Adhesivos poliméricos y activistas climáticos
En los últimos meses, son ya habituales en la prensa las noticias relacionadas con acciones de activistas contra el cambio climático que se pegan a conocidas obras de arte exhibidas en museos importantes, a entradas de edificios de bancos y compañías petrolíferas o, incluso, al pavimento de vías urbanas. Esta pasada semana, por ejemplo, se han dado un par de incidentes en Alemania con activistas de una organización denominada Letzte Generation (en castellano Última Generación) que interrumpieron el tráfico rodado como forma de exteriorizar sus ideas. Esta entrada no pretende entrar a valorar ese tipo de actitudes, aunque los comentarios están abiertos a quien quiera hacerlo. Solo quiero utilizarlas como excusa para ilustraros, bien es cierto que con alguna dificultad, sobre los polímeros supuestamente empleados en esas protestas. Que es en lo que me siento cómodo.
Las acciones en los museos comenzaron a ser evidentes el pasado verano de la mano de la organización Just Stop Oil, con base en Gran Bretaña, cuyos activistas pegaron sus manos a pinturas de Van Gogh, Constable o Turner en museos de Londres, Glasgow o Manchester. Otro pegó su cabeza al famoso cuadro de Vermeer "La joven de la perla" en el museo Mauritshuis de La Haya. En estos y otros casos, parece que el adhesivo utilizado ha sido el conocido SuperGlue, ya que así se lo ha reconocido recientemente la propia organización a la revista Slate.
Sobre el Superglue ya hemos hablado alguna vez en este Blog. El pequeño tubo que compramos contiene un compuesto químico en estado líquido denominado cianoacrilato que, en presencia de la humedad del aire, empieza a polimerizar rápidamente hasta formar un capa sólida entre las superficies que pretendamos adherir. La rapidez del proceso es tal que, si algo del producto nos queda entre los dedos y los juntamos, la propia humedad que tienen estos hace que el proceso se produzca igualmente, con lo que los dedos quedan firmemente unidos y tratar de separarlos drásticamente puede hacer que nos llevemos la piel. Pero, como es obvio, es un adhesivo muy interesante para este tipo de acciones que necesitan de una cierta rapidez, para que todo esté unido y bien unido antes de que llegue la poli a tratar de solventar el marrón.
Hay algunos métodos para deshacer esa potente adhesión. Por ejemplo, usar acetona, como la contenida en un quitaesmaltes de uñas. La acetona disuelve al polímero formado por el cianoacrilato y si se tiene la suficiente paciencia como para ir moviendo suavemente los dedos encolados mientras se aplica un paño con acetona en la zona adherida, la adhesión se irá debilitando y los dedos se separarán. Otros trucos implican el uso de aceite, agua con jabón o disolventes más especiales. En algunas protestas, los activistas se pegaron a las pantallas con las que se suelen proteger cuadros valiosos. Esas pantallas están hechas de polimetacrilato de metilo, un polímero transparente como el vidrio. En ese caso, la acción de la acetona es también interesante porque no sólo disuelve al adhesivo sino también al propio polímero protector por lo que la separación se puede llevar a cabo con una cierta facilidad. El protector, sin embargo, resulta dañado y habrá habido que cambiarlo pero parece que los cuadros no han sufrido deterioro alguno.
Algo más complicado de entender parece lo que ha ocurrido con las dos acciones de los activistas de Letzte Generation que mencionaba arriba. He rebuscado en páginas alemanas (cuyo idioma no controlo) que dan la noticia, gracias a la posibilidad de traducirlas en los navegadores modernos. Pero no he encontrado de forma concluyente la naturaleza química de los adhesivos empleados. Algún medio español habla de que fue también SuperGlue, mezclado con arena, el adhesivo que empleó el activista Raul Semmler, el pasado fin de semana, para pegarse a una carretera cerca de Mainz e interrumpir así el tráfico. Lo de la arena podría ser una forma de implicar a toda la mano, y no solo a la palma, en la adhesión. Lo que es evidente es que al activista se le fue la mano (y nunca mejor dicho) en la cantidad de adhesivo empleada, pegándose de tal forma al asfalto que hubo que arrancar, a base de un taladro, un trozo de este, con mano incluida, como forma de reanudar el tráfico ante la imposibilidad de hacerlo de otra manera. La mano quedó tal y como se ve en la foto que ilustra esta entrada y la eliminación del adhesivo, hasta dejarle a Raul su mano en condiciones, ha tenido que ser un proceso largo y, probablemente, muy molesto.
