martes, 27 de diciembre de 2022

Don Pío y el Búho


Rara vez he publicado aquí alguna entrada que, en mayor o menor medida, no tenga que ver con la Química. Pero hoy, para acabar el año, lo voy a hacer. En este día de los Inocentes (cuándo si no) del año 1872 nació en esta ciudad Pío Baroja y Nessi, uno de los preclaros escritores de su época. Así que hoy se cumplen ciento cincuenta años de su nacimiento. Y como esto es un Blog personal y el Búho ha sido barojiano desde su más tierna adolescencia, quiero que quede constancia del hecho en esta entrada. La siguiente efeméride, cuando se cumpla el siglo de su muerte (el 30 de octubre de 2056), me pillará ya convertido en cenizas.

En algún momento de la década de los sesenta del siglo pasado, mi padre compró las obras completas de Baroja en la edición de 1947 que publicó Biblioteca Nueva, una editorial radicada en Madrid. Siempre ha sido un misterio para mi la razón por la que mi padre compraba libros de autores conocidos (Quevedo, Baroja, Unamuno, Blasco Ibañez, Garcia Lorca,...), en cuidadas ediciones, en una librería desordenada que estaba en la manzana siguiente a la que yo llevo viviendo cuarenta años, en la Plaza del Buen Pastor de Donosti. Nunca le vi leer (al menos no de manera regular) ninguno de esos tomos. Pero cuando deshicimos el piso de mis padres hace dos años, todos tenían claro que los diversos tomos de las Obras Completas de Baroja eran para un servidor.

Empecé a leerlas cuando todavía estudiaba Bachillerato, muchas veces con nocturnidad y la ayuda de una linterna que ocultaba entre las sábanas. Lo que me ocasionaba más de una bronca paterna. Peor fue que esa pasión barojiana me supuso un cero en conducta cuando llevé la contraria al fraile corazonista que nos daba Literatura española, al decirle que la famosa novela La Busca no me había parecido una obra especialmente pecaminosa. Mi padre fue llamado a capítulo por el Director del Colegio pero me sacó la cara y todo quedó en nada. Aunque, con posterioridad, el Hermano Victorino (que así se llamaba el fraile) nunca me puso buena nota en los exámenes de la asignatura, a pesar de que yo era un estudiante excepcional (ya se me murieron mis abuelitas hace tiempo).

El caso es que, este año, se ha vuelto a constatar la mala prensa que, en las Instituciones, ha tenido siempre el cascarrabias de Don Pío. Los concejales del PP en el Ayuntamiento donostiarra propusieron en febrero la concesión de la Medalla de Oro de la ciudad con ocasión del aniversario que estamos comentando. Pero todo el resto del arco político se posicionó en contra. La discusión demostró que muchos de los ediles de mi pueblo no han leído nunca a Baroja o han hecho una búsqueda intencionada de alguna frase de Don Pío que le inhabilitara como merecedor de tal galardón. Cosa no muy complicada, ya que uno puede encontrar muchos párrafos en sus libros que indican su desapego por la Donosti de los años veinte. No quiero ni pensar lo que diría ahora, cuando lo que él criticaba (y que podría resumirse con el término ñoñostiarrismo) anda otra vez en máximos.

Pero creo que los tiros van por otro lado. Baroja no ha caído nunca bien a los políticos, particularmente a los nacionalistas. No voy a entrar en detalles que puedan enturbiar la entrada pero en los escritos de Baroja queda clara su aversión por Sabino de Arana (tampoco los comunistas salen bien parados). Ello resultó ya obvio en 2006, al cumplirse el cincuentenario de la muerte del escritor, cuando una propuesta presentada por el PSOE para que la Diputación Foral celebrara una serie de actos conmemorativos se encontró con la oposición frontal de la mayoría nacionalista entonces imperante (PNV más EA).

Así que lo de este año no es más que una reedición de lo anterior aunque, esta vez, hasta los socialistas se han apuntado al carro. Su portavoz en el Ayuntamiento y futura candidata a la Alcaldía adujo que Baroja fue muy crítico con la ciudad, llegando a escribir en 1917 (!!) que su espíritu era "lamentable. Allí no interesa la ciencia, ni el arte, ni la literatura, ni la historia, ni la política, ni nada". Y concluyó la concejala con otra cita: "Yo no tengo ciudad. Hoy por hoy me considero extraurbano". Para acabar apostillando que Baroja ya tenía reconocimiento en espacios públicos de esta ciudad.

Y es cierto. Aparte de un paseo con su nombre en los extrarradios, con escultura de Nestor Basterretxea incluida, hay un busto junto al teatro Victoria Eugenia, en uno de los extremos de la calle Oquendo, la calle en la que nació. Una foto de ese busto es la que decora el inicio de esta entrada y podéis ampliarla clicando en ella. En realidad, se trata de una copia en bronce del realizado en piedra por el escultor Victorio Macho que lleva, además, una inscripción que recuerda el centenario del nacimiento de Baroja, ahora hace 50 años.

