Salmón ahumado, formica y un ayatola americano
Vuelvo a dormir mal. Así que aquí estoy otra vez de madrugada, entreteniéndome un rato con este pasatiempo. Lo de ayatolas en el título no va por los del petróleo y su flamante capacidad de manejar isótopos radioactivos. Va de los contrarios, de los que, al menos en parte, votan a George Bush. Y me refiero, con ánimo de señalar, al conocido escritor americano Norman Mailer, quien, hace ya años, se enroló en una guerra sin cuartel contra el uso de los materiales plásticos.
Llevo siempre a mano, cual muletilla presta al uso, una frase que este ciudadano, honorable por otro lado, publicó a mediados de los años setenta y que, en traducción más o menos libre, decía algo así como: “Nos divorciamos de los materiales de la tierra, de la piedra, de la madera, del hierro. Buscamos nuevos materiales largos y complicados derivados de la orina a los que llamamos plásticos. Materiales a los que falta el olor de lo vivo, con un tacto ajeno a la naturaleza y que proliferan como un sutil cáncer que se infiltra en todas nuestras estructuras”. No niego que se ve la mano de un escritor con oficio, pero como afirmación es una boutade como la copa de un pino. Y para darle caña voy a tomar el rábano por lo de la orina, que es la referencia que peor me ha sentado, porque encierra un matiz peyorativo que voy a tratar de desmontar.
Supongo que la alusión a la orina se debe a un tipo de material muy empleado en esos años en el mundo civilizado. Son las llamadas resinas urea-formaldehido, componente básico de un material que todos conocemos por Formica (el nombre es una marca registrada), empleado en suelos decorativos, mesas y otro muebles, etc. Se trata de un material bastante complejo en el que la resina juega un rol muñidor de otros materiales como el papel. Esas resinas se obtienen efectivamente a partir de urea, el componente fundamental de la orina como ya hemos visto hace poco, y de otra sustancia química, el formaldehido, tambien conocido como formalina o formol, empleado, entre otras cosas, para conservar cadáveres (Mailer no lo debe saber porque en caso contrario hubiera subido el tono escatológico de la frase).
Y ahora pensemos, ¿hay algo más natural, mas ligado a los seres vivos (orgánico, por tanto) que la orina?. Por otro lado, ¿hay algo más ecológico que reciclar un producto “natural” tan molesto como los orines?. Aunque no me consta, espero que Mailer se haya adherido en estos años recientes a los partidarios del compostaje, las plantas de biometanización, etc., herramientas emblemáticas de los ecologistas en el tratamiento de residuos orgánicos. En fin, que la frase le quedó muy fina e impactante, pero puesta bajo el microscopio es una manifiesta chorrada.
Sin embargo, voy a usar este rifirrafe para contar algo más del formaldehido, un producto químico de diversas aplicaciones e implicaciones, en las que, de nuevo, la disyuntiva entre natural y sintético se hace etérea.
El formaldehido es un gas incoloro con un sofocante olor y un sabor agrio que habitualmente se usa en forma de sus disoluciones acuosas con hasta un 40% del mismo. Es el llamado formol o formalina, del que tengo vivencias contrapuestas. En nuestros laboratorios, lo hemos usado en nuestros trabajos de investigación para una industria próxima que fabrica resinas fenólicas, otro material de larga tradición en la historia de los polímeros que se fabrica a partir de esas disoluciones y fenol. Las resinas fenólicas son, en este sentido una primas de las resinas urea-formaldehido. Las fenólicas me dan para más de una entrada, así que volveremos otro día sobre ellas y sus aplicaciones a lo larga de esa su larga historia.
Pero el formol me recuerda también una visita a los laboratorios de Anatomía de la Universidad de Zaragoza, a los que acompañé a mis colegas aspirantes a matasanos en una de sus sesiones de descuartizar cadáveres. Los restos todavía usables se encerraban en recipientes con formol y los propios cadáveres eran infiltrados con esa disolución para su conservación, dado su carácter esterilizante de todo tipo de microrganismos. Parece que el papel jugado por el formaldehido en la preservación de tejidos de seres vivos radica en que es capaz de reaccionar rápidamente con los grupos -NH- y -NH2 característicos de las proteínas, uniendo cadenas próximas de proteínas entre sí en un clásico procedimiento de reticulación o “curado”, similar al que ocurre en las resinas urea-formaldehido. De esta forma el tejido (o la resina, en su caso) se endurece y las proteínas quedan fuera de circulación para los microorganismos. Por esa razón, las disoluciones de formol se han empleado también en tratamientos contra el ántrax en materiales de origen animal como el cuero o la lana.
