miércoles, 27 de septiembre de 2023

Tablas de cortar alimentos y microplásticos

Hace unas semanas, una pequeña columna en el suplemento Vivir del Diario Vasco (y supongo que de otros periódicos de Vocento) alertaba de los peligros escondidos en algo tan habitual como cortar alimentos sobre una tabla de plástico. Según esos resultados, decenas de millones de partículas (o microplásticos) se desprenden cada año merced a esas operaciones, partículas que podríamos ingerir y así estar expuestos al riesgo de que (sic) “sean tóxicas”.

Como siempre en estos casos, este vuestro Búho se ha ido al artículo original, publicado en una conocida revista de la American Chemical Society (ACS), sociedad en la que tengo ya categoría de Emeritus (tras 40 años pagando la cuota anual). Y me he puesto a leerlo como si yo fuera uno de los referees (revisores) que tuvieron que dar el placet para que el artículo se publicara, una labor que he hecho durante años para las más importantes revistas de polímeros.

Ahora que ya estoy jubilado puedo decir que hacer de referee es un auténtico peñazo. Nunca me han pagado por ello, el editor que te manda el manuscrito lo quiere revisado para ayer y, muchas veces, eres un dudoso experto sobre la temática del artículo que te envían. Este no es el caso. No ha habido urgencias de editor alguno, vosotros me pagáis con solo leer esta entrada y de microplásticos tengo siempre hechos los deberes (la bibliografía actual). Así que vamos a darle una vuelta al artículo en cuestión.

Los autores del mismo ponen a seis ciudadanos con un cuchillo delante de tres tipos de tablas de cortar, dos de ellas de plásticos distintos (polietileno y polipropileno) y una tercera de madera. Les hacen ejecutar en cada tabla seis ciclos distintos, cada uno de ellos de 500 cortes, sobre las superficies en cuestión. Tras cada ciclo, pasan medio litro de agua por las superficies resultantes para recoger las partículas que se hayan podido desprender, filtran el líquido así obtenido, secan el filtro y pesan las partículas. Cuentan también esas partículas bajo un microscopio, caracterizan su forma, tamaño, etc.

Una de las cosas en las que siempre me fijaba al revisar un artículo era la bibliografía, al entender que, de alguna forma, las referencias allí listadas suponían puesta al día del estado de la cuestión sobre la que versaba el artículo. En este caso, y dado que se trata de una aportación sobre la cantidad de microplásticos que podemos ingerir a través de la alimentación, me ha sorprendido que entre las 91 referencias bibliográficas utilizadas, sólo dos (la 49 y la 74) sean publicaciones del grupo de Albert A. Koelmans de la Universidad de Wageningen en Holanda.

Además de haber publicado muchas contribuciones científicas sobre el tema, Koelmans coordinó un informe publicado en abril de 2019, encargado por la Unión Europea a la denominada SAPEA (un Consorcio que representa colectivamente a las Academias y Sociedades científicas europeas), en el que se abordaban los aspectos estrictamente científicos de los efectos de los microplásticos en el medio ambiente y en los seres vivos, incluidos los humanos. Además, y aún más importante en este caso, el grupo de Koelmans publicó un trabajo en marzo de 2021, que exploraba la bibliografía existente sobre la evaluación de la masa de microplásticos ingerida per cápita y día por niños y adultos, así como lo que ocurre posteriormente con esas micropartículas en nuestro organismo (cuántas partículas expulsamos, cuántas se acumulan, etc.). Un artículo que a mi me parece de referencia obligada y del que ya he hablado en este Blog.

Resulta sorprendente que aunque los autores citen ese artículo (referencia 49), no lo hagan en un contexto comparativo de sus propios resultados, sino para mencionar los posibles disruptores endocrino que los microplásticos pudieran contener en forma de monómeros y todo tipo de aditivos y que pudieran migrar de ellos a nuestro organismo en diversas condiciones. Y digo que resulta sorprendente porque el grupo de Koelmans ha demostrado, por activa y por pasiva en diversos trabajos (ver aquí el más importante), la irrelevancia de los microplásticos como vectores de ese tipo de contaminación química.

