Tamarindos donostiarras y glifosato
Dos cuestiones previas antes de empezar y que tienen que ver con el título. Una, lo que los donostiarras llamamos tamarindos no son tales. Como os mencionaba en una entrada anterior, ya en 1956 la revista Munibe de la Sociedad de Ciencias Aranzadi publicaba un artículo titulado «Tamarindo, no; tamariz, tarisco, taray». Porque el verdadero tamarindo, Tamarindus indica, produce frutos cuya pulpa loaba una vieja canción, frutos que el árbol de Donosti no produce. Y dos, habréis comprobado que nunca he escrito en este Blog sobre el controvertido tema de los transgénicos u organismos modificados genéticamente. El tema se escapa a mi formación, aunque he procurado documentarme como ciudadano siguiendo la estela de científicos relevantes en el campo como Pilar Carbonero, mi colega en la UPV/EHU Mertxe de Renobales o de mis dos buenos amigos, Rosa Porcel y José Miguel Mulet. Todos ellos me han enseñado mucho sobre el tema en libros, artículos o entrevistas (imprescindible este libro de José Miguel). Tampoco he escrito nunca, por idénticas razones, sobre un tema colateral de los transgénicos: el glifosato, el principio activo de un popular herbicida comercializado por Monsanto en 1974 bajo la marca Roundup. Podéis ver para hacer boca este artículo de Rosa.
Pero hoy voy a saltarme esa norma en lo tocante al glifosato porque este es un Blog contra la Quimiofobia y alentarla es lo que ha hecho una edil del Ayuntamiento donostiarra, la concejala de Ecología (es de más cosas pero aquí nos interesa esta atribución). Hace unos pocos días, en el Diario Vasco, nos contaba que los alcorques en los que se asientan los tamarices más cercanos a ese Ayuntamiento (en pleno Paseo de La Concha) iban a ser objeto de un "proyecto pionero para naturalizarlos". Con esa decisión, la concejala quiere "encontrar soluciones alternativas al uso de pesticidas como el glifosato, prohibido recientemente en la Union Europea, para eliminar las malas hierbas....". Para ello se opta por una gestión "mas sostenible y medioambiental, basada en métodos no químicos, fomentando la biodiversidad urbana y la creación de una infraestructura verde". Según ella, estos cambios llevaran aparejado"un beneficio social y de la salud" (los subrayados son míos).
Como soy uno de los 16851 votantes del partido de la concejala en las últimas municipales, creo que atesoro unos 60 microderechos (1/16851) para decirle que, en mi humilde opinión, esta decisión es pura Quimiofobia a rebatir, no tanto por lo que ella opine sino por lo que induce a pensar a la ciudadanía. En primer lugar, la decisión tiene poco de pionera porque son muchas las ciudades europeas y españolas que han optado por esa misma opción (algunas declarándose incluso "libres de glifosato"), especialmente desde que en el año 2015 la Agencia Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC) calificó al glifosato como "probablemente carcinógeno para el ser humano", encuadrándolo así en su grupo 2A, una opinión que rebatió la mismísima Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA).
Además, la afirmación de que el glifosato está prohibido por la UE falta a la verdad (por no emplear un término más fuerte). Otra cosa es que los estados miembros puedan, individualmente, imponer esa prohibición "en casos excepcionales". Pero la misma EFSA arriba mencionada desmiente sin paliativos en este documento la afirmación de la concejala. Como se ve en él, la EFSA prorrogó en 2017 el permiso para usar glifosato en el control de hierbas y malezas hasta el 15 de diciembre de 2022. En 2019, un grupo de empresas y países que pretende la renovación de la autorización del glifosato en la UE, solicitó formalmente esa renovación para poder seguir utilizándolo después de vencido el período actual. Con esta solicitud se puso en marcha el proceso de renovación, tal como establece la legislación europea. Y en esas estamos a día de hoy. Y ya veremos lo que pasa pero, por ahora, la concejala falta a la verdad.
Tampoco se ajusta a la evidencia científica el que usar glifosato para acabar con malas hierbas y maleza sea peligroso para la salud de mis conciudadanos en los grados de exposición previsibles al mismo. Si el argumento es el que pertenezca al grupo 2A de la IARC, hay que mencionar a la ciudadanía que, en ese grupo, comparten honores con el glifosato cosas como la acrilamida que se genera al freír y dorar las patatas de nuestros huevos fritos, beber bebidas muy calientes o comer carne roja. Cosas que hacemos casi todos los días. No es un riesgo ocupacional como el trabajar en una freiduría, en una peluquería o ser soplador de vidrio (que también están el grupo 2A) pero casi. En el caso del glifosato, el riesgo ocupacional sería el del operario que aplica glifosato durante horas y que tiene que tomar adecuadas precauciones, pero no el ciudadano que pasea entre los alcorques de un jardín.
