haría que los poros de la piel por los que surge el sudor se contrayeran, lo cierto es que la versión más moderna del efecto, comprobada por microscopía electrónica, indica la formación de un precipitado entre el aluminio y la proteína superficial de la piel, precipitado que bloquea los poros. Cuando esa capa externa se va muriendo y la piel vieja se cae, con ella se va también el precipitado y, por eso, la acción del antitranspirante es temporal.
El caso es que el aluminio tiene mala prensa. Hay algunos estudios que lo relacionan con cánceres de mama en personas con uso habitual de desodorantes. Hay ciertos indicios de conexión entre el aluminio y el Alzheimer y se han descrito también ciertos casos de hiperalumenia (con cansancio general y dolores en articulaciones). Así que no es de extrañar que si uno entra en algún foro sobre el uso de desodorantes, se encuentre con frases como la que yo he encontrado (sic) en uno de Vogue: "Chicas algun desodorante que no contenga ni aluminio ni nada de eso perjudicial pero que sea efectibo para el olor más que para el esceso de sudoración???? sabeis de alguno que sea muy efectivo para el olor??? ". Ya veis como está el patio en cuestiones de sudor y ortografía.
Y en esta atmósfera aparece Sanex ( y otras marcas) con su piedra, roca o mineral de alumbre y los sprays y rollers relacionados. Algo más viejo que mear en pared. El uso de piedras de alumbre para evitar olores corporales está descrito por Plinio, en tiempos de los romanos. Basta con mojarse la axila o zona a tratar y pasarse la piedra de alumbre por la misma. El mismo alumbre ha sido utilizado en los lápices hemostáticos para restañar pequeñas heridas durante el afeitado, algo que seguro que todo el mundo ha visto o usado alguna vez.
Pero si uno mira la información de los anuncios de Sanex, la palabra aluminio no aparece ni por casualidad. Otras marcas que venden esas piedras de alumbre, y productos con ellas manufacturados, son algo más honestas y en los envases colocan anuncios como "Sin aluminios dañinos" o "Sin clorhidrato de aluminio". Otras lo presentan como "Compuestos de aluminio naturales". Todo esto genera en los foros, a los que he hecho mención arriba, un auténtico galimatías de opiniones, que van desde declarar que "tranquilas, la piedra de alumbre no contiene aluminio" hasta "el aluminio de la piedra es natural, no tiene nada de química".
Desodorantes libres de aluminio existen en el mercado, tanto en perfumerías como en herboristerías. Todo es cuestión de probar y ver si a uno le abandonan antes o despues que los que contienen algún compuesto de aluminio. En el caso de las herboristerías a ver qué contienen. Pero que no os vendan al "peligroso" aluminio con el envoltorio de la piedra "natural" de alumbre. Es el mismo aluminio de toda la vida, esté en el sulfato de la piedra o en otro compuesto de síntesis. Que muy natural, muy mineral y todo eso es el talco, un silicato de magnesio con el que se han embadurnado y se embadurnan los culetes de muchas generaciones de infantes, y desde el año 1971 [J. Obstet. Gynaecol. Br. Commonw. 78, 266-72 (1971)] hay estudios sobre la posible incidencia de dichos polvos de talco en el cáncer de ovario. La cosa no ha ido muy lejos desde entonces y no pretendo asustar a nadie, pero puestos a encontrar algo natural de lo que existan sospechas cancerígenas no hay más que buscar.........
Nota: la foto de arriba es la portada de un libro Nancy Rica Shiff sobre empleos un poco raros.
Leer mas...
Como cada lunes, hoy me ha llegado el ejemplar del Chemical Engineering News (CEN). Cuando veo cosas que me interesan o que me pueden servir como detonantes o catalizadores de una entrada me las guardo o apunto, rumiándolas durante días o semanas, tiempo en el que voy buscando nueva información hasta componer mi propia versión o derivación sobre el tema que, originalmente, ha llamado mi atención. Pero lo de hoy va a ser un aquí te pillo aquí te mato. Las Olimpiadas se acaban en pocos días y si no escribo pronto al respecto, no voy a poder ser un Blog de referencia, como prometí.