El mismo formaldehido está descrito como uno de los productos químicos fundamentales en otro método de preservación como es el ahumado de pescados como el salmón y similares. El formaldehido se encuentra de forma “natural” en el humo que se genera en el proceso de combustión de la madera y al atacar las proteínas del pescado produce de nuevo las reacciones de curado que hemos mencionado más arriba, proporcionando a la carne del pescado una textura más firme, como consecuencia de la parcial inmobilización que genera en las cadenas de proteínas.
Y una nota final, directamente relacionada con ese papel endurecedor del formaldehido y que tiene menos gracia. El formaldehído puede generarse, también de forma “natural”, a partir de metanol mediante el concurso de enzimas. Algunas de ellas están ligada al proceso de la visión y, por esta razón, están bastante presentes en el entorno de nuestros ojos. De forma y manera que si uno se intoxica por ingestión de metanol, que de forma también “natural”, se genera en procesos de fermentación de uvas, manzanas y otros frutos, éste, al llegar a la zona de los ojos, es convertido en formaldehido. Este reacciona de forma similar a la descrita en párrafos anteriores con las proteinas de la retina, haciendo más difícil la necesaria oxigenación de la misma y alterando el funcionamiento del nervio óptico, causando, a dosis superiores, la ceguera del propietario de la misma. Hace algunos años, eran bastante frecuentes casos de adulteración de productos alcohólicos con metanol que, de cuando en cuando, provocaban noticias de cegueras y muertes por ingestión.
Llevo siempre a mano, cual muletilla presta al uso, una frase que este ciudadano, honorable por otro lado, publicó a mediados de los años setenta y que, en traducción más o menos libre, decía algo así como: “Nos divorciamos de los materiales de la tierra, de la piedra, de la madera, del hierro. Buscamos nuevos materiales largos y complicados derivados de la orina a los que llamamos plásticos. Materiales a los que falta el olor de lo vivo, con un tacto ajeno a la naturaleza y que proliferan como un sutil cáncer que se infiltra en todas nuestras estructuras”. No niego que se ve la mano de un escritor con oficio, pero como afirmación es una boutade como la copa de un pino. Y para darle caña voy a tomar el rábano por lo de la orina, que es la referencia que peor me ha sentado, porque encierra un matiz peyorativo que voy a tratar de desmontar.
Supongo que la alusión a la orina se debe a un tipo de material muy empleado en esos años en el mundo civilizado. Son las llamadas resinas urea-formaldehido, componente básico de un material que todos conocemos por Formica (el nombre es una marca registrada), empleado en suelos decorativos, mesas y otro muebles, etc. Se trata de un material bastante complejo en el que la resina juega un rol muñidor de otros materiales como el papel. Esas resinas se obtienen efectivamente a partir de urea, el componente fundamental de la orina como ya hemos visto hace poco, y de otra sustancia química, el formaldehido, tambien conocido como formalina o formol, empleado, entre otras cosas, para conservar cadáveres (Mailer no lo debe saber porque en caso contrario hubiera subido el tono escatológico de la frase).
Y ahora pensemos, ¿hay algo más natural, mas ligado a los seres vivos (orgánico, por tanto) que la orina?. Por otro lado, ¿hay algo más ecológico que reciclar un producto “natural” tan molesto como los orines?. Aunque no me consta, espero que Mailer se haya adherido en estos años recientes a los partidarios del compostaje, las plantas de biometanización, etc., herramientas emblemáticas de los ecologistas en el tratamiento de residuos orgánicos. En fin, que la frase le quedó muy fina e impactante, pero puesta bajo el microscopio es una manifiesta chorrada.
Sin embargo, voy a usar este rifirrafe para contar algo más del formaldehido, un producto químico de diversas aplicaciones e implicaciones, en las que, de nuevo, la disyuntiva entre natural y sintético se hace etérea.
