lunes, 18 de septiembre de 2023

Regulando la Homeopatía (Coda final)

Como ya expliqué en una entrada del mismo título, en julio del año pasado, la regulación de los productos homeopáticos en España, que vivía en un limbo legal desde 1994, empezó a desperezarse como consecuencia de una Directiva europea que data del año 2001. Aún y así, el Ministerio de Sanidad español se tomó nada menos que seis años para transponer esa Directiva al ámbito español, en el Real Decreto 1345/2007 que, como en la Directiva arriba mencionada, incluía una sección especial regulando el procedimiento de autorización, registro y condiciones de dispensación de los medicamentos homeopáticos.

El artículo 55 de ese Decreto establecía una singularidad para los productos homeopáticos de forma que, a la hora de autorizar su venta como medicamentos, habilitaba dos vías. Una, la habitual para cualquier medicamento con indicación terapéutica demostrada y dos, y aquí viene lo singular, un procedimiento simplificado, sólo para productos homeopáticos, para el que no se necesita demostrar su eficacia terapéutica.

El Gobierno español y otros países europeos que no tienen intereses económicos en estos preparados, trataron de eliminar esa vía singular con la oposición de otros, como Reino Unido, Francia o Alemania, que si los tienen. Hasta que, en 2018, estuvo claro que la batalla estaba perdida. Así que el Ministerio de Sanidad español instó a la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) a poner en marcha el citado procedimiento simplificado y, en abril de 2018, dicha Agencia habilitó un plazo para que los fabricantes de todos los productos homeopáticos que se vendían en las farmacias de España le comunicaran su intención de adecuarse a la Directiva europea y al Decreto español, diecisiete y once años después de sus respectivas promulgaciones.

Finalizado ese plazo, la AEMPS publicó, a finales de octubre de 2018, una resolución que daba cuenta de los productos homeopáticos que habían comunicado esa intención y fijó un calendario para que las empresas titulares solicitaran la correspondiente autorización de comercialización. Solo los productos homeopáticos que se encontraban en esa resolución, en una lista de más de dos mil preparaciones, podían seguirse comercializando hasta que la AEMPS evaluara la documentación y tomara una decisión que les autorizara a venderse como medicamentos homeopáticos, de acuerdo con la normativa que os he explicado arriba. Los que no comunicaron a la AEMPS su intención de adecuarse a la normativa no podían seguirse comercializando y los que estuvieran ya en las farmacias tendrían que ser retirados.

Desde ese octubre de 2018 la AEMPS mantiene una página web en la que se detallan los productos homeopáticos que han sido autorizados a venderse como medicamentos, así como los retirados del mercado, página que he ido consultando periódicamente, comprobando que en lo que respecta a la lista  de autorizados, ésta ha ido creciendo poco a poco. La última actualización que he visto de esa lista, antes de escribir estas líneas, data del 21 de diciembre de 2022 y contiene 1290 productos, aunque son muchos más porque de cada uno de ellos puede comercializarse diversas diluciones de un mismo principio genérico.

Desde que empecé a consultar esa página, he andado un poco mosqueado con una cuestión que , finalmente, parece que he resuelto y de ahí el origen de esta entrada. La AEMPS mantiene el llamado Centro de Información de Medicamentos (CIMA), una base de datos en la que los profesionales sanitarios y la ciudadanía pueden consultar diversos aspectos sobre los medicamentos autorizados por la AEMPS. Si en esa página se pica en el enlace denominado Buscador para profesionales sanitarios, cualquiera puede localizar medicamentos por el nombre comercial, el principio activo que contienen, la empresa que lo fabrica o el llamado Código Nacional, una especie de matrícula de cada medicamento.

Pues bien, en mis repetidos intentos de usar esa base de datos a la búsqueda de medicamentos homeopáticos, ha sido imposible encontrar en ella ninguno de los que aparecen en el listado de autorizados arriba mencionado. Durante este tiempo he trasladado esta aparente incongruencia tanto a farmacéuticos titulares de oficinas de Farmacia como a profesionales de Farmacia Hospitalaria. Y nadie me ha resuelto el enigma.