Pero antes incluso de la calificación de la IARC, el glifosato ya tenía no uno sino dos pecados originales que le van a seguir complicando previsiblemente la vida. El primero ser un producto hijo de Monsanto y ya se sabe que, en las RRSS, Monsanto es una marca a combatir, un honor que, en parte, se ha ganado a pulso. Pero Monsanto como tal ya no existe, porque Bayer la compró en 2018. Y, lo que es más importante, la patente de Monsanto sobre el glifosato expiró en el año 2000, lo que permitió que otras empresas químicas relevantes comercializaran preparados similares al Roundup con el glifosato como principio activo herbicida, lo que ha hecho que se abarate y sea más popular. Al comprar Monsanto, Bayer se llevó el marrón de centenares de demandas judiciales por supuestos daños del glifosato a personas que lo han utilizado, en una campaña bien orquestada por organizados entramados de abogados y activistas medioambientales que se están llevando una buena pasta con las resoluciones de las demandas.
El segundo pecado original arranca de que la propia Monsanto empezó a comercializar, a mediados de los noventa, ciertas variedades transgénicas de plantas como soja, maíz, remolacha o canola que estaban modificadas genéticamente para resistir al glifosato, lo que permitía eliminar con él las malas hierbas que las asolan sin que el cultivo en cuestión se vea afectado. Y si el glifosato se prohibiera para esos usos, esas variedades resistentes a él tendrían poco sentido. Así que demonizar el glifosato es una forma encubierta de los colectivos antes mencionados para atacar a los transgénicos, cosa que no estoy seguro que sepan muchos munícipes que propugnan métodos alternativos al glifosato para combatir hierbas. Algunos tan originales como el del Ayuntamiento de Castellón que decidió emplear un mal llamado vinagre. El vinagre "natural" es ácido acético al 3-5% en agua, mientras que el vinagre castellonense, alternativa al glifosato, ha llegado a tener hasta un 20-25% del ácido. Y, encima, no está autorizado como fitosanitario.
Y puede ocurrir, como ha pasado en ciudades como Sevilla que, tras el postureo, el experimento salga un poco chusco porque los vecinos en general y, particularmente, los de la zona próxima al Ayuntamiento donostiarra, cuyas casas valen un potosí, no estén muy de acuerdo ni con la estética de situaciones como la que se ve en la foto (clicando sobre ella se ve más grande) ni con que la aducida promoción de la biodiversidad resulte en que esos alcorques, tan sostenibles ellos, se llenen de cierta "fauna" que haya que eliminar con productos químicos más peligrosos que el propio glifosato.
Soy de los convencidos de que el glifosato tiene los días contados en la UE. Hace unos días se ha hecho público que Bayer va a dejar de vender Roundup en EEUU para usos residenciales, aunque no para la agricultura basada en variedades transgénicas resistentes al glifosato que allí se cultivan (en la UE no se cultiva ninguna planta transgénica resistente al glifosato, aunque se importan y consumen). Dice el CEO de la multinacional que es una medida "orientada exclusivamente a gestionar el riesgo de litigios y no a problemas de seguridad". Y veremos lo que pasa en la UE. En cualquier caso, si la decisión es no prorrogar el uso del glifosato será más una decisión política que basada en evidencias concluyentes.
Y algún otro herbicida se llevará el gato al agua para controlar malas hierbas y malezas que, tarde o temprano, se acumularán en los "miles y miles de alcorques" que la concejala reconoce que hay en Donosti. Porque lo que es casi seguro es que usar vinagre, quemarlas a soplete o incrementar la plantilla municipal de jardineros para quitarlas a mano son soluciones que tienen un recorrido corto. Como ha pasado en otras ciudades, suele bastar con un cambio del equipo de gobierno y a otra cosa mariposa (lo más discretamente que se pueda).
Pero hoy voy a saltarme esa norma en lo tocante al glifosato porque este es un Blog contra la Quimiofobia y alentarla es lo que ha hecho una edil del Ayuntamiento donostiarra, la concejala de Ecología (es de más cosas pero aquí nos interesa esta atribución). Hace unos pocos días, en el Diario Vasco, nos contaba que los alcorques en los que se asientan los tamarices más cercanos a ese Ayuntamiento (en pleno Paseo de La Concha) iban a ser objeto de un "proyecto pionero para naturalizarlos". Con esa decisión, la concejala quiere "encontrar soluciones alternativas al uso de pesticidas como el glifosato, prohibido recientemente en la Union Europea, para eliminar las malas hierbas....". Para ello se opta por una gestión "mas sostenible y medioambiental, basada en métodos no químicos, fomentando la biodiversidad urbana y la creación de una infraestructura verde". Según ella, estos cambios llevaran aparejado"un beneficio social y de la salud" (los subrayados son míos).