En el número que hoy me ha llegado, y en su sección News of Weeks, un artículo repasa diversos materiales que han sido noticia con ocasión de la preparación o celebración de los Juegos Olímpicos en Beijing. Y curiosamente, todos a los que allí se hace referencia son materiales poliméricos. Así que voy a hacer un refrito del mencionado artículo, con alguna que otra "morcilla" de cosecha propia (para los no versados en el tema, en argot teatral, una "morcilla" es una añadidura abusiva de palabras o gracias inventadas por el actor y no contenidas en el texto original al que el actor se debe).
Probablemente el material por el que más recordados serán estos Juegos son los trajes de baño LZR Racer, comercializados por Speedo. Desde su introducción han caído decenas de récords y parece haberse asentado una especie de psicosis colectiva entre los nadadores, en el sentido de que el que no nada con esos chismes no se come una medalla. Estas pieles artificiales están confeccionadas a base de fibras de poliamida (nylon) y de poliuretanos segmentados, tipo Lycra, Spandex o similares. Pero la cosa tiene varios trucos. En primer lugar, las fibras de poliamida han sido tratadas con una tecnología conocida como plasma frío, que modifica superficialmente la estructura química de cada fibra, lo que hace que la poliamida reduzca su natural tendencia a absorber agua. Sobre esa base de poliamida se sueldan posteriormente, y por medio de ultrasonidos (lo que elimina costuras), unos paneles de poliuretanos segmentados, estratégicamente distribuidos en el body para disminuir así la resistencia que el agua puede oponer al deslizamiento del nadador.
Esos nadadores están disputando las series en el llamado Cubo del Agua, la sede de la natación en estos Juegos. Su fachada simula una especie de celdas de nido de abeja que están construidas a base de un copolímero de etileno y tetrafluoretileno. No es la primera vez que estos materiales se usan para recubrir edificios similares y tengo, por algún sitio, información sobre el uso de ellos en grandes estructuras de Shanghai o Australia. Desarrollados inicialmente por la NASA y la DuPont como cubierta protectora de los vehículos espaciales capaz de resistir las agresiones de la radiación cósmica, hoy en día tratan de frenar, con su alta resistencia a la degradación ambiental, el deterioro habitual de la mayoría de los materiales empleados en los exteriores de edificios.
Sin salir del agua, pero ahora en la mar salada, los balandristas holandeses han estrenado unos barcos a base de materiales compuestos de matriz polimérica que el gigante DSM diseñó para ellos gracias al conocimiento adquirido en la fabricación de las grandes palas de los aerogeneradores de energía eólica. Por otro lado, todos los aparejos de esos barcos están fabricados a base de fibras de Dyneema, otro material de DSM que es un revival de un clásico: el polietileno. Pero en este nuevo material, las cadenas de polietileno tienen pesos moleculares diez o veinte veces mayores que los de un polietileno habitual, característica ésta de la que extraen sus nuevas prestaciones y su singularidad.
Algunos atletas de las pruebas de velocidad llevan en sus zapatillas unos tacos que son todo un prodigio de tecnología. En su formulación se incluyen polímeros cristales líquidos que, sin incrementar el peso de las zapatillas, cumplen la doble misión de ayudar al conjunto del taco a resistir la brutal agresión mecánica de la salida y a mantener, posteriormente, una alta flexibilidad durante el transcurso de la carrera.
Y para terminar, en un menú rico en fibras poliméricas, nuestras viejas conocidas fibras Kevlar andan en el ajo de lo que se ha presentado como el casco de ciclista más ligero del mundo.
Leer mas...
Christopher Walter Monckton, tercer Vizconde Monckton de Brenchley (¡toma solera!), es un noble inglés que, como no podía ser de otra manera, se ha dedicado a la política y a sus consultorías, aunque también se define como escritor e inventor. Un mes más viejo que un servidor (cosecha del 52), fue uno de los asesores de Margaret Thatcher quien, por si no os lo ha contado nadie, es una química confesa, graduada en Oxford y cuyo primer trabajo fue en una empresa denominada BX Plastics. Pero dejemos a la Dama de Hierro y vayamos con el Vizconde Monckton de Brenchley.