Así que el pasado día 5 de setiembre, dirigí un email a la AEMPS en el que literalmente les decía que, usando la web arriba mencionada, “en el apartado Lista de homeopáticos autorizados figuran 1290 productos, ¿por qué si hago uso del buscador para profesionales sanitarios de la página CIMA, no puedo localizar ninguno de ellos, ni siquiera ningún fabricante (por ejemplo BOIRON) de esos productos. ¿Estoy buscando mal?. ¿No es éste el lugar adecuado para este consulta?. Si es así, les ruego que me indiquen dónde trasladarla”.

Al día siguiente tenía la respuesta: "CIMA no recoge información sobre los medicamentos homeopáticos autorizados. Es por ello que al hacer consultas (mediante búsquedas sencillas o más complejas) en el buscador de CIMA, en ningún caso va a poder mostrarlos. La información sobre los medicamentos homeopáticos (tanto autorizados como rechazados) se encuentra recogida en el link de la página web de la AEMPS que vemos que Ud. ya maneja. Ahí figura la información relativa a los medicamentos autorizados en formato Excel para facilitar su manejo así como la ficha técnica y prospecto con la información técnica de cada uno de ellos". Y me aclararon que eso es así porque "desde la AEMPS se consideró oportuno mostrar toda la información de los medicamentos homeopáticos agrupada en una misma pestaña de la web para poder tener accesible en un mismo punto las acciones tomadas, medicamentos retirados, los medicamentos autorizados y su ficha técnica y prospecto".

Si visitáis la página de los autorizados podréis comprobar que, entrando tanto en la ficha técnica como en el prospecto aprobado para cada uno de los que aparecen en esa lista, en ambos sitios figura la frase "Medicamento homeopático sin indicación terapéutica aprobada (Directiva 2001/83/CE)". Es decir, lo uno (no aparecer en la base de datos) parece ser consecuencia de lo otro (no tener indicación terapéutica). Al menos para éste que os escribe porque, si hubieran seguido el procedimiento que siguen todos los medicamentos convencionales, aparecerían en el CIMA. Cosa que, como digo, no es el caso para ninguno de los 1290 preparados autorizados como medicamentos homeopáticos por la famosa vía singular o simplificada.

Resumiendo, un sinsentido. Así que parece que después de 22 años de la Directiva europea poco hemos conseguido. Porque, a pesar de estos contrasentidos, 1290 productos homeopáticos se venden como medicamentos aunque no hayan probado su eficacia terapéutica. Si a eso se le añade la reciente declaración de la OMS sobre la llamada Medicina Complementaria, fruto de presiones de países como China o India, puede parecer que hemos perdido la guerra.

O quizás no. Francia eliminó en enero de 2021 el llamado remboursement (o devolución del 30% del valor de los preparados homeopáticos comprados por particulares), lo que ocasionó un descenso importante de las ventas del gigante (francés) de la homeopatía, Boiron, del que aún no se ha repuesto. Sus acciones cayeron en Bolsa hasta este julio cuando, en una operación de pura ingeniería financiera, la familia Boiron, que detenta casi el 80% de las acciones, las reflotó. Pero es un lavado de cara que me dicen algunos entendidos que puede llevar consigo la salida de Bolsa de la empresa. Veremos, el 12 de octubre hay Junta de Accionistas.

Por otro lado, el intento de los colectivos homeopáticos de hacer públicos sus resultados a la manera de la ciencia convencional, han sufrido un par de reveses en los últimos años. En el ámbito español, la Revista Médica Homeopática, que publicaba Elsevier, se cerró en el último trimestre de 2017. Su equivalente en inglés, Homeopathy que, a su vez, tenía sus orígenes en el llamado British Homeopathic Journal, dejó también de publicarse bajo el logo Elsevier en 2018 pero, en este caso, se ha seguido publicando en el grupo editorial alemán Thieme.

Aunque, si hacemos caso al último informe del Journal Citation Reports (JCR), una publicación anual que evalúa el impacto y relevancia de las principales revistas científicas y tal y como se ve a la derecha, la difusión de Homeopathy es muy pequeña, su índice de impacto (1.7) pasa  a 0.5 si no se cuentan las autocitas (los autores se mencionan a si mismos en la bibliografía) y, además, en los últimos años ha caído al último cuartil (Q4) o grupo de las revistas menos valoradas, dentro de la categoría Integrative and Complementary Medicine, no precisamente una de las categorías más prestigiosas de las varias que agrupan a las revistas médicas. Podéis ampliar la imagen clicando en ella.

Y aquí se acaba la coda (agridulce) a la que alude el título.