Como soy uno de los 16851 votantes del partido de la concejala en las últimas municipales, creo que atesoro unos 60 microderechos (1/16851) para decirle que, en mi humilde opinión, esta decisión es pura Quimiofobia a rebatir, no tanto por lo que ella opine sino por lo que induce a pensar a la ciudadanía. En primer lugar, la decisión tiene poco de pionera porque son muchas las ciudades europeas y españolas que han optado por esa misma opción (algunas declarándose incluso "libres de glifosato"), especialmente desde que en el año 2015 la Agencia Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC) calificó al glifosato como "probablemente carcinógeno para el ser humano", encuadrándolo así en su grupo 2A, una opinión que rebatió la mismísima Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA).
Además, la afirmación de que el glifosato está prohibido por la UE falta a la verdad (por no emplear un término más fuerte). Otra cosa es que los estados miembros puedan, individualmente, imponer esa prohibición "en casos excepcionales". Pero la misma EFSA arriba mencionada desmiente sin paliativos en este documento la afirmación de la concejala. Como se ve en él, la EFSA prorrogó en 2017 el permiso para usar glifosato en el control de hierbas y malezas hasta el 15 de diciembre de 2022. En 2019, un grupo de empresas y países que pretende la renovación de la autorización del glifosato en la UE, solicitó formalmente esa renovación para poder seguir utilizándolo después de vencido el período actual. Con esta solicitud se puso en marcha el proceso de renovación, tal como establece la legislación europea. Y en esas estamos a día de hoy. Y ya veremos lo que pasa pero, por ahora, la concejala falta a la verdad.
Tampoco se ajusta a la evidencia científica el que usar glifosato para acabar con malas hierbas y maleza sea peligroso para la salud de mis conciudadanos en los grados de exposición previsibles al mismo. Si el argumento es el que pertenezca al grupo 2A de la IARC, hay que mencionar a la ciudadanía que, en ese grupo, comparten honores con el glifosato cosas como la acrilamida que se genera al freír y dorar las patatas de nuestros huevos fritos, beber bebidas muy calientes o comer carne roja. Cosas que hacemos casi todos los días. No es un riesgo ocupacional como el trabajar en una freiduría, en una peluquería o ser soplador de vidrio (que también están el grupo 2A) pero casi. En el caso del glifosato, el riesgo ocupacional sería el del operario que aplica glifosato durante horas y que tiene que tomar adecuadas precauciones, pero no el ciudadano que pasea entre los alcorques de un jardín.
Pero antes incluso de la calificación de la IARC, el glifosato ya tenía no uno sino dos pecados originales que le van a seguir complicando previsiblemente la vida. El primero ser un producto hijo de Monsanto y ya se sabe que, en las RRSS, Monsanto es una marca a combatir, un honor que, en parte, se ha ganado a pulso. Pero Monsanto como tal ya no existe, porque Bayer la compró en 2018. Y, lo que es más importante, la patente de Monsanto sobre el glifosato expiró en el año 2000, lo que permitió que otras empresas químicas relevantes comercializaran preparados similares al Roundup con el glifosato como principio activo herbicida, lo que ha hecho que se abarate y sea más popular. Al comprar Monsanto, Bayer se llevó el marrón de centenares de demandas judiciales por supuestos daños del glifosato a personas que lo han utilizado, en una campaña bien orquestada por organizados entramados de abogados y activistas medioambientales que se están llevando una buena pasta con las resoluciones de las demandas.
El segundo pecado original arranca de que la propia Monsanto empezó a comercializar, a mediados de los noventa, ciertas variedades transgénicas de plantas como soja, maíz, remolacha o canola que estaban modificadas genéticamente para resistir al glifosato, lo que permitía eliminar con él las malas hierbas que las asolan sin que el cultivo en cuestión se vea afectado. Y si el glifosato se prohibiera para esos usos, esas variedades resistentes a él tendrían poco sentido. Así que demonizar el glifosato es una forma encubierta de los colectivos antes mencionados para atacar a los transgénicos, cosa que no estoy seguro que sepan muchos munícipes que propugnan métodos alternativos al glifosato para combatir hierbas. Algunos tan originales como el del Ayuntamiento de Castellón que decidió emplear un mal llamado vinagre. El vinagre "natural" es ácido acético al 3-5% en agua, mientras que el vinagre castellonense, alternativa al glifosato, ha llegado a tener hasta un 20-25% del ácido. Y, encima, no está autorizado como fitosanitario.
