viernes, 3 de marzo de 2006

El placer de lo “natural”

En 1897, un químico de Bayer, Felix Hoffman creaba en el laboratorio la moderna versión de la aspirina, acetilando el grupo hidroxilo del ácido salicílico y sintetizando así el ácido acetil salicílico. Una de las versiones que circulan (aunque hay controversia al respecto) sobre el inicio de esta historia es que Hoffman se había interesado por el ácido salicílico como consecuencia de que su padre ingería ciertas infusiones de corteza de sauce contra sus dolores reumáticos, infusiones ricas en ese ácido. Sin embargo, las infusiones le causaban molestas irritaciones estomacales que Hoffman trató de evitar mediante la modificación química de la molécula original.

Hoy en día la aspirina que se vende en un producto de síntesis de los laboratorios Bayer no empleándose en el proceso ninguna materia prima proveniente de los sauces que intrigaron a Hoffman. Ese medicamento de síntesis es uno de los más vendidos como analgésico y antipirético. Sin embargo, es pertinente mencionar aquí que hay autores que mantienen que si hoy se tratara de introducir la aspirina como un nuevo medicamento en el mercado, dados los efectos secundarios que presenta, sería, casi con toda seguridad, rechazada por las estrictas normas de las agencias gubernamentales que controlan los nuevos fármacos.

La historia de la vitamina C está ligada a las epidemias de escorbuto que asolaban a los ejércitos y a los marineros de largos viajes durante los siglos anteriores al XVIII. A mediados del siglo XVIII, una serie de descubrimientos llevaron a la conclusión que el consumo de frutas y vegetales frescos era el mejor remedio contra el escorbuto. Pero se necesitaron muchos años hasta que alrededor de 1920 se descubrió que el verdadero agente activo contra el escorbuto era la que hoy conocemos como Vitamina C, el ácido ascórbico. Esa vitamina C se encuentra de forma natural en muchas frutas y verduras, como las naranjas, los kiwis, etc. La entrada masiva de la vitamina C en las costumbres de la población se produjo a partir de los años 30 del siglo pasado cuando la vitamina C se sintetizó en el laboratorio a partir de glucosa. Roche fue una de las primeras compañías en conseguirlo y hoy en día se fabrican más de 50.000 toneladas/año de dicho producto sintético.

Deliberadamente he elegido un par de fármacos que tiene que ver con sustancias que se producen en la naturaleza para volver a plantear la forzada dicotomía entre lo natural y lo sintético. ¿Es diferente la vitamina C contenida en un zumo de naranja de la contenida en una pastilla de Redoxon?. Pues mucha gente piensa que sí. Y aunque es cierto que no es lo mismo beberse un zumo de naranja recién exprimida que una tableta de Redoxon dispersada en agua, desde el punto de vista de la naturaleza de la Vitamina C ingerida no hay diferencia alguna. ¿Es mejor ingerir Vitamina C en forma de zumo de naranja que en forma de comprimido?. Pues si las dosis se ajustan exactamente, y no es difícil y si lo que estamos buscando es un nivel de vitamina C en nuestro organismo, la respuesta es no. Por supuesto el zumo de naranja lleva otras sustancias (también químicas) disueltas en agua, pero estamos hablando de los efectos de la vitamina C.

En este punto es curioso reseñar que muchos grupos ecologistas argumentan que aún peor que muchas sustancias químicas son los “cócteles” de esas sustancias, según ellos con propiedades nocivas emergentes de la mezcla. Sin embargo, no se aplica ese mismo criterio a cócteles naturales como un zumo de naranja en comparación con la vitamina C pura obtenida por síntesis, que sólo contiene vitamina C. Irónicamente, diríamos que parece desprenderse de éste y otros ejemplos que sólo los cócteles “naturales” son buenos, en clara sintonía con la irracionalidad dominante en estos aspectos. Ya mostraremos otro día algún ejemplo en el que eso no ocurre. Hoy vamos a dejarlo porque he tenido un día muy duro. De nuevo, gracias a las Administraciones que me administran.

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