Volviendo a los resultados y ciñéndome, por no hacer esto muy largo, a los resultados obtenidos con las experiencias de corte sobre tablas de polietileno, las más habituales en muchas cocinas occidentales, los autores observan que el número y la masa de partículas que se desprenden parecen ir aumentando a medida que van pasando los 6 ciclos de 500 cortes que los cortadores ejecutan. Una conclusión aparentemente razonable pero que es bastante discutible cuando se ve el uso que de ella se hace.

Porque los resultados de esas medidas con los seis primeros ciclos se ajustan a una recta (regresión lineal) y gracias a ese ajuste, los autores van calculando el número y la masa de las micropartículas de plástico que, día a día, se irían generando desde el séptimo día hasta el tricentésimo sexagésimo quinto. Y luego suman los resultados de esos 365 días del año para calcular los microplásticos generados a lo largo de un año y a los que se supone estamos expuestos.

Es decir, con solo seis medidas experimentales (seis días), extrapolan a lo que, en principio, pasa en los 359 días del año restantes. Si algo he insistido siempre a mis estudiantes es que ojito con las extrapolaciones y más cuanto más lejos te vayas del intervalo medido. Sobre todo, en este caso, si consideramos la información suplementaria (por ejemplo la Tabla S10) que se suministra con el artículo y que casi nadie comprueba. Allí puede verse que los coeficientes de regresión distan mucho de un comportamiento lineal que permita extrapolación tan extendida. Algo más técnico y que para entenderlo hay que saber algo de estadística, pero ya sabéis que el Búho es de fiar y no os engaña.

Segundo, algo más de andar por casa y que mis amigos cocinillas pueden considerar. ¿De verdad ejecutamos 500 cortes sobre la tabla de cortar todos los días de un año?. En mi casa desde luego no. Ni por día ni, probablemente, por semana. Tercero, ¿todas las micropartículas generadas se adhieren inmediatamente a lo que cortamos y de ahí van a nuestro organismo?. Pues creo que tampoco. Por ejemplo, muchas de las cosas que en casa cortamos son verduras, una parte importante de las cuales cocemos en agua que luego en gran parte desechamos.

Así que su estimación de que al año estamos “expuestos” a entre 7 y 51 gramos de polietileno en forma de microplásticos provenientes del corte en tablas de ese plástico me parece una cifra excesiva. Ello implicaría entre 135 y 1000 miligramos por semana o, en términos de tarjetas de crédito (una “unidad de medida” que se ha hecho popular en la ingesta humana de microplásticos), entre 0.03 tarjetas o 0.2 tarjetas por semana, lejos de la tarjeta por semana que adujeron algunos en su día y que Koelmans y colaboradores desmontaban en el artículo arriba mencionado.

Pero, aún y así, si comparamos la ingesta diaria por persona que los autores calculan (entre 20 y 140 miligramos), eso supone entre 12.000 y 100.000 veces la media estimada por el grupo de Koelmans en su revisión. En la que, además, queda claro que una cosa es la ingestión diaria y otra cosa es la acumulación irreversible en el cuerpo humano de esas micropartículas en una vida media de 70 años. Que no llega a 40 nanogramos, porque la mayoría de lo que ingerimos se va por el váter.

Finalmente, el trabajo que estamos revisando críticamente evalúa también la posible toxicidad de esas partículas, realizando estudios in vitro con células de fibroblastos de ratón, no encontrando efecto adverso alguno. Pero el trabajo no estudia la toxicidad de las partículas desprendidas cuando se usan tablas de corte de madera, a pesar de que, en ese caso, se desprenden muchas más que desde una superficie de plástico, aduciendo simplemente que las de polietileno son las más habituales. Cuando está claro que de la tabla de madera surgirán, probablemente, fibras (polímeros) de celulosa y lignina que, en el caso de esta última, es una potencial fuente de sustancias que los químicos llamamos aromáticas (porque contienen anillos de benceno), en principio más peligrosas que las derivadas del polietileno.

