Tierras raras. China nos tiene cogidos por las nuevas tecnologías
En el año 1992, con 88 años, Den Xiaoping, que había liderado las grandes reformas en China y que las veía en peligro, probablemente como consecuencia del frenazo económico sufrido por la incertidumbre y el aislamiento internacional tras la represión violenta de las protestas de Tian’anmen, sorprendió a los medios de comunicación de China y el mundo al visitar en la llamada Gira del Sur diversas ciudades de esa zona del país, pronunciando varios discursos en los que anunciaba la continuación y profundización de las reformas por él emprendidas. Fue durante este viaje cuando pronunció su famosa frase “enriquecerse es glorioso” y otra que ahora, treinta y tres años después, ha cobrado especial interés este mes de octubre: “Hay petróleo en Oriente Medio. Y hay tierras raras en China. Tenemos que sacar ventajas de estos recursos”.
Supongo que todos mis lectores saben que nuestro mundo material está constituido por los llamados elementos químicos, que el químico ruso Dmitri Mendeleev empezó a organizar en 1869 en la llamada Tabla Periódica que, a día de hoy, engloba 118 elementos, aunque solo 92 se encuentran en la naturaleza. Diecisiete de ellos se conocen como Tierras Raras y son los que aparecen en la Figura que ilustra esta entrada con sus símbolos y nombres un tanto extraños, cada uno de los cuales tiene su historia. Aunque el adjetivo “raras” podría llevar a la conclusión de que se trata de elementos escasos en la corteza terrestre, algunos como el cerio (Ce), el itrio (Y) o el neodimio (Nd) son bastante abundantes. En realidad el término se refiere a que es poco habitual encontrarlos en una forma pura, aunque hay depósitos de minerales de ellos, más o menos abundantes y repartidos por todo el globo terráqueo. Lo de “tierra” no es más que una forma arcaica (de finales del siglo XVIII) de referirse a las sustancias oxidadas o no metálicas que se obtenían de minerales (como “tierra de alúmina”, “tierra de sílice”).
El pasado 9 de octubre, el Ministerio de Comercio chino adoptó una serie de controles muy restrictivos a las exportaciones de esas tierras raras, así como de los llamados imanes permanentes, unos imanes mucho más potentes que los habituales y en los que esas tierras raras juegan un papel fundamental. Los más conocidos y potentes son los constituidos por neodimio (Nd), hierro y boro, cientos de veces más potentes que los imanes convencionales y que permiten que sean utilizados en aplicaciones que ahora detallaremos, usando tamaños más pequeños que los anteriores. Según las medidas anunciadas, las empresas extranjeras deberán obtener la aprobación del gobierno chino para exportar imanes que contengan incluso trazas de tierras raras de origen chino, o que se hayan producido mediante tecnologías chinas de minería y procesamiento de tierras raras o de fabricación de imanes. China domina ampliamente todo el sector ya que controla el 70% de la minería global en tierras raras, el 90% de su separación y procesamiento o refinado y el 93% del mercado de los imanes permanentes.
Y eso puede afectar a múltiples ingenios que constituyen nuestro actual modo de vida. Por ejemplo, en lo tocante a la obtención de energía eléctrica a partir de turbinas eólicas, los imanes permanentes son cruciales en los llamados generadores síncronos de imanes permanentes (PMSG), cada vez más usados en turbinas modernas en las que pueden usarse hasta 300 kilos de tierras raras, generalmente neodimio (Nd), por megavatio de potencia. Y qué decir de nuestros gadgets electrónicos. Apple, por ejemplo, emplea prácticamente toda la familia de tierras raras en sus iPhones, iPads, Macs y relojes, para cosas como los imanes de altavoces y micrófonos, luminosidad de las pantallas, los cargadores MagSafe o hasta el imán que cierra la funda protectora de un iPad. Las cantidades por dispositivo son realmente pequeñas (en un iPhone se estima que hay solo unos 100 miligramos de esos elementos) pero dado el número de teléfonos fabricados de cada modelo, ello supone que Apple sea uno de los mayores consumidores individuales del mundo de estos elementos. La compañía ya se dio cuenta de que tenía que reducir su dependencia de los mismos, provenientes no solo de China sino también de Myanmar (la antigua Birmania) y, en 2023, Apple recicló más de 1.000 kg de disprosio y 5.000 kg de neodimio.
