lunes, 21 de mayo de 2012

Small is beautiful!!

El título de esta entrada ha sido una frase típica en los títulares de las entrevistas que los tribuletes de muchos sitios han tenido con uno de los padres de la Nanotecnología, Heinrich Rohrer, visitante habitual en el campus guipuzcoano y Premio Nobel de Física 1986. Su descubrimiento del microscopio de efecto túnel ha proporcionado a la Ciencia una herramienta potentísima a la hora de escudriñar los últimos reductos de los materiales, permitiendo jugar con ellos hasta límites que nadie pensaba llegar hace algunos años. Pero el descubrimiento de Rohrer y sus colegas se queda pequeño (y nunca mejor dicho) ante los increíbles anuncios de algunas empresas que, con tal de meterse un euro al bolsillo a costa de unos cuantos incautos, no paran en mientes.

Gracias al Chemical and Engineering News de mis amores y, más concretamente, a uno de sus blogs, denominado Central Science Newscript, he podido leer una entrada de Lauren Wolf en la que se hace eco de un catálogo de una empresa increíble que puede venderos cualquier cosa que se os ocurra. Algunas interesantes, mientras otras son absolutas patrañas, como el objeto de este post.

El aparatito que veis en la foto es algo parecido a esos nebulizadores en los que uno mete la nariz para que vapor de agua con un cierto toque mentolado te alivie las congestiones nasales. Pero este es algo más sofisticado y pretencioso y, de acuerdo con la propaganda, se trata de (traduzco literalmente) "un generador de vapor para una limpieza iónica facial. El dispositivo produce vapor iónico que penetra profundamente en los poros, proporcionando una profunda limpieza que rejuvenece y regenera la piel". El aparatito se vende por 295 $. Y, ¿cuál es su gracia, preguntareis mosqueados?. Otra vez traduzco literalmente: "la unidad emite moléculas de vapor iónico (???) ocho mil veces más pequeñas (toma nanotecnología!!) que las moléculas normales de agua, lo que les permite alcanzar capas profundas de la queratina, eliminando impurezas y elevando los niveles de humedad que revitalizan la piel". Y si no teníais poco con lo anterior, ahora el toquecito ecológico y quimifóbico, "el aparato usa agua normal de grifo y elimina, por tanto, la necesidad de jabones caros y otros productos químicos dañinos".

¡Pobre molécula de agua!. Tan "especial" y a la vez tan sencilla, omnipresente y barata. Los que me leeis ya habeis adquirido ciertas destrezas (que es como se llama ahora a que la gente aprenda) sobre lo pequeña que es una molécula de agua u otro producto químico similar. D. Lorenzo Romano Amedeo Carlo Avogadro di Quaregna e di Cerreto, Avogadro para los amigos, nos proporcionó, hace muchos años, la clave. Y gracias a ella, sabemos que en una gota de agua hay la friolera de 2.000.000.000.000.000.000.000 minúsculas moléculas de agua, cada una con su cabecita a base de oxígeno y sus dos bracitos acabados en dos hidrógenos. Y que son las mismas moléculas si esa gota de agua la calentamos y conseguimos transformarla en el vapor de agua que emite un puchero en ebullición.

Esa es la más minúscula expresión del agua. Y dar a entender que el engendro de 300 $ la puede dividir en 8000 entidades más pequeñas, es como cortarnos a nosotros en un cuidadoso picadillo y pretender, no ya que seamos los mismos, sino que seamos más listos y limpiemos más profundamente. Y no quiero entrar en el asunto del vapor iónico, aunque tiene gracia que después de toda la matraca que nos dan con los iones positivos y negativos que, poblando nuestro entorno, nos causan males sin cuento, ahora vengan éstos a vender la idea iónica como regeneradora de la piel.


No quiero ni pensar lo que van a ser capaces de simular los físicos y químicos teóricos que me rodean, cuando caigan en la cuenta de lo que les acabo de proporcionar.

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jueves, 10 de mayo de 2012

Urepel

Publica hoy el Diario Vasco que al arquitecto Rafael Moneo le han concedido el Premio Príncipe de Asturias de las Artes 2012. En mi Donosti, casi el 50% es anti-Moneo por su edificio del Kursaal. Yo estoy en el bando contrario, entre otras razones porque el Cubo grande del edificio alberga un Auditorio. Gracias a él, conseguimos acabar con el "monopolio" del constreñido ámbito del Teatro Victoria Eugenia, en el que, durante años, tuvimos que oir, con más vergüenza ajena que otra cosa, a las afamadas orquestas que cada año visitan la Quincena Musical Donostiarra. Empezada así la entrada parece obvio que esto no huele a Química. Y cierto es. Pero como ya he dicho alguna vez, un Blog es un diario personal y, como tal, escribo en él lo que me place. Así que si no quereis darle al Leer más... que aparece abajo, vosotros mismos...

