De uñas
Y lo digo en primer lugar por el cabreo que tengo. Me he venido hasta Los Belones, en Murcia, como el año pasado, a darle a la bola. Igual que el año pasado el tiempo acompaña, pero sin pasarse. Ayer pudimos jugar con un día agradable y nuboso, pero hoy no hemos llegado más allá del hoyo 9. Se ha puesto a llover como si estuviéramos en Donosti. Mañana parece que hará buen día, aunque el día 6, nuestro última posibilidad de jugar, no parece claro qué se le ocurrirá hacer a una maldita borrasca que anda paseándose por el Mediterráneo de manera errática (como todas las borrascas). Dice la comadrona que soy un gruñón, que no puedo esperar que en pleno enero haga días primaverales al 100%. Y mientras tanto, como si no le importara nada el que llueva o nieve, se pinta las uñas con dedicada profesionalidad.
No he entrado en el análisis riguroso de lo que se pone en las uñas, porque dado el número de botellitas que atesora para esos menesteres, mis colegas que le dan al análisis de polímeros emplearían demasiado de su precioso tiempo con mis pretensiones. Pero seguro que, en muchos de ellos, hay un derivado de la celulosa denominado nitrocelulosa (o nitrato de celulosa), un polímero del que ya hablé en su momento en una entrada anterior. Además de los diversos usos allí resumidos (explosivos, celuloide, coloidón, etc), a partir de los años 20 del siglo pasado, la nitrocelulosa se empezó a utilizar para elaborar barnices para pintar automóviles, gracias a los esfuerzos, como casi siempre en aquellos años, de los químicos poliméricos de la DuPont. Ellos consiguieron que, durante esa década, todos los coches fabricados por la General Motors se pintaran con pinturas a base de nitrocelulosa.
Casi al mismo tiempo se producen las primeras patentes de formulaciones a base del mismo polímero como lacas de uñas. Desde entonces, no ha cambiado mucho el asunto. Además de un polímero base que, en muchos casos, sigue siendo la nitrocelulosa, el botecito que ahora maneja mi compañera de habitación lleva también resinas de tosilamida y formaldehído que mejoran la adhesión de la nitrocelulosa a la uña. Llevan también un plastificante como el alcanfor, pigmentos y espesantes que aseguran la estabilidad de la mezcla, estabilizantes contra la luz como la benzofenona. Todo ello disuelto en acetato de etilo o butilo, disolventes volátiles cuya labor es facilitar la aplicación de la laca para luego evaporarse en un corto período de tiempo, dejando sobre la uña la capa decorativa.
Pero el desarrollo sostenible también ha llegado a las lacas de uñas. Ya hace unos cuantos años, las marcas más conocidas tuvieron que cambiar ciertas formulaciones que empleaban ftalatos como plastificantes. Lo mismo que a mi amigo fabricante de balones en Villlatuerta, la legislación les obligó eliminar de sus productos sustancias que, como el ftalato de butilo, era un clásico en muchas de esas formulaciones. Otras formulaciones tuvieron también que cambiarse al contener tolueno como disolvente.
Y el toque ecológico final lo dan marcas que como Acquarella que han desarrollado lacas de uñas cuyo disolvente (mejor diríamos medio dispersante) es simplemente agua. Para ello ha sido necesario cambiar el polímero base y nuestra nitrocelulosa se ha retirado a sus cuarteles de invierno en beneficio de copolímeros de acrilatos y estireno. Estas nuevas formulaciones contienen otros productos que se siguen vendiendo como “verdes” en la propaganda de la casa y que sería interesante conocer, cosa que no ayuda la marca fabricante en sus informaciones. Pero mi comadrona es muy clásica y no parece interesada en comprar productos de Acquarella. Así que voy a tener que dedicarme a buscar un botecito de la compañía de marras para destripar su contenido.