El busto original se instaló en 1935 en el claustro del Museo de San Telmo y al evento asistió el propio Don Pío, acompañado por el pintor Zuloaga entre otros. Se retiró después de la guerra civil y volvió a su lugar original durante la Transición para reposar otra vez, y sin que se sepa por qué, a los almacenes municipales donde me consta que estaba en 2006. Ese año, con ocasión del cincuentenario de su muerte, un concejal del PNV pidió volver a colocarlo en el claustro de San Telmo, pero no estoy seguro de que esté ahí, porque no he ido al Museo desde su última restauración (tendré que ir en peregrinación un día de estos).

Frente a la réplica en bronce, al otro lado de la calle, hay una placa que recuerda la casa en la que nació Baroja. También esto tiene un punto de polémica, porque uno de los sobrinos de Don Pío (ya fallecido), Pío Caro Baroja, solía decir, con cierta sorna, que la placa estaba colocada en la casa equivocada y que, en realidad, su tío había nacido en la finca colindante.

En fin, espero me perdonéis estos desahogos barojianos. Don Pío no dejaba títere con cabeza y así fue haciendo "amigos". Una buena prueba son sus diatribas contra los profesores universitarios que tuvo. Dado que este Blog versa sobre la Química, voy a recordar su apunte del profesor de esa materia durante el curso preparatorio de Medicina que siguió en Madrid. En las primeras páginas de su novela El árbol de la Ciencia dice que "[.....]aquella clase de Química en la capilla del Instituto de San Isidro era escandalosa. El viejo profesor recordaba las conferencias del Instituto de Francia, de célebres químicos y creía, sin duda, que explicando la obtención del nitrógeno y el cloro estaba haciendo su propio descubrimiento. [...] Dejaba los experimentos aparatosos para la conclusión de la clase, con el fin de retirarse entre aplausos, como un prestidigitador"".

Que 2023 os sea leve, amigos.

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domingo, 18 de diciembre de 2022

Adhesivos poliméricos y activistas climáticos

En los últimos meses, son ya habituales en la prensa las noticias relacionadas con acciones de activistas contra el cambio climático que se pegan a conocidas obras de arte exhibidas en museos importantes, a entradas de edificios de bancos y compañías petrolíferas o, incluso, al pavimento de vías urbanas. Esta pasada semana, por ejemplo, se han dado un par de incidentes en Alemania con activistas de una organización denominada Letzte Generation (en castellano Última Generación) que interrumpieron el tráfico rodado como forma de exteriorizar sus ideas. Esta entrada no pretende entrar a valorar ese tipo de actitudes, aunque los comentarios están abiertos a quien quiera hacerlo. Solo quiero utilizarlas como excusa para ilustraros, bien es cierto que con alguna dificultad, sobre los polímeros supuestamente empleados en esas protestas. Que es en lo que me siento cómodo.

Las acciones en los museos comenzaron a ser evidentes el pasado verano de la mano de la organización Just Stop Oil, con base en Gran Bretaña, cuyos activistas pegaron sus manos a pinturas de Van Gogh, Constable o Turner en museos de Londres, Glasgow o Manchester. Otro pegó su cabeza al famoso cuadro de Vermeer "La joven de la perla" en el museo Mauritshuis de La Haya. En estos y otros casos, parece que el adhesivo utilizado ha sido el conocido SuperGlue, ya que así se lo ha reconocido recientemente la propia organización a la revista Slate.

Sobre el Superglue ya hemos hablado alguna vez en este Blog. El pequeño tubo que compramos contiene un compuesto químico en estado líquido denominado cianoacrilato que, en presencia de la humedad del aire, empieza a polimerizar rápidamente hasta formar un capa sólida entre las superficies que pretendamos adherir. La rapidez del proceso es tal que, si algo del producto nos queda entre los dedos y los juntamos, la propia humedad que tienen estos hace que el proceso se produzca igualmente, con lo que los dedos quedan firmemente unidos y tratar de separarlos drásticamente puede hacer que nos llevemos la piel. Pero, como es obvio, es un adhesivo muy interesante para este tipo de acciones que necesitan de una cierta rapidez, para que todo esté unido y bien unido antes de que llegue la poli a tratar de solventar el marrón.