Leer mas...

sábado, 2 de septiembre de 2023

Dos erupciones volcánicas con consecuencias dispares en el clima

En 1991, la erupción del volcán Pinatubo en las Filipinas inyectó en la atmósfera, entre otras muchas sustancias, unos seis millones de toneladas de dióxido de azufre que llegaron a la estratosfera (entre 10 y 50 km por encima de la superficie terrestre) y que, transformados en aerosoles de sulfato, impidieron la llegada de la luz del Sol a muchas regiones del planeta durante bastante tiempo. La temperatura global de la Tierra disminuyó en más de medio grado en los dos años subsiguientes a la erupción principal (hubo varias).

Pinatubo fue un “experimento” que confirmó que el calentamiento global producido desde mediados del siglo XIX hubiera sido más importante si no fuera por las partículas, en forma de aerosoles, inyectadas en la troposfera (hasta diez kilómetros por encima de la superficie terrestre) y, en este caso, derivadas de la creciente actividad industrial. Partículas de polvo, sal marina, humo, carbón y sobre todo sulfato amónico, generado por reacción de anhídrido sulfuroso y amoníaco. Estas partículas contribuyen, como hemos mencionado, a reenviar al espacio exterior una parte de la energía radiante del sol que, de esa forma, no llega a la superficie y no puede participar del posterior efecto invernadero.

Esa erupción del Pinatubo fue también la causa de que el Premio Nobel de Química de 1995, Paul J. Crutzen, propusiera en 2006 una radical estrategia frente al calentamiento global. Crutzer sugirió inyectar en la estratosfera compuestos de azufre como el anhídrido sulfuroso, el ácido sulfhídrico u otras moléculas con azufre adecuadas para producir aerosoles de sulfato. Aunque se sigue mencionando esa propuesta en libros recientes sobre el CO2 y el cambio climático, lo cierto es que nadie parece dispuesto a afrontar los posibles efectos secundarios de esa estrategia, que se suele unir a la de la captura de CO2 (de la que algún día hablaremos por estos lares) bajo el término Geoingeniería.

Mientras que la mayoría de las grandes erupciones volcánicas se caracterizan por esas emisiones de dióxido de azufre, que enfrían el planeta temporalmente, la erupción del volcán Hunga Tonga-Hunga Ha’apai (Tonga para los amigos) el 15 de enero de 2022 fue inusual porque, a diferencia de la del Pinatubo, liberó a la estratosfera una gran cantidad de vapor de agua (146 millones de toneladas). Tonga inyectó también 0,42 millones de toneladas de dióxido de azufre, muy lejos de las cifras del Pinatubo.

Y precisamente por la gran cantidad de vapor de agua inyectada, el caso del Tonga tendría que tener efectos diferentes a los del Pinatubo en lo que al calentamiento global se refiere. Esas 146 millones de toneladas de vapor de agua aumentaron el contenido del mismo en la estratosfera entre un 10 y un 15 %. Es bien sabido que el vapor de agua es un potente gas de efecto invernadero y, al contrario de los aerosoles de sulfato del Pinatubo, debiera, en el caso del Tonga, contribuir a un adicional calentamiento de nuestro planeta. Ello hace que el volcán Tonga sea particularmente interesante para su estudio científico en el contexto de otras erupciones recientes.

Aunque solo ha pasado un año y ocho meses desde la erupción del Tonga, si uno pone en el buscador de bibliografía ISI Web of Science “Tonga eruption”, la búsqueda le devuelve del orden de 310 documentos científicos, aunque muchos de ellos tienen que ver con el estudio del maremoto que la erupción originó y con otras consecuencias de la misma en el entorno atmosférico, terrestre y marítimo cercano. Si uno acota la búsqueda a “Tonga and climate change” solo aparecen quince artículos posteriores a la erupción.

Uno de ellos ha llamado la atención de algunos medios debido a su título que, como hemos visto hace poco en otro caso, había sido cuidadosamente elegido: “La erupción del Tonga aumenta la posibilidad de una anomalía temporal de la temperatura superficial por encima de 1.5 ºC”. No sobrepasar esta última cifra, como sabéis, es uno de los objetivos de los Acuerdos de París de 2015. El título del artículo ha generado en las redes una cierta discusión sobre si las temperaturas de julio han llegado donde han llegado, a nivel global, merced a la suma del efecto del Tonga con el inicio de una nueva fase de El Niño.

