Alcohol en la preparación de alimentos
He estado diez días por tierras murcianas, persiguiendo bolas blancas sobre céspedes inmaculadamente verdes y visitando amigos. Tendría que matizar que, en realidad, he estado casi todo el tiempo en tierras cartageneras, que también por aquellos lares hay que hilar fino en ciertos matices. Pero esa estancia no es la verdadera causa de mi largo silencio en el Blog. Lo que me ha maniatado durante un tiempo es el hecho de que, el próximo primero de julio, Google me deja sin la herramienta con la que, desde 2008, he alertado por correo electrónico de la publicación de mis nuevas entradas a todos aquellos de vosotros suscritos para ese fin. Creo haber resuelto razonablemente los problemas y espero poder seguir dando la brasa, hasta que la mente aguante, gracias a estas nuevas armas informáticas. Así que al tajo, con una entrada un poco extraña en su génesis y que tiene que ver con los potenciales peligros de usar alcohol en las preparaciones culinarias, ya sea añadiendo vino a un guisote, jerez a unos riñones o flambeando un suflé como el que aparece en la foto.
Hace un tiempo, mi amigo Xabi Gutierrez, del Restaurante Arzak, me enviaba un artículo publicado en La Voz de Galicia (supongo que otros medios harían igualmente referencia) en la que el titular se preguntaba si estamos emborrachando a nuestros hijos sin saberlo. Y me pedía mi opinión al respecto. En la noticia se mencionaba a un "artículo publicado por la Universidad de Idaho". Cuando me puse a buscarlo, el resultado fue algo sorprendente. El tal artículo no era un artículo científico al uso, sino un comentario de una nutricionista de la Idaho State University publicado en un Boletín de noticias de la propia Universidad para consumo interno y que hacía referencia a otro artículo publicado, nada menos que en abril de 1992, en la revista Journal of the American Dietetic Association por científicos de la Universidad del Estado de Washington y del Departamento de Agricultura del gobierno americano. Así que el tema más que novedoso era viejuno, pero como los deseos de Xabi son órdenes para mí, os cuento lo que contaba el citado paper.
Resulta que añadir alcohol a preparados culinarios implica una gran dificultad posterior para eliminarlo por completo. Eso de que el alcohol es volátil y se irá si calentamos la preparación durante cierto tiempo a una razonable temperatura o que el alcohol se quema y se consume al flambearlo es un cuento chino. Por una serie de razones de razones que sería largo enumerar, el alcohol permanece en ciertas concentraciones en el plato final y de ahí que el periódico gallego se pregunte si estamos incitando al alcoholismo a nuestros infantes con estas preparaciones.
Los autores del artículo de 1992 experimentaron con diversos platos en los que uno de los componentes era una bebida alcohólica. Algunos de ellos se cocinaban un cierto tiempo a una determinada temperatura, en otros el alcohol se añadía a salsas calientes, en otros se dejaba un cierto tiempo el plato en cuestión en un frigorífico, algunos se horneaban a temperaturas próximas a los 200 ºC y, finalmente y como ya se ha dicho, se consideraban también platos en los que se flambeaba la bebida alcohólica hasta que el fuego se apagaba por si solo. Resumiendo rápido los resultados, el porcentaje de alcohol retenido finalmente por esas preparaciones iba desde un 4% en el caso de un guiso que se tuvo dos horas y media cocinando a fuego lento a casi un 80% en el caso de los flambeados y de las salsas a las que, ya en caliente, se adicionaba alguna bebida alcohólica.