Pero todo esto que acabo de decir son meras conjeturas que habría que comprobar. Lo que es definitivo es que si yo fuera el referee elegido por la revista de la ACS para evaluar el trabajo que nos ocupa, éste no pasaba el corte en primera instancia. Tendrían que aclararme los extremos que os acabo de contar

Y como hoy hace un día espectacular en Donosti y se me alegra el espíritu, os regalo un poco de música.

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lunes, 18 de septiembre de 2023

Regulando la Homeopatía (Coda final)

Como ya expliqué en una entrada del mismo título, en julio del año pasado, la regulación de los productos homeopáticos en España, que vivía en un limbo legal desde 1994, empezó a desperezarse como consecuencia de una Directiva europea que data del año 2001. Aún y así, el Ministerio de Sanidad español se tomó nada menos que seis años para transponer esa Directiva al ámbito español, en el Real Decreto 1345/2007 que, como en la Directiva arriba mencionada, incluía una sección especial regulando el procedimiento de autorización, registro y condiciones de dispensación de los medicamentos homeopáticos.

El artículo 55 de ese Decreto establecía una singularidad para los productos homeopáticos de forma que, a la hora de autorizar su venta como medicamentos, habilitaba dos vías. Una, la habitual para cualquier medicamento con indicación terapéutica demostrada y dos, y aquí viene lo singular, un procedimiento simplificado, sólo para productos homeopáticos, para el que no se necesita demostrar su eficacia terapéutica.

El Gobierno español y otros países europeos que no tienen intereses económicos en estos preparados, trataron de eliminar esa vía singular con la oposición de otros, como Reino Unido, Francia o Alemania, que si los tienen. Hasta que, en 2018, estuvo claro que la batalla estaba perdida. Así que el Ministerio de Sanidad español instó a la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) a poner en marcha el citado procedimiento simplificado y, en abril de 2018, dicha Agencia habilitó un plazo para que los fabricantes de todos los productos homeopáticos que se vendían en las farmacias de España le comunicaran su intención de adecuarse a la Directiva europea y al Decreto español, diecisiete y once años después de sus respectivas promulgaciones.

Finalizado ese plazo, la AEMPS publicó, a finales de octubre de 2018, una resolución que daba cuenta de los productos homeopáticos que habían comunicado esa intención y fijó un calendario para que las empresas titulares solicitaran la correspondiente autorización de comercialización. Solo los productos homeopáticos que se encontraban en esa resolución, en una lista de más de dos mil preparaciones, podían seguirse comercializando hasta que la AEMPS evaluara la documentación y tomara una decisión que les autorizara a venderse como medicamentos homeopáticos, de acuerdo con la normativa que os he explicado arriba. Los que no comunicaron a la AEMPS su intención de adecuarse a la normativa no podían seguirse comercializando y los que estuvieran ya en las farmacias tendrían que ser retirados.

Desde ese octubre de 2018 la AEMPS mantiene una página web en la que se detallan los productos homeopáticos que han sido autorizados a venderse como medicamentos, así como los retirados del mercado, página que he ido consultando periódicamente, comprobando que en lo que respecta a la lista  de autorizados, ésta ha ido creciendo poco a poco. La última actualización que he visto de esa lista, antes de escribir estas líneas, data del 21 de diciembre de 2022 y contiene 1290 productos, aunque son muchos más porque de cada uno de ellos puede comercializarse diversas diluciones de un mismo principio genérico.

Desde que empecé a consultar esa página, he andado un poco mosqueado con una cuestión que , finalmente, parece que he resuelto y de ahí el origen de esta entrada. La AEMPS mantiene el llamado Centro de Información de Medicamentos (CIMA), una base de datos en la que los profesionales sanitarios y la ciudadanía pueden consultar diversos aspectos sobre los medicamentos autorizados por la AEMPS. Si en esa página se pica en el enlace denominado Buscador para profesionales sanitarios, cualquiera puede localizar medicamentos por el nombre comercial, el principio activo que contienen, la empresa que lo fabrica o el llamado Código Nacional, una especie de matrícula de cada medicamento.