Moneo es conocido en San Sebastián por el Kursaal, pero poca gente sabe que cuando era un joven arquitecto con ánimo de medrar, construyó una emblemática casa donostiarra, emplazada en el mismo solar en el que se había asentado, desde años antes, el legendario Frontón Urumea. El edificio, que lleva también el nombre del río que discurre a su vera (Edificio Urumea) es, además, toda una referencia en los manuales arquitectónicos. Es la casa del centro de la foto, a pocos metros del propio Kursaal, cuyo frente gris se intuye en la parte izquierda de la misma (podeis ampliarla clicando en ella). Esa casa se construyó en 1973 y, tres años despues, el Búho tuvo la suerte de que unos amigos de la familia le alquilaran un coqueto, aunque minimalista, apartamento de 40 metros cuadrados, en el que comencé a compartir techo, de forma "respetuosa" con las normas imperantes, con una preciosa criatura de 23 añitos.

Entre la última casa de la izquierda de la foto y el propio Kursaal, arranca el puente del mismo nombre sobre la desembocadura del río. Atravesando ese puente, a la derecha, empieza el Paseo Nuevo y, justo al principio, está el Restaurante Urepel, abierto en 1978 y que el día 30 de mayo se va a cerrar. Me cuesta reconocerlo en este foro público pero el cierre del Urepel ha acrecentado mi ya habitual astenia primaveral, me hace más viejo y cierra un ciclo de mi vida.

Dada la cercanía entre nuestro nido y el Restaurante, pronto se convirtió en el sitio en el que celebrar nuestras fechas señaladas. No era barato, y yo un becario más arrastrado aún que los actuales, pero mi comadrona trabajaba las 24 horas del día (sin exagerar) y me tenía bien mantenido. Tomás Almandoz, el dueño, acabó casi por adoptarnos, pues aunque debía adivinar nuestras penurias veía que no le fallábamos. Yo transmití mi entusiasmo por el biencomer del sitio a mis jóvenes colegas de la Facultad y, merced a unos cuantos durillos semanales, ahorrábamos lo necesario a lo largo del Curso para darnos un festín en primavera, algo que debimos instaurar unos cuantos en los primeros ochenta. Años más tarde, ese evento se convirtió en la comida fin de Curso de todos los poliméricos y, aún este año, hay una reserva para el día del cierre. También lo conocen bien muchos de nuestros visitantes de otras Universidades, Centros e Industrias, como lugar de celebraciones diversas. Echando ahora la vista atrás, no me sonrojo lo más mínimo al atribuirme una buena parte de la devoción de muchos colegas por el sitio.

Tomás era un tío especial, capaz de cerrar la puerta a los de la Guía Michelín, "porque querían cenar muy tarde" (así le fué con ellos, inmerecidamente) o de acoger, en horas bajas, a mi buen amigo Xavi Gutierrez, ahora "fontanero de lujo" del Restaurante Arzak y repostero de referencia en el Urepel durante muchos años, antes de pegar el salto al alto de Miracruz. Conservo como oro en paño un libro que Tomás nos regaló con reproducciones de los dibujos y acuarelas con los que entretenía su menguado tiempo libre. Ando en época de mandar todo al contenedor de papel, pero eso se queda en casa. Por mis muertos...

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lunes, 7 de mayo de 2012

Convicto y confeso

Muchos días, aprovechando que varias de mis colegas comen en el bar de la Facultad, me tomo un vinito con ellas, acompañado de una bolsa, o dos, de patatas fritas "industriales". Parecemos una imagen del pasado, amarrados a la barra, de pie y, sobre todo, porque nos rodean estudiantes que beben agua o coca-cola. En el trance mencionado, abrir la bolsa de patatas no es una cuestión baladí. Al final, tras probar estrategias diversas, uno de nosotros se cabrea, hinca el diente en el colorista polipropileno (a saber qué ftalatos se llevará de la tinta impresa), lo rasga y tenemos la fiesta en paz y las patatas disponibles.

La Reología es la ciencia del flujo del estado líquido. El término está tomado de una conocida frase de Heráclito de Efeso, un griego que vivió quinientos años antes de Cristo, y que acuñó aquello de Πάντα ῥεῖ (todo fluye, en castellano de Cervantes). Mi amigo Antxon Santamaría, reólogo hasta las cachas, suele terminar sus charlas, relacionadas con la reología de disoluciones, fundidos y geles poliméricos, remedando a Heráclito: "todo fluye pero los polímeros más". Y se preguntarán mis lectores: ¿qué tiene que ver esta "morcilla" reológica con el párrafo anterior sobre los denodados intentos de abrir una bolsa de patatas?.

Pues mira por dónde un cúmulo de casualidades me ha llevado hasta un blog de Reología, cuyo frontispicio también remeda a Heráclito: "todo fluye pero solo los polímeros aprovechan el tiempo". Y en ese Blog, en una entrada de la semana pasada, su autor se declaraba culpable de haber inventado el resistente adhesivo que cierra la boca de las bolsas de patatas. Resulta que cuando el tipo en cuestión, John Maple Grove, terminó sus estudios, entró a trabajar en Hercules Chemicals, una empresa dedicada a la fabricación de envases y que, en esa época, tenía repetidas quejas de algunos de sus principales clientes, fabricantes de patatas fritas de sobre. Muchos de ellos estaban radicados al oeste de las Montañas Rocosas y cuando los camiones cargados de bolsas las atravesaban, la diferencia de presión entre el aire en el interior de la bolsa y el del exterior (a presión más baja por la altura) hacía que algunas de ellas explotaran. De hecho, en los comentarios a la propia entrada, algunos lectores recordaban el encontrarse, de cuando en cuando, con bolsas total o parcialmente abiertas.