Pero esos porcentajes no cuentan todo lo que es interesante para la pretendida peligrosidad del alcohol en esos platos. Cuando además de los porcentajes, los autores evaluaban los gramos de alcohol que permanecían en una ración convencional de los platos preparados, la cantidad variaba entre los 0,2 gramos del guiso cocinado despacio durante dos horas y media a los 3 gramos de un postre mantenido en el frigorífico tras su preparación. Puede parecer bastante pero una cerveza convencional de 330 ml tiene 12,8 gramos de alcohol, una copa de vino de unos 110 ml tiene 9,3 gramos y un chupito de un destilado de unos 40 ml se va casi a los 16 gramos de alcohol puro. Dado que tampoco anda uno flambeando suflés ni preparando salsas con bebidas alcohólicas todos los días en su casa, el titular del periódico gallego buscaba (una vez más) llamar la atención del lector. Ya os he contado alguna vez aquí que a mi Búha, en ocasiones especiales durante su niñez, la madre de su madrina, una elegante parisina, le permitía comerse de postre "un canard", que no era más que un azucarillo sumergido en Armagnac. Es, una vez más, el asunto de las dosis.
Y que Xabi sepa también que su admirado Harold McGee ya cita esas cantidades de alcohol en su nunca bien ponderada biblia gastronómica "La cocina y los alimentos".
Voy a ver si ahora la distribución de esta entrada por email funciona razonablemente.
Hace un tiempo, mi amigo Xabi Gutierrez, del Restaurante Arzak, me enviaba un artículo publicado en La Voz de Galicia (supongo que otros medios harían igualmente referencia) en la que el titular se preguntaba si estamos emborrachando a nuestros hijos sin saberlo. Y me pedía mi opinión al respecto. En la noticia se mencionaba a un "artículo publicado por la Universidad de Idaho". Cuando me puse a buscarlo, el resultado fue algo sorprendente. El tal artículo no era un artículo científico al uso, sino un comentario de una nutricionista de la Idaho State University publicado en un Boletín de noticias de la propia Universidad para consumo interno y que hacía referencia a otro artículo publicado, nada menos que en abril de 1992, en la revista Journal of the American Dietetic Association por científicos de la Universidad del Estado de Washington y del Departamento de Agricultura del gobierno americano. Así que el tema más que novedoso era viejuno, pero como los deseos de Xabi son órdenes para mí, os cuento lo que contaba el citado paper.
Resulta que añadir alcohol a preparados culinarios implica una gran dificultad posterior para eliminarlo por completo. Eso de que el alcohol es volátil y se irá si calentamos la preparación durante cierto tiempo a una razonable temperatura o que el alcohol se quema y se consume al flambearlo es un cuento chino. Por una serie de razones de razones que sería largo enumerar, el alcohol permanece en ciertas concentraciones en el plato final y de ahí que el periódico gallego se pregunte si estamos incitando al alcoholismo a nuestros infantes con estas preparaciones.
Los autores del artículo de 1992 experimentaron con diversos platos en los que uno de los componentes era una bebida alcohólica. Algunos de ellos se cocinaban un cierto tiempo a una determinada temperatura, en otros el alcohol se añadía a salsas calientes, en otros se dejaba un cierto tiempo el plato en cuestión en un frigorífico, algunos se horneaban a temperaturas próximas a los 200 ºC y, finalmente y como ya se ha dicho, se consideraban también platos en los que se flambeaba la bebida alcohólica hasta que el fuego se apagaba por si solo. Resumiendo rápido los resultados, el porcentaje de alcohol retenido finalmente por esas preparaciones iba desde un 4% en el caso de un guiso que se tuvo dos horas y media cocinando a fuego lento a casi un 80% en el caso de los flambeados y de las salsas a las que, ya en caliente, se adicionaba alguna bebida alcohólica.
Pero esos porcentajes no cuentan todo lo que es interesante para la pretendida peligrosidad del alcohol en esos platos. Cuando además de los porcentajes, los autores evaluaban los gramos de alcohol que permanecían en una ración convencional de los platos preparados, la cantidad variaba entre los 0,2 gramos del guiso cocinado despacio durante dos horas y media a los 3 gramos de un postre mantenido en el frigorífico tras su preparación. Puede parecer bastante pero una cerveza convencional de 330 ml tiene 12,8 gramos de alcohol, una copa de vino de unos 110 ml tiene 9,3 gramos y un chupito de un destilado de unos 40 ml se va casi a los 16 gramos de alcohol puro. Dado que tampoco anda uno flambeando suflés ni preparando salsas con bebidas alcohólicas todos los días en su casa, el titular del periódico gallego buscaba (una vez más) llamar la atención del lector. Ya os he contado alguna vez aquí que a mi Búha, en ocasiones especiales durante su niñez, la madre de su madrina, una elegante parisina, le permitía comerse de postre "un canard", que no era más que un azucarillo sumergido en Armagnac. Es, una vez más, el asunto de las dosis.