Aunque ha pasado muy poco tiempo para que se puedan sacar conclusiones definitivas. Un artículo en la conocida web CarbonBrief analizaba no hace mucho el posible efecto de la erupción en el calentamiento global, entrevistando a varios de los autores de los artículos publicados hasta entonces. El primer autor del artículo que acabamos de mencionar recalcaba que, a pesar de lo que se pudiera deducir del título de su artículo, “Tonga solo está contribuyendo una cantidad muy pequeña a la anomalía de la temperatura de la superficie hoy en día. No veremos el impacto de Tonga en los eventos de cambio climático como sequías o inundaciones, el efecto es simplemente demasiado pequeño".

Pero hay otro posible efecto del vapor de agua inyectado por Tonga en la estratosfera que preocupa a los científicos. Y es cómo afecte esa inyección al agujero de ozono sobre la Antártida. En esencia, el ozono puede degradarse cuando en la época del invierno austral se forman nubes de cristales de agua sobre cuya superficie el ozono puede reaccionar con átomos de cloro provenientes de los clorofluorocarbonos (CFCs) que, aunque restringidos por el protocolo de Montreal en 1985 siguen estando en la estratosfera porque se descomponen muy lentamente. Si en ella hay más vapor de agua por la erupción, más nubes de cristales podrán formarse y habrá más "sitios" sobre los que la degradación del ozono pueda producirse, como explican científicos de la NASA en este artículo de la revista Space.

La gráfica de la derecha (que podéis aumentar clicando sobre ella), muestra que el tamaño del agujero de ozono ha crecido en los años más recientes. De hecho, su extensión el pasado 5 de octubre de 2022 fue la más alta desde el año 2015, aunque ello no interrumpe una tendencia general a la baja, debido a las variaciones interanuales que se producen en función de lo más o menos fríos que sean los inviernos australes.

Y, además, el proceso correspondiente a 2023 no parece haber empezado muy bien, si hacemos caso a la linea roja de la misma figura, en la que la parte discontinua son predicciones que los científicos adelantan unos pocos días. ¿Está ya haciendo la erupción del Tonga su efecto?. Una búsqueda bibliográfica en la ISI WEB of Science bajo los términos "Tonga eruption and ozone hole" no me ha proporcionado más que un artículo fechado en setiembre del 2022, en el que solo en las conclusiones, se puede encontrar una fugaz alusión a que el vapor de agua del Tonga juegue un importante papel en la degradación de la capa de ozono. Tendremos que esperar a octubre para ver el efecto en la curva de este año.

Así que, por el momento y como en otras ocasiones os digo, “ver venir…”

Leer mas...

jueves, 24 de agosto de 2023

NO WASH: Microplásticos y lavadoras. Un nuevo gazapo en la tele

El pasado 15 de agosto, en el telediario de la noche, una corta noticia se hacía eco de un nuevo movimiento que ya lleva un tiempo en los medios ingleses y que parece que ahora quiere importarse por estos lares. Se llama NO WASH y viene a decir que tenemos que lavar menos la ropa para afectar menos al medio ambiente. En esa filosofía del movimiento hay cosas obvias e indiscutibles sobre usar menos una lavadora: un menor consumo de agua y un menor consumo de electricidad.

Pero, la tercera pata de banco de la noticia era que nuestras lavadoras son una fuente importante de los microplásticos que acaban en el mar y se mencionaba una cifra concreta: el 35% de los microplásticos que se vierten a los océanos son microfibras que se desprenden de nuestra ropa durante la agresión mecánica a la que la sometemos en el lavado. Como la cifra me resultaba increíble para lo que yo se sobre el asunto (y ya sabéis que sé bastante), me he puesto a tirar del hilo y aquí van mis pesquisas.

En las propias imágenes que servían de fondo a la noticia aparecía un documento algo viejuno (setiembre de 2018) del Ministerio que en la última legislatura ha dirigido la Vicepresidenta Ribera (MITECO es su acrónimo) que, efectivamente, afirmaba en su titular que “Un tercio de los microplásticos en los océanos procede de lavar ropa”. En el primer párrafo de ese documento, se citaba como fuente un estudio titulado Engineering Out Fashion Waste (o Ingeniería para eliminar los residuos de la moda), un estudio de la Institution of Mechanical Engineers, una organización internacional de ingenieros, con base en la Gran Bretaña y con más de 120.000 miembros en 140 países.