Hay algunos métodos para deshacer esa potente adhesión. Por ejemplo, usar acetona, como la contenida en un quitaesmaltes de uñas. La acetona disuelve al polímero formado por el cianoacrilato y si se tiene la suficiente paciencia como para ir moviendo suavemente los dedos encolados mientras se aplica un paño con acetona en la zona adherida, la adhesión se irá debilitando y los dedos se separarán. Otros trucos implican el uso de aceite, agua con jabón o disolventes más especiales. En algunas protestas, los activistas se pegaron a las pantallas con las que se suelen proteger cuadros valiosos. Esas pantallas están hechas de polimetacrilato de metilo, un polímero transparente como el vidrio. En ese caso, la acción de la acetona es también interesante porque no sólo disuelve al adhesivo sino también al propio polímero protector por lo que la separación se puede llevar a cabo con una cierta facilidad. El protector, sin embargo, resulta dañado y habrá habido que cambiarlo pero parece que los cuadros no han sufrido deterioro alguno.

Algo más complicado de entender parece lo que ha ocurrido con las dos acciones de los activistas de Letzte Generation que mencionaba arriba. He rebuscado en páginas alemanas (cuyo idioma no controlo) que dan la noticia, gracias a la posibilidad de traducirlas en los navegadores modernos. Pero no he encontrado de forma concluyente la naturaleza química de los adhesivos empleados. Algún medio español habla de que fue también SuperGlue, mezclado con arena, el adhesivo que empleó el activista Raul Semmler, el pasado fin de semana, para pegarse a una carretera cerca de Mainz e interrumpir así el tráfico. Lo de la arena podría ser una forma de implicar a toda la mano, y no solo a la palma, en la adhesión. Lo que es evidente es que al activista se le fue la mano (y nunca mejor dicho) en la cantidad de adhesivo empleada, pegándose de tal forma al asfalto que hubo que arrancar, a base de un taladro, un trozo de este, con mano incluida, como forma de reanudar el tráfico ante la imposibilidad de hacerlo de otra manera. La mano quedó tal y como se ve en la foto que ilustra esta entrada y la eliminación del adhesivo, hasta dejarle a Raul su mano en condiciones, ha tenido que ser un proceso largo y, probablemente, muy molesto.

En el otro incidente, activistas de la misma organización, embutidos en trajes de neopreno, trataron de pegarse sentados a una calle de Munich tras rociarse con un líquido blanquecino. Pero el intento resultó un fiasco y debieron quedarse sin habla al comprobar que el pegamento no solo no les adhería al suelo sino que, por el contrario, facilitaba que la policía los arrastrase fuera de la calle. Algunos medios han especulado con que los activistas no tuvieran en cuenta el que las temperaturas en el momento de la acción estaban bajo cero y, por ello, el adhesivo no funcionó. Es difícil saberlo pero visto lo que se ve en las fotos y si se me permite lanzar una hipótesis, yo diría que usaron un adhesivo a base de una resina epoxi.

El adhesivo tipo epoxi más conocido es el que durante años se ha vendido en cualquier ferretería bajo la marca Araldit. Se presenta en dos tubos (bicomponente), uno con la resina epoxi propiamente dicha, un polímero de cadenas cortitas, y otro con agentes que van a provocar su endurecimiento (o curado) cuando el contenido de ambos tubos se mezcla. Ese curado implica que las cadenas de la epoxi se van uniendo entre ellas, lo que provoca el citado endurecimiento, que tiene además como consecuencia el que el material final es insoluble en disolventes orgánicos y si tratamos de calentarlo para que se ablande tampoco lo conseguimos y, como mucho, la resina curada se carbonizará si se alcanzan temperaturas elevadas.

Pero a nivel industrial se venden resinas epoxi que ya llevan el agente de curado incorporado (monocomponente. Para que no solidifique enseguida y se pueda distribuir comercialmente, el agente de curado está elegido adecuadamente y solo hace su papel después de un tiempo largo (horas) tras su aplicación, tiempo que, además, es más o menos largo dependiendo de la temperatura a la que está la superficie sobre la que se aplica. Y aventuro que ese es el tipo de adhesivo que los activistas pensaron usar pero que la baja temperatura de las calles de Munich hizo que el proceso de curado no tuviera ni visos de empezar antes de que llegara la poli. Y como lo que se habían rociado era una cosa pringosa y resbaladiza, ello facilitó la labor policial. Supongo, por otro lado, que aparte de protección contra el frío reinante, el traje de neopreno era una forma de asegurarse el que, si la cosa hubiera funcionado, no los tuvieran que arrancar con taladro como a su colega. Bastaría con quitárselo y punto.

No deja de tener su gracia que el científico que estudió, ya en el siglo XIX, la relación entre la temperatura y la velocidad a la que un proceso químico ocurre, no fue otro que Svante Arrhenius, el mismo que, como ya conté aquí, fue el primero en cuantificar en 1896 el efecto que tiene en el calentamiento de la Tierra el duplicar la concentración de CO2 en la atmósfera.

