Cuadernos de papel de piedra
Desde jovencito (y de esto ya hace mucho tiempo) he tenido debilidad por las papelerías. Y como estas han ido mejorando con los años, la cosa se ha convertido ya en un auténtico vicio solitario. Puestos a elegir entre los productos de esas papelerías, nada tan atractivo para mi como los cuadernos o blocs de notas. Los tengo de todos los tamaños, colores o casas comerciales que me hayan caído cerca. Algunos los empiezo y los acabo. Otros se quedan a medio llenar o casi vacíos en mi maleta o en mi mesa de trabajo, haciéndome pensar de vez en cuando para qué diablos los abrí en su día. Ayer me di una vuelta por una papelería de mi pueblo en la que siempre peco. Y esta vez le tocó el turno a un cuaderno de notas un tanto especial, del que quizás alguno de vosotros (que sois muy viajados) haya oído hablar pero que, para mí, fue todo un descubrimiento por varias razones (buenas y malas) de las que voy a dejar aquí constancia.
En una estantería descubrí varios formatos de un cuaderno de notas de apariencia muy similar a los ya clásicos Moleskine, de los que, obviamente, atesoro varios. Pero en la faja que abrazaba los cuadernos, aparecía un término que me llamó la atención: Paper Stone, papel de piedra. Así que solicité información, me dejaron un panfleto publicitario al respecto de la marca y me marché de la papelería más contento que unas pascuas con el bloc más pequeño de la gama, dispuesto a experimentar con él.
Resulta que es un cuaderno de notas de apariencia convencional, pero cuyas hojas no tienen nada que ver con el tradicional papel de todos los cuadernos que en el mundo han sido. En la fabricación de este nuevo "papel" no se emplean árboles, ni agua, ni cloro u otros productos clásicos en la industria papelera. Las hojas de mi nuevo cuaderno están hechas a base de carbonato cálcico, una de las sustancias más omnipresentes en nuestro mundo. Está en los caparazones de los crustáceos, en la cáscara de los huevos y, sobre todo, en las rocas sedimentarias conocidas como calizas. Para fabricar el papel de piedra, el carbonato se muele muy finamente y se compacta con ayuda de un polímero (¡qué otra cosa podría ser!), más concretamente con uno de los más vendidos, el polietileno de alta densidad (HDPE). El resultado se lamina en hojas de "papel de piedra" cuya composición final viene a ser de un 80% de carbonato y un 20% del plástico.
Las hojas de este "papel" tienen un comportamiento peculiar. Lo primero, y muy importante, se dejan llenar de garabatos sin problemas. Usando un boli, uno nota quizás una mayor facilidad a la hora de deslizar la punta sobre su superficie, pero eso son sutilezas. Y mi pluma Montblanc escribe perfectamente sobre ella, la tinta se seca muy fácil y, al contrario de muchos Moleskines, es casi inapreciable en la cara opuesta.
El papel de piedra se desgarra algo más difícilmente que el papel convencional, se quema de una forma y con un olor que recuerda claramente a cuando uno le pega fuego a una bolsa de plástico y, también importante, es muy resistente al agua, con lo que me he enterado que ya se ha estado usando en libros para niños y que los cuadernos son muy comprados por las gentes del mar.
Pero hay, como decía al principio, algunas cosas que han tocado mi susceptible alma polimérica. Y que, como en muchas otras ocasiones, tiene que ver con el marketing perverso con el que las empresas tratan de vendernos lo que sea. Dice la propaganda del cuaderno que yo me he comprado (de la firma italiana Ogami) que, en su proceso de producción, no se emplean derivados del petróleo, lo que me ha hecho elevar mis pobladas cejas. El polietileno de alta densidad (HDPE) se sintetiza, como su nombre indica, a partir de etileno, un gas que se obtiene en muchos procesos derivados de las plantas petroquímicas. Es verdad que, hoy en día, también hay procesos para obtener etileno de la biomasa (como ya he contado aquí) pero estoy casi seguro de que el HDPE que usan los italianos no proviene de esa fuente porque, en caso contrario, lo dirían más alto y más claro.
Los fabricantes también aducen como propiedad interesante que ese "papel" es fotodegradable y se dispersa en el ambiente transcurridos 14-18 meses. Pero lo que no dicen es que esa dispersión implica que el plástico se fracture en trozos cada vez más pequeños que siguen siendo, básicamente, polietileno. Y con la que está cayendo ahora con los microplásticos y los nanoplásticos, no sé yo si esa proclama publicitaria es oportuna (para sus intereses).
