Tamarindos a la ñoñostiarra
Los que no sois de Donosti igual me colgais de los pulgares por esta entrada pero la vida es un pelín compleja y, a veces, a uno le salta la chispa creadora por las casualidades más insospechadas. Andaba yo revisando ayer la última alerta que me ha llegado del Journal of Materials Chemistry y, mira por donde y sin quererlo, me encuentro con un artículo de unos suecos con un título atractivo en mi doble condición de donostiarra y polimérico: "Tamarind seed xyloglucan- a thermostable high-performance biopolymer from non-feedstock".
Todos los que conoceis el "incomparable marco" de la ciudad que acoge al Búho, habreis visto esos árboles atormentados que pueblan los paseos que rodean nuestras playas y aledaños. En este pueblo, casi todo el mundo se refiere a ellos como los tamarindos de La Concha, de Ondarreta o del paseo que lleva al Palacio de Miramar. Pero todos los que ya acumulais calendarios recordareis también una canción que se titulaba Pulpa de Tamarindo. Y en los "tamarindos" donostiarras, de pulpa derivada de un fruto como el que se en el vídeo, nada de nada. En nuestros "tamarindos" lo más que sale, si pueden aguantar el Noroeste, son unas hojas verdes de características algo parecidas a las de las coníferas.
Y eso es así porque los mencionados arbolitos no son tamarindos, sino tamarices. Unos y otros tienen tanto que ver como un vasco con un cubano. Casi nada. El asunto ya fue objeto de polémicas hace más de 50 años, como lo prueba el hecho de que, en 1956, la revista Munibe de la Sociedad de Ciencias Aranzadi publicara un artículo titulado «Tamarindo, no; tamariz, tarisco, taray». Pero, décadas más tarde, y pese al empeño más o menos cíclico de la clase científica, en San Sebastián al tamariz se le sigue bautizando como tamarindo.
Para liar más el asunto está la sempiterna pelea que tenemos con los vizcaínos sobre cómo llamar a las cosas y que afecta a términos como txangurro y centollo, txipirón y jibión, carraquela y bígaro. Pues bien, en lo más granado de Getxo hay un afamado Restaurante que siempre se ha llamado Los Tamarises. De donde intuyo que, en esa zona, también próxima al mar, al tamariz lo han bautizado como tamaris, desde luego bastante más certero que el tamarindo de los ñoñostiarras (y admito lo anterior sin que sirva de precedente y a regañadientes, que ya se sabe que al enemigo ni agua).
Volviendo al tropical tamarindo y al artículo que me ha dado pie a esta disputa vecinal, resulta que además de la pulpa de la canción contiene multitud de semillas coriáceas, el 60% de las cuales están constituidas por una hemicelulosa denominada xiloglucano. No es cuestión de explicar mucho el artículo y asustar a los que no han hecho de la Química su pasión vital, pero básicamente se trata de un biopolímero, obtenido de una fuente renovable como el tamarindo y que no tiene las repercusiones laterales que tiene, por ejemplo, el emplear maiz para obtener otros biopolímeros como el almidón o el poliácido láctico y tratar de sustituir asi a los polímeros que obtenemos a partir del petróleo. Ya se sabe que ese intento casi acaba en una nueva revolución de los mejicanos que intuyeron que el maiz se les iba a otros usos y que, consiguientemente, se quedaban sin sus tortitas o se veían pagándolas a un precio digno de Arzak.
El artículo muestra que el mencionado biopolímero tiene unas propiedades mucho más interesantes que el propio almidón (o su principal componente, la amilosa). Tiene mejores propiedades mecánicas, se disuelve perfectamente en agua, forma filmes transparentes y aguanta mucho mejor la temperatura que su competidor almidonado. Los autores terminan el artículo proponiéndolo como una interesante alternativa a otros biopolímeros derivados de vegetales comestibles y que, en muchos casos, son los escasos nutrientes disponibles para mucha gente.