Pues bien, en mis repetidos intentos de usar esa base de datos a la búsqueda de medicamentos homeopáticos, ha sido imposible encontrar en ella ninguno de los que aparecen en el listado de autorizados arriba mencionado. Durante este tiempo he trasladado esta aparente incongruencia tanto a farmacéuticos titulares de oficinas de Farmacia como a profesionales de Farmacia Hospitalaria. Y nadie me ha resuelto el enigma.

Así que el pasado día 5 de setiembre, dirigí un email a la AEMPS en el que literalmente les decía que, usando la web arriba mencionada, “en el apartado Lista de homeopáticos autorizados figuran 1290 productos, ¿por qué si hago uso del buscador para profesionales sanitarios de la página CIMA, no puedo localizar ninguno de ellos, ni siquiera ningún fabricante (por ejemplo BOIRON) de esos productos. ¿Estoy buscando mal?. ¿No es éste el lugar adecuado para este consulta?. Si es así, les ruego que me indiquen dónde trasladarla”.

Al día siguiente tenía la respuesta: "CIMA no recoge información sobre los medicamentos homeopáticos autorizados. Es por ello que al hacer consultas (mediante búsquedas sencillas o más complejas) en el buscador de CIMA, en ningún caso va a poder mostrarlos. La información sobre los medicamentos homeopáticos (tanto autorizados como rechazados) se encuentra recogida en el link de la página web de la AEMPS que vemos que Ud. ya maneja. Ahí figura la información relativa a los medicamentos autorizados en formato Excel para facilitar su manejo así como la ficha técnica y prospecto con la información técnica de cada uno de ellos". Y me aclararon que eso es así porque "desde la AEMPS se consideró oportuno mostrar toda la información de los medicamentos homeopáticos agrupada en una misma pestaña de la web para poder tener accesible en un mismo punto las acciones tomadas, medicamentos retirados, los medicamentos autorizados y su ficha técnica y prospecto".

Si visitáis la página de los autorizados podréis comprobar que, entrando tanto en la ficha técnica como en el prospecto aprobado para cada uno de los que aparecen en esa lista, en ambos sitios figura la frase "Medicamento homeopático sin indicación terapéutica aprobada (Directiva 2001/83/CE)". Es decir, lo uno (no aparecer en la base de datos) parece ser consecuencia de lo otro (no tener indicación terapéutica). Al menos para éste que os escribe porque, si hubieran seguido el procedimiento que siguen todos los medicamentos convencionales, aparecerían en el CIMA. Cosa que, como digo, no es el caso para ninguno de los 1290 preparados autorizados como medicamentos homeopáticos por la famosa vía singular o simplificada.

Resumiendo, un sinsentido. Así que parece que después de 22 años de la Directiva europea poco hemos conseguido. Porque, a pesar de estos contrasentidos, 1290 productos homeopáticos se venden como medicamentos aunque no hayan probado su eficacia terapéutica. Si a eso se le añade la reciente declaración de la OMS sobre la llamada Medicina Complementaria, fruto de presiones de países como China o India, puede parecer que hemos perdido la guerra.

O quizás no. Francia eliminó en enero de 2021 el llamado remboursement (o devolución del 30% del valor de los preparados homeopáticos comprados por particulares), lo que ocasionó un descenso importante de las ventas del gigante (francés) de la homeopatía, Boiron, del que aún no se ha repuesto. Sus acciones cayeron en Bolsa hasta este julio cuando, en una operación de pura ingeniería financiera, la familia Boiron, que detenta casi el 80% de las acciones, las reflotó. Pero es un lavado de cara que me dicen algunos entendidos que puede llevar consigo la salida de Bolsa de la empresa. Veremos, el 12 de octubre hay Junta de Accionistas.