Y, para terminar, veo difícil que ese "papel" sea reciclable, en el sentido de que se pueda aprovechar la pequeña parte de plástico que lleva. El 80% del carbonato que le acompaña lo complica bastante. Así que me da que o incineración o vertedero. Con lo que, por muy verde que os lo vendan, por aquello de no usar árboles, agua o los productos químicos de la industria papelera, este "papel" también tiene sus inconvenientes medioambientales. Pero me ha encantado la experiencia de escribir en él, sobre todo con pluma. Así que mañana me voy a comprar uno más grande.
En una estantería descubrí varios formatos de un cuaderno de notas de apariencia muy similar a los ya clásicos Moleskine, de los que, obviamente, atesoro varios. Pero en la faja que abrazaba los cuadernos, aparecía un término que me llamó la atención: Paper Stone, papel de piedra. Así que solicité información, me dejaron un panfleto publicitario al respecto de la marca y me marché de la papelería más contento que unas pascuas con el bloc más pequeño de la gama, dispuesto a experimentar con él.
Resulta que es un cuaderno de notas de apariencia convencional, pero cuyas hojas no tienen nada que ver con el tradicional papel de todos los cuadernos que en el mundo han sido. En la fabricación de este nuevo "papel" no se emplean árboles, ni agua, ni cloro u otros productos clásicos en la industria papelera. Las hojas de mi nuevo cuaderno están hechas a base de carbonato cálcico, una de las sustancias más omnipresentes en nuestro mundo. Está en los caparazones de los crustáceos, en la cáscara de los huevos y, sobre todo, en las rocas sedimentarias conocidas como calizas. Para fabricar el papel de piedra, el carbonato se muele muy finamente y se compacta con ayuda de un polímero (¡qué otra cosa podría ser!), más concretamente con uno de los más vendidos, el polietileno de alta densidad (HDPE). El resultado se lamina en hojas de "papel de piedra" cuya composición final viene a ser de un 80% de carbonato y un 20% del plástico.
Las hojas de este "papel" tienen un comportamiento peculiar. Lo primero, y muy importante, se dejan llenar de garabatos sin problemas. Usando un boli, uno nota quizás una mayor facilidad a la hora de deslizar la punta sobre su superficie, pero eso son sutilezas. Y mi pluma Montblanc escribe perfectamente sobre ella, la tinta se seca muy fácil y, al contrario de muchos Moleskines, es casi inapreciable en la cara opuesta.
El papel de piedra se desgarra algo más difícilmente que el papel convencional, se quema de una forma y con un olor que recuerda claramente a cuando uno le pega fuego a una bolsa de plástico y, también importante, es muy resistente al agua, con lo que me he enterado que ya se ha estado usando en libros para niños y que los cuadernos son muy comprados por las gentes del mar.
Pero hay, como decía al principio, algunas cosas que han tocado mi susceptible alma polimérica. Y que, como en muchas otras ocasiones, tiene que ver con el marketing perverso con el que las empresas tratan de vendernos lo que sea. Dice la propaganda del cuaderno que yo me he comprado (de la firma italiana Ogami) que, en su proceso de producción, no se emplean derivados del petróleo, lo que me ha hecho elevar mis pobladas cejas. El polietileno de alta densidad (HDPE) se sintetiza, como su nombre indica, a partir de etileno, un gas que se obtiene en muchos procesos derivados de las plantas petroquímicas. Es verdad que, hoy en día, también hay procesos para obtener etileno de la biomasa (como ya he contado aquí) pero estoy casi seguro de que el HDPE que usan los italianos no proviene de esa fuente porque, en caso contrario, lo dirían más alto y más claro.
Los fabricantes también aducen como propiedad interesante que ese "papel" es fotodegradable y se dispersa en el ambiente transcurridos 14-18 meses. Pero lo que no dicen es que esa dispersión implica que el plástico se fracture en trozos cada vez más pequeños que siguen siendo, básicamente, polietileno. Y con la que está cayendo ahora con los microplásticos y los nanoplásticos, no sé yo si esa proclama publicitaria es oportuna (para sus intereses).
Y, para terminar, veo difícil que ese "papel" sea reciclable, en el sentido de que se pueda aprovechar la pequeña parte de plástico que lleva. El 80% del carbonato que le acompaña lo complica bastante. Así que me da que o incineración o vertedero. Con lo que, por muy verde que os lo vendan, por aquello de no usar árboles, agua o los productos químicos de la industria papelera, este "papel" también tiene sus inconvenientes medioambientales. Pero me ha encantado la experiencia de escribir en él, sobre todo con pluma. Así que mañana me voy a comprar uno más grande.