jueves, 28 de abril de 2011

Sábana Santa

En el reciente lapso de tiempo sin trabajo que llaman Semana Santa, andaba yo llevando la contraria al personal preparando materiales para el trabajo en equipo de mis estudiantes en una de mis asignaturas. Ya lo decía D. Gregorio (Marañón): "Yo soy un trapero del tiempo. Hay muchos retalitos de minutos que la gente no aprovecha y yo sumándolos saco dos horas más al día". Y en un texto de Química General muy conocido (el Chang) me encontré un problema relacionado con el fechado de la Sábana Santa, realizado en 1988 por laboratorios de las Universidades de Oxford, Arizona, Columbia, el ETH de Zürich y el British Museum, trabajo publicado hace ya años en la conocida revista Nature [Nature 337, 611-615 (1989)]. Tres muestras independientes de la Sábana por antonomasia fueron estudiadas por este consorcio científico, llegando a la conclusión de que el tejido databa de la Edad Media, concretamente entre 1260 y 1390, pero no antes.

Con independencia de sus implicaciones religiosas, el asunto me resultó didácticamente atractivo. Además de la intrínseca curiosidad que podía inducir en los estudiantes, era una forma sencilla de introducirles en conceptos fundamentales de Cinética Química, la rama de la Química que estudia la velocidad a la que transcurren los procesos químicos. No voy a entrar en detalles excesivamente técnicos para explicar cómo funciona el método de fechado merced al carbono-14. Baste decir que la atmósfera que rodea a esta Tierra que nos acoge es constantemente bombardeada por rayos cósmicos de gran energía. Una de las consecuencias de dicho bombardeo es que el nitrógeno, que se encuentra en el aire en un 80%, puede transformarse en el isótopo 14 del carbono (el carbono habitual que constituye toda la materia orgánica del Universo es el carbono-12, un gemelo más "delgadito" del anterior