lunes, 30 de septiembre de 2019

Agua y campos de golf

Hace ya demasiado tiempo (nada menos que en marzo de 2007) publiqué en el Blog una entrada sobre el impacto ecológico de los campos de golf. Era una época en la que por toda España y, particularmente, en ciertas regiones y provincias mediterráneas, los campos de golf aparecían como setas, siempre acompañados de urbanizaciones, cada una de las cuales podía dar albergue a cientos de personas. Desde entonces, y tras la crisis económica, decenas de esos desarrollos se han quedado sin terminar o sin vender. Cuando releo la entrada, veo que la mayor parte de los argumentos se mantienen bien con el tiempo y no necesitan revisiones de relieve pero hete aquí que las circunstancias hacen que "necesite" escribir una nueva sobre el tema, por razones que vais a entender inmediatamente.

Esta entrada se la "debo" a una persona a la que no conozco de nada y que, recientemente, publicó en Twitter los dos tuits que veis en la cabecera (he borrado el nombre de la autora). Ya el primero y el texto que lo acompaña en el recuadro en blanco encendieron todas mis alarmas. Poco después llegó el segundo, que todavía era más "atractivo" en su conclusión: Los campos de golf en España consumen más agua que todos los españoles juntos. Así que investigué sobre la autora y descubrí que parece ser una buena seguidora y consumidora de la divulgación científica que se hace en España (se ha forrado a ver, por ejemplo, los vídeos de las intervenciones en el reciente Naukas Bilbao 2019). Pero aquí no ha usado buena información.

En su bio, y aparte de otros términos, se define como "ex-matemática" y, quizás, en ese abandono de las matemáticas debe estar el origen de lo mal que ha hecho las cuentas que han dado lugar a su dislate. En el que no habría incurrido si hubiera considerado seriamente el texto de la nota que aparece bajo su primer tuit, del que no cita la fuente y que os transcribo, porque creo que no se va a leer bien clicando en la figura que ilustra esta entrada. Dice allí que "el consumo de un campo de golf de 18 hoyos y 60 hectáreas es de 10.000 metros cúbicos por hectárea, es decir, 18 hectómetros cúbicos cada año". O sea, que quien haya escrito eso ha multiplicado el consumo de agua por hectárea por.... el numero de hoyos (!!!) y no por el de hectáreas, como correspondería. Además, 18 por 10.000 metros cúbicos son 180.000 metros cúbicos o, lo que es igual, 0,18 hectómetros cúbicos y no 18 (¡cien veces más!), como dice la nota.

Para refutar las conclusiones de sus tuits, me voy a basar, en primer lugar, en la información que recibo regularmente, y desde hace muchos años, de mis amigos Javier Ansorena y Domingo Merino, dos personas que, a partir de los años ochenta y tomando como referencia los usos y prácticas de la estación inglesa de Rothamsted, revolucionaron el agro guipuzcoano. Pero ambos han tenido otra pasión: los céspedes deportivos, ámbito en el que Domingo Merino, ya jubilado, sigue colaborando con clubes de fútbol y golf en el mantenimiento e innovación de sus cubiertas verdes. La entrada de 2007 era, en realidad, un condensado de las ideas de ambos amigos, plasmadas en un artículo que menciono abajo en primer lugar. También emplearé datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), de la Real Federación Española de Golf (RFEG) y de un informe que la consultora PwC España realizó para la empresa Acciona hace poco. Esas y otras fuentes aparecen más detalladas al final de la entrada.

El consumo de agua en España, según el estudio de PwC, ha oscilado en los últimos años en torno a los 35.000 hectómetros cúbicos anuales. El sector que más agua consume en España es la agricultura con un 67%, seguido de los grandes grupos industriales con un 19% y el 14% restante, esto es 4.900 hectómetros cúbicos anuales, se destina a diversos usos que podemos llamar urbanos.

Esos 4.900 hectómetros cúbicos anuales que corresponden al sector urbano se distribuyen, de nuevo según PwC, en una serie de subsectores. El llamado Hogares supone el 71% de ese consumo (3.480 hectómetros cúbicos). La pequeña industria y la construcción se llevan el 11%, los consumos municipales el 9%, las prácticas de corte agrícola en esos municipios un 1% y el 8% restante (392) es atribuible a Actividades y Servicios de tipo turístico, como gestión de Hoteles, Balnearios y, por supuesto, los alrededor de 420 campos de golf federados de diverso tamaño existentes en España, la mayor parte de ellos radicados en la Comunidad Valenciana, Murcia y Andalucía.

