jueves, 23 de febrero de 2023

La lavanda, los "químicos" y un diputado francés

El pasado 28 de diciembre, cuando yo andaba atareado colgando una entrada sobre Pío Baroja, el periódico La Tribuna de Toledo publicaba una noticia que me llamó mucho la atención pero que aún hoy, dos meses más tarde, me ha costado tiempo pensar en cómo darle acomodo en esta entrada. Decía el periódico, en su titular, que el sector de la lavanda aplaudía que no se tipificara como "químico" el aceite esencial de esa planta, aclarando que el mencionado aceite salía de la lista de otros similares en una nueva reglamentación europea, gracias a una enmienda de un eurodiputado francés, François-Xabier Bellamy, perteneciente al Partido Popular Europeo. Como casi todo lo que se decía en esa noticia es un dislate vamos a ir por partes.

Vamos a empezar por el asunto de bautizar como "químico" al aceite esencial de lavanda, un producto de la destilación de flores frescas de varias especies de espliego (Lavándula) que, según la especie de la que provenga, puede presentar aspecto incoloro, amarillo o verde amarillento y que tiene un aroma agradable y sabor amargo. Analizando su composición con ayuda de las modernas técnicas analíticas de las que disponemos los profesionales de la Química, podemos encontrar en ese aceite esencial casi un centenar de sustancias químicas diferentes como el linalol, el acetato de linalilo, el geraniol o la cumarina, por solo citar algunas que ya han tenido protagonismo en este Blog. Según el lenguaje habitual, sobre todo en medios quimiofóbicos, cada uno de ellos sería un "químico". Y el aceite esencial sería una mezcla de todos ellos.

Según la Real Academia de la Lengua, los términos químico o química, usados como sustantivos, se refieren a los "especialistas en Química". Y usado como adjetivo sería algo "perteneciente o relativo a la Química". Así que dado que, por ejemplo, el agua no es una especialista de la Química, no nos queda más remedio que llamarla sustancia química, producto químico o cualquier denominación en la que el término químico/a vaya como adjetivo. Es verdad que la FUNDEU, otra referencia actual del idioma castellano, contestó en su día a una pregunta que le hacía al respecto un ciudadano diciendo que "Aunque su extensión de uso sea probablemente influencia del inglés, esta sustantivación no es un proceso ajeno al español, pues es un caso similar a lácteo (producto), metalúrgica (industria) o farmacéutica (empresa)". Reconozco el papel de la FUNDEU y los argumentos que aquí emplea, pero este vuestro Búho, hoy por hoy, se resiste a la idea y se adhiere a la fuente oficial, la RAE.

Luego está el hecho que mucha gente parece no asumir y que no es otro que, en el mundo material en el que vivimos, no hay nada, nada, que no esté constituido por "químicos" o sustancias químicas. Hace casi un año, ese extraordinario divulgador científico que es Ignacio Crespo (@SdeStendhal en Twitter) se hacía eco en su periódico de un artículo que no tuvo gran repercusión en la prensa porque, tras la curiosa historia que os voy a contar, acabó publicado en una revista alemana (Chemie in Unsere Zeit) poco difundida. Ese artículo se había enviado previamente a la revista Nature, que no lo publicó merced a un inusual argumento. En el artículo se hacía una búsqueda entre los productos mas comunes que se comercializan como "sin sustancias químicas" y se comunicaban los resultados relativos a cuantos de ellos cumplían esa proclama. Como no había NINGUNO, el artículo, tras el título y las filiaciones de los autores, estaba en blanco. Nature, que no quiso publicar el artículo porque le parecía una broma, publicó, sin embargo, un trampantojo sobre el mismo en su Blog Thescepticalchymist.

Y vayamos ahora al asunto de la lista de la que, según La Tribuna de Toledo, salía el aceite esencial de lavanda. Se trata de la conocida con el acrónimo REACH, la abreviatura de un Reglamento europeo sobre Registro, Evaluación, Autorización y Restricción de las Sustancias y Mezclas Químicas, que entró en vigor el 1 de junio de 2007. En ese Registro, hoy por hoy, está el aceite esencial de lavanda, con un par de explícitos logos sobre su peligrosidad. Parece que ese Reglamento va a tener en breve una revisión y hacia ella es hacia la que se han dirigido los esfuerzos del eurodiputado francés arriba mencionado.

En este video, podéis ver y oír (si os arregláis con el idioma de Descartes) que el Sr. Diputado aboga porque determinadas sustancia químicas como el aceite esencial de lavanda o el plomo, empleado en las vidrieras de las catedrales europeas, tengan un tratamiento especial en el nuevo Reglamento sobre el REACH, como una forma de preservar bienes culturales europeos. Me dice una garganta profunda que tengo en el Parlamento europeo que, lo que el eurodiputado realmente ha conseguido, es introducir una enmienda en el artículo 49 sobre la aplicación de la Nueva Agenda Europea para la Cultura y de la Estrategia de la Unión Europea para las relaciones culturales internacionales, aprobada el 14 de diciembre de 2022 y que recoge sus pretensiones (podéis verla aquí). Enmienda aprobada por una cortísima mayoría (304 contra 302), votación en la que la actual mayoría en el Parlamento francés (la mayoría de Macron) votó en contra.