Lord Monckton se ha hecho últimamente muy popular, por ser una de las caras mediáticas de un amplio grupo de personalidades y científicos que se han manifestado en contra de las conclusiones sobre el calentamiento global que propugnan tanto el IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change) como esa especie de telepredicador en que se ha convertido Al Gore. Hace menos de un año, nuestro aristócrata se despachó con un documento de veinte páginas titulado "35 Verdades Inconvenientes. Los errores de la película de Al Gore". El documento arrancaba del hecho de que un juez inglés acusaba poco menos que de proselitismo entre la chavalería al Gobierno de Su Majestad Británica, por no haber acompañado la proyección masiva de la citada película en las escuelas con una lista de nueve errores flagrantes en ella contenidos. En el citado documento de Monckton, éste amplía la lista hasta treinta y cinco, algunos ciertamente impactantes. El que quiera conocerlo en su integridad (está en inglés, pero hay muchos gráficos interesantes que se entienden sin problemas) puede leerlo o descargarlo como un .pdf aquí.
Pero la cosa ha ido un poco más lejos y, este verano, Monckton ha organizado la de San Quintín, tras la aparición de un artículo que la American Physical Society (APS) le había invitado a publicar en el número de julio de una de sus Newletters (Physics and Society, que se publica online). La APS es una asociación que apoya "la incontrovertible influencia de la acción del hombre en el cambio climático" (sic) y, por tanto, las conclusiones del arriba mencionado Panel Intergubernamental IPCC. Pero hay datos de los últimos años que indican que las predicciones del IPCC van a estar lejos de cumplirse y, en paralelo, parece que algo se mueve en la opinión de los más de 50.000 miembros de la APS. Quizás por eso, los responsables de las publicaciones de la APS se plantearon dar la palabra a uno de los más activos opositores de las conclusiones del IPCC. Pero tras la publicación del artículo, y de un cierto maremagnum que con ese motivo se generó en múltiples blogs y foros de internet, alguien en la APS debió pensar que se había ido muy lejos.
El caso es que unos días más tarde de la mencionada publicación, nuestro Vizconde se encontró con que, encima del texto de su artículo, aparecía una nota que decía: "El siguiente artículo no ha sido sometido a ninguna revisión (peer review) científica ya que no es el procedimiento normal de las Newletters de la APS. Sus conclusiones están en desacuerdo con la opinión predominante en la comunidad científica internacional. El Consejo de la APS manifiesta su desacuerdo con las conclusiones del artículo".
Como no podía ser de otra manera, nuestro Lord está cabreado como una mona y le ha mandado una carta al Presidente de la APS en la que le relata lo ocurrido, urgiéndole a una rectificación como nadie más que un inglés puede urgir (no voy a poner la carta en inglés, y tampoco en castellano porque traducida no iba a ser lo mismo). En primer lugar, le aclara que fue la APS la que le invitó a escribir el artículo. Que cuando lo envió, el editor encargado lo hizo llegar a un reconocido físico, que lo sometió a una extensa y competente revisión. Que el Vizconde modificó el artículo de acuerdo con las sugerencias del referee y que, finalmente, el artículo se publicó, en el mismo número y a continuación de otro artículo en el que dos miembros del IPPC manifestaban puntos de vista claramente en conflicto con el de Monckton.
Lord Monckton piensa que el tratamiento es, cuando menos, descortés y le pide al Presidente que elimine la citada cabecera o, en su defecto, le de el nombre del miembro o miembros del Consejo de la APS que evaluaron el artículo como fase previa a la colocación de la mencionada cabecera; le suministre los documentos que prueben la existencia de esa evaluación y cómo se tomó la decisión del Consejo, asi como una copia del Acta de la sesión llevada al efecto con los nombres de los asistentes. Y si tal evaluación no hubiera tenido lugar, el Vizconde urge a que se le den satisfacciones públicas y que se aclare en ellas que el artículo si fue sujeto a revisión, que se explique qué se entiende por opinión predominante en la comunidad científica y, finalmente, en qué aspectos el Consejo de la APS está en desacuerdo con el artículo.