El consumo de agua de un campo de golf de 18 hoyos (que son la mayoría, aunque el segundo tuit parezca indicar lo contrario) es muy variable en función de muchos factores, como la pluviometría del lugar (no es lo mismo un campo en Almería que mi Basozábal en Donosti), del tipo de hierba que se haya plantado, de la extensión y gestión del campo, etc. Pero, creo haber llegado a unos valores medios razonables, usando las fuentes abajo citadas y las consideraciones que os enumero a continuación:

1. Un campo de golf se asienta en fincas de variado tamaño, dependiendo del entorno geográfico de cada campo y de que tenga 9, 18 o más hoyos. Garcia Ircio, en su libro abajo citado, establece un valor medio en torno a unas 45 hectáreas. Pero, para empezar, hay que dejar claro que, de ellas, solo se riegan, cuando es necesario, las áreas realmente de juego, es decir, las calles, por las que vamos avanzando desde la salida hasta el hoyo, y los greenes, territorios reducidos en los que se localiza el pequeño agujero en el que hay que meter la bolita.

2. Según puede verse en la reciente evaluación (2019) de la Real Federación Española de Golf (RFEG), cuyo enlace aparece abajo, los campos del Norte de España, como el mío, pueden utilizar entre 50.000 y 75.000 metros cúbicos de agua de riego por año, mientras que los de la España seca pueden llegar a 300.000 o más. Tirando por alto para favorecer las tesis de la tuitera, usaremos, como media de riego anual, esos 300.000 metros cúbicos o 0,3 hectómetros cúbicos. Con ese dato en la mano, podríamos estimar el consumo global por año de los campos de golf españoles en unos 126 hectómetros cúbicos (300.000 por 420 campos y dividido por un millón), un 0,36% de la totalidad de agua consumida anualmente en España por todos los sectores (agrícola, industria y urbano).

3. A la hora de comparar consumo de agua en campos de golf con consumo de agua potable en nuestras ciudades, la misma evaluación de la RFEG indica que más de la mitad del agua empleada para regar campos de golf, concretamente el 57%, es agua reciclada, obtenida a partir del tratamiento de aguas residuales y no apta para consumo humano. Así que el agua potable que los campos de golf emplearían se quedaría en unos 54 hectómetros cúbicos (el 43% de los 126 del párrafo anterior), un 0,15% total del consumo de agua en España y un 1,55% del agua consumida anualmente por los hogares españoles. Y esto sin tener en cuenta otras posibles fuentes de agua de riego de la que puedan disponer los campos, como el agua de lluvia que puedan recoger en los lagos artificiales, estratégicamente situados para incordiar al golfista, el agua de acuíferos propios, etc. Pero volvamos a dar números que favorezcan a la tuitera y estimemos que los campos de golf pudieran llegar a consumir hasta 54 hectómetros cúbicos de agua tan potable como la de nuestro grifo.

4. Según el Instituto Nacional de Estadística, un español medio consumía en 2018 en torno a los 137 litros diarios de agua. Lo que se traduce en unos 50.000 litros anuales (50 metros cúbicos). Así que para llegar a los 54 hectómetros cúbicos que puedan consumir TODOS los campos de golf españoles necesitamos una población de algo más del millón de habitantes. Es decir, la totalidad de los campos de golf NO consumen tanta agua como todos los españoles juntos, como dice el segundo tuit, sino que consumen el equivalente a un colectivo de UN millón de españoles. Y, desde luego, si habéis seguido mis cuentas, UN campo de golf NO consume más agua que todos los habitantes de Burgos, con una población en torno a los 180.000 habitantes. Necesitaríamos juntar el consumo de unos 80 campos de golf de 18 hoyos para igualar las cifras.

Terminaba yo la entrada de 2007 recomendando a mis lectores que se dieran una vuelta por campos de golf como los mencionados en ella (sin urbanizaciones adyacentes o, en su caso, pequeñas) o por la veintena de ellos que la Búha y este vuestro autor tenemos en un radio de una hora de coche al otro lado de la frontera con Francia. En casi todos los casos, y en otros de otras regiones, hay ejemplos de campos situados en entornos idílicos y sostenibles (algunos datan de principios del siglo XX), donde la naturaleza se preserva en toda su variedad y esplendor. Si alguno de los lectores de esta nueva entrada necesita información sobre dónde encontrar alguno cerca de su domicilio, no tiene más que preguntarlo. Y si la autora de los tuits se da una vuelta por Donosti estaré encantado en invitarle a comer y mostrarle mi campo.

Fuentes:

Javier Ansorena y Domingo Merino, Golf y desarrollo sostenible, Federación Vasca de Golf (2007). Enlace.

Césped deportivo. Diego J. Peñapareja, Domingo Merino y Javier Ansorena. Mundi-Prensa (2017) y comunicaciones privadas de D. Merino.

El swing del agua. Francisco J. Garcia Ircio. Federación de Golf de Castilla-La Mancha (2008).

Estadística sobre el Suministro y Saneamiento del Agua (2016). Instituto Nacional de Estadística. Noviembre de 2018. Enlace.