Y puede ocurrir, como ha pasado en ciudades como Sevilla que, tras el postureo, el experimento salga un poco chusco porque los vecinos en general y, particularmente, los de la zona próxima al Ayuntamiento donostiarra, cuyas casas valen un potosí, no estén muy de acuerdo ni con la estética de situaciones como la que se ve en la foto (clicando sobre ella se ve más grande) ni con que la aducida promoción de la biodiversidad resulte en que esos alcorques, tan sostenibles ellos, se llenen de cierta "fauna" que haya que eliminar con productos químicos más peligrosos que el propio glifosato.
Soy de los convencidos de que el glifosato tiene los días contados en la UE. Hace unos días se ha hecho público que Bayer va a dejar de vender Roundup en EEUU para usos residenciales, aunque no para la agricultura basada en variedades transgénicas resistentes al glifosato que allí se cultivan (en la UE no se cultiva ninguna planta transgénica resistente al glifosato, aunque se importan y consumen). Dice el CEO de la multinacional que es una medida "orientada exclusivamente a gestionar el riesgo de litigios y no a problemas de seguridad". Y veremos lo que pasa en la UE. En cualquier caso, si la decisión es no prorrogar el uso del glifosato será más una decisión política que basada en evidencias concluyentes.
Y algún otro herbicida se llevará el gato al agua para controlar malas hierbas y malezas que, tarde o temprano, se acumularán en los "miles y miles de alcorques" que la concejala reconoce que hay en Donosti. Porque lo que es casi seguro es que usar vinagre, quemarlas a soplete o incrementar la plantilla municipal de jardineros para quitarlas a mano son soluciones que tienen un recorrido corto. Como ha pasado en otras ciudades, suele bastar con un cambio del equipo de gobierno y a otra cosa mariposa (lo más discretamente que se pueda).
5 comentarios:
Gracias por tan interesante artículo. No sé si has oído hablar de un muy reciente estudio (de 11 mil páginas) publicado por la unión europea en Junio de 2021 y con revisión por pares, que concluye que el glifosato no produce cáncer. Lo he leído en:
https://www.acsh.org/news/2021/06/17/glyphosate-doesnt-cause-cancer-new-eu-report-confirms-what-we-already-knew-15612
Saludos.
Gracias Albert. La revisión de 11000 paginas que mencionas no está aún disponible para el gran público. En el artículo cuyo enlace me mandas, parece haber otro enlace a esa revisión, pero lo que aparece al picar en él es un pdf de 9 páginas donde, ciertamente, están las conclusiones que se citan en el artículo que nos has enviado. Pero prefiero esperar a las conclusiones finales de la EFSA y la ECHa que serán concluyentes para que el glifosato pueda seguir siendo utilizado después de 2022 cuando se acaba la autorización actual. En cualquier caso, las conclusiones que parecen desprenderse de lo que nos has enviado confirman lo que otros estudios previos habían concluido: el glifosato es básicamente seguro para el público en general.
Es un artículo repite argumentos ya refutados. Ciertamente el glifosato se encuentra en la misma clasificación que actividades como cortar el pelo y bebidas calientes, lo que Mulet no te dice es que esa clasificación es para actividades que también son proclives a usar químicos cancerígenos.
El informe EFSA es muy sesgado, y se ha demostrado que plagió párrafos completos de otro informe de Monsanto. EFSA no es ya una organización independiente, hay mucha documentación al respecto de que fue corrompids para favorecer los intereses de Monsanto y otras.
En cuanto a la persona que comenta del nuevo informe, no te dice que ese se basa en estudios caducos con muchas fallas metodológicas, la mayoría financiados por Monsanto e incluso algunos de esos cuando son analizados nuevamente demuestran que el glifosato es cancerígeno. American Council on Science on Health es el equivalente del Círculo Escéptico, un lobby sin ningún escrúpulo en difundir y lavar la agenda de los pesticidas. Hay mucho sobre ello como el contubernio de Círculo Escéptico y la fundación Antama de la cual Rosa Porcel tendrá mucho que decir.
Gracias Ooo.
De nada.
El análisis de los artículos de la revisión de 11000 páginas:
https://www.global2000.at/sites/global/files/Analyse-Glyphosat-Studien.pdf
Y lo que no te dice Mulet ni Rosa por si quereís echarle un vistazo de que no son de páginas conspiranoicas, sino que es una de las pocas conspiraciones reales bien documentadas por periodistas y literatura científica:
https://www.sciencedirect.com/science/article/abs/pii/S0048733321000925
https://www.huffpost.com/entry/monsantos-spies_n_5d7ba20de4b03b5fc88233c4?ri18n=true
https://theintercept.com/2021/07/02/epa-chemical-safety-corruption-whistleblowers/
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