Todos los que conoceis el "incomparable marco" de la ciudad que acoge al Búho, habreis visto esos árboles atormentados que pueblan los paseos que rodean nuestras playas y aledaños. En este pueblo, casi todo el mundo se refiere a ellos como los tamarindos de La Concha, de Ondarreta o del paseo que lleva al Palacio de Miramar. Pero todos los que ya acumulais calendarios recordareis también una canción que se titulaba Pulpa de Tamarindo. Y en los "tamarindos" donostiarras, de pulpa derivada de un fruto como el que se en el vídeo, nada de nada. En nuestros "tamarindos" lo más que sale, si pueden aguantar el Noroeste, son unas hojas verdes de características algo parecidas a las de las coníferas.
Y eso es así porque los mencionados arbolitos no son tamarindos, sino tamarices. Unos y otros tienen tanto que ver como un vasco con un cubano. Casi nada. El asunto ya fue objeto de polémicas hace más de 50 años, como lo prueba el hecho de que, en 1956, la revista Munibe de la Sociedad de Ciencias Aranzadi publicara un artículo titulado «Tamarindo, no; tamariz, tarisco, taray». Pero, décadas más tarde, y pese al empeño más o menos cíclico de la clase científica, en San Sebastián al tamariz se le sigue bautizando como tamarindo.
Para liar más el asunto está la sempiterna pelea que tenemos con los vizcaínos sobre cómo llamar a las cosas y que afecta a términos como txangurro y centollo, txipirón y jibión, carraquela y bígaro. Pues bien, en lo más granado de Getxo hay un afamado Restaurante que siempre se ha llamado Los Tamarises. De donde intuyo que, en esa zona, también próxima al mar, al tamariz lo han bautizado como tamaris, desde luego bastante más certero que el tamarindo de los ñoñostiarras (y admito lo anterior sin que sirva de precedente y a regañadientes, que ya se sabe que al enemigo ni agua).
Volviendo al tropical tamarindo y al artículo que me ha dado pie a esta disputa vecinal, resulta que además de la pulpa de la canción contiene multitud de semillas coriáceas, el 60% de las cuales están constituidas por una hemicelulosa denominada xiloglucano. No es cuestión de explicar mucho el artículo y asustar a los que no han hecho de la Química su pasión vital, pero básicamente se trata de un biopolímero, obtenido de una fuente renovable como el tamarindo y que no tiene las repercusiones laterales que tiene, por ejemplo, el emplear maiz para obtener otros biopolímeros como el almidón o el poliácido láctico y tratar de sustituir asi a los polímeros que obtenemos a partir del petróleo. Ya se sabe que ese intento casi acaba en una nueva revolución de los mejicanos que intuyeron que el maiz se les iba a otros usos y que, consiguientemente, se quedaban sin sus tortitas o se veían pagándolas a un precio digno de Arzak.
El artículo muestra que el mencionado biopolímero tiene unas propiedades mucho más interesantes que el propio almidón (o su principal componente, la amilosa). Tiene mejores propiedades mecánicas, se disuelve perfectamente en agua, forma filmes transparentes y aguanta mucho mejor la temperatura que su competidor almidonado. Los autores terminan el artículo proponiéndolo como una interesante alternativa a otros biopolímeros derivados de vegetales comestibles y que, en muchos casos, son los escasos nutrientes disponibles para mucha gente.
2 comentarios:
Buenos días, Búho. Con algo de retraso quiero añadir un comentario al tuyo sobre los tamarices (que no tamarindos) de tu ciudad, que te han obligado a dar agua (salada) a los del pueblo de al lado.
Mi comentario es realmente una duda: si las semillas de los verdaderos tamarindos y la pulpa del de la canción son las mismas que Moisés consiguió como alimento para los israelitas, con el nombre de “maná”, en su travesía por el desierto.
Hola colega. Pues no se resolver tu duda. De Historia de las religiones siempre he sido un ignorante.
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