Dientes, flúor y ecologistas
Este último sábado de enero, en su contraportada, el DVasco de mi pueblo publicaba un artículo de Ane Urdangarín bajo el título "El flúor desaparece del agua de grifo", en el que informaba de que la Mancomunidad de Aguas del Añarbe, la entidad que surte de agua potable al grifo de mi casa, se había sumado a otros dos Consorcios o Mancomunidades similares del Territorio Histórico de Gipuzkoa y había decidido dejar de fluorar las aguas que envía a varios municipios importantes situados en las cercanías de Donosti.
Sobre la fluoración del agua potable podéis encontrar otras entradas en este Blog. Pero, para conocer la historia de ese proceso, podéis leer la entrada de este enlace y que data de setiembre de 2015. El artículo del DVasco de este sábado está muy bien documentado. Cuenta que la decisión se ha tomado como consecuencia del bajo índice CAO de los niños guipuzcoanos. El acrónimo CAO hace referencia al número medio de piezas dentales Careadas, Obturadas o Ausentes en niños y niñas. Desde 1988 ese índice ha pasado de 2.3 a 0.46 en el momento actual, una mejora que ha sido posible gracias al Programa de Asistencia Dental Infantil (PADI) promovido por el Gobierno Vasco, que establece revisiones gratuitas a los niños vascos entre 4 y 15 años. Esas revisiones y el uso extendido de las pastas de dientes fluoradas ha permitido suspender la fluoración del agua potable, una herramienta muy importante todavía en aquellos países en los que las medidas que acabo de mencionar no están extendidas en su población.
El flúor (más bien los fluoruros) de las pastas dentífricas suele ir en proporciones del 0.3%, mientras que el adicionado al agua potable, según los análisis del Laboratorio que dirige mi amiga Itziar Larumbre en Aguas del Añarbe, ha estado en los últimos años en torno a una concentración del 0.7 mg/L (o 0.7 ppm). Ambos usos tienen la misma misión, cual es la de transformar la hidroxiapatita del esmalte de los dientes en fluoroapatita, mucho más resistente a los microorganismos que atacan ese esmalte y facilitan las caries. Y esa transformación se ha venido mostrando eficaz desde que, en 1945, la comunidad de Grand Rapids, en Michigan, USA, empezó a añadir 1 miligramo por litro de fluoruro sódico al agua de sus grifos y a realizar paralelamente un seguimiento riguroso, a lo largo de más de diez años, de las caries de una población de casi 30.000 niños. El índice CAO antes mencionado descendió en un 70% tras la implantación de la medida, lo que conllevó la progresiva extensión del método a otros Estados americanos y posteriormente a Europa. La mayoría de Colegios de Odontólogos españoles se han manifestado siempre a favor de la fluoración del agua del agua y organismos que velan por nuestra salud, como la Agencia Europea de Salud Alimentaria (EFSA) o los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDCs) americanos, consideran la fluoración como una de las diez medidas de salud pública más significativas del siglo XX.
Este vuestro Búho ha dado, en diversas localidades de Gipuzkoa, charlas de divulgación sobre el agua que sale por sus grifos, insistiendo sobre todo en la inconsistencia de los argumentos quimiofóbicos que pueblan páginas de los medios y las RRSS sobre los peligros de la cloración y la fluoración del agua potable. He mostrado cómo funcionan las redes de control de la calidad del agua de sus pueblos y he desmontado las patrañas que han ido surgiendo a lo largo del siglo XX en torno a la cloración (sobre todo en el tema de los trihalometanos, THMs) y sobre la fluoración. Pero en todas ellas he dejado claro (y la primera es de 2016) que mi opinión era que, tarde o temprano y por los argumentos que ha usado la Mancomunidad de Aguas del Añarbe, la fluoración se acabaría en Euskadi, dada la educación bucosanitaria de nuestra población.
Esa es la verdadera razón y no la "lucha" de colectivos ecologistas como el que aparece en el artículo del DVasco y que se han adjudicado como un triunfo el fin de la fluoración de Gipuzkoa. Ya era hora!, dice en tono triunfante un miembro de Ekologistak Martxan. Según este ciudadano, fluorar el agua potable es una medida "para nada acertada", ya que "te tragas el flúor que sale del grifo cuando las necesidades son distintas en cada persona. Puede afectar al propio esmalte de los dientes o provocar problemas de salud, como de tiroides". Roma locuta, causa finita.
