Meterólogos y plásticos
Hasta no hace muchos años, los meteorólogos eran los encargados de describir y predecir, en la medida de lo posible, el tiempo o, lo que es lo mismo, los fenómenos atmósféricos. Luego, muchos de ellos, se convirtieron en climatólogos u observadores del tiempo meteorológico a largo plazo. Con la preocupación por el cambio climático, algunos han pasado a ser estrellas mediáticas y han ampliado su campo a todo lo que tenga que ver con la problemática del medio ambiente, incluido el efecto de la contaminación por plásticos. Y claro, con tantos temas en el portafolio y tan complejos, a veces los tratamientos que realizan para el gran público dejan mucho que desear.
Viernes 26 de mayo de 2023, televisión pública, hora de mucha audiencia (antes del telediario de la noche) y en un programa que ya lleva muchos años en ese segmento horario. Pongo el minutaje de lo que allí se decía pero no sé cuánto tiempo se va a mantener ese enlace en la web de la tele.
Minuto 16: 41. Se inicia una noticia que va a versar sobre contaminación marina de plásticos y una posible solución mediante el uso de un “nuevo plástico”. El afamado presentador habla en su introducción de generalidades sobre la cantidad de plástico que va al mar y luego de las llamadas islas de plástico, con imágenes y valoraciones de su tamaño, que no se corresponden ni con lo que ya se contó en una anterior entrada de este Blog ni con la definición de “islas de plástico” de la prestigiosa agencia medioambiental americana NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration):
El nombre de "Isla de Basura del Pacífico" ha hecho creer a muchos que esta zona es una mancha grande y continua de desechos marinos fácilmente visibles, como botellas y otros desperdicios, algo así como una isla literal de basura que debería ser visible con fotografías aéreas o por satélite. Pero no es así. Aunque en esta zona se pueden encontrar grandes concentraciones de basura, gran parte de los desechos son en realidad pequeños trozos de plástico flotante que no son inmediatamente evidentes a simple vista.
Tras esa introducción a la sección del programa, una colaboradora del mismo y otra persona que lleva una camiseta con el anagrama CAMM, se van a una playa de Massalfassar (Valencia) a recoger desechos plásticos. Y en la conversación que mantienen mientras los recogen, sale el tema de que la bolsa de recogida que están usando es biodegradable, compostable y soluble en agua. Y, de pasada, la persona con la camiseta y el logo pregunta a la colaboradora del programa si sabe que los humanos venimos a ingerir el equivalente a una tarjeta de crédito de plástico a la semana.
Sobre este último tema no voy a daros mucho la turrada ya que, no hace mucho tiempo, publiqué una entrada en la que creo que quedó claro que esa noticia provenía de un estudio pagado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, la que conocíamos antes como Adena en España), una organización ecologista particularmente activa en la lucha contra el plástico. Y que sus evaluaciones sobre la tarjeta, o lo que es igual, los 5 gramos de plástico que los humanos vendríamos a ingerir a la semana, estaban fuera del intervalo (percentil 100%) de las cifras que se han ido publicando en otros estudios. A pesar de lo cual y como también mostraba la entrada, algún grupo del CSIC las ha usado como válidas en otros estudios.
Algo más adelante (más o menos en el minuto 18:40) el programa se traslada a una empresa denominada CAMM, la que figuraba en la camiseta de una de las participantes en la recogida de plásticos (¿publicidad encubierta?) que, según se puede ver en los medios, ha empezado a comercializar un plástico conocido como polivinil alcohol o PVA. En el video nos muestran cómo se procesa ese material y qué productos pueden conformarse con él. Para, después, pasar a hacer un sencillo experimento, de esos que gustan en las ferias de Ciencia, en el que una bolsa de ese plástico se llena con unas canicas y se mete en un matraz con agua para ver cómo se destruye (disuelve) casi inmediatamente. Y acaban haciendo beber a la presentadora del programa ese agua con el plástico disuelto.
Vamos a dejarlo claro. El PVA es más viejo en la historia de los polímeros que mear en pared (con perdón). Fue preparado por primera vez en el laboratorio en 1924 por los científicos Hermann y Haehnel, hidrolizando otro plástico bien conocido, el poliacetato de vinilo. Y a partir de los 50 se empezó ya a vender de forma comercial por una empresa japonesa. Y no ha servido ni sirve para casi nada que tenga que ver con los usos habituales de los plásticos más vendidos.
El PVA forma filmes muy fácilmente y es uno de los plásticos más resistente a que el oxígeno pase a través de él, por lo que, en principio, sería muy útil en envases para productos sensibles al oxígeno (carne, quesos, entre otros). Pero como absorbe rápidamente la humedad ambiente se convierte en una especie de chicle que, además, ya no es tan barrera al oxígeno. Así que lo que se suele hacer con él es un sandwich entre dos filmes de Polietileno, muy hidrofóbico, que lo protegen frente al vapor de agua para que siga cumpliendo su misión de barrera al oxígeno, tal y como se ve en la figura que ilustra esta entrada. También se usa en la producción de polivinil butiral, el polímero que se usa en los parabrisas laminados.
En el ámbito médico se usa como cubierta externa de ciertas cápsulas que, de nuevo, hay que protegerlas en algún material hidrófobo o se desintegran. Disuelto en agua se usa en lágrimas para los ojos en oftalmología. Y poco más, aunque yo tengo bien guardadas en una bolsa de PE unas bolas de golf que dan en los cruceros para que los golfistas maten el gusanillo tirándolas al mar donde desaparecen, algo sobre lo que escribí una entrada hace tiempo en este Blog. Diré también que los plásticos biodegradables y compostables no suponen más allá del 0,3% de todos los plásticos que se producen en el mundo (datos de 2020) y en la lista de los seis biodegradables y compostables que más se producen, el PVA no aparece, lo cual implica su limitada repercusión en el actual mercado.
Supongo que el programa de TV en cuestión tendrá otras luces para llegar a la difusión que tiene en esa hora tan deseada (yo no lo sigo habitualmente) porque, si en el resto de temas tiene la seriedad con la que han abordado el tema de los microplásticos y los plásticos biodegradables, vamos bien…
Sobre este último tema no voy a daros mucho la turrada ya que, no hace mucho tiempo, publiqué una entrada en la que creo que quedó claro que esa noticia provenía de un estudio pagado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, la que conocíamos antes como Adena en España), una organización ecologista particularmente activa en la lucha contra el plástico. Y que sus evaluaciones sobre la tarjeta, o lo que es igual, los 5 gramos de plástico que los humanos vendríamos a ingerir a la semana, estaban fuera del intervalo (percentil 100%) de las cifras que se han ido publicando en otros estudios. A pesar de lo cual y como también mostraba la entrada, algún grupo del CSIC las ha usado como válidas en otros estudios.
Algo más adelante (más o menos en el minuto 18:40) el programa se traslada a una empresa denominada CAMM, la que figuraba en la camiseta de una de las participantes en la recogida de plásticos (¿publicidad encubierta?) que, según se puede ver en los medios, ha empezado a comercializar un plástico conocido como polivinil alcohol o PVA. En el video nos muestran cómo se procesa ese material y qué productos pueden conformarse con él. Para, después, pasar a hacer un sencillo experimento, de esos que gustan en las ferias de Ciencia, en el que una bolsa de ese plástico se llena con unas canicas y se mete en un matraz con agua para ver cómo se destruye (disuelve) casi inmediatamente. Y acaban haciendo beber a la presentadora del programa ese agua con el plástico disuelto.
Vamos a dejarlo claro. El PVA es más viejo en la historia de los polímeros que mear en pared (con perdón). Fue preparado por primera vez en el laboratorio en 1924 por los científicos Hermann y Haehnel, hidrolizando otro plástico bien conocido, el poliacetato de vinilo. Y a partir de los 50 se empezó ya a vender de forma comercial por una empresa japonesa. Y no ha servido ni sirve para casi nada que tenga que ver con los usos habituales de los plásticos más vendidos.
El PVA forma filmes muy fácilmente y es uno de los plásticos más resistente a que el oxígeno pase a través de él, por lo que, en principio, sería muy útil en envases para productos sensibles al oxígeno (carne, quesos, entre otros). Pero como absorbe rápidamente la humedad ambiente se convierte en una especie de chicle que, además, ya no es tan barrera al oxígeno. Así que lo que se suele hacer con él es un sandwich entre dos filmes de Polietileno, muy hidrofóbico, que lo protegen frente al vapor de agua para que siga cumpliendo su misión de barrera al oxígeno, tal y como se ve en la figura que ilustra esta entrada. También se usa en la producción de polivinil butiral, el polímero que se usa en los parabrisas laminados.
En el ámbito médico se usa como cubierta externa de ciertas cápsulas que, de nuevo, hay que protegerlas en algún material hidrófobo o se desintegran. Disuelto en agua se usa en lágrimas para los ojos en oftalmología. Y poco más, aunque yo tengo bien guardadas en una bolsa de PE unas bolas de golf que dan en los cruceros para que los golfistas maten el gusanillo tirándolas al mar donde desaparecen, algo sobre lo que escribí una entrada hace tiempo en este Blog. Diré también que los plásticos biodegradables y compostables no suponen más allá del 0,3% de todos los plásticos que se producen en el mundo (datos de 2020) y en la lista de los seis biodegradables y compostables que más se producen, el PVA no aparece, lo cual implica su limitada repercusión en el actual mercado.
Supongo que el programa de TV en cuestión tendrá otras luces para llegar a la difusión que tiene en esa hora tan deseada (yo no lo sigo habitualmente) porque, si en el resto de temas tiene la seriedad con la que han abordado el tema de los microplásticos y los plásticos biodegradables, vamos bien…
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