Si os bajáis el informe, veréis que en el último párrafo de la página 5 se menciona una página de Greenpeace que, en uno de sus primeros párrafos, hace referencia a su vez a un estudio de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) con base en Suiza, publicado en 2017 y en el que se menciona la cifra del 35%. Y, con ese estudio, tengo bastante para desmontar lo proclamado por TVE, el MITECO, la institución de ingenieros ingleses y Greenpeace.

El estudio lleva por título “Microplásticos primarios en los océanos”. Y en el adjetivo primarios está la clave de la falacia. Los microplásticos que se vierten al mar se suelen clasificar en primarios y secundarios. Estos últimos, la gran mayoría de los que acaban en el mar, se refieren a basura plástica mal gestionada que, con el tiempo, se va degradando en piezas más pequeñas hasta llegar al tamaño de la micra o el nanometro.

Los microplásticos primarios, por el contrario, son partículas de plástico que provienen fundamentalmente de microesferas añadidas a productos de limpieza, cosmética o odontología y que, a través de las aguas residuales, acaban en el mar. Se incluyen también partículas que se desprenden de los neumáticos de los vehículos de motor y que la lluvia arrastra a las cunetas, posteriormente a los ríos y, finalmente, al mar. Y, en tercer lugar, las microfibras que, desprendidas de nuestra vestimenta, pasan al aire o, en el caso del lavado, a las aguas residuales de nuestros domicilios. Son estas últimas las que, pretendidamente, constituyen el 35% de las micropartículas plásticas que acaban en el mar.

Así que el estudio del IUCN no habla de TODOS los microplásticos que acaban en el mar, sino solo de los primarios y, dentro de ellos de las microfibras de nuestras lavadoras. Un calculo sencillo, usando sus propios datos, indica que de los 12 millones de toneladas anuales de microplásticos que pueden acabar en los océanos y sus inmediaciones, solo 1,5 son microplásticos primarios, el 35% de los cuales serían microfibras derivadas del lavado en lavadoras. O sea, algo más de medio millón de toneladas sobre un total de 12. Lo que supone un 4% (y no un 35%) de todos los microplásticos en el mar. Casi diez veces menos.

Pero es que además, la bibliografía en la que se basa ese informe se ha quedado un poco antigua en 2023. Los autores del informe IUCN toman como base principal un artículo de 2011, el primero que constataba y usaba el término microfibra en el entorno del mar y zonas limítrofes y el primero en atribuirlo al lavado en lavadoras (de hecho, como podéis ver si picáis en el enlace, aparece una lavadora junto al Abstract o Resumen).

Pero desde entonces hay mucha literatura que ha ido consolidando la idea de que las plantas de tratamiento de agua son muy eficaces en la eliminación de las fibras provenientes del lavado en lavadoras (ver aquí) y que las microfibras son omnipresentes en el aire exterior y en el aire del interior de las casas desde donde acaban en el mar merced a su deposición por la lluvia, su acumulación en los ríos y finalmente en el mar.

Y una nota final. Cada vez es más evidente (ver aquí y aquí) que el componente mayoritario de las microfibras en el medio ambiente no son las sintéticas (las que de forma más rigurosa podrían denominarse microplásticos) sino las naturales (algodón, lana, seda, lino) o las semisintéticas (sobre todo fibras celulósicas modificadas, como el rayón o la viscosa). De esto ya hablamos en el Blog hace tres años.

Así que queda mucho por investigar en el tema. Pero dar pábulo al NO WASH sobre la base de la alta incidencia de los microplásticos en el mar derivados de los que se originan en las lavadoras, es una inconsistente serpiente de verano de la que algún tribulete tendría que haberse documentado un poco más antes de desinformar a la población.

Leer mas...

miércoles, 16 de agosto de 2023

La politóloga reconvertida en toxicóloga

Este miércoles 16 de agosto y tras una “sequía” de cuatro años, he publicado una nueva entrada en el Blog Mujeres con Ciencia, coordinado por la profesora del Departamento de Matemáticas de la UPV/EHU Marta Macho Stadler. Un blog que divulga el importante (aunque a veces oscuro o, más bien, oscurecido) papel de las mujeres en el progreso científico. En este caso, mi contribución se ha centrado en la figura de Lois S. Gold (1941-2012), una Doctora en Ciencias Políticas por la Universidad de Stanford que, por circunstancias de la vida, acabó colaborando estrechamente con el bioquímico y toxicólogo Bruce Ames, contribuyendo a la extensión del llamado test de Ames, un método sencillo y barato para investigar el carácter mutagénico de sustancias naturales y sintéticas. Como consecuencia de ello, se convirtió en una autoridad en el ámbito de la toxicología. Si queréis leer la entrada y, ya metidos en gastos, curiosear un poco en otras páginas del Blog Mujeres con Ciencia, no tenéis más que picar en este enlace.

