domingo, 26 de marzo de 2006

Experiencias de cátedra y el urologuillo valiente

Siempre me han gustado las experiencias de cátedra. Sobre todo ahora que tengo pocos alumnos, me encanta bajar a mis clases con un trozo de CO2 sólido para explicar la sublimación o con una pequeña bomba de vacío y mostrar sus efectos en el cierre de un recipiente o en la ebullición a baja temperatura de un líquido. Pero lo del Dr. Brindley, un neurofisiólogo inglés es llevar la pasión por las experiencias de cátedra un poco demasiado lejos.

Este ciudadano presentó una ponencia en un Congreso de Urología celebrado en Las Vegas en 1983 de forma muy convincente. Su contribución versaba sobre un tratamiento para el síndrome de disfunción eréctil, forma académica de describir que el pene no cumple con los requisitos previos para una buena penetración. Su hipótesis era que una molécula orgánica, la fenoxi benzamina, era un buen remedio contra los primeros síntomas de impotencia masculina. Y ni corto ni perezoso, unos cuantos minutos antes de su presentación, Brindley, que a la sazón era ya un maduro de 57 años, se inyectó la sustancia en su propio pene. Cuando subió al estrado los efectos ya eran evidentes y el decidido inventor se paseó por la audiencia mostrando dichos efectos y animando a los asistentes a que tocaran su enhiesto órgano y comprobaran que allí no había ni trampa ni cartón.

La divertida historia sirve para decorar el inicio de una serie de moléculas destinadas a producir el mismo efecto, el ejemplo más conocido de las cuales es la famosa “blue pill” o Viagra.

Brindley había llevado a cabo una serie de experiencias antes del Congreso de Las Vegas, animado por la sugerencia de un colega que le había hecho ver que sustancias que sirven para bajar la presión arterial pudieran tener el efecto contrario en el llenado de los vasos sanguíneos del pene durante la erección (ver aquí). Brindley probó diversas sustancias como la papaverina, que ha sido utilizada por actores porno en su complicado trabajo. Los trabajos de Brindley se acompañaron por la puesta en el mercado de sustancias inyectables con el mismo efecto, como el Caverject de Pharmacia&Upjohn. Pero claro, no tiene mucha gracia el tener que andar taladrándose el pene con asiduidad.

A finales de los años ochenta, dicen que accidentalmente mientras buscaban principios activos para las anginas de pecho, los laboratorios de la Pfizer descubrieron que el citrato de sildenafilo tenía éxitos notables en producir y mantener erecciones en hombres con y sin problemas. Y así nació el Viagra. El éxito ha sido tal que la competencia reaccionó enseguida y Eli Lilly comercializa ahora el Cialis, Glaxo vende Levitra, etc. Y nadie tiene que andar agujereándose el pene.

Dada mi provecta edad, ni que decir tiene que sigo la bibliografía sobre estas moléculas con tanto interés como la que tiene que ver con las propiedades de transporte de gases y vapores a través de filmes poliméricos..... La pregunta que queda ahora en el aire es si la popularización de estos fármacos va a servir simplemente como una herramienta más en los divertimentos eróticos del personal o va a generar una auténtica revolución sociológica entre la tercera edad. Tiempo al tiempo.

Nota: Esta entrada ha sido actualizada en setiembre de 2014.

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