La gestión del agua en España. Análisis y Retos del Ciclo Urbano del agua. PwC (2018). Enlace.

El uso del agua en los campos de golf de España. Real Federación Española de Golf (2019).
Enlace.

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lunes, 23 de septiembre de 2019

Vapeando peligrosamente

En este Blog y desde 2008 ya hemos hablado varias veces sobre los cigarrillos electrónicos, en un intento de ir siguiendo la evolución de este producto emergente de interesante Química en su concepción. Cada vez que he publicado algo al respecto, he recibido serias críticas de fieles seguidores de este Blog, a los que quiero y respeto mucho. Para muestra la última entrada al respecto en 2014. Pero la cosa vuelve cíclicamente a mi escritorio y, esta pasada semana, he leído un artículo en Chemistry World, firmado por Rebecca Trager, excelente como siempre y que podéis leer aquí en su versión original. Y que creo que es bueno extender entre los que no sigáis a Chemistry World.

He explicado en otras ocasiones que los dispositivos que se comercializan contienen, básicamente, una disolución de nicotina en propilenglicol, disolución que se coloca en un cartucho que recuerda el filtro de un cigarro convencional. Ese cartucho, reemplazable, se rosca en el cuerpo principal del cigarrillo de pega. Cuando el fumador inhala, se activa un sensor que ordena que se caliente la disolución de nicotina en propilenglicol, que se vaporiza y acaba en el fumador. Lo del propilenglicol es uno de los trucos fundamentales del cigarrillo electrónico porque permite que su vapor se vea, reproduciendo así el humo de un cigarro normal, algo que no ocurre si en lugar de propilenglicol empleamos sólo agua (si funcionara solo con agua hubiera sido la bomba). Además de la nicotina, las marcas comerciales colocan en la disolución algunos saborizantes, en un intento de reproducir lo más fielmente posible el sabor de un cigarrillo convencional. Y aquí es donde empezaron los problemas desde el principio, como se puede ver en la entrada de 2014 arriba mencionada.

Pero, desde hace unos meses, ha surgido un problema más y serio. En un corto período de tiempo, las autoridades sanitarias americanas han detectado 380 casos de afecciones pulmonares severas y seis fallecimientos entre vapeadores (así se llama a los "fumadores" electrónicos) habituales. Los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDCs) y la propia Administración americana de Alimentos y Medicamentos (FDA) están trabajando en el asunto y parecen haber llegado a la conclusión de que un posible causante del problema es un suplemento nutricional que, químicamente, responde al nombre de acetato de tocoferilo o, lo que es lo mismo, acetato de vitamina E.

Explica Rebecca que, cuando las autoridades sanitarias comenzaron la investigación, el primer punto en común de muchas de las muestras investigadas, proporcionadas por los propios enfermos, contenían un componente psicoactivo del cannabis, el tetrahidrocannabiol al que, en un principio, se echaron las culpas. Pero ahora se sabe que muchos de los líquidos de vapeo que contenían ese cannabinoide también contenían acetato de vitamina E, que se comenzó a usar en esas mezclas como una forma de incrementar su viscosidad y facilitar así su empleo. Es lo que en otros ámbitos como la cosmética (y también en cocina) se conoce como un espesante.

Aunque el mencionado acetato es una sustancia que no parece tener efectos dañinos cuando se ingiere oralmente o se aplica en la piel, no se tienen muchos datos en lo relativo a sus efectos por inhalación. En el artículo de Chemistry World, un experto le cuenta a Rebecca que la temperatura de vaporización del acetato en cuestión está en el intervalo de las temperaturas que se alcanzan en los dispositivos de vapeo, con lo que puede llegar a los pulmones en forma gaseosa y depositarse posteriormente en ellos en forma líquida, provocando respuestas del sistema inmunológico y dando lugar a procesos inflamatorios que pueden ir a peor.

Parece ser también que la mayoría de estos líquidos con tetrahidrocannabiol están en mercados alternativos, mal controlados, de los líquidos de vapeo, ya que esa sustancia, aprobada para su uso recientemente en Canadá, no lo está en los EEUU. Llama la atención también que la alerta producida en EEUU no se haya reproducido en otros países como, por ejemplo, el Reino Unido. El artículo de Chemistry World achaca la diferencia a los mucho más estrictos controles que las autoridades inglesas tienen sobre todo lo que tiene que ver con los cigarrillos electrónicos.

Como consecuencia de toda esta problemática, el gobierno Trump manifestó hace pocas semanas su pretensión de prohibir los dispositivos de vapeo, algo a lo que se ha sumado el de India esta misma semana. Veremos en qué queda.

Mientras tanto, y como actualización posterior, no se pierdan el comentario de uno de mis antiguos estudiantes (y, sobre todo, amigo) que aparece debajo.

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