Y poco más, porque me dice mi contacto en el Parlamento europeo que el aceite esencial de lavanda no ha salido del REACH, ya que ni siquiera se ha iniciado el procedimiento legislativo pertinente. Y que ya veremos si sale, porque este tipo de informes tienen muy poco valor desde el punto de vista de lo que posteriormente colegislen el Parlamento Europeo y el Consejo de la Unión Europea. Así que toca esperar.

Por otro lado, si se saca de ahí al aceite esencial de lavanda, habrá que sacar también a otros aceites esenciales como el de rosa, jazmín, bergamota y decenas más. Todos tienen valor cultural y económico en sus respectivas regiones. Pero son, de nuevo, mezclas complejas de muchas sustancias químicas y, en general y en estado puro, peligrosas para la salud. Otra cosa es que se diluyan en alcohol para dar un perfume o un agua de colonia...

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martes, 14 de febrero de 2023

Cafelito con furanos

La pasada semana impartí una charla en los talleres que el Ayuntamiento de mi pueblo organiza bajo el nombre Programa +55. No es la primera vez que lo hago. Y me gusta que el recinto al que voy se llame Ernest Lluch. Los asistentes son gentes muy motivadas que, al final de las charlas, plantean todo tipo de inquietudes y preguntas. También pasó en esta ocasión a pesar de que el tema del que yo les hablé (las dioxinas, su historia, su toxicidad, sus emisiones en incineradoras)) no me parecía que pudiera ser muy sugerente. Craso error. Me hicieron preguntas interesantísimas y algunas de las respuestas que di en la sala las he ampliado posteriormente por vía interna. Pero una me la guardé para extenderme en esta entrada. Una mujer me dijo que había leído que las cápsulas de aluminio, tipo Nespresso, eran una fuente de furanos en el café con ellas preparado. Y voy a escribir aquí sobre lo que le contesté y también sobre lo que no le contesté, porque me pareció que, si lo hacía, iba a marear a la gente con un exceso de terminología química. Y el coordinador ya quería cerrar el evento.

Vayamos primero con lo del contenido en furanos del café. En setiembre de 2017, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) publicó una opinión científica sobre "los riesgos para la salud pública relacionados con la presencia de furano y metil furanos en alimentos". El documento tiene más de cien páginas pero para lo que aquí nos interesa, baste decir que hay suficiente evidencia científica de que, en principio, estas sustancias se forman durante procesos que conllevan el uso de altas temperaturas en el procesado de alimentos, como es el tostado del café o la preparación de los "potitos" para tiernos infantes. El caso del furano está mucho más documentado que el de los metil furanos (2-metil furano, 3-metil furano y 2,5 -dimetilfurano). Y así, por ejemplo, el furano figura en las listas del Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC) como carcinógeno tipo 2b, "probablemente cancerígeno para los humanos", en especial por sus efectos hepáticos.

Así que, de forma "natural", cualquier café tostado de los que nos venden tiene furano y metil furanos. La cantidad de ellos que pasa al líquido que nos bebemos depende del método con el que preparamos el brebaje. En 2011, por ejemplo, unos investigadores de la Universidad de Barcelona se centraron en evaluar exclusivamente la cantidad de furano en diferentes preparaciones de café y vieron que el café preparado a partir de las cápsulas daba lugar a contenidos en furano entre dos y cuatro veces superior al preparado en cafeteras de bar o dispositivos tipo mellita. El que menos tenía era el preparado con un café de sobre.

Pero el culpable (y esto es lo que conté a la mujer que me interrogó en la charla) no es el aluminio de las cápsulas sino el hecho de que, al estar éstas herméticamente cerradas, no permiten que el furano se vaya evaporando ni durante su almacenamiento ni durante el proceso de pasar el agua a través de los granos molidos. Y, por tanto, aparecen en mayor cantidad en el café final. Aunque, en cualquier caso, las cantidades de furano que podemos ingerir diariamente bebiendo café están muy por debajo de las ingestas diarias tolerables de ese compuesto, evaluadas por la agencias que velan por nuestra salud. Para contarlo más sencillamente, los investigadores catalanes estimaban que para pasarse de esa ingesta tolerable, tendríamos que beber unos 30 nespressos diarios.

Pero lo que no conté en la sala para no liarla es que esos furanos de los que habla el documento de la EFSA a propósito del café, no son los furanos de los que yo había hablado en mi charla sobre las dioxinas. Furanos son, pero otros. Bajo la denominación genérica de Dioxinas se suele agrupar (inadecuadamente) a 419 compuestos distintos, de los que 28 entrañan riesgos toxicológicos relevantes para los humanos.

Ahí, junto a las policlorodibenzo dioxinas (PCDDs) y los policloro bifenilos de comportamiento similar a las dioxinas (DL-PCBs), se encuentran los policloro dibenzo furanos (PCDFs). En todos ellos el término policloro alude al hecho de que pueden llevar en su molécula hasta diez átomos de cloro. Y son los que se emiten a la atmósfera en procesos de combustión de todo tipo (desde incineradoras a barbacoas), en procesos de blanqueo con cloro en papel y tejidos, en la fabricación de plaguicidas clorados, en procesos volcánicos, en la metalurgia o en los motores de combustión del tráfico rodado. Esos eran los furanos de mi charla.

Así que, resumiendo, hay furanos sin cloro (los del café) y furanos con cloro (los incluidos en ese vasto conjunto que llamamos dioxinas). Como en las mejores familias, un mismo apellido da lugar a muy variados especímenes.

Me voy a hacer un nespresso descafeinado que en Donosti sigue haciendo fresquito.

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