Más plásticos que peces
Tiempo habrá para utilizar la abundante documentación que he almacenado en una carpeta sobre el asunto de la granza gallega, de lo que escribí hace poco. Vamos a dejar pasar las elecciones en ese territorio y veremos si me da por volver sobre el tema. Pero sin hacer referencia concreta al desgraciado incidente del contenedor, voy a utilizar como excusa para la entrada de hoy un artículo que publicó un periódico que se vende en mi pueblo. Decía su contundente titular “En 2050 habrá más plásticos que peces en el mar”. Su autora repite la misma frase en el primer párrafo del artículo, pero ahí se acaba todo. Ni una sola referencia que justifique la afirmación. El resto del artículo, en su mayor parte, da pábulo a un portavoz de Greenpeace en Galicia que, aprovechando que parte de la granza acabó en su tierra, nos sermonea con su conocido mantra sobre los microplásticos y sus males.
En el año 2016, la Fundación Ellen MacArthur publicó un extenso informe titulado “The New Plastics Economy. Rethinking the future of plastics”. La mencionada Fundación tiene entre sus objetivos el estudio de la llamada Economía Circular, como estrategia para abordar problemas como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad o el problema de los microplásticos. En un corto párrafo de la página 17, el informe dice que “Las mejores investigaciones disponibles en la actualidad estiman que hay más de 150 millones de toneladas de plásticos en el océano hoy en día. En un escenario sin cambios, se espera que el océano contenga 1 tonelada de plástico por cada 3 toneladas de pescado en 2025 y, en 2050, mas plásticos que peces (en peso)”.
Me vais a dejar que, al hilo del asunto que nos ocupa, os cuente una interesante historia sobre plásticos y peces. Que tiene que ver con la expedición Malaspina, llevada a cabo durante 2011 y 2012 por dos buques oceanográficos españoles (el Hespérides y el Sarmiento de Gamboa), que emularon otra expedición llevada a cabo por el italiano Alessandro Malaspina, al servicio de la Corona española, a finales del siglo XVIII. Aunque, esta vez, los objetivos de la nueva Malaspina eran puramente científicos. Entre ellos evaluar la cantidad total de peces en el mar o, también, la cantidad de plástico que había flotando en la superficie de los océanos.
Empecemos por los peces. O, más específicamente, por la biomasa de peces existente en los océanos. La Fundación Ellen MacArthur, en 2016, hablaba de que los océanos contenían unos 900 millones de toneladas de peces, citando un único artículo de 2008 (aunque el informe hable de las mejores investigaciones disponibles, en plural). Esos números han sido posteriormente (2015) puestos en duda por el propio primer autor del artículo en cuestión, confirmando lo que otros autores ya habían venido publicando entre ambas fechas, gracias al empleo de nuevas técnicas (observaciones acústicas) en la evaluación de la biomasa global de peces.
Entre esos nuevos resultados estaban precisamente los de la expedición Malaspina, publicados en 2014 en Nature, y que concluían que la biomasa total de peces existente en los océanos podía ser entre 10 y 30 veces más grande que las novecientas mil toneladas que evaluó el artículo de 2008 arriba mencionado y que usó la Fundación Ellen MacArthur.
En un artículo (os pongo enlace pero es de pago) publicado en El País, con ocasión del trabajo publicado en Nature arriba mencionado, el prestigioso oceanógrafo Carlos Duarte (uno de los firmantes del mismo) hablaba de la gran cantidad de especies existentes en las zonas mesopelágicas (entre 300 y 700 metros de profundidad) de los océanos, como los peces linterna (Myctophidae) o los peces luciérnaga (Cyclothone): “Se pensaba que las aguas, a esas profundidades, son prácticamente un desierto y no es así. Lo que pasa es que la vida se esconde en ellas de día, porque aproximadamente una tercera parte de esos peces ascienden de noche a alimentarse a la zona superficial del agua”.
Así que hay muchos más peces que los que se creía. Y probablemente haya muchísimos más. El mismo artículo de El País se hacía eco de otro de los resultados sorprendentes de la Malaspina, que tenía que ver con los plásticos. Aunque era cierto que habían encontrado mucho residuo plástico en la zona superficial del océano (casi todo en forma de Microplásticos, acumulados especialmente en los giros oceánicos que dan lugar a las llamadas “islas de basura”), los investigadores calcularon que los océanos acumulaban en su superficie entre 7.000 y 35.000 toneladas de estos residuos, solo un 1% del plástico que se estimaba debía estar flotando en el mar.
Entre las diversas causas de esa aparente desaparición del plástico en el mar, el artículo lanzaba la hipótesis de que la biomasa pelágica arriba mencionada podía ser una de ellas. Esos peces suben de noche a la superficie, comen plástico que confunden con presas y vuelven a las profundidades donde, en su mayor parte, devuelven el plástico al mar en forma de heces. Una hipótesis que, desde entonces, nadie ha confirmado.