Para aclarar dudas al respecto y aunque algunas ya las he comentado en entradas como la arriba mencionada, insistiré en que hasta estos mismos días, en los que se ha procedido a dejar del fluorar el agua del embalse del Añarbe, la que llegaba a mi grifo tenía un contenido en fluoruros del orden de los 0,7-0,8 mg/L, mientras que el agua embotellada de la marca Fontvella (por citar una muy conocida) tiene 10 veces más (8,9 mg/L) y otra clásica, el Vichy Catalán, llega hasta 10 mg/L. Eso si, ambas son aguas "naturales", provenientes de manantiales seculares, mientras que el poco fluoruro del Añarbe se lo ponían unos operarios de la Estación de Tratamiento de Agua Potable (ETAP) correspondiente, por medio de una sustancia que se llama ácido fluorosilícico, en una concentración que está dentro de lo establecido por la Comunidad Europea como estrategia preventiva contra la caries. Sólo con esa diferencia, para muchos, el fluoruro del Añarbe es malo por no ser "natural" y la concentración mas elevada de las "naturales" es un quítame esas pajas que no tiene importancia alguna.
En esos colectivos, al igual que en el caso de los transgénicos, el gluten, la sal o el azúcar, se achacan al flúor una serie de problemas que han hecho que, también en este caso, se abogue por DIETAS SIN FLUOR, lo que han aprovechado algunas marcas de agua embotellada encontrando un nicho comercial al ofrecer agua con bajos contenidos en flúor. Pero obviar el flúor es bastante complicado. Porque además de las pastas de dientes o el agua de grifo intencionadamente fluorada(que se podrían evitar, aunque no es recomendable), muchos alimentos contienen fluoruros. Por ejemplo, los pescados de agua salada, que tienen fluoruros por la simple razón de que viven en el mar y el agua de mar tiene también 1 ppm de fluoruro. Y lo mismo pasa con verduras, frutas o harinas integrales con niveles de fluoruros del orden de los 200-250 mg por kilo, en este caso provenientes de los fluoruros existentes en el suelo y en el agua de riego.
Pero lo cierto es que solo a concentraciones decenas de veces superiores a ese valor de 1 mg/L (o sea, 1 gramo en una tonelada de agua) pueden aparecer casos de fluorosis (un oscurecimiento de los dientes) al que hace mención el ekologista, que pueden ser leves o severas según la concentración que haya en lo que se ingiera. Y que, curiosamente, fueron el origen de la correlación fluoruro/falta de caries, pues la gente con fluorosis no presentaba caries. A concentraciones aún superiores, pueden generarse problemas graves como la fluorosis esquelética paralizante, que se asocia con la osteoesclerosis, la calcificación de los tendones y ligamentos y deformidades de los huesos, que se han detectado siempre en poblaciones que, según la OMS, beben aguas de manantiales naturales con mucho fluoruro. Y, finalmente, a concentraciones aún más altas, las disoluciones de fluoruro puede matarnos. Como las de su primo el cloruro sódico (beba si quiere agua de mar, no diluida, y ya me contará).
En cuanto a la relación entre los fluoruros ingeridos y el funcionamiento de la glándula tiroides, si uno lee bien la poca literatura existente, el asunto está lejos de ser Ciencia bien asentada. Aunque hay artículos con resultados dispares sobre la influencia de los fluoruros en el hiper o el hipotiroidismo desde principios de los noventa, lo cierto es que esos primeros trabajos analizaron muestras pequeñas de población, en lugares con aguas naturales de alto contenido de fluoruros. Un estudio mucho más riguroso, epidemiológicamente hablando, es uno publicado en 2015 por un grupo inglés [S. Peckham, D. Lowery, and S. Spencer, J Epidemiol Community Health 2015, 69, 619], que trató de correlacionar el hipotiroidismo observado por médicos de atención primaria con el nivel de fluoración del agua potable en diversas ciudades importantes de Inglaterra. La conclusión que más se mencionó en los medios fue que en las ciudades con niveles más altos de fluoración había casi el doble de casos de hipotiroidismo que en las ciudades que no fluoraban. El artículo fue criticado por otros investigadores casi inmediatamente (ver aquí).
Dos años más tarde y en la misma revista, unos investigadores canadienses hicieron prácticamente el mismo trabajo de campo pero en su país [AM Barberio, FS Hosein, C Quiñonez and L McLaren, J Epidemiol Community Health 2017, 71, 1019] llegando a una conclusión radicalmente distinta a la de los ingleses. Y sus argumentos para explicar las discrepancias entre uno y otro estudio no están muy lejos de las críticas expresadas en el comentario del párrafo anterior.
Pero para llegar a estas conclusiones hay que leer un poco antes de hablar con los periodistas y, además, contarlo todo.
Sobre la fluoración del agua potable podéis encontrar otras entradas en este Blog. Pero, para conocer la historia de ese proceso, podéis leer la entrada de este enlace y que data de setiembre de 2015. El artículo del DVasco de este sábado está muy bien documentado. Cuenta que la decisión se ha tomado como consecuencia del bajo índice CAO de los niños guipuzcoanos. El acrónimo CAO hace referencia al número medio de piezas dentales Careadas, Obturadas o Ausentes en niños y niñas. Desde 1988 ese índice ha pasado de 2.3 a 0.46 en el momento actual, una mejora que ha sido posible gracias al Programa de Asistencia Dental Infantil (PADI) promovido por el Gobierno Vasco, que establece revisiones gratuitas a los niños vascos entre 4 y 15 años. Esas revisiones y el uso extendido de las pastas de dientes fluoradas ha permitido suspender la fluoración del agua potable, una herramienta muy importante todavía en aquellos países en los que las medidas que acabo de mencionar no están extendidas en su población.
El flúor (más bien los fluoruros) de las pastas dentífricas suele ir en proporciones del 0.3%, mientras que el adicionado al agua potable, según los análisis del Laboratorio que dirige mi amiga Itziar Larumbre en Aguas del Añarbe, ha estado en los últimos años en torno a una concentración del 0.7 mg/L (o 0.7 ppm). Ambos usos tienen la misma misión, cual es la de transformar la hidroxiapatita del esmalte de los dientes en fluoroapatita, mucho más resistente a los microorganismos que atacan ese esmalte y facilitan las caries. Y esa transformación se ha venido mostrando eficaz desde que, en 1945, la comunidad de Grand Rapids, en Michigan, USA, empezó a añadir 1 miligramo por litro de fluoruro sódico al agua de sus grifos y a realizar paralelamente un seguimiento riguroso, a lo largo de más de diez años, de las caries de una población de casi 30.000 niños. El índice CAO antes mencionado descendió en un 70% tras la implantación de la medida, lo que conllevó la progresiva extensión del método a otros Estados americanos y posteriormente a Europa. La mayoría de Colegios de Odontólogos españoles se han manifestado siempre a favor de la fluoración del agua del agua y organismos que velan por nuestra salud, como la Agencia Europea de Salud Alimentaria (EFSA) o los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDCs) americanos, consideran la fluoración como una de las diez medidas de salud pública más significativas del siglo XX.
Este vuestro Búho ha dado, en diversas localidades de Gipuzkoa, charlas de divulgación sobre el agua que sale por sus grifos, insistiendo sobre todo en la inconsistencia de los argumentos quimiofóbicos que pueblan páginas de los medios y las RRSS sobre los peligros de la cloración y la fluoración del agua potable. He mostrado cómo funcionan las redes de control de la calidad del agua de sus pueblos y he desmontado las patrañas que han ido surgiendo a lo largo del siglo XX en torno a la cloración (sobre todo en el tema de los trihalometanos, THMs) y sobre la fluoración. Pero en todas ellas he dejado claro (y la primera es de 2016) que mi opinión era que, tarde o temprano y por los argumentos que ha usado la Mancomunidad de Aguas del Añarbe, la fluoración se acabaría en Euskadi, dada la educación bucosanitaria de nuestra población.