Si vais al artículo mencionado vereis que, al menos en el momento en el que esto escribo, la cabecera no es la arriba entrecomillada. La cosa se ha cambiado por: "El siguiente artículo no ha sido sometido a ninguna revisión (peer review) científica ya que no es el procedimiento normal de las Newletters de la APS. La APS reafirma la siguiente posición sobre el cambio climático, adoptada por su organismo de gobierno, el Consejo de la APS, el 18 de noviembre de 2007: La emisión de gases de efecto invernadero como consecuencia de las actividades humanas está cambiando la atmósfera en formas que afectan al clima de la Tierra".
Desconozco si el Vizconde se dará por satisfecho con la modificación. En el entretanto, la cosa está de lo más entretenida en los Blogs sobre Medio Ambiente y yo me temo que esto no ha hecho más que empezar.
Leer mas...
Ya he demostrado en repetidas ocasiones que, además de receptáculo de mis fobias con los quimifóbicos y de mis afanes por mostrar aspectos interesantes, o al menos curiosos, de la Química, este Blog es un auténtico diario personal, donde lo mismo surge la comadrona de toda mi vida, que mis achaques de cincuentón o mis devaneos gastronómicos con amigos. Y la entrada de hoy es un ejemplo más de un mix entre unos aspectos y otros.
Había decidido, la tarde de este lunes 11 de agosto, dar unas bolitas en Basozábal, mi club de golf. En parte por mantener mi swing con un aspecto aceptable y, en parte, por escapar del horripilante espectáculo que, por quince días, me ha montado, casi en mi portal, la Brigada ligera del Alcalde que nos gobierna desde tiempos inmemoriales. Delante del nido del Búho se apilan estos días un sin fin de tiovivos, autos de choque, churrerías y otras atracciones infantiles sin cuento, con su inevitable cortejo de bocinas, pestazo de aceite y, sobre todo, niños....Aunque, todo hay que decirlo, prefiero tener que aguantar esto que un Festival de Pop-Rock en plena madrugada.
El caso es que, como digo, subía hacia Basozábal, pensando en cómo organizar una entrada que tuviera como motivo el último vídeo de YouTube que me han pasado, y que es un anuncio de lo que sus vendedores llaman el cigarrillo electrónico o el e-Cig. La cosa recuerda, aparentemente, a esos falsos cigarros de plástico que usan los que no han tenido más remedio que dejar de fumar, pero que no quieren perder la sensación de tener algo que llevarse a la boca. En algunos casos, esos dispositivos llevan incorporados ciertos contenidos de nicotina para ir mitigando el efecto "mono". Pero lo que se ve en el vídeo es algo más sofisticado, una especie de version 2.0 del asunto, en el que la Química juega su papel.
El e-Cig tiene su núcleo duro en una disolución de nicotina en propilenglicol, disolución que se coloca en un cartucho que recuerda el filtro naranja de un cigarro convencional (ver la foto de arriba que, como siempre, se puede ampliar sin más que picar en ella). Ese cartucho, reemplazable, se rosca en el cuerpo principal del cigarrillo de pega, el cual contiene una pila recargable o sustituible que alimenta un circuito con un microchip incorporado. Cuando el fumador inhala, se activa un sensor en el dispositivo que hace que se encienda un LED rojo, situado en la punta del cigarro, que simula la llama. Pero, lo que es más importante, también ordena que se caliente la disolución de nicotina en propilenglicol, que asi se vaporiza y acaba en los pulmones del vicioso.
Lo de la nicotina parece de cajón de sastre pero, ¿y lo del propilenglicol?. Alguien podría pensar que por qué no usar agua, que es más saludable que un glicol. Bueno, pues se emplea este compuesto porque, con su vapor, es posible reproducir el humo de un cigarro normal, humo con el que hacer volutas y otros divertimentos. Veleidades que el vapor de agua no permite. Algunos usuarios dicen que el sabor de la experiencia es más dulce que con un cigarro normal, lo cual tampoco es raro. El propilenglicol es un primo del etilenglicol, de cuyo sabor dulzón ya hablamos en otra entrada.