En el otro incidente, activistas de la misma organización, embutidos en trajes de neopreno, trataron de pegarse sentados a una calle de Munich tras rociarse con un líquido blanquecino. Pero el intento resultó un fiasco y debieron quedarse sin habla al comprobar que el pegamento no solo no les adhería al suelo sino que, por el contrario, facilitaba que la policía los arrastrase fuera de la calle. Algunos medios han especulado con que los activistas no tuvieran en cuenta el que las temperaturas en el momento de la acción estaban bajo cero y, por ello, el adhesivo no funcionó. Es difícil saberlo pero visto lo que se ve en las fotos y si se me permite lanzar una hipótesis, yo diría que usaron un adhesivo a base de una resina epoxi.
El adhesivo tipo epoxi más conocido es el que durante años se ha vendido en cualquier ferretería bajo la marca Araldit. Se presenta en dos tubos (bicomponente), uno con la resina epoxi propiamente dicha, un polímero de cadenas cortitas, y otro con agentes que van a provocar su endurecimiento (o curado) cuando el contenido de ambos tubos se mezcla. Ese curado implica que las cadenas de la epoxi se van uniendo entre ellas, lo que provoca el citado endurecimiento, que tiene además como consecuencia el que el material final es insoluble en disolventes orgánicos y si tratamos de calentarlo para que se ablande tampoco lo conseguimos y, como mucho, la resina curada se carbonizará si se alcanzan temperaturas elevadas.
Pero a nivel industrial se venden resinas epoxi que ya llevan el agente de curado incorporado (monocomponente. Para que no solidifique enseguida y se pueda distribuir comercialmente, el agente de curado está elegido adecuadamente y solo hace su papel después de un tiempo largo (horas) tras su aplicación, tiempo que, además, es más o menos largo dependiendo de la temperatura a la que está la superficie sobre la que se aplica. Y aventuro que ese es el tipo de adhesivo que los activistas pensaron usar pero que la baja temperatura de las calles de Munich hizo que el proceso de curado no tuviera ni visos de empezar antes de que llegara la poli. Y como lo que se habían rociado era una cosa pringosa y resbaladiza, ello facilitó la labor policial. Supongo, por otro lado, que aparte de protección contra el frío reinante, el traje de neopreno era una forma de asegurarse el que, si la cosa hubiera funcionado, no los tuvieran que arrancar con taladro como a su colega. Bastaría con quitárselo y punto.
No deja de tener su gracia que el científico que estudió, ya en el siglo XIX, la relación entre la temperatura y la velocidad a la que un proceso químico ocurre, no fue otro que Svante Arrhenius, el mismo que, como ya conté aquí, fue el primero en cuantificar en 1896 el efecto que tiene en el calentamiento de la Tierra el duplicar la concentración de CO2 en la atmósfera.
Las acciones en los museos comenzaron a ser evidentes el pasado verano de la mano de la organización Just Stop Oil, con base en Gran Bretaña, cuyos activistas pegaron sus manos a pinturas de Van Gogh, Constable o Turner en museos de Londres, Glasgow o Manchester. Otro pegó su cabeza al famoso cuadro de Vermeer "La joven de la perla" en el museo Mauritshuis de La Haya. En estos y otros casos, parece que el adhesivo utilizado ha sido el conocido SuperGlue, ya que así se lo ha reconocido recientemente la propia organización a la revista Slate.
Sobre el Superglue ya hemos hablado alguna vez en este Blog. El pequeño tubo que compramos contiene un compuesto químico en estado líquido denominado cianoacrilato que, en presencia de la humedad del aire, empieza a polimerizar rápidamente hasta formar un capa sólida entre las superficies que pretendamos adherir. La rapidez del proceso es tal que, si algo del producto nos queda entre los dedos y los juntamos, la propia humedad que tienen estos hace que el proceso se produzca igualmente, con lo que los dedos quedan firmemente unidos y tratar de separarlos drásticamente puede hacer que nos llevemos la piel. Pero, como es obvio, es un adhesivo muy interesante para este tipo de acciones que necesitan de una cierta rapidez, para que todo esté unido y bien unido antes de que llegue la poli a tratar de solventar el marrón.
