Rizando el rizo de la homeopatía
Hace ya casi dos años, dejaba el Búho escrito en blanco sobre negro lo que opina sobre la Homeopatía. No voy a obligar al personal a que se lea esa entrada si no le apetece. Mis tres ideas básicas al respecto sobre lo que, modestamente, considero una falsa ciencia se pueden resumir en pocas líneas.
Uno, la Homeopatía sigue asentada en similares principios a los definidos por su fundador Samuel Hahnemann en 1810. Compárese con lo ocurrido en los dos últimos siglos con la medicina convencional. Dos, en muchas de las formulaciones homeopáticas como las denominadas 30c que aparecen en la figura, cualquier estudiante de Química sin mayores luces debería ser capaz de demostrar que dichos preparados no contienen molécula alguna del principio activo o "medicamento" empleado, por ejemplo belladona, un potente veneno en muchas historias del Renacimiento. Y para aquellos que se asusten cuando me pongo a hablar de las moléculas que hay en una bolita de un preparado homeopático, quiero recordarles que en una gota de agua (no muy diferente en tamaño a una bolita) hay, mas o menos, 1650000000000000000000 moléculas de agua. Igualito, vamos.
Y tres, y de esto va este post, cuando hace veinte años, los homeópatas se dieron cuenta que el Número de Avogadro, en el que está basado el cálculo anterior, era la prueba del nueve de su pretendida ciencia, dieron un salto al vacío, reformulándola en el sentido que, ciertamente, haber moléculas del principio activo no las había, pero el agua con el que se había diluido ad infinitum el preparado homeopático tenía memoria, recordaba la estructura de dicho principio activo y hacía que el "medicamento" homeopático resultante funcionara tanto mejor cuanto más diluido fuera. Como decíamos en la mencionada entrada 9, un fallo en la evaluación científica habitual hizo que un artículo que permitía justificar la memoria del agua apareciera en la prestigiosa revista Science en 1988, dando alas al argumento.
Desde entonces ha llovido mucho. Pero el racaraca homeopático continúa. Hay muchos intereses en juego. Y hasta una prestigiosa editorial (Elsevier) que publica reconocidas revistas en muchos campos científicos, ha engullido una revista denominada British Homeopathic Journal y la ha reconvertido en una revista de su cuadra bajo el nuevo nombre de Homeopathy. Pues bien, en julio de 2007, dicha revista ha publicado un número monográfico sobre la "memoria del agua" en un intento, diría yo que desesperado, de justificar, con tintes científicos, lo que parece ser el único agarradero que les queda a los seguidores de la doctrina.
El citado número contiene una veintena de artículos a cada cual más atrevido. Uno, que siempre ha dicho que nada es blanco ni negro sino gris, como el Búho, tiene que dejar una puerta abierta a la posibilidad de esas propuestas. Pero, por el momento, me parecen poco consistentes y de difícil comprobación científica.
Me parece ciertamente atrevido justificar ahora la "memoria del agua" sobre la base de que en el agua contenida en un tubo de ensayo o en un frasco de homeopatía, siempre hay silicatos disueltos provenientes del propio vidrio del tubo o frasco. Y que esos silicatos pueden autoorganizarse en torno a los principios activos del fármaco que actúan como una especie de molde o "template". De forma que cuando el principio activo desaparece los silicatos autoorganizados recuerdan a la mólécula del principio activo y hacen que el preparado funcione.
Hoy en día procesos de formación de estructuras organizadas en torno a moldes moleculares o templates existen y se están usando para reconocimiento de moléculas en sensores minúsculos (es el llamado molecular imprinting). El molde molecular reproduce la forma de la molécula y cuando esa misma molécula, contenida en una sustancia a analizar, se encaja en el molde a la manera que se encajan una llave y una cerradura, se genera una señal química o eléctrica que sirve para reconocerla. Pero, oido al parche, si no hay molécula que se encaje (y en el preparado homeopático no la hay en muchos casos), no hay efecto debido a la misma.
Otro artículo que me ha llamado la atención es aquel en el que se recurre a efectos cuánticos para explicar el efecto homeopático, empleando tres funciones de onda: una para el enfermo, otra para el médico y otra para el fármaco. Una función de onda (no me voy a meter en líos) es una compleja herramienta matemática para describir el comportamiento de un sistema fisicoquímico. Yo, que se de las dificultades de mi dilecto Jesus Ugalde para explicar mediante Química cuántica el comportamiento de moléculas muy sencillas en términos estructurales, me resisto a creer que se pueda expresar, al menos por el momento, toda la complejidad de un enfermo con una función de onda (y que Jesús me quite la palabra si digo burradas, que la cuántica no ha sido nunca mi fuerte).
Ahora entiendo las razones por las que, cuando hace unos ocho años el citado Jesús, el prestigioso José Elguero y un estudiante de éste, Ibón Alkorta, publicaron un artículo (Angewandte Chemie, International Edition (2000), 39(4), 717-721) sobre cierta organización de las moléculas de agua en agregados o clusters, les llovieron emails de gente relacionada con la homeopatía. Otros buscando algo a lo que agarrarse.