Partidarios y contrarios del asunto ya andan a la greña en internet. Los primeros dicen que, aún siendo verdad que el fumador virtual se mete en los pulmones dos cosas que no son precisamente angelitos, se eliminan de un plumazo las más de cuatro mil sustancias que pueden aparecer en el humo de un cigarro normal, de las que alrededor de una cincuentena son cancerígenos. Los contrarios al asunto (no me extrañaría que las tabaqueras anduvieran por medio), ya hablan de problemas irritativos derivados del propilenglicol y de la detección de cantidades pequeñas de formaldehído. A su ritmo, algunos Ministerios de Sanidad europeos ya están tomando cartas en el asunto.
Y en las mismas llegué a Basozábal. Aparco, cojo mi bolsa de palos, me encamino al campo de prácticas, voy hacia la zona al aire libre que a mi me gusta y me encuentro de bruces con el mismísimo Txema Olazábal, que andaba por allí soltando el brazo con unos zurriagazos de más de 250 metros. No es la primera vez que me ocurre. Hace unos pocos años, cuando el Txema andaba deshojando la margarita de si retirarse o no por los problemas físicos que le asolaban, compartimos una tarde, sin otros testigos, un delicioso putting-green que pocos visitan al estar un poco alejado del Club. Solo que allí se patea y, en esa suerte, no hay tanta diferencia entre un profesional y un amateur (uno, además, es un reconocido pateador). Lo de ayer era mucho más comprometido para mi orgullo. Así que, tras el esperado formal y escueto saludo entre dos vascos tímidos, no me quedó más remedio, dado el territorio en el que el de las chaquetas verdes se había asentado, que ponerme delante de él y respirar hondo antes de cada golpe. Creo que hoy me duele todo el cuerpo de la tensión acumulada.
Leer mas...
En la entrada de hace unos pocos días, al comentar el asunto de un email sobre el antimonio, volvía yo a recordar la cantidad de patrañas que circulan por la red. Pero antes incluso de que ésta tuviera la ajetreada vida que ahora tiene, difundir bulos a nivel social ha sido cosa corriente (Radio Macuto), muchas veces con oscuras intenciones, sobre todo en el ámbito comercial. Un colega, amigo y suscriptor del Blog (pero que no quiere que diga su nombre, ¡qué le vamos a hacer!), al hilo de lo anterior, me ha puesto en la pista de uno de los mayores bulos conocidos. Como la historia tiene que ver con químicos, productos químicos y cosas de comer, no he podido resistirme a emplear parte de estas primeras tardes de agosto (en el que ando trabajando a medio ritmo) en buscar información al respecto.
Los dulces que burbujean en boca, y que aparecieron ya en el siglo XIX, pueden incluirse entre los inventos derivados de las levaduras químicas (cuya historia puede leerse en una entrada de julio de 2006). Debemos recordar que los componentes fundamentales de esas levaduras químicas son un ácido y el bicarbonato sódico, que cuando se juntan en un medio húmedo producen anhídrido carbónico (CO2) que, en el medio panadero o pastelero, sirve para espumar un pan o un bizcocho. De manera similar, en algunos dulces se introduce una mezcla de ácido cítrico (o málico) y bicarbonato que, con ayuda de la saliva, reaccionan y producen in situ el mismo CO2, lo que da lugar en la boca a una intrigante sensación de cosquilleo. Una variante de esa opción, también implicando al CO2, fue introducida, ya bien entrado el siglo XX, en forma de los llamados Pop Rocks, antecedentes de lo que en España conocemos como Peta-Zetas y ya vais a ver cómo y por qué.
En octubre de 1956 William A. Mitchell, al que todo quisque llamaba Bill, era un químico cuarentón que trabajaba en el laboratorio de investigación de la General Food Corporation en Hoboken, New Jersey. Entre sus colegas tenía fama de ser un auténtico inventor, una de esas personas que, probablemente por su duro pasado, era capaz de contemplar los problemas de una forma diferente y proponer, muchas veces, soluciones sencillas y elegantes. Aunque aquí no nos suenen mucho algunas marcas populares en Estados Unidos y, por tanto, no es el caso mencionarla, uno de los inventos más conocidos de Bill fue el primer preparado comercial en polvo que permitía hornear un bizcocho en menos que canta un gallo.