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jueves, 8 de diciembre de 2022

Búhos de la Edad del Cobre


Lo que hoy os voy a contar tiene poco que ver con la Quimiofobia o la Química que suelen inspirar muchas de mis entradas. En este caso, se trata de una curiosidad que ha surgido de forma casual, tras recibir una de las muchas alertas de revistas científicas a las que estoy suscrito. En el caso que nos va a ocupar, me llegó esta semana una alerta de la llamada Scientific Reports que publica el grupo Nature. Como en el título aparecía la palabra owl (búho) decidí echarle una ojeada. Se trata de un artículo de científicos españoles, liderados por un investigador de la Estación Biológica de Doñana. Y hace referencia a placas de pizarra grabadas durante la Edad del Cobre que, generalmente, se han encontrado en yacimientos tanto españoles como portugueses, en el suroeste de la Península Ibérica.

Una de esas placas, la que ilustra esta entrada y que podéis ampliar clicando sobre ella, fue encontrada en Cerro de la Cabeza, un sitio arqueológico muy interesante situado en la provincia de Sevilla. La placa data de finales del tercer milenio antes de Cristo y pertenece a los fondos del Museo Arqueológico de Sevilla (*). Basta ver sus dos grandes ojos centrales para identificar en ella la imagen de un búho. Dado el fetichismo que tengo por estos pájaros, la maravillosa imagen y su antigüedad, no me quedó otro remedio que seguir leyendo el artículo. Busqué después la imagen en el Museo sevillano e, incluso, entré en su tienda para ver si era posible comprar algo con ella relacionado. Pero no hubo suerte.

La placa en cuestión, y otras similares, pesan en torno a un kilo y suelen tener dimensiones parecidas a la palma de la mano. La que os muestro aquí mide 20,8 cm de alto por 15,3 cm de ancho y tiene un grosor máximo de 1,5 cm. Dicen los autores que esa y otras placas que también se muestran en el artículo, recuerdan a dos tipos de búhos que aún hoy están muy presentes en la zona, el mochuelo común (Athene noctua) y el búho chico (Asio otus) que, posiblemente, fueron también los búhos más abundantes alrededor de los asentamientos humanos de ese período histórico, como el de Cerro de la Cabeza. La gente de la época tuvo que ser consciente de su presencia e, incluso, haber interactuado con ellos. El por qué en estas placas aparecen muchos búhos, pero no otros animales, podría deberse a que los búhos son los más antropomórficos de todos los animales, con los ya mencionados grandes ojos frontales en sus enhiestas cabezas. Incluso hoy en día, los búhos se representan sistemáticamente, con sus dos ojos mirando al observador.

Los autores del artículo explican que esas placas están hechas de pizarra por ser esta una de las rocas más comunes en el suroeste de Iberia, proporcionando además algo parecido a un lienzo en blanco (aunque pétreo y gris) donde grabar líneas, utilizando herramientas puntiagudas de pedernal, cuarzo o cobre. Y que la forma en la que las pizarras se exfolian facilita la elaboración de placas con aspecto de búho. Si quisiéramos hacer lo mismo con las siluetas de otros animales, y que se identificaran como tales, exigiría por parte del "artista" habilidades adicionales de tallado y el uso de herramientas más específicas. La fabricación y el diseño de estas placas era algo sencillo y no requería altas habilidades ni mano de obra intensiva, como ha podido demostrarse con experimentos de replicación de estos diseños.

Especulan los autores con que estas placas de búhos podrían haber sido ejecutados por gente joven, ya que se parecen a los búhos pintados hoy en día por estudiantes de primaria, una prueba de que los dibujos esquemáticos son universales y atemporales. Al final, proponen que esas placas de pizarra con forma de búho pudieran ser los restos de un conjunto de objetos utilizados tanto en actividades lúdicas como en ceremonias rituales. Y que el grabado de las placas puede haber sido parte del juego. La frontera entre el juego y el ritual es difusa en las sociedades antiguas y "no hay contradicción en jugar con juguetes similares a animales y, en algún momento, usarlos como ofrendas como parte de rituales comunitarios como los que se daban en las colosales tumbas megalíticas de la Edad del Cobre".

En muchos casos, como pasa en el caso que os he mostrado al principio, estas placas de pizarra muestran además un par de agujeros en la parte superior, por encima de las cejas del búho y entre ellas. Una posible interpretación de la función de esos orificios es que sirvieran como puntos de introducción de algún cordaje que permitiera colgarlas del cuello o en las paredes de las tumbas. Otra posibilidad es que permitieran insertar ahí plumas de ave, añadidas a las placas justo en el lugar donde emergen los mechones en los búhos vivos.

Comprenderéis que después de leer todas estas cosas de mis colegas búhos tenía que dejar constancia aquí de ello. Este Blog, y cada día que pasa más, no es más que un diario de un Búho un poco grande y viejo...

(*) La foto de la placa mostrada es de Isabel María Villanueva Romero.

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