Uno, la Homeopatía sigue asentada en similares principios a los definidos por su fundador Samuel Hahnemann en 1810. Compárese con lo ocurrido en los dos últimos siglos con la medicina convencional. Dos, en muchas de las formulaciones homeopáticas como las denominadas 30c que aparecen en la figura, cualquier estudiante de Química sin mayores luces debería ser capaz de demostrar que dichos preparados no contienen molécula alguna del principio activo o "medicamento" empleado, por ejemplo belladona, un potente veneno en muchas historias del Renacimiento. Y para aquellos que se asusten cuando me pongo a hablar de las moléculas que hay en una bolita de un preparado homeopático, quiero recordarles que en una gota de agua (no muy diferente en tamaño a una bolita) hay, mas o menos, 1650000000000000000000 moléculas de agua. Igualito, vamos.
Y tres, y de esto va este post, cuando hace veinte años, los homeópatas se dieron cuenta que el Número de Avogadro, en el que está basado el cálculo anterior, era la prueba del nueve de su pretendida ciencia, dieron un salto al vacío, reformulándola en el sentido que, ciertamente, haber moléculas del principio activo no las había, pero el agua con el que se había diluido ad infinitum el preparado homeopático tenía memoria, recordaba la estructura de dicho principio activo y hacía que el "medicamento" homeopático resultante funcionara tanto mejor cuanto más diluido fuera. Como decíamos en la mencionada entrada 9, un fallo en la evaluación científica habitual hizo que un artículo que permitía justificar la memoria del agua apareciera en la prestigiosa revista Science en 1988, dando alas al argumento.
Desde entonces ha llovido mucho. Pero el racaraca homeopático continúa. Hay muchos intereses en juego. Y hasta una prestigiosa editorial (Elsevier) que publica reconocidas revistas en muchos campos científicos, ha engullido una revista denominada British Homeopathic Journal y la ha reconvertido en una revista de su cuadra bajo el nuevo nombre de Homeopathy. Pues bien, en julio de 2007, dicha revista ha publicado un número monográfico sobre la "memoria del agua" en un intento, diría yo que desesperado, de justificar, con tintes científicos, lo que parece ser el único agarradero que les queda a los seguidores de la doctrina.
El citado número contiene una veintena de artículos a cada cual más atrevido. Uno, que siempre ha dicho que nada es blanco ni negro sino gris, como el Búho, tiene que dejar una puerta abierta a la posibilidad de esas propuestas. Pero, por el momento, me parecen poco consistentes y de difícil comprobación científica.
Me parece ciertamente atrevido justificar ahora la "memoria del agua" sobre la base de que en el agua contenida en un tubo de ensayo o en un frasco de homeopatía, siempre hay silicatos disueltos provenientes del propio vidrio del tubo o frasco. Y que esos silicatos pueden autoorganizarse en torno a los principios activos del fármaco que actúan como una especie de molde o "template". De forma que cuando el principio activo desaparece los silicatos autoorganizados recuerdan a la mólécula del principio activo y hacen que el preparado funcione.
Hoy en día procesos de formación de estructuras organizadas en torno a moldes moleculares o templates existen y se están usando para reconocimiento de moléculas en sensores minúsculos (es el llamado molecular imprinting). El molde molecular reproduce la forma de la molécula y cuando esa misma molécula, contenida en una sustancia a analizar, se encaja en el molde a la manera que se encajan una llave y una cerradura, se genera una señal química o eléctrica que sirve para reconocerla. Pero, oido al parche, si no hay molécula que se encaje (y en el preparado homeopático no la hay en muchos casos), no hay efecto debido a la misma.
Otro artículo que me ha llamado la atención es aquel en el que se recurre a efectos cuánticos para explicar el efecto homeopático, empleando tres funciones de onda: una para el enfermo, otra para el médico y otra para el fármaco. Una función de onda (no me voy a meter en líos) es una compleja herramienta matemática para describir el comportamiento de un sistema fisicoquímico. Yo, que se de las dificultades de mi dilecto Jesus Ugalde para explicar mediante Química cuántica el comportamiento de moléculas muy sencillas en términos estructurales, me resisto a creer que se pueda expresar, al menos por el momento, toda la complejidad de un enfermo con una función de onda (y que Jesús me quite la palabra si digo burradas, que la cuántica no ha sido nunca mi fuerte).
Ahora entiendo las razones por las que, cuando hace unos ocho años el citado Jesús, el prestigioso José Elguero y un estudiante de éste, Ibón Alkorta, publicaron un artículo (Angewandte Chemie, International Edition (2000), 39(4), 717-721) sobre cierta organización de las moléculas de agua en agregados o clusters, les llovieron emails de gente relacionada con la homeopatía. Otros buscando algo a lo que agarrarse.
1 comentario:
Según veo al seguir su razonamiento la medicina es una falsa ciencia porque sigue anclada en los principios de la circulación sanguínea de Harvey, la existencia de huesos y músculos desde Versalio.. Noto el enfoque únicamente en cuanto a que la homeopatía no presenta el mismo grado de avance que la medicina ortodoxa, por la misma razón entonces las disciplinas sociales son falsas porque no tienen el mismo grado de avance que las ciencias naturales.
Desinstalada la pantalla el argumento que toca tu texto es insuficiente. Omites el uso sistemático de los remedios que en su dilución no contravienen la constante de Avogadro pese a que escribiste "y en el preparado homeopático no la hay en muchos casos", quiere decir que esos "muchos casos" no lo sabes pero muestras lo que consideras son esos muchos y extingues los otros.
No existe un fallo de evaluación en Science, sugiero que verifiques los lugares de donde haces lectura.
Muchos intereses en juego ¿qué significa? La editorial ElSevier menciona que la memoria del agua es real, en cambio usted dice que son inconsistentes pero lo deja al aire libre. Sólo comentas dos artículos.
Publicar un comentario