Leer mas...

lunes, 31 de julio de 2023

Alarma que algo queda

El fin de semana de las pasadas elecciones del 23J, una amiga del alma nos hacía llegar su ansiedad por el devenir de las mismas y por una noticia que empezaba entonces a circular por los medios (ella trabaja en uno). Noticia que tenía que ver con un artículo firmado por dos investigadores del Instituto de Matemáticas de la Universidad de Copenhague, bajo el título "Advertencia de un próximo colapso de la Circulación de Retorno Meridional del Atlántico". Lo de las elecciones dejó inmediatamente de ser un problema para mi amiga pero no así lo del colapso. Y estos últimos días he buscado varios argumentos para rebajar su preocupación y son los que voy a resumir en esta entrada.

Rara vez he escrito en el Blog sobre el llamado cambio climático. Solo en temas que me son más próximos, como la denominada acidificación de los océanos, con un fuerte componente químico, me atrevo a compartir lo que yo entiendo. Mi formación de base es la que es, así que a estas alturas de mi provecta edad no me puedo reconvertir en climatólogo (ni siquiera amateur). Pero no oculto que, desde 2009 y dentro de mis posibilidades, sigo todo lo que publica el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC en su acrónimo en inglés). Y particularmente me interesa lo que publica su Grupo de Trabajo I, encargado de evaluar los conocimientos científicos relativos al cambio climático, tanto en forma de datos experimentales como en predicciones a futuro, simuladas con modelos climáticos. Y si cualquier periodista puede montar un artículo sobre temas complejos de los que no es especialista en cuestión de horas, un servidor, que no tiene sus urgencias, también.

La Circulación de Retorno Meridional del Atlántico (AMOC en su acrónimo inglés) hace referencia, explicado de forma sencilla, a una corriente oceánica que traslada superficialmente aguas calientes hacia latitudes altas del Océano Atlántico y una vez que allí se enfrían bajan, circulando a mayor profundidad, hacia zonas más caliente, donde se vuelven a calentar. Según los autores del artículo mencionado arriba, el colapso de esa circulación se podría producir tan pronto como 2025, aunque extienden la probabilidad hasta 2095. Las consecuencias serían de magnitud sustancial y a nivel global y van desde un significativo enfriamiento del Atlántico Norte (hasta 8ºC) hasta cambios importantes en los regímenes de lluvia en ciertas regiones, además de otros muchos cambios con implicaciones para los ecosistemas. Y sabemos eso porque, gracias a los registros geológicos y otros indicadores, tenemos constancia de que este fenómeno ya se produjo hace unos pocos miles de años y adivinamos las consecuencias serias que tuvo. Así que la ansiedad de mi amiga, que era la primera vez que oía hablar de la AMOC, estaba justificada.

Pero las reacciones de otros científicos relevantes en el estudio de la AMOC a esa alarmante noticia no se han hecho esperar. Jochem Marotzke, Director del Max Plank Institute de Hamburgo, tras sorprenderse de que el trabajo hubiera pasado la revisión por pares en una revista del Grupo Nature y se haya publicado, entendía que "la aseveración de que habrá un colapso de la corriente del océano dentro de este siglo, tiene pies de barro. Aunque los cálculos matemáticos están hechos de manera profesional, los requisitos previos para llevar a cabo esos cálculos son altamente dudosos".

Penny Holliday, Investigadora Principal del OSNAP, un programa internacional de investigación sobre la AMOC, tras reconocer la severidad de lo que ocurriría si tal colapso se produjera, decía que "el título del artículo es más sensacionalista que lo que se puede leer dentro de él". En similares términos, en mayor o menor medida y en declaraciones más técnicas, se han manifestado la gran mayoría de los catorce relevantes científicos consultados por el Science Media Centre, en su intento de clarificar la noticia para el gran público. Algunos de ellos recalcan además algo que los propios autores reconocen en su artículo. Y que no es otra cosa que sus conclusiones contradicen lo publicado en agosto de 2021 en el Sexto Informe del IPCC y, más concretamente, en el noveno capítulo del informe del Grupo de Trabajo I. Si queréis mayor detalle podéis consultar, en el enlace anterior, el último párrafo de la sección 9.2.31 en la página 1239.