Esa es la verdadera razón y no la "lucha" de colectivos ecologistas como el que aparece en el artículo del DVasco y que se han adjudicado como un triunfo el fin de la fluoración de Gipuzkoa. Ya era hora!, dice en tono triunfante un miembro de Ekologistak Martxan. Según este ciudadano, fluorar el agua potable es una medida "para nada acertada", ya que "te tragas el flúor que sale del grifo cuando las necesidades son distintas en cada persona. Puede afectar al propio esmalte de los dientes o provocar problemas de salud, como de tiroides". Roma locuta, causa finita.
Para aclarar dudas al respecto y aunque algunas ya las he comentado en entradas como la arriba mencionada, insistiré en que hasta estos mismos días, en los que se ha procedido a dejar del fluorar el agua del embalse del Añarbe, la que llegaba a mi grifo tenía un contenido en fluoruros del orden de los 0,7-0,8 mg/L, mientras que el agua embotellada de la marca Fontvella (por citar una muy conocida) tiene 10 veces más (8,9 mg/L) y otra clásica, el Vichy Catalán, llega hasta 10 mg/L. Eso si, ambas son aguas "naturales", provenientes de manantiales seculares, mientras que el poco fluoruro del Añarbe se lo ponían unos operarios de la Estación de Tratamiento de Agua Potable (ETAP) correspondiente, por medio de una sustancia que se llama ácido fluorosilícico, en una concentración que está dentro de lo establecido por la Comunidad Europea como estrategia preventiva contra la caries. Sólo con esa diferencia, para muchos, el fluoruro del Añarbe es malo por no ser "natural" y la concentración mas elevada de las "naturales" es un quítame esas pajas que no tiene importancia alguna.
En esos colectivos, al igual que en el caso de los transgénicos, el gluten, la sal o el azúcar, se achacan al flúor una serie de problemas que han hecho que, también en este caso, se abogue por DIETAS SIN FLUOR, lo que han aprovechado algunas marcas de agua embotellada encontrando un nicho comercial al ofrecer agua con bajos contenidos en flúor. Pero obviar el flúor es bastante complicado. Porque además de las pastas de dientes o el agua de grifo intencionadamente fluorada(que se podrían evitar, aunque no es recomendable), muchos alimentos contienen fluoruros. Por ejemplo, los pescados de agua salada, que tienen fluoruros por la simple razón de que viven en el mar y el agua de mar tiene también 1 ppm de fluoruro. Y lo mismo pasa con verduras, frutas o harinas integrales con niveles de fluoruros del orden de los 200-250 mg por kilo, en este caso provenientes de los fluoruros existentes en el suelo y en el agua de riego.
Pero lo cierto es que solo a concentraciones decenas de veces superiores a ese valor de 1 mg/L (o sea, 1 gramo en una tonelada de agua) pueden aparecer casos de fluorosis (un oscurecimiento de los dientes) al que hace mención el ekologista, que pueden ser leves o severas según la concentración que haya en lo que se ingiera. Y que, curiosamente, fueron el origen de la correlación fluoruro/falta de caries, pues la gente con fluorosis no presentaba caries. A concentraciones aún superiores, pueden generarse problemas graves como la fluorosis esquelética paralizante, que se asocia con la osteoesclerosis, la calcificación de los tendones y ligamentos y deformidades de los huesos, que se han detectado siempre en poblaciones que, según la OMS, beben aguas de manantiales naturales con mucho fluoruro. Y, finalmente, a concentraciones aún más altas, las disoluciones de fluoruro puede matarnos. Como las de su primo el cloruro sódico (beba si quiere agua de mar, no diluida, y ya me contará).