En ese otoño de 1956 Bill andaba trasteando en el desarrollo de lo que despues se llamó Kool-Aid, otros polvos milagrosos que, vertidos sobre agua, se disolvían rápidamente y proporcionaban una bebida dulce y carbonatada gracias al desprendimiento casi instantáneo del CO2. Muchos de mis lectores seguro que han probado algo similar, ya sea disuelto en agua o, lo que es más heavy, directamente disuelto en la saliva de la boca. A mi comadrona, sin ir más lejos, es algo que le priva.
Como consecuencia de ese trabajo, Bill estaba muy interesado en cualquier cosa que implicara al CO2. Entre los muchos experimentos que hizo con él, uno le resultó particularmente atractivo. Tras preparar una suerte de caramelo con sorbitol, un azúcar especial, aplicó una presión importante de CO2 sobre él mientras lo enfriaba, lo que resultó en que parte del gas quedaba atrapado dentro del dulce. Nuestro anhídrido carbónico sólo se liberaba cuando el caramelo se humedecía y, sobre todo, cuando se masticaba o se apretaba entre la lengua y el paladar, produciendo un ruido muy intrigante y una sensación en la boca que no dejó indiferente ni a su secretaria ni a sus cuatro hijos, los primeros experimentadores, junto con el propio Bill, de su nuevo "juguetito".
Pero la General Foods no estaba por la labor de comercializar aquello y tuvieron que pasar casi diecinueve años para que, finalmente, el invento de Bill fuera patentado y puesto en el mercado. Ni que decir tiene que nuestro inventor no había perdido la fe en su producto y, de vez en cuando, se dedicaba a generar pequeñas producciones del mismo, para uso particular de su familia y allegados. Pero a la General Foods, por tardona, le salió enseguida un grano.
Little Mikey fue un personaje de ficción creado en 1972 para vender un tipo de cereales matutino conocido como Life, marca que todavía comercializa Pepsico, la casa matriz de la Pepsi Cola. A lo largo de esos años setenta, Mikey se hizo muy popular en América como consecuencia de un anuncio publicitario de dichos cereales. Little Mikey es el niño gordito del vídeo que podeis ver en YouTube. El caso es que, a finales de esos mismos años 70, solo un poco despues de que la General Foods empezara a vender los Pop Rocks de nuestro amigo Bill Mitchell, se corrió el bulo de que el niño que encarnaba a Mikey, que se llamaba (y se llama) John Gilchrist, había fallecido como consecuencia de la ingestión concurrente de un sobre de Pop Rocks junto con una bebida carbonatada. Según el bulo, la mezcla había creado una inmensa cantidad de CO2 en su estómago, haciéndolo explotar.
Por mucho que he huroneado (mejor sería decir buhoneado) a lo largo y ancho de la amplia variedad de información que, al respecto, hay en Internet, no he podido encontrar ningún indicio sobre el origen de este bulo. Bulo incierto donde los haya porque, como acabo de decir, John Gilchrist sigue vivito y coleando, aunque de niño ya no tiene nada. A principios de los 80, General Foods se gastó una pasta gansa en un intento de pelear contra la difusión del bulo, hasta que, aburrida, dejó de promocionar el producto en 1983, lo que aún contribuyó más a hacer pensar a la gente que nuestro gordito Mikey había pasado a mejor vida por excederse con los Pop Rocks.
Pero quedaba mucha gente cautivada por ellos y que, o no se fiaba del bulo, o decidió consumir los citados dulces con moderación y cautela. Así que lo que quedó en el mercado, tras la tirada de toalla de la compañía de Bill, se siguió vendiendo hasta 1985, año en el que Krafft Foods le compró el negocio a su casi homónima General Foods. Hoy en dia los Pop Rocks se siguen vendiendo sin problemas, aunque el mito urbano del estómago explotado reaparece de vez en cuando cual Guadiana. Curiosamente, tras varios avatares comerciales, la compañía que ahora controla ese mercado es Zeta Espacial S.A., radicada en Barcelona y que comercializa el mismo producto, en los paises de habla hispana, como Peta- Zeta.
Leer mas...