Esas bolsas se fabrican a partir de una lámina o filme de polipropileno, cerrándolo sobre si mismo mediante el sellado con unas mordazas calientes que funden el plástico. La parte de abajo se cierra de la misma manera. El proceso está muy automatizado y la bolsa así conformada se llena in situ con patatas y su última boca se sella a temperatura más baja, pero está vez gracias a un adhesivo de los llamados de presión, con la idea de que esa boca sea más facil de abrir que los lados que se han sellado por fusión del propio plástico. El caso es que el primer adhesivo no debía estar muy bien diseñado y no pegaba lo suficiente. John y sus colegas inventaron uno nuevo, que resolvió el problema de los fabricantes, pero nos complicó la vida al resto de los mortales, los mismos que ahora nos vamos a acordar de sus muertos una vez identificado el culpable...

No se si ponerme a inventar otro adhesivo que se quede en el justo término medio....

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jueves, 3 de mayo de 2012

Echando unas cuentas

Las cuentas son siempre áridas, pero el caso es que algunos de los seguidores de este Blog, que tiene los conceptos de Química en el baúl de los recuerdos, me han hecho saber con cierta insistencia que, en cuanto me pongo a hablar de determinadas unidades de concentración, como partes por millón (ppm) y similares (ppb, ppt) o, en plan más sofisticado, moles por litro, se lían y abandonan la lectura. Y como esas cosas aparecen en entradas que tienen que ver con los niveles de los productos tóxicos en nuestras cosas (o con mi fijación con la homeopatía), y todas ellas les interesan, quieren tener una idea clara y meridiana de lo que hablo. Así que creo que ha llegado el momento de dejar las cuentas claras y el chocolate espeso. Pero, por favor, aunque os parezca entrar en un pequeño lío a la largo de la entrada, teneis que llegar hasta el final. Hay sorpresa!!. Y en cuanto a los químicos que me leen, que me perdonen.

En el botecito que veis en la foto que da inicio a la entrada, y que podeis ampliar clicando en ella, se ve una pequeña colección de granitos parecidos a los de la sal de cocina y que casi se pueden contar individualmente (son unas pocas decenas). Se trata de otra sal conocida como fosfato cálcico, que se emplea, entre otras cosas, en la preparación de fertlizantes "artificiales". Una buena balanza analítica, como la que yo he empleado, dice que esos granitos pesan algo menos de veinte miligramos pero no nos vamos a andar en demasiadas exactitudes. Harían falta cincuenta colecciones similares para llegar a un gramo. Imaginad ahora que alguien analiza una muestra de agua "contaminada" con esa sal y os dice que contiene una parte por trillón (1 ppt) de fosfato cálcico.  Pues bien, queridas y queridos míos, para conseguir esa concentración, tendríais que verter el contenido de ese vial, más o menos, en el equivalente a diez piscinas olímpicas o, lo que es igual en 20 millones de litros de agua. Impactante, ¿verdad?. Pues a ese nivel de concentración nos referíamos cuando en su día hablábamos de que a Contador de habían detectado 50 ppt de clembuterol y le chafaron su carrera.

Pero la cosa no se queda ahí y ahora toca aplicar conocimientos adquiridos al divertido ámbito de la homeopatía.

Esa concentración del fosfato en agua se puede explicar en otras formas que también usamos los químicos. Si nuestros granitos los disolvemos en un litro de agua, la concentración sería aproximadamente 0,00005 molar (ó 0,00005 moles por litro). Y en el caso de las diez piscinas olímpicas, la concentración andaría por 0,000000000002 moles por litro. Pero, ¡mira qué casualidad!. El fosfato cálcico es la misma molécula que la empleada en la llamada calcarea phosphorica, principio activo en medicamentos homeopáticos que combaten enfermedades de los huesos, osteoporosis y otras muchas más. Se vende bajo denominaciones homeopáticas que van desde la dilución 6C hasta la 200C. Tomando una intermedia denotada como 12C, los químicos sabemos que la concentración en moles por litro de esos preparados es del orden de 10 elevado a -24 (o cero coma veintitres ceros seguidos y un uno). No os perdais de nuevo en tecnicismos de esa chusmarra que somos los químicos y vamos al grano (y nunca mejor dicho). Para conseguir la dilución deseada en ese preparado, los de la multinacional homeopática Boiron tendrían que coger los pocos granitos del vial de arriba y disolverlos en el agua que contienen veinte billones (definidos a la española, o sea, millones de millones) de piscinas olímpicas. Si habéis llegado al final, creo que ya está todo dicho, ¿o no?..

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