Hay algunos métodos para deshacer esa potente adhesión. Por ejemplo, usar acetona, como la contenida en un quitaesmaltes de uñas. La acetona disuelve al polímero formado por el cianoacrilato y si se tiene la suficiente paciencia como para ir moviendo suavemente los dedos encolados mientras se aplica un paño con acetona en la zona adherida, la adhesión se irá debilitando y los dedos se separarán. Otros trucos implican el uso de aceite, agua con jabón o disolventes más especiales. En algunas protestas, los activistas se pegaron a las pantallas con las que se suelen proteger cuadros valiosos. Esas pantallas están hechas de polimetacrilato de metilo, un polímero transparente como el vidrio. En ese caso, la acción de la acetona es también interesante porque no sólo disuelve al adhesivo sino también al propio polímero protector por lo que la separación se puede llevar a cabo con una cierta facilidad. El protector, sin embargo, resulta dañado y habrá habido que cambiarlo pero parece que los cuadros no han sufrido deterioro alguno.
Algo más complicado de entender parece lo que ha ocurrido con las dos acciones de los activistas de Letzte Generation que mencionaba arriba. He rebuscado en páginas alemanas (cuyo idioma no controlo) que dan la noticia, gracias a la posibilidad de traducirlas en los navegadores modernos. Pero no he encontrado de forma concluyente la naturaleza química de los adhesivos empleados. Algún medio español habla de que fue también SuperGlue, mezclado con arena, el adhesivo que empleó el activista Raul Semmler, el pasado fin de semana, para pegarse a una carretera cerca de Mainz e interrumpir así el tráfico. Lo de la arena podría ser una forma de implicar a toda la mano, y no solo a la palma, en la adhesión. Lo que es evidente es que al activista se le fue la mano (y nunca mejor dicho) en la cantidad de adhesivo empleada, pegándose de tal forma al asfalto que hubo que arrancar, a base de un taladro, un trozo de este, con mano incluida, como forma de reanudar el tráfico ante la imposibilidad de hacerlo de otra manera. La mano quedó tal y como se ve en la foto que ilustra esta entrada y la eliminación del adhesivo, hasta dejarle a Raul su mano en condiciones, ha tenido que ser un proceso largo y, probablemente, muy molesto.
En el otro incidente, activistas de la misma organización, embutidos en trajes de neopreno, trataron de pegarse sentados a una calle de Munich tras rociarse con un líquido blanquecino. Pero el intento resultó un fiasco y debieron quedarse sin habla al comprobar que el pegamento no solo no les adhería al suelo sino que, por el contrario, facilitaba que la policía los arrastrase fuera de la calle. Algunos medios han especulado con que los activistas no tuvieran en cuenta el que las temperaturas en el momento de la acción estaban bajo cero y, por ello, el adhesivo no funcionó. Es difícil saberlo pero visto lo que se ve en las fotos y si se me permite lanzar una hipótesis, yo diría que usaron un adhesivo a base de una resina epoxi.
El adhesivo tipo epoxi más conocido es el que durante años se ha vendido en cualquier ferretería bajo la marca Araldit. Se presenta en dos tubos (bicomponente), uno con la resina epoxi propiamente dicha, un polímero de cadenas cortitas, y otro con agentes que van a provocar su endurecimiento (o curado) cuando el contenido de ambos tubos se mezcla. Ese curado implica que las cadenas de la epoxi se van uniendo entre ellas, lo que provoca el citado endurecimiento, que tiene además como consecuencia el que el material final es insoluble en disolventes orgánicos y si tratamos de calentarlo para que se ablande tampoco lo conseguimos y, como mucho, la resina curada se carbonizará si se alcanzan temperaturas elevadas.
Pero a nivel industrial se venden resinas epoxi que ya llevan el agente de curado incorporado (monocomponente. Para que no solidifique enseguida y se pueda distribuir comercialmente, el agente de curado está elegido adecuadamente y solo hace su papel después de un tiempo largo (horas) tras su aplicación, tiempo que, además, es más o menos largo dependiendo de la temperatura a la que está la superficie sobre la que se aplica. Y aventuro que ese es el tipo de adhesivo que los activistas pensaron usar pero que la baja temperatura de las calles de Munich hizo que el proceso de curado no tuviera ni visos de empezar antes de que llegara la poli. Y como lo que se habían rociado era una cosa pringosa y resbaladiza, ello facilitó la labor policial. Supongo, por otro lado, que aparte de protección contra el frío reinante, el traje de neopreno era una forma de asegurarse el que, si la cosa hubiera funcionado, no los tuvieran que arrancar con taladro como a su colega. Bastaría con quitárselo y punto.
No deja de tener su gracia que el científico que estudió, ya en el siglo XIX, la relación entre la temperatura y la velocidad a la que un proceso químico ocurre, no fue otro que Svante Arrhenius, el mismo que, como ya conté aquí, fue el primero en cuantificar en 1896 el efecto que tiene en el calentamiento de la Tierra el duplicar la concentración de CO2 en la atmósfera.
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