Por otro lado, el intento de los colectivos homeopáticos de hacer públicos sus resultados a la manera de la ciencia convencional, han sufrido un par de reveses en los últimos años. En el ámbito español, la Revista Médica Homeopática, que publicaba Elsevier, se cerró en el último trimestre de 2017. Su equivalente en inglés, Homeopathy que, a su vez, tenía sus orígenes en el llamado British Homeopathic Journal, dejó también de publicarse bajo el logo Elsevier en 2018 pero, en este caso, se ha seguido publicando en el grupo editorial alemán Thieme.

Aunque, si hacemos caso al último informe del Journal Citation Reports (JCR), una publicación anual que evalúa el impacto y relevancia de las principales revistas científicas y tal y como se ve a la derecha, la difusión de Homeopathy es muy pequeña, su índice de impacto (1.7) pasa  a 0.5 si no se cuentan las autocitas (los autores se mencionan a si mismos en la bibliografía) y, además, en los últimos años ha caído al último cuartil (Q4) o grupo de las revistas menos valoradas, dentro de la categoría Integrative and Complementary Medicine, no precisamente una de las categorías más prestigiosas de las varias que agrupan a las revistas médicas. Podéis ampliar la imagen clicando en ella.

Y aquí se acaba la coda (agridulce) a la que alude el título.

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sábado, 2 de septiembre de 2023

Dos erupciones volcánicas con consecuencias dispares en el clima

En 1991, la erupción del volcán Pinatubo en las Filipinas inyectó en la atmósfera, entre otras muchas sustancias, unos seis millones de toneladas de dióxido de azufre que llegaron a la estratosfera (entre 10 y 50 km por encima de la superficie terrestre) y que, transformados en aerosoles de sulfato, impidieron la llegada de la luz del Sol a muchas regiones del planeta durante bastante tiempo. La temperatura global de la Tierra disminuyó en más de medio grado en los dos años subsiguientes a la erupción principal (hubo varias).

Pinatubo fue un “experimento” que confirmó que el calentamiento global producido desde mediados del siglo XIX hubiera sido más importante si no fuera por las partículas, en forma de aerosoles, inyectadas en la troposfera (hasta diez kilómetros por encima de la superficie terrestre) y, en este caso, derivadas de la creciente actividad industrial. Partículas de polvo, sal marina, humo, carbón y sobre todo sulfato amónico, generado por reacción de anhídrido sulfuroso y amoníaco. Estas partículas contribuyen, como hemos mencionado, a reenviar al espacio exterior una parte de la energía radiante del sol que, de esa forma, no llega a la superficie y no puede participar del posterior efecto invernadero.

Esa erupción del Pinatubo fue también la causa de que el Premio Nobel de Química de 1995, Paul J. Crutzen, propusiera en 2006 una radical estrategia frente al calentamiento global. Crutzer sugirió inyectar en la estratosfera compuestos de azufre como el anhídrido sulfuroso, el ácido sulfhídrico u otras moléculas con azufre adecuadas para producir aerosoles de sulfato. Aunque se sigue mencionando esa propuesta en libros recientes sobre el CO2 y el cambio climático, lo cierto es que nadie parece dispuesto a afrontar los posibles efectos secundarios de esa estrategia, que se suele unir a la de la captura de CO2 (de la que algún día hablaremos por estos lares) bajo el término Geoingeniería.

Mientras que la mayoría de las grandes erupciones volcánicas se caracterizan por esas emisiones de dióxido de azufre, que enfrían el planeta temporalmente, la erupción del volcán Hunga Tonga-Hunga Ha’apai (Tonga para los amigos) el 15 de enero de 2022 fue inusual porque, a diferencia de la del Pinatubo, liberó a la estratosfera una gran cantidad de vapor de agua (146 millones de toneladas). Tonga inyectó también 0,42 millones de toneladas de dióxido de azufre, muy lejos de las cifras del Pinatubo.

Y precisamente por la gran cantidad de vapor de agua inyectada, el caso del Tonga tendría que tener efectos diferentes a los del Pinatubo en lo que al calentamiento global se refiere. Esas 146 millones de toneladas de vapor de agua aumentaron el contenido del mismo en la estratosfera entre un 10 y un 15 %. Es bien sabido que el vapor de agua es un potente gas de efecto invernadero y, al contrario de los aerosoles de sulfato del Pinatubo, debiera, en el caso del Tonga, contribuir a un adicional calentamiento de nuestro planeta. Ello hace que el volcán Tonga sea particularmente interesante para su estudio científico en el contexto de otras erupciones recientes.

