Cazando mariposas
Aparte de algún topo que destrozaba el jardín de la antigua casa de mis suegros, yo he cazado poco en mi vida. Ni siquiera en mis tiempos de indómito niño hernaniarra. He pescado (forma de caza) algo más, pero lo dejé cuando conocí a mi comadrona, mucho más radical que yo en la protección de cualquier forma de vida. Así que el título no debe llamar a engaño. No me dedico a cazar mariposas para insertarlas con alfileres en un cuadro de pared. Es una versión light del crucificado que me da un poco de repelús. El post de hoy tiene que ver, más que con la caza de las mariposas, con la comprensión de los fenómenos que dan lugar al espectacular colorido que las adorna. Así que el título pudiera ser más explícito: Cazando el color de las mariposas (me suena mejor la traducción inglesa).
Y esto viene a cuento porque del 9 al 15 de este mes, he estado inscrito en un Workshop titulado Bio-inspired photonic structures en el que, a pesar de haber asistido menos de lo que hubiese querido, he disfrutado como un indio en cada sesión a la que "mis obligaciones" me han dejado ir. Y eso que la fotónica tiene que ver más con los físicos que con los químicos. Su título hace referencia al intento de comprender muchos de los fenómenos del color que se dan en los animales (no sólo las mariposas), de forma y manera que, a partir de él, podamos avanzar en la búsqueda de nuevos materiales capaces de reproducir esos efectos ópticos del reino animal que nos han servido como fuente de inspiración en la citada búsqueda.
Robert Hooke e Isaac Newton, dos gigantes de la Ciencia a cuya espalda se han encumbrado generaciones de físicos, ya intuyeron que las estrategias coloristas de mariposas, pájaros, escarabajos, serpientes y otros seres vivos eran debidas a la presencia en sus cuerpos, en sus alas o en su pelo, de minúsculas estructuras con las que son capaces de manipular la luz a su interés (ya sea como autodefensa, atracción sexual, etc.). Hoy, más de trescientos años despues, los científicos siguen atareados en la búsqueda de la razón última de lo que se ha venido llamar el color estructural. Pero parece que empieza a verse la luz al final del largo túnel, gracias al concurso de la Nanociencia y la Nanotecnología que parecen inundarlo todo.
En una entrada de hace casi un año, ya escribía yo que una forma de explicar el rotundo despertar de la Nanociencia y la Nanotecnología es tener en cuenta el cambio brusco que supuso, a finales del siglo XX, la posibilidad de acceder visualmente al dominio de lo extremadamente pequeño, a estructuras y objetos con dimensiones de unos pocos nanometros. Ello nos ha cambiado el chip, al poder comprender cosas que antes, al no verlas, resultaban misterios casi irresolubles. Es un cambio similar a cuando, con los primeros microscopios, se empezó a ver que en el seno de una aparentemente inocua gota de agua había una miríada de seres en movimiento.
Entre las cosas que somos capaces ahora de ver a niveles mucho más diminutos, están las intrincadas estructuras submicrométricas de las alas de una mariposa denominada Morpho rhetetor, que es la que aparece en la foto. Gracias a los nuevos instrumentos, hemos podido saber que la cutícula de esas alas es una arquitectura de estructuras apiladas constituidas por quitina (otro polisacárido, primo de los de la anterior entrada) y aire. Merced a ellas y mediante fenómenos de interferencia entre ondas luminosas (en los que no entraré), la superficie resultante puede eliminar algunas de las longitudes de onda de la luz y potenciar otras. Además, esa intrincada estructura permite también el que las superficies de las alas sean iridiscentes, esto es, que se contemplen diferentes tonalidades luminosas dependiendo del ángulo desde el que se observa a la mariposa. En el Workshop nos han enseñado experimentos sencillos como el añadir una gota de alcohol a las alas de la mariposa, comprobando que allí donde está el alcohol el color cambia. Ello es debido a que el alcohol se infiltra en la estructura quitina/aire, reemplazando a éste y provocando un cambio de color que, sin embargo, reaparece cuando el alcohol se evapora.
El conocimiento de estos "efectos especiales" de nuestra mariposa ha espoleado la imaginación de los científicos, que ya están empezando a producir una generación radicalmente diferente de pinturas en las que, empleando nanopartículas adecuadas, se consigan efectos inasequibles a las tradicionales pinturas basadas en pigmentos y colorantes sintéticos. En el propio Workshop, una pintora inglesa nos mostró sus primeros pinitos con esta nueva "paleta de pintor." Pero la experiencia sería transplantable a cualquier aplicación en la que el color juegue un papel.
