jueves, 24 de agosto de 2023

NO WASH: Microplásticos y lavadoras. Un nuevo gazapo en la tele

El pasado 15 de agosto, en el telediario de la noche, una corta noticia se hacía eco de un nuevo movimiento que ya lleva un tiempo en los medios ingleses y que parece que ahora quiere importarse por estos lares. Se llama NO WASH y viene a decir que tenemos que lavar menos la ropa para afectar menos al medio ambiente. En esa filosofía del movimiento hay cosas obvias e indiscutibles sobre usar menos una lavadora: un menor consumo de agua y un menor consumo de electricidad.

Pero, la tercera pata de banco de la noticia era que nuestras lavadoras son una fuente importante de los microplásticos que acaban en el mar y se mencionaba una cifra concreta: el 35% de los microplásticos que se vierten a los océanos son microfibras que se desprenden de nuestra ropa durante la agresión mecánica a la que la sometemos en el lavado. Como la cifra me resultaba increíble para lo que yo se sobre el asunto (y ya sabéis que sé bastante), me he puesto a tirar del hilo y aquí van mis pesquisas.

En las propias imágenes que servían de fondo a la noticia aparecía un documento algo viejuno (setiembre de 2018) del Ministerio que en la última legislatura ha dirigido la Vicepresidenta Ribera (MITECO es su acrónimo) que, efectivamente, afirmaba en su titular que “Un tercio de los microplásticos en los océanos procede de lavar ropa”. En el primer párrafo de ese documento, se citaba como fuente un estudio titulado Engineering Out Fashion Waste (o Ingeniería para eliminar los residuos de la moda), un estudio de la Institution of Mechanical Engineers, una organización internacional de ingenieros, con base en la Gran Bretaña y con más de 120.000 miembros en 140 países.

Si os bajáis el informe, veréis que en el último párrafo de la página 5 se menciona una página de Greenpeace que, en uno de sus primeros párrafos, hace referencia a su vez a un estudio de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) con base en Suiza, publicado en 2017 y en el que se menciona la cifra del 35%. Y, con ese estudio, tengo bastante para desmontar lo proclamado por TVE, el MITECO, la institución de ingenieros ingleses y Greenpeace.

El estudio lleva por título “Microplásticos primarios en los océanos”. Y en el adjetivo primarios está la clave de la falacia. Los microplásticos que se vierten al mar se suelen clasificar en primarios y secundarios. Estos últimos, la gran mayoría de los que acaban en el mar, se refieren a basura plástica mal gestionada que, con el tiempo, se va degradando en piezas más pequeñas hasta llegar al tamaño de la micra o el nanometro.

Los microplásticos primarios, por el contrario, son partículas de plástico que provienen fundamentalmente de microesferas añadidas a productos de limpieza, cosmética o odontología y que, a través de las aguas residuales, acaban en el mar. Se incluyen también partículas que se desprenden de los neumáticos de los vehículos de motor y que la lluvia arrastra a las cunetas, posteriormente a los ríos y, finalmente, al mar. Y, en tercer lugar, las microfibras que, desprendidas de nuestra vestimenta, pasan al aire o, en el caso del lavado, a las aguas residuales de nuestros domicilios. Son estas últimas las que, pretendidamente, constituyen el 35% de las micropartículas plásticas que acaban en el mar.

Así que el estudio del IUCN no habla de TODOS los microplásticos que acaban en el mar, sino solo de los primarios y, dentro de ellos de las microfibras de nuestras lavadoras. Un calculo sencillo, usando sus propios datos, indica que de los 12 millones de toneladas anuales de microplásticos que pueden acabar en los océanos y sus inmediaciones, solo 1,5 son microplásticos primarios, el 35% de los cuales serían microfibras derivadas del lavado en lavadoras. O sea, algo más de medio millón de toneladas sobre un total de 12. Lo que supone un 4% (y no un 35%) de todos los microplásticos en el mar. Casi diez veces menos.

Pero es que además, la bibliografía en la que se basa ese informe se ha quedado un poco antigua en 2023. Los autores del informe IUCN toman como base principal un artículo de 2011, el primero que constataba y usaba el término microfibra en el entorno del mar y zonas limítrofes y el primero en atribuirlo al lavado en lavadoras (de hecho, como podéis ver si picáis en el enlace, aparece una lavadora junto al Abstract o Resumen).

Pero desde entonces hay mucha literatura que ha ido consolidando la idea de que las plantas de tratamiento de agua son muy eficaces en la eliminación de las fibras provenientes del lavado en lavadoras (ver aquí) y que las microfibras son omnipresentes en el aire exterior y en el aire del interior de las casas desde donde acaban en el mar merced a su deposición por la lluvia, su acumulación en los ríos y finalmente en el mar.

Y una nota final. Cada vez es más evidente (ver aquí y aquí) que el componente mayoritario de las microfibras en el medio ambiente no son las sintéticas (las que de forma más rigurosa podrían denominarse microplásticos) sino las naturales (algodón, lana, seda, lino) o las semisintéticas (sobre todo fibras celulósicas modificadas, como el rayón o la viscosa). De esto ya hablamos en el Blog hace tres años.

Así que queda mucho por investigar en el tema. Pero dar pábulo al NO WASH sobre la base de la alta incidencia de los microplásticos en el mar derivados de los que se originan en las lavadoras, es una inconsistente serpiente de verano de la que algún tribulete tendría que haberse documentado un poco más antes de desinformar a la población.

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miércoles, 16 de agosto de 2023

La politóloga reconvertida en toxicóloga

Este miércoles 16 de agosto y tras una “sequía” de cuatro años, he publicado una nueva entrada en el Blog Mujeres con Ciencia, coordinado por la profesora del Departamento de Matemáticas de la UPV/EHU Marta Macho Stadler. Un blog que divulga el importante (aunque a veces oscuro o, más bien, oscurecido) papel de las mujeres en el progreso científico. En este caso, mi contribución se ha centrado en la figura de Lois S. Gold (1941-2012), una Doctora en Ciencias Políticas por la Universidad de Stanford que, por circunstancias de la vida, acabó colaborando estrechamente con el bioquímico y toxicólogo Bruce Ames, contribuyendo a la extensión del llamado test de Ames, un método sencillo y barato para investigar el carácter mutagénico de sustancias naturales y sintéticas. Como consecuencia de ello, se convirtió en una autoridad en el ámbito de la toxicología. Si queréis leer la entrada y, ya metidos en gastos, curiosear un poco en otras páginas del Blog Mujeres con Ciencia, no tenéis más que picar en este enlace.

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