Pero tras ese Sexto Informe, la información se va acumulando y los expertos la tendrán que revisar de cara al Séptimo Informe previsto para 2028/2029. Y entre esa información, además del artículo que ha dado origen a esta entrada, habrá muchos más. Por ejemplo, el publicado en febrero de este mismo año por un grupo liderado por Zeke Hausfather. Ese artículo revisaba la literatura existente sobre los llamados elementos de inflexión climática (tipping elements), componentes del sistema de la Tierra que pueden responder de forma no lineal al cambio climático y alcanzar los llamados tipping points (o puntos sin retorno). Entre los diez tipping elements que estudian en esa revisión está la propia AMOC, la génesis de metano por el permafrost o la muerte de la selva amazónica, entre otros. Y el colapso de la AMOC sería un punto sin retorno de ese elemento.

Hausfather es un conocido científico tanto por su relevante participación en el último IPCC (ha sido el impulsor del abandono del escenario climático más extremo, el RCP 8.5), como por su activismo en las redes sociales. En el apartado 2.1 de su artículo se encuentra una detallada revisión de lo que se sabe a este respecto sobre la AMOC. En el subapartado 2.1.2 los autores explican que "Mientras que las evaluaciones de si la AMOC se está debilitando actualmente siguen estando sujetas a cierta incertidumbre, la comunidad investigadora está en gran medida de acuerdo en que un colapso completo de la AMOC a corto plazo es un evento de baja probabilidad".

La pregunta del millón es, ¿por qué un ejercicio matemático puramente teórico, con premisas dudosas según los entendidos, es difundido y tenido en cuenta en todos los medios de los países occidentales y la revisión de Hausfather, que revisaba diez diferentes procesos potencialmente catastróficos, no ha salido en ninguno?.

Pues yo lo tengo bastante claro. El título del artículo de Hausfather y colaboradores es meramente explicativo y anodino: "Mecanismos e impactos de los elementos de inflexión del sistema terrestre" y en su Abstract se dice que su revisión bibliográfica de estudios sobre el tema "sugieren que la mayoría de los elementos de inflexión no poseen el potencial de un cambio futuro abrupto dentro de unos años, y algunos de esos elementos pueden no mostrar un comportamiento de no retorno, sino que responden de manera más predecible y directa a la magnitud del cambio climático". Lo cual no llama mucho la atención. Por el contrario, el artículo que asustó a mi amiga, ya en su título, avisa de un próximo colapso de la AMOC, estableciendo más adelante un intervalo entre 2025 y 2095 de que eso ocurra. Y 2025 está a la vuelta de la esquina.

Como me decía un periodista amigo, que ha escrito sobre el asunto esta pasada semana en su periódico, y al que le comenté que el titular de su información me parecía algo sensacionalista, "pues mi titular será sensacionalista, pero cuando el artículo publicado por los daneses viene ya con esas afirmaciones de fábrica es muy difícil parar la maquinaria". Y así vamos, unas veces por el título o contenido de los artículos y otras por las notas de las oficinas de prensa de las Universidades e Instituciones, siempre hay espacio para reclamar la atención inmediata de los medios.

¿Quiere esto decir que lo publicado por el IPCC o por Hausfather va a misa?. Pues no. Los sistemas caóticos son eso, caóticos, y nadie puede asegurar que en un momento no deriven en una situación incontrolable. Lo mismo que me hizo ver un cardiólogo hace años después de someterme a unas pruebas de esfuerzo: "han salido bien pero eso no quiere decir que cuando empieces a bajar las escaleras de mi consulta no pueda darte un infarto".

P.D. Al día siguiente de la publicación de esta entrada, en el programa Boulevard de Radio Euskadi se entrevistaba a la investigadora senior del artículo sobre el colapso de la AMOC, Susanne Ditlevsen, quien, por cierto, habla bien castellano. Puedes oír la entrevista a partir del minuto 2:20:00 en este enlace. En mi opinión, se han dado cuenta de que han alarmado excesivamente a la población y en la entrevista trata de rebajar esa alarma. Pero que cada cual saque sus conclusiones.

Leer mas...

Powered By Blogger