Pero la decisión del Departamento de Comercio chino irritó a Trump porque esas mismas tierras raras ponen en dificultades al arsenal militar americano. Según datos del otrora Departamento de Defensa (ahora bautizado por Trump como de la Guerra), un avión de combate F‑35 Lightning II requiere casi media tonelada de tierras raras, un destructor de la clase Arleigh Burke DDG‑51 necesita dos toneladas y media y un submarino de tipo Virginia casi cinco. La reacción fue subir los aranceles (más aún) a los productos chinos y veremos qué pasa en la gira asiática de Trump que esta teniendo lugar estos días y en la que se entrevistará con su homólogo chino, Xi Jinping, que de tierras raras sabrá algo más que el americano porque es ingeniero químico.
Y si Den Xiaoping lo anunció hace años, ¿cómo se ha llegado a esta situación?. Pues porque la minería y el tratamiento de los minerales para obtener las tierras raras son actividades “sucias” que los países occidentales han ido abandonando en manos de países con menos ascos medioambientales. Y China se ha aprovechado de ese hecho para crear grandes centros de refinado de los minerales existentes en las tierras raras que extrae en su territorio. En un interesante libro que acabo de leer, La guerra de los metales raros de Guillaume Pitron, el autor expone el alto costo ambiental producido en la principal planta china de refinado de tierras raras (situado en Baotou, Mongolia Interior) y critica la “eco-hipocresía” de los países occidentales que presumen de nuevas tecnologías limpias (las mencionadas turbinas eólicas por ejemplo) basadas en procesos sucios ejecutados en otros lugares.
Ante esa situación y además de promover el reciclaje de estos materiales, el Gobierno Trump ha decidió reactivar la minería y el refino de tierras raras en EEUU. El pasado julio, el Secretario de Energía Chris Wright asistió en Wyoming a la puesta en marcha de la primera mina de tierras raras que se abre en 70 años. Simultáneamente, el gobierno ha decidido participar de modo agresivo en el accionariado de otras minas que siguen abiertas, como la situada en California, en el desierto de Mojave, la denominada Mountain Pass Mine que lleva funcionando desde 1950. No está muy claro por el momento cómo van a sortear el asunto de la contaminación ambiental del procesado del mineral que obtengan de esas minas, pero el Secretario de Estado dijo en el acto mencionado que la mina Brook (así se llama) y Wyoming “son fundamentales para romper el estrangulamiento de China sobre el procesado de tierras raras”.
La decisión china de la que venimos hablando afecta también gravemente a Europa que importa las tierras raras procesadas casi exclusivamente de China. Y ello a pesar de que hay minas que contienen minerales de tierras raras en países como Suecia, Noruega, Finlandia, Dinamarca, Francia o España. La mayoría de los proyectos están en exploración inicial o avanzada, mientras que otros se han paralizado por decisiones gubernamentales justificadas en cuestiones ambientales y/o por la oposición de la ciudadanía debido, en algunos casos, a la presencia junto a las tierras raras de elementos radioactivos como el uranio o el torio. Ese es el caso español, donde se identificaron tierras raras en el proyecto de Matamulas, ubicado en el Campo de Montiel (Ciudad Real). El mineral principal allí existente es la monacita, un fosfato de cerio, lantano, neodimio y praseodimio. Se estima que en ese yacimiento puede haber del orden de 7000 toneladas de compuestos de los que se pueden recuperar tierras raras. El proyecto fue rechazado por la Junta de Castilla-La Mancha en 2019 por razones ambientales y de biodiversidad a lo que se sumó el rechazo de los grupos ambientalistas que han aducido la presencia de torio. De acuerdo con la legislación española y europea, cualquier material con torio o uranio se considera como residuo radiactivo de baja actividad y está sujeto a control por el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), lo que evidentemente complicaría aún más la minería de la monacita española y su posterior refino a tierras raras.