Los meses de verano suelen ser época de Congresos, Workshops, Cursos, Seminarios y similares. Por propia experiencia he comprobado que un Congreso, de nivel e impacto razonable, puede mover mucho dinero y, adecuadamente gestionado, puede reportar pingües beneficios. No voy a entrar en el asunto de cómo se financia cada cual la asistencia a este tipo de eventos, tema que me suele reportar "discusiones violentas" si hay algún médico o farmaceútico metido en el ajo.
La entrada de hoy viene motivada por la lectura del último número del Chemical Engineering News, en la que una miembra (¡toma modernidad!) de la American Chemical Society manifestaba su cabreo con lo que le había ocurrido en un reciente macrocongreso celebrado en Barcelona. A instancias de un colega descubrió que, en el interior del colgajo con el que nos decoran el pescuezo en los Congresos, había una especie de tarjeta electrónica como la que se ve en la foto, destinada a controlar (mediante unas antenas distribuidas al efecto en las diferentes salas en las que se desarrollaban sesiones paralelas) las entradas y salidas de su propietaria de los diferentes ámbitos del Congreso.
Indagando, indagando, Sarah Everts, que asi se llama la ciudadana, parece haber descubierto que mientras esa martingala ha sido ya corriente en los últimos años en reuniones de tipo médico, empieza también a aplicarse en reuniones de Ciencias duras como la Química o la Física. De hecho, mi comadroma me ha dicho que en un reciente Congreso al que asistió en Lanzarote ya tenían un chip que sabía cuando habían entrado y salido de la Sala del Congreso, aunque allí parecía haber una única antena o detector. Lo de Barcelona parece un paso más de sofisticación, aunque supongo que bastante más caro de implementar.
Así que queridos colegas asistentes a este tipo de eventos, avisados quedais. Se acabó la época de elegir Congresos en sitios exóticos, aparecer por el mostrador para registrarse y recibir el certificado de asistencia, hacer acto de presencia en un par de sesiones para justificar y dedicar el resto del tiempo a hacer turismo o irse a la playa. Un Gran Hermano vigila vuestros pasos. Y, como dice Sarah, sería razonable, una vez recibida la documentación del Congreso y antes de dedicarse a mirar los Abstracts o Resúmenes para planificar las actividades, tomarse un tiempo en verificar si nuestra tarjeta identificativa tiene "espía" dentro .
Leer mas...
Objetivo cumplido. Gracias a ciertos consejos de los Foros de Blogger, he conseguido pasar todas las entradas de la primera fase del Blog del Búho al mismo formato con el que estoy dando forma a la fase iniciada en enero 2008. Todavía me quedan una serie de revisiones, porque siempre queda algo que corregir, pero básicamente todo está hecho. Y he aprovechado la migración para hacer también cambios en este mismo Blog. He cambiado, por ejemplo, la zona que a la derecha mostraba links a otros Blogs. Gracias a una nueva herramienta ahora disponible, es posible mostrarlos de forma y manera que también se indica cúando se ha colgado en ellos la última entrada y su título. Si en este apartado pinchais en El Blog del Búho 2006 podeis ver la actual apariencia de las primeras cien entradas.Y para que se pueda ver también el nuevo look de las entradas individuales de esa primera fase del Blog, voy a colgar un pequeño comentario con una redirección a una de ellas.
Hace unos días me llegó un correo de esos que se suelen ir al apartado SPAM, en el que se alertaba sobre los peligros de beber agua embotellada que hubiera estado en el interior de un coche a altas temperaturas. El aditamento tenebroso era que una actriz americana aducía haber contraído un cáncer de mama por hacerlo. El causante: el antimonio contenido en el envase de plástico, que queda allí en pequeñas cantidades proveniente de los catalizadores empleados para obtenerlo.
Este no es más que uno más de los miles de mensajes similares que circulan por la red, cuyo origen nadie sabe pero que todo el mundo parece aceptar como verdadero. En este caso, el origen de la noticia puede estar en un estudio que yo comentaba en una entrada publicada en marzo de 2006. Entrada que aquí os dejo para el que la quiera leer por primera vez o recordar.
Leer mas...