En cuanto a la relación entre los fluoruros ingeridos y el funcionamiento de la glándula tiroides, si uno lee bien la poca literatura existente, el asunto está lejos de ser Ciencia bien asentada. Aunque hay artículos con resultados dispares sobre la influencia de los fluoruros en el hiper o el hipotiroidismo desde principios de los noventa, lo cierto es que esos primeros trabajos analizaron muestras pequeñas de población, en lugares con aguas naturales de alto contenido de fluoruros. Un estudio mucho más riguroso, epidemiológicamente hablando, es uno publicado en 2015 por un grupo inglés [S. Peckham, D. Lowery, and S. Spencer, J Epidemiol Community Health 2015, 69, 619], que trató de correlacionar el hipotiroidismo observado por médicos de atención primaria con el nivel de fluoración del agua potable en diversas ciudades importantes de Inglaterra. La conclusión que más se mencionó en los medios fue que en las ciudades con niveles más altos de fluoración había casi el doble de casos de hipotiroidismo que en las ciudades que no fluoraban. El artículo fue criticado por otros investigadores casi inmediatamente (ver aquí).
Dos años más tarde y en la misma revista, unos investigadores canadienses hicieron prácticamente el mismo trabajo de campo pero en su país [AM Barberio, FS Hosein, C Quiñonez and L McLaren, J Epidemiol Community Health 2017, 71, 1019] llegando a una conclusión radicalmente distinta a la de los ingleses. Y sus argumentos para explicar las discrepancias entre uno y otro estudio no están muy lejos de las críticas expresadas en el comentario del párrafo anterior.
Pero para llegar a estas conclusiones hay que leer un poco antes de hablar con los periodistas y, además, contarlo todo.
10 comentarios:
Esto no es un comentario para publicar, sino una advertencia de posible errata, que, creo yo, puede cambiar el significado de la frase: «... las pastas de dientes (ambos evitables pero no deseables) ...». ¿No será desechables?
Claro que es para publicar. Y, como siempre, tienes razón. Ya lo he corregido. Y a ver si te parece mejor.
Va bien saber que el flúor no afecta.
Otro producto en dentífricos que crea alguna duda o precaución es el dioxido de titanio. Lo hay también en suplementos o comida.
Pero no he contrastado mucho, ni buenas fuentes, que dicen que afecta el bioma o sistema digestivo -el óxido o dióxido de titanio.
Buenas curiosidades, digestiones y sonrisa sana
ToniMP :-)
Si que me parece ¡muy, muy mejor!, que diría algún paisano.
Gracias por ser tan claro, siempre disfruto con ud!
Tambien soy quimica, pero no de su nivel!
Gracias a ti Cristina. Y de Ud. nada. Los muchos estudiantes que he tenido en más de 40 años siempre me han llamado Yanko y me han tuteado. Tú igual.
Para un anónimo que me lee mucho y que se llama Toni.
Tú que andas tanto en el mar, tendrás mucho fluoruro incorporado, jejeje. Me apunto lo del dióxido de titanio. Un viejo amigo de este Búho....
Sigo con humor o ficción, broma:
Ay, ay.. los fluoruros, no tengo ni idea
¿tienen fluorescencia? Como a las bombillas fluorescentes, que dicen que se iluminan si las acercas a torres de alta tensión.
Ummm... Quizás no es del todo malo ser un humano fluorescente, por el ahorro de luz.
:-D
Saludos y buenos deseos, gente de curiosidades y sonrisas sanas,
Toni M.P. :)
https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0034-98872017000200012
https://www.scielo.cl/pdf/rmc/v145n2/art12.pdf
Consecuencias de la fluoración del agua potable en la salud humana
Rev. méd. Chile vol.145 no.2 Santiago feb. 2017
Agradecimientos y financiamiento: Se agradece al Colegio Médico de Chile A.G. el financiamiento de esta publicación.
He publicado aquí el anterior comentario porque publico todos los que me llegan, a no ser que se me insulte, cosa que no es el caso. Pero tiene que quedar claro para futuros navegantes por aquí que las tesis del artículo de la Rev. Med. Chile al que lleva el enlace que se menciona en el comentario son parecidas a las de los antiflúor que yo critico en mi entrada (basta leer las conclusiones) y no se corresponden con lo que han venido diciendo las Agencias más importantes sobre la Salud. Puede que ya en Chile pase como en muchos países europeos y la fluoración del agua o la leche no sea ya necesaria por las mejoras en los estándares de higiene bucal y prevención en los niños, pero eso no invalida el método. Y en cualquier caso, como muestra mi entrada, hay muchas fuentes de flúor en concentraciones más altas que las habitualmente empleadas en los procesos de fluoración.
Publicar un comentario