El formaldehido es un gas incoloro con un sofocante olor y un sabor agrio que habitualmente se usa en forma de sus disoluciones acuosas con hasta un 40% del mismo. Es el llamado formol o formalina, del que tengo vivencias contrapuestas. En nuestros laboratorios, lo hemos usado en nuestros trabajos de investigación para una industria próxima que fabrica resinas fenólicas, otro material de larga tradición en la historia de los polímeros que se fabrica a partir de esas disoluciones y fenol. Las resinas fenólicas son, en este sentido una primas de las resinas urea-formaldehido. Las fenólicas me dan para más de una entrada, así que volveremos otro día sobre ellas y sus aplicaciones a lo larga de esa su larga historia.
Pero el formol me recuerda también una visita a los laboratorios de Anatomía de la Universidad de Zaragoza, a los que acompañé a mis colegas aspirantes a matasanos en una de sus sesiones de descuartizar cadáveres. Los restos todavía usables se encerraban en recipientes con formol y los propios cadáveres eran infiltrados con esa disolución para su conservación, dado su carácter esterilizante de todo tipo de microrganismos. Parece que el papel jugado por el formaldehido en la preservación de tejidos de seres vivos radica en que es capaz de reaccionar rápidamente con los grupos -NH- y -NH2 característicos de las proteínas, uniendo cadenas próximas de proteínas entre sí en un clásico procedimiento de reticulación o “curado”, similar al que ocurre en las resinas urea-formaldehido. De esta forma el tejido (o la resina, en su caso) se endurece y las proteínas quedan fuera de circulación para los microorganismos. Por esa razón, las disoluciones de formol se han empleado también en tratamientos contra el ántrax en materiales de origen animal como el cuero o la lana.
El mismo formaldehido está descrito como uno de los productos químicos fundamentales en otro método de preservación como es el ahumado de pescados como el salmón y similares. El formaldehido se encuentra de forma “natural” en el humo que se genera en el proceso de combustión de la madera y al atacar las proteínas del pescado produce de nuevo las reacciones de curado que hemos mencionado más arriba, proporcionando a la carne del pescado una textura más firme, como consecuencia de la parcial inmobilización que genera en las cadenas de proteínas.
Y una nota final, directamente relacionada con ese papel endurecedor del formaldehido y que tiene menos gracia. El formaldehído puede generarse, también de forma “natural”, a partir de metanol mediante el concurso de enzimas. Algunas de ellas están ligada al proceso de la visión y, por esta razón, están bastante presentes en el entorno de nuestros ojos. De forma y manera que si uno se intoxica por ingestión de metanol, que de forma también “natural”, se genera en procesos de fermentación de uvas, manzanas y otros frutos, éste, al llegar a la zona de los ojos, es convertido en formaldehido. Este reacciona de forma similar a la descrita en párrafos anteriores con las proteinas de la retina, haciendo más difícil la necesaria oxigenación de la misma y alterando el funcionamiento del nervio óptico, causando, a dosis superiores, la ceguera del propietario de la misma. Hace algunos años, eran bastante frecuentes casos de adulteración de productos alcohólicos con metanol que, de cuando en cuando, provocaban noticias de cegueras y muertes por ingestión.
2 comentarios:
Buenos días, he llegado a este artículo intentando entender si la estructura de mi cocina y las puertas de mi casa, son peligrosas por desprender formaldehido, según leí en una página de internet, es lo que pasa con los conglomerados y demás. Así que yo, que no tengo conocimientos sobre esto, ni sé hasta que alcance puede llegar el peligro en una casa bien ventilada, me gustaría que me arrojara algo de luz en el tema si no es molestia, para entender si no es para tanto, o si mi familia va a acabar envenenada en unos años por una mala elección de puertas y de cocina. Gracias, y enhorabuena por su blog, es muy interesante.
Buenos días. Yo no me preocuparía en exceso. Incluso a niveles muy bajos de formaldehido en aire, uno empieza a sentir síntomas como escozor en los ojos, en la piel, dificultades respiratorias (tengo experiencia propia)... En el caso de las puertas y otros elementos a base de resinas con formaldehido, si se da ese efecto puede ser debido a que la formulación haya estado mal hecha durante el proceso de fabricación y, en general, desaparece con el tiempo. Si en su casa no se han dado los efectos que que he descrito y las puertas y muebles de cocina llevan un cierto tiempo, olvídese del tema..
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