Así que a ver qué hace la pareja Trump/Xi Jinping. El americano tiene alguna carta que jugar en el asunto de otros elementos de la Tabla Periódica que se pueden considerar estratégicos. Estados Unidos tienen un casi monopolio del cuarzo ultra puro, que se extrae en Spruce Pine, una pequeña ciudad en Carolina del Norte y que se necesita para hacer las obleas de silicio de extrema pureza que convertimos en semiconductores y paneles solares. Y ahí le puede doler a China. Mientras edito esta entrada (lunes 27 de octubre), las agencias parecen vislumbrar una marcha atrás en el conflicto. Ver venir…
Para terminar, un extracto de la suite Primavera Apalache de Aaron Copland, con la Filarmónica de Berlin y Marin Alsop como directora.
Supongo que todos mis lectores saben que nuestro mundo material está constituido por los llamados elementos químicos, que el químico ruso Dmitri Mendeleev empezó a organizar en 1869 en la llamada Tabla Periódica que, a día de hoy, engloba 118 elementos, aunque solo 92 se encuentran en la naturaleza. Diecisiete de ellos se conocen como Tierras Raras y son los que aparecen en la Figura que ilustra esta entrada con sus símbolos y nombres un tanto extraños, cada uno de los cuales tiene su historia. Aunque el adjetivo “raras” podría llevar a la conclusión de que se trata de elementos escasos en la corteza terrestre, algunos como el cerio (Ce), el itrio (Y) o el neodimio (Nd) son bastante abundantes. En realidad el término se refiere a que es poco habitual encontrarlos en una forma pura, aunque hay depósitos de minerales de ellos, más o menos abundantes y repartidos por todo el globo terráqueo. Lo de “tierra” no es más que una forma arcaica (de finales del siglo XVIII) de referirse a las sustancias oxidadas o no metálicas que se obtenían de minerales (como “tierra de alúmina”, “tierra de sílice”).
El pasado 9 de octubre, el Ministerio de Comercio chino adoptó una serie de controles muy restrictivos a las exportaciones de esas tierras raras, así como de los llamados imanes permanentes, unos imanes mucho más potentes que los habituales y en los que esas tierras raras juegan un papel fundamental. Los más conocidos y potentes son los constituidos por neodimio (Nd), hierro y boro, cientos de veces más potentes que los imanes convencionales y que permiten que sean utilizados en aplicaciones que ahora detallaremos, usando tamaños más pequeños que los anteriores. Según las medidas anunciadas, las empresas extranjeras deberán obtener la aprobación del gobierno chino para exportar imanes que contengan incluso trazas de tierras raras de origen chino, o que se hayan producido mediante tecnologías chinas de minería y procesamiento de tierras raras o de fabricación de imanes. China domina ampliamente todo el sector ya que controla el 70% de la minería global en tierras raras, el 90% de su separación y procesamiento o refinado y el 93% del mercado de los imanes permanentes.
Y eso puede afectar a múltiples ingenios que constituyen nuestro actual modo de vida. Por ejemplo, en lo tocante a la obtención de energía eléctrica a partir de turbinas eólicas, los imanes permanentes son cruciales en los llamados generadores síncronos de imanes permanentes (PMSG), cada vez más usados en turbinas modernas en las que pueden usarse hasta 300 kilos de tierras raras, generalmente neodimio (Nd), por megavatio de potencia. Y qué decir de nuestros gadgets electrónicos. Apple, por ejemplo, emplea prácticamente toda la familia de tierras raras en sus iPhones, iPads, Macs y relojes, para cosas como los imanes de altavoces y micrófonos, luminosidad de las pantallas, los cargadores MagSafe o hasta el imán que cierra la funda protectora de un iPad. Las cantidades por dispositivo son realmente pequeñas (en un iPhone se estima que hay solo unos 100 miligramos de esos elementos) pero dado el número de teléfonos fabricados de cada modelo, ello supone que Apple sea uno de los mayores consumidores individuales del mundo de estos elementos. La compañía ya se dio cuenta de que tenía que reducir su dependencia de los mismos, provenientes no solo de China sino también de Myanmar (la antigua Birmania) y, en 2023, Apple recicló más de 1.000 kg de disprosio y 5.000 kg de neodimio.
Pero la decisión del Departamento de Comercio chino irritó a Trump porque esas mismas tierras raras ponen en dificultades al arsenal militar americano. Según datos del otrora Departamento de Defensa (ahora bautizado por Trump como de la Guerra), un avión de combate F‑35 Lightning II requiere casi media tonelada de tierras raras, un destructor de la clase Arleigh Burke DDG‑51 necesita dos toneladas y media y un submarino de tipo Virginia casi cinco. La reacción fue subir los aranceles (más aún) a los productos chinos y veremos qué pasa en la gira asiática de Trump que esta teniendo lugar estos días y en la que se entrevistará con su homólogo chino, Xi Jinping, que de tierras raras sabrá algo más que el americano porque es ingeniero químico.
Y si Den Xiaoping lo anunció hace años, ¿cómo se ha llegado a esta situación?. Pues porque la minería y el tratamiento de los minerales para obtener las tierras raras son actividades “sucias” que los países occidentales han ido abandonando en manos de países con menos ascos medioambientales. Y China se ha aprovechado de ese hecho para crear grandes centros de refinado de los minerales existentes en las tierras raras que extrae en su territorio. En un interesante libro que acabo de leer, La guerra de los metales raros de Guillaume Pitron, el autor expone el alto costo ambiental producido en la principal planta china de refinado de tierras raras (situado en Baotou, Mongolia Interior) y critica la “eco-hipocresía” de los países occidentales que presumen de nuevas tecnologías limpias (las mencionadas turbinas eólicas por ejemplo) basadas en procesos sucios ejecutados en otros lugares.
Ante esa situación y además de promover el reciclaje de estos materiales, el Gobierno Trump ha decidió reactivar la minería y el refino de tierras raras en EEUU. El pasado julio, el Secretario de Energía Chris Wright asistió en Wyoming a la puesta en marcha de la primera mina de tierras raras que se abre en 70 años. Simultáneamente, el gobierno ha decidido participar de modo agresivo en el accionariado de otras minas que siguen abiertas, como la situada en California, en el desierto de Mojave, la denominada Mountain Pass Mine que lleva funcionando desde 1950. No está muy claro por el momento cómo van a sortear el asunto de la contaminación ambiental del procesado del mineral que obtengan de esas minas, pero el Secretario de Estado dijo en el acto mencionado que la mina Brook (así se llama) y Wyoming “son fundamentales para romper el estrangulamiento de China sobre el procesado de tierras raras”.
La decisión china de la que venimos hablando afecta también gravemente a Europa que importa las tierras raras procesadas casi exclusivamente de China. Y ello a pesar de que hay minas que contienen minerales de tierras raras en países como Suecia, Noruega, Finlandia, Dinamarca, Francia o España. La mayoría de los proyectos están en exploración inicial o avanzada, mientras que otros se han paralizado por decisiones gubernamentales justificadas en cuestiones ambientales y/o por la oposición de la ciudadanía debido, en algunos casos, a la presencia junto a las tierras raras de elementos radioactivos como el uranio o el torio. Ese es el caso español, donde se identificaron tierras raras en el proyecto de Matamulas, ubicado en el Campo de Montiel (Ciudad Real). El mineral principal allí existente es la monacita, un fosfato de cerio, lantano, neodimio y praseodimio. Se estima que en ese yacimiento puede haber del orden de 7000 toneladas de compuestos de los que se pueden recuperar tierras raras. El proyecto fue rechazado por la Junta de Castilla-La Mancha en 2019 por razones ambientales y de biodiversidad a lo que se sumó el rechazo de los grupos ambientalistas que han aducido la presencia de torio. De acuerdo con la legislación española y europea, cualquier material con torio o uranio se considera como residuo radiactivo de baja actividad y está sujeto a control por el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), lo que evidentemente complicaría aún más la minería de la monacita española y su posterior refino a tierras raras.
Así que a ver qué hace la pareja Trump/Xi Jinping. El americano tiene alguna carta que jugar en el asunto de otros elementos de la Tabla Periódica que se pueden considerar estratégicos. Estados Unidos tienen un casi monopolio del cuarzo ultra puro, que se extrae en Spruce Pine, una pequeña ciudad en Carolina del Norte y que se necesita para hacer las obleas de silicio de extrema pureza que convertimos en semiconductores y paneles solares. Y ahí le puede doler a China. Mientras edito esta entrada (lunes 27 de octubre), las agencias parecen vislumbrar una marcha atrás en el conflicto. Ver venir…
Para terminar, un extracto de la suite Primavera Apalache de Aaron Copland, con la Filarmónica de Berlin y Marin Alsop como directora.


No hay comentarios:
Publicar un comentario