Y ya que vamos de nanos, os recuerdo a los que estais cerca de Donosti la posibilidad de asistir, gratuitamente, a una serie de conferencias que tendrán lugar en el Cubo Pequeño del Kursaal los días 28, 29 y 30 de setiembre. Para ver el programa, los ponentes (entre los que hay Nobeles y científicos de muchas estrellas), así como para inscribiros sin pagar un euro, no teneis más que pinchar aquí.
Y esto viene a cuento porque del 9 al 15 de este mes, he estado inscrito en un Workshop titulado Bio-inspired photonic structures en el que, a pesar de haber asistido menos de lo que hubiese querido, he disfrutado como un indio en cada sesión a la que "mis obligaciones" me han dejado ir. Y eso que la fotónica tiene que ver más con los físicos que con los químicos. Su título hace referencia al intento de comprender muchos de los fenómenos del color que se dan en los animales (no sólo las mariposas), de forma y manera que, a partir de él, podamos avanzar en la búsqueda de nuevos materiales capaces de reproducir esos efectos ópticos del reino animal que nos han servido como fuente de inspiración en la citada búsqueda.
Robert Hooke e Isaac Newton, dos gigantes de la Ciencia a cuya espalda se han encumbrado generaciones de físicos, ya intuyeron que las estrategias coloristas de mariposas, pájaros, escarabajos, serpientes y otros seres vivos eran debidas a la presencia en sus cuerpos, en sus alas o en su pelo, de minúsculas estructuras con las que son capaces de manipular la luz a su interés (ya sea como autodefensa, atracción sexual, etc.). Hoy, más de trescientos años despues, los científicos siguen atareados en la búsqueda de la razón última de lo que se ha venido llamar el color estructural. Pero parece que empieza a verse la luz al final del largo túnel, gracias al concurso de la Nanociencia y la Nanotecnología que parecen inundarlo todo.
En una entrada de hace casi un año, ya escribía yo que una forma de explicar el rotundo despertar de la Nanociencia y la Nanotecnología es tener en cuenta el cambio brusco que supuso, a finales del siglo XX, la posibilidad de acceder visualmente al dominio de lo extremadamente pequeño, a estructuras y objetos con dimensiones de unos pocos nanometros. Ello nos ha cambiado el chip, al poder comprender cosas que antes, al no verlas, resultaban misterios casi irresolubles. Es un cambio similar a cuando, con los primeros microscopios, se empezó a ver que en el seno de una aparentemente inocua gota de agua había una miríada de seres en movimiento.
Entre las cosas que somos capaces ahora de ver a niveles mucho más diminutos, están las intrincadas estructuras submicrométricas de las alas de una mariposa denominada Morpho rhetetor, que es la que aparece en la foto. Gracias a los nuevos instrumentos, hemos podido saber que la cutícula de esas alas es una arquitectura de estructuras apiladas constituidas por quitina (otro polisacárido, primo de los de la anterior entrada) y aire. Merced a ellas y mediante fenómenos de interferencia entre ondas luminosas (en los que no entraré), la superficie resultante puede eliminar algunas de las longitudes de onda de la luz y potenciar otras. Además, esa intrincada estructura permite también el que las superficies de las alas sean iridiscentes, esto es, que se contemplen diferentes tonalidades luminosas dependiendo del ángulo desde el que se observa a la mariposa. En el Workshop nos han enseñado experimentos sencillos como el añadir una gota de alcohol a las alas de la mariposa, comprobando que allí donde está el alcohol el color cambia. Ello es debido a que el alcohol se infiltra en la estructura quitina/aire, reemplazando a éste y provocando un cambio de color que, sin embargo, reaparece cuando el alcohol se evapora.
El conocimiento de estos "efectos especiales" de nuestra mariposa ha espoleado la imaginación de los científicos, que ya están empezando a producir una generación radicalmente diferente de pinturas en las que, empleando nanopartículas adecuadas, se consigan efectos inasequibles a las tradicionales pinturas basadas en pigmentos y colorantes sintéticos. En el propio Workshop, una pintora inglesa nos mostró sus primeros pinitos con esta nueva "paleta de pintor." Pero la experiencia sería transplantable a cualquier aplicación en la que el color juegue un papel.
Y ya que vamos de nanos, os recuerdo a los que estais cerca de Donosti la posibilidad de asistir, gratuitamente, a una serie de conferencias que tendrán lugar en el Cubo Pequeño del Kursaal los días 28, 29 y 30 de setiembre. Para ver el programa, los ponentes (entre los que hay Nobeles y científicos de muchas estrellas), así como para inscribiros sin pagar un euro, no teneis más que pinchar aquí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario