Gabachos paradójicos, flavonoides y resveratrol
Hace ya bastantes años que sigo la bibliografía relativa a la llamada Paradoja francesa (French Paradox) que básicamente se refiere a que la tasa de mortalidad en Francia por enfermedades coronarias es significativamente más baja que en otros países, a pesar de su moderado consumo de grasas (lácteos, foie,..) y su inveterada costumbre de fumar Gitanes. Ya en el año 79, la prestigiosa revista médica Lancet publicaba un artículo en el que se lanzaba la hipótesis de que el consumo moderado de vino, también una característica de los gabachos, podía ejercer un efecto protector sobre la incidencia de riesgos cardiovasculares. Desde entonces, mucha es la literatura científica dedicada al tema y muchas las hipótesis sobre los posibles componentes del vino que pudieran tener ese efecto.
Uno de los candidatos estudiados es la familia de los flavonoides, una extensa familia de polifenoles (antocianidinas, flovonoles, flavonas, isoflavonas, etc) sintetizados por muchos vegetales (te, pimientos, manzanas, cebollas, legumbres, etc) y que ha sido objeto de muchos estudios en relación con dietas ricas en frutas y verduras. Aunque parece que estas dietas se asocian a disminuciones de riesgo de enfermedades cardiovasculares, no está claro que los flavonoides por si solos sean los causantes de esos beneficios.
En 1992, se publicó que el resveratrol, otro polifenol de la familia de los estilbenos se encontraba en cantidades pequeñas en el vino. Ya veis, en la figura que da pie a este post, que molécula orgánica tan guapa con sus anillos aromáticos, sus hidroxilos y sus dobles enlaces (¡química pura, vamos!).
Desde entonces se han realizado bastantes estudios sobre el papel de esta sustancia como posible causante del efecto protector del vino. El Resveratrol ejerce una serie de efectos cardioprotectores tal y como se ha podido comprobar en ensayos in vitro. Así, inhibe la formación de agregados de grasa y promueve la vasodilatación al inducir la producción del óxido nítrico, NO, ya varias veces mencionado en este blog. También inhibe la formación de enzimas inflamatorias. Sin embargo, la concentración de resveratrol requerida para estos efectos es más grande que la que suele haber normalmente en el plasma humano. El resveratrol es biometabolizado en muy poco tiempo por el organismo humano y, desde luego, con los niveles existentes en una ingesta moderada de vino parece difícil alcanzar los niveles para los que se han reportado los resultados satisfactorios en lo que a protección cardiovascular se refiere.
Y, de hecho, ya se venden en farmacias y parafarmacias preparados de resveratrol para incrementar esa ingesta. Aunque no os voy a ocultar mi desconfianza con el tipo de suministrador que suele comercializar este tipo de cosas. La alternativa sería promover un consumo más importante de vino. Pero tendría que ser de tal magnitud que nuestro pobre hígado lo pasaría mal.
Uno de los candidatos estudiados es la familia de los flavonoides, una extensa familia de polifenoles (antocianidinas, flovonoles, flavonas, isoflavonas, etc) sintetizados por muchos vegetales (te, pimientos, manzanas, cebollas, legumbres, etc) y que ha sido objeto de muchos estudios en relación con dietas ricas en frutas y verduras. Aunque parece que estas dietas se asocian a disminuciones de riesgo de enfermedades cardiovasculares, no está claro que los flavonoides por si solos sean los causantes de esos beneficios.
En 1992, se publicó que el resveratrol, otro polifenol de la familia de los estilbenos se encontraba en cantidades pequeñas en el vino. Ya veis, en la figura que da pie a este post, que molécula orgánica tan guapa con sus anillos aromáticos, sus hidroxilos y sus dobles enlaces (¡química pura, vamos!).
Desde entonces se han realizado bastantes estudios sobre el papel de esta sustancia como posible causante del efecto protector del vino. El Resveratrol ejerce una serie de efectos cardioprotectores tal y como se ha podido comprobar en ensayos in vitro. Así, inhibe la formación de agregados de grasa y promueve la vasodilatación al inducir la producción del óxido nítrico, NO, ya varias veces mencionado en este blog. También inhibe la formación de enzimas inflamatorias. Sin embargo, la concentración de resveratrol requerida para estos efectos es más grande que la que suele haber normalmente en el plasma humano. El resveratrol es biometabolizado en muy poco tiempo por el organismo humano y, desde luego, con los niveles existentes en una ingesta moderada de vino parece difícil alcanzar los niveles para los que se han reportado los resultados satisfactorios en lo que a protección cardiovascular se refiere.
Y, de hecho, ya se venden en farmacias y parafarmacias preparados de resveratrol para incrementar esa ingesta. Aunque no os voy a ocultar mi desconfianza con el tipo de suministrador que suele comercializar este tipo de cosas. La alternativa sería promover un consumo más importante de vino. Pero tendría que ser de tal magnitud que nuestro pobre hígado lo pasaría mal.
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