Y lo dejo, que parece que en estas tierras murcianas escampa. Y antes de que anochezca aún puedo dar una bolitas en el campo de prácticas. Y de paso echar un vistazo a cómo le dan una tribu de coreanas, nórdicas y demás nacionalidades que se han juntado aquí para tratar de conseguir una tarjeta que les deje jugar en el Circuito europeo femenino.
No he entrado en el análisis riguroso de lo que se pone en las uñas, porque dado el número de botellitas que atesora para esos menesteres, mis colegas que le dan al análisis de polímeros emplearían demasiado de su precioso tiempo con mis pretensiones. Pero seguro que, en muchos de ellos, hay un derivado de la celulosa denominado nitrocelulosa (o nitrato de celulosa), un polímero del que ya hablé en su momento en una entrada anterior. Además de los diversos usos allí resumidos (explosivos, celuloide, coloidón, etc), a partir de los años 20 del siglo pasado, la nitrocelulosa se empezó a utilizar para elaborar barnices para pintar automóviles, gracias a los esfuerzos, como casi siempre en aquellos años, de los químicos poliméricos de la DuPont. Ellos consiguieron que, durante esa década, todos los coches fabricados por la General Motors se pintaran con pinturas a base de nitrocelulosa.
Casi al mismo tiempo se producen las primeras patentes de formulaciones a base del mismo polímero como lacas de uñas. Desde entonces, no ha cambiado mucho el asunto. Además de un polímero base que, en muchos casos, sigue siendo la nitrocelulosa, el botecito que ahora maneja mi compañera de habitación lleva también resinas de tosilamida y formaldehído que mejoran la adhesión de la nitrocelulosa a la uña. Llevan también un plastificante como el alcanfor, pigmentos y espesantes que aseguran la estabilidad de la mezcla, estabilizantes contra la luz como la benzofenona. Todo ello disuelto en acetato de etilo o butilo, disolventes volátiles cuya labor es facilitar la aplicación de la laca para luego evaporarse en un corto período de tiempo, dejando sobre la uña la capa decorativa.
Pero el desarrollo sostenible también ha llegado a las lacas de uñas. Ya hace unos cuantos años, las marcas más conocidas tuvieron que cambiar ciertas formulaciones que empleaban ftalatos como plastificantes. Lo mismo que a mi amigo fabricante de balones en Villlatuerta, la legislación les obligó eliminar de sus productos sustancias que, como el ftalato de butilo, era un clásico en muchas de esas formulaciones. Otras formulaciones tuvieron también que cambiarse al contener tolueno como disolvente.
Y el toque ecológico final lo dan marcas que como Acquarella que han desarrollado lacas de uñas cuyo disolvente (mejor diríamos medio dispersante) es simplemente agua. Para ello ha sido necesario cambiar el polímero base y nuestra nitrocelulosa se ha retirado a sus cuarteles de invierno en beneficio de copolímeros de acrilatos y estireno. Estas nuevas formulaciones contienen otros productos que se siguen vendiendo como “verdes” en la propaganda de la casa y que sería interesante conocer, cosa que no ayuda la marca fabricante en sus informaciones. Pero mi comadrona es muy clásica y no parece interesada en comprar productos de Acquarella. Así que voy a tener que dedicarme a buscar un botecito de la compañía de marras para destripar su contenido.
Y lo dejo, que parece que en estas tierras murcianas escampa. Y antes de que anochezca aún puedo dar una bolitas en el campo de prácticas. Y de paso echar un vistazo a cómo le dan una tribu de coreanas, nórdicas y demás nacionalidades que se han juntado aquí para tratar de conseguir una tarjeta que les deje jugar en el Circuito europeo femenino.
2 comentarios:
á haya parado la lluvia, aunque cuando la luna crece, no se puede esperar otra cosa....
Te saludo desde mi verano, al otro lado del mundo.
Gracias Gabriela. Feliz Año para ti. Mañana vuelvo a mi casa donde me espera, casi seguro, una nevada. Pero vuelvo a mi bendita rutina.
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