Si la Malaspina tuvo dificultades para evaluar la masa de plástico que flotaba en la superficie del mar, evaluar la masa perdida en la vasta extensión y profundidad de los océanos del mundo es casi una labor imposible. En su informe, la Fundación Ellen MacArthur empleó los datos de un único artículo de 2015 en la revista Science. Los autores, con los datos existentes hasta entonces, los extrapolaban hasta 2025. Suponiendo que la cantidad de plástico que va a entrar en el océano seguirá creciendo como hasta ahora (escenario business-as-usual), la Fundación realizó una ulterior extrapolación hasta 2050. Sin embargo, un artículo de 2021 que revisaba diversas estimaciones de la basura plástica que entró en los océanos hasta 2019, viene a mostrar que, aunque la producción de plástico sigue creciendo, la basura plástica que va al mar parece haberse estabilizado e incluso, en algunos ámbitos, está decreciendo.
Es decir, que la masa de plástico que habrá en 2050 tampoco está clara. En definitiva, el titular que usó el diario de mi pueblo, al igual que, ya en 2016, usaron otros medios y ONGs, no tiene unas sólidas raíces en cuanto a los datos se refiere. Unos y otras solo los usaron para titulares, desechando las 113 páginas restantes del informe de la Fundación Ellen MacArthur, dedicadas a analizar los problemas que las basuras plásticas plantean y a proponer muy diversas soluciones. Todo ello desde estrategias factibles, muchas de las cuales ya están en marcha en los países más ricos. Pero eso no vende. Son argumentos retardacionistas, un término en boga entre los activistas.
Como dice Hannah Ritchie, editora adjunta de Our World in Data y autora del reciente libro Not the end of the World (2024), que os recomiendo, “poco importa el que en 2050 haya mas plástico que peces o no. Sería también un problema el que hubiera la mitad, la cuarta parte o la décima de la biomasa de peces. La basura plástica es un problema a lo largo y ancho de los océanos del mundo y no hay necesidad de exagerarlo”. Lo importante es que el plástico no debe seguir entrando en el mar. Y hay que trabajar duro en ello.
Un poco de música para acabar: un extracto (3’) de La mer de Claude Debussy, de la mano de su tocayo Claudio Abbado y la Filarmónica de Berlín.
En el año 2016, la Fundación Ellen MacArthur publicó un extenso informe titulado “The New Plastics Economy. Rethinking the future of plastics”. La mencionada Fundación tiene entre sus objetivos el estudio de la llamada Economía Circular, como estrategia para abordar problemas como el cambio climático, la pérdida de biodiversidad o el problema de los microplásticos. En un corto párrafo de la página 17, el informe dice que “Las mejores investigaciones disponibles en la actualidad estiman que hay más de 150 millones de toneladas de plásticos en el océano hoy en día. En un escenario sin cambios, se espera que el océano contenga 1 tonelada de plástico por cada 3 toneladas de pescado en 2025 y, en 2050, mas plásticos que peces (en peso)”.
Me vais a dejar que, al hilo del asunto que nos ocupa, os cuente una interesante historia sobre plásticos y peces. Que tiene que ver con la expedición Malaspina, llevada a cabo durante 2011 y 2012 por dos buques oceanográficos españoles (el Hespérides y el Sarmiento de Gamboa), que emularon otra expedición llevada a cabo por el italiano Alessandro Malaspina, al servicio de la Corona española, a finales del siglo XVIII. Aunque, esta vez, los objetivos de la nueva Malaspina eran puramente científicos. Entre ellos evaluar la cantidad total de peces en el mar o, también, la cantidad de plástico que había flotando en la superficie de los océanos.
Empecemos por los peces. O, más específicamente, por la biomasa de peces existente en los océanos. La Fundación Ellen MacArthur, en 2016, hablaba de que los océanos contenían unos 900 millones de toneladas de peces, citando un único artículo de 2008 (aunque el informe hable de las mejores investigaciones disponibles, en plural). Esos números han sido posteriormente (2015) puestos en duda por el propio primer autor del artículo en cuestión, confirmando lo que otros autores ya habían venido publicando entre ambas fechas, gracias al empleo de nuevas técnicas (observaciones acústicas) en la evaluación de la biomasa global de peces.
Entre esos nuevos resultados estaban precisamente los de la expedición Malaspina, publicados en 2014 en Nature, y que concluían que la biomasa total de peces existente en los océanos podía ser entre 10 y 30 veces más grande que las novecientas mil toneladas que evaluó el artículo de 2008 arriba mencionado y que usó la Fundación Ellen MacArthur.
En un artículo (os pongo enlace pero es de pago) publicado en El País, con ocasión del trabajo publicado en Nature arriba mencionado, el prestigioso oceanógrafo Carlos Duarte (uno de los firmantes del mismo) hablaba de la gran cantidad de especies existentes en las zonas mesopelágicas (entre 300 y 700 metros de profundidad) de los océanos, como los peces linterna (Myctophidae) o los peces luciérnaga (Cyclothone): “Se pensaba que las aguas, a esas profundidades, son prácticamente un desierto y no es así. Lo que pasa es que la vida se esconde en ellas de día, porque aproximadamente una tercera parte de esos peces ascienden de noche a alimentarse a la zona superficial del agua”.