Aunque solo ha pasado un año y ocho meses desde la erupción del Tonga, si uno pone en el buscador de bibliografía ISI Web of Science “Tonga eruption”, la búsqueda le devuelve del orden de 310 documentos científicos, aunque muchos de ellos tienen que ver con el estudio del maremoto que la erupción originó y con otras consecuencias de la misma en el entorno atmosférico, terrestre y marítimo cercano. Si uno acota la búsqueda a “Tonga and climate change” solo aparecen quince artículos posteriores a la erupción.

Uno de ellos ha llamado la atención de algunos medios debido a su título que, como hemos visto hace poco en otro caso, había sido cuidadosamente elegido: “La erupción del Tonga aumenta la posibilidad de una anomalía temporal de la temperatura superficial por encima de 1.5 ºC”. No sobrepasar esta última cifra, como sabéis, es uno de los objetivos de los Acuerdos de París de 2015. El título del artículo ha generado en las redes una cierta discusión sobre si las temperaturas de julio han llegado donde han llegado, a nivel global, merced a la suma del efecto del Tonga con el inicio de una nueva fase de El Niño.

Aunque ha pasado muy poco tiempo para que se puedan sacar conclusiones definitivas. Un artículo en la conocida web CarbonBrief analizaba no hace mucho el posible efecto de la erupción en el calentamiento global, entrevistando a varios de los autores de los artículos publicados hasta entonces. El primer autor del artículo que acabamos de mencionar recalcaba que, a pesar de lo que se pudiera deducir del título de su artículo, “Tonga solo está contribuyendo una cantidad muy pequeña a la anomalía de la temperatura de la superficie hoy en día. No veremos el impacto de Tonga en los eventos de cambio climático como sequías o inundaciones, el efecto es simplemente demasiado pequeño".

Pero hay otro posible efecto del vapor de agua inyectado por Tonga en la estratosfera que preocupa a los científicos. Y es cómo afecte esa inyección al agujero de ozono sobre la Antártida. En esencia, el ozono puede degradarse cuando en la época del invierno austral se forman nubes de cristales de agua sobre cuya superficie el ozono puede reaccionar con átomos de cloro provenientes de los clorofluorocarbonos (CFCs) que, aunque restringidos por el protocolo de Montreal en 1985 siguen estando en la estratosfera porque se descomponen muy lentamente. Si en ella hay más vapor de agua por la erupción, más nubes de cristales podrán formarse y habrá más "sitios" sobre los que la degradación del ozono pueda producirse, como explican científicos de la NASA en este artículo de la revista Space.

La gráfica de la derecha (que podéis aumentar clicando sobre ella), muestra que el tamaño del agujero de ozono ha crecido en los años más recientes. De hecho, su extensión el pasado 5 de octubre de 2022 fue la más alta desde el año 2015, aunque ello no interrumpe una tendencia general a la baja, debido a las variaciones interanuales que se producen en función de lo más o menos fríos que sean los inviernos australes.

Y, además, el proceso correspondiente a 2023 no parece haber empezado muy bien, si hacemos caso a la linea roja de la misma figura, en la que la parte discontinua son predicciones que los científicos adelantan unos pocos días. ¿Está ya haciendo la erupción del Tonga su efecto?. Una búsqueda bibliográfica en la ISI WEB of Science bajo los términos "Tonga eruption and ozone hole" no me ha proporcionado más que un artículo fechado en setiembre del 2022, en el que solo en las conclusiones, se puede encontrar una fugaz alusión a que el vapor de agua del Tonga juegue un importante papel en la degradación de la capa de ozono. Tendremos que esperar a octubre para ver el efecto en la curva de este año.

Así que, por el momento y como en otras ocasiones os digo, “ver venir…”

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