Y que Xabi sepa también que su admirado Harold McGee ya cita esas cantidades de alcohol en su nunca bien ponderada biblia gastronómica "La cocina y los alimentos".
Voy a ver si ahora la distribución de esta entrada por email funciona razonablemente.
16 comentarios:
Funciona muy bien.
Gracias anónimo. El diseño es mejorable pero necesito tiempo. Me ha costado bastante trabajo hacerme con MailChimp, la herramienta que uso en sustitución del Feedburner de Google.
Lo del alcohol en los guisos parecía preocupante hasta que llegas al final del artículo y se te quitan los temores.
Gracias.
Al mail ha llegado correctamente, salvo la leve molestia de dar al link
Gracias Nines. Puede que picar en el link sea una molestia. Pero tiene una ventaja. El que llegaba antes se quedaba tal cual en tu correo hasta que lo tiraras. En el de ahora, si picas el link un día o dentro de dos días, los posibles cambios que se hayan hecho en ese tiempo (a veces correcciones ortográficas, a veces cosas que se me proponen en comentarios) se actualizan cada vez que des al link. Para mi es más tranquilizador.
A mí me ha llegado perfectamente por e-mail.
Al hilo de la entrada, me ha venido a la cabeza el pan. Si no me equivoco, para elaborarlo se fermenta con la misma levadura que la cerveza tipo ale (Saccharomyces cerevisiae). En consecuencia se produce etanol, que yo siempre había oído que se eliminaba en el proceso de horneado, por temperatura y volatilidad. ¿Pero es eso verdad? ¿Se pierde? Al leer esta entrada me ha venido la pregunta...
Gracias, funciona muy bien el nuevo formato
Gracias
A mí me ha llegado perfectamente tu aviso por e-mail.
Al hilo de esta entrada, me he acordado del pan. Para su elaboración se usa la misma levadura que se usa en las cervezas de tipo ale (la Saccharomyces cerevisiae). En consecuencia, en la fermentación de la masa se produce etanol. Lo que yo siempre había oído es que ese alcohol se eliminaba en el horneado, por la temperatura y la volatilidad del etanol. ¿Pero es verdad eso? ¿Se elimina? ¿O se queda atrapado en la masa? A leer esta entrada me ha asaltado la duda.
El diccionario de la Spanish Royal Society recoge 'flambear', pero como galicismo reemplazable con el más castizo 'flamear'.
Lo considero.
Gracias, Búho.
Ha funcionado de maravilla, recibí tu aviso por e-mail y luego pude acceder y leer sin problemas la ultima entrada publicada en el blog. Por cierto ¡¡Enhorabuena por tu blog!!. Es genial.
Gracias.
Me ha funcionado el link perfectamente.
Interesante artículo, menos mal que, al final, nos saca de dudas y podré hacer -sin miedo de castigar demasiado el hígado- los langostinos con cerveza o añadir un poco de vino a la carne (O a la tinta de los chipirones) ;-)
Funciona todo perfectamente y la nueva entrada es muy interesante. Seguiré echando vino bueno a los guisos, aunque ahora con mucha más tranquilidad.
¡Muchas gracias!
Funciona todo perfectamente y la nueva entrada es muy interesante. Seguiré echando vino bueno a los guisos, aunque ahora con mucha más tranquilidad.
¡Muchas gracias!
Me has dejado perpleja. Yo hubiese jurado que al flambear la tortilla al Ron , no quedaba ni el rastro de alcohol, una vez que se apagaba la llama...¡Es que no lo puedo creer!
Y prefiero usar "flambear", porque flamear me suena más a ondular...una bandera...
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