Así que hay muchos más peces que los que se creía. Y probablemente haya muchísimos más. El mismo artículo de El País se hacía eco de otro de los resultados sorprendentes de la Malaspina, que tenía que ver con los plásticos. Aunque era cierto que habían encontrado mucho residuo plástico en la zona superficial del océano (casi todo en forma de Microplásticos, acumulados especialmente en los giros oceánicos que dan lugar a las llamadas “islas de basura”), los investigadores calcularon que los océanos acumulaban en su superficie entre 7.000 y 35.000 toneladas de estos residuos, solo un 1% del plástico que se estimaba debía estar flotando en el mar.
Entre las diversas causas de esa aparente desaparición del plástico en el mar, el artículo lanzaba la hipótesis de que la biomasa pelágica arriba mencionada podía ser una de ellas. Esos peces suben de noche a la superficie, comen plástico que confunden con presas y vuelven a las profundidades donde, en su mayor parte, devuelven el plástico al mar en forma de heces. Una hipótesis que, desde entonces, nadie ha confirmado.
Si la Malaspina tuvo dificultades para evaluar la masa de plástico que flotaba en la superficie del mar, evaluar la masa perdida en la vasta extensión y profundidad de los océanos del mundo es casi una labor imposible. En su informe, la Fundación Ellen MacArthur empleó los datos de un único artículo de 2015 en la revista Science. Los autores, con los datos existentes hasta entonces, los extrapolaban hasta 2025. Suponiendo que la cantidad de plástico que va a entrar en el océano seguirá creciendo como hasta ahora (escenario business-as-usual), la Fundación realizó una ulterior extrapolación hasta 2050. Sin embargo, un artículo de 2021 que revisaba diversas estimaciones de la basura plástica que entró en los océanos hasta 2019, viene a mostrar que, aunque la producción de plástico sigue creciendo, la basura plástica que va al mar parece haberse estabilizado e incluso, en algunos ámbitos, está decreciendo.
Es decir, que la masa de plástico que habrá en 2050 tampoco está clara. En definitiva, el titular que usó el diario de mi pueblo, al igual que, ya en 2016, usaron otros medios y ONGs, no tiene unas sólidas raíces en cuanto a los datos se refiere. Unos y otras solo los usaron para titulares, desechando las 113 páginas restantes del informe de la Fundación Ellen MacArthur, dedicadas a analizar los problemas que las basuras plásticas plantean y a proponer muy diversas soluciones. Todo ello desde estrategias factibles, muchas de las cuales ya están en marcha en los países más ricos. Pero eso no vende. Son argumentos retardacionistas, un término en boga entre los activistas.
Como dice Hannah Ritchie, editora adjunta de Our World in Data y autora del reciente libro Not the end of the World (2024), que os recomiendo, “poco importa el que en 2050 haya mas plástico que peces o no. Sería también un problema el que hubiera la mitad, la cuarta parte o la décima de la biomasa de peces. La basura plástica es un problema a lo largo y ancho de los océanos del mundo y no hay necesidad de exagerarlo”. Lo importante es que el plástico no debe seguir entrando en el mar. Y hay que trabajar duro en ello.
Un poco de música para acabar: un extracto (3’) de La mer de Claude Debussy, de la mano de su tocayo Claudio Abbado y la Filarmónica de Berlín.
3 comentarios:
Oh, buena música, gracias.
Y sí que es complicado evaluar estos temas...
Me ha recordado algo a lo que llamo el efecto de la "ensalada de basura". Pues no ocupa ni se ve igual en un plato una ensalada cortada en hojas grandes (estilo a la parisina, lo llamo) que cortada en trocitos (estilo de"trempó mallorquí," lo llamo)
Pues un plástico grande, duro y grueso puede ser diferente. Por ejemplo, con unas algas iniciales a veces flota más, pero luego se densifica y hunde. Y se ve y perdura más, viaja y se encuentra más. Y obtura menos intestino de aves que algo como unas bolsitas o una goma de globos.
En cambio, los menores a microplásticos, los nano plásticos son más, los cazan, filtran y acumulan mejor, los absorbemos más... E igualmente, la microvida es mucho mayor en cantidad y número que los peces, que dependen de ella.
Y quizás afectan más los plásticos más menudos, o los oligómeros de lavados. Y es importante por los residuos de contaminantes que llevan, como los aditivos propios, o adheridos y acumulados...
O sea, es complicado valorar el tema, depende de muchos facfores y comportamientos cazadores, del tamaño y tipo de la vida y de los plásticos, de la acumulación por olas o densificación... Incluso los menudos y alargados flotan espeso en el aire, como nosotros nadaríamos en una mermelada, y llegan a decenas de miles de metros arriba.
Se agradece mucho poder leer puntos de vista diferentes, y sí, hay muchos errores, exageraciones... Supongo que a veces ocurren por intuición, de buena fe, para intentar equilibrar nuestras limitaciones modernas.
Salut y gracias Búho,
Toni M.P.
Magnífico y muy ponderado tu artículo.
Me ha encantado la entrada, lectura sosegada y en su punto que diría “Argiñano”. Y el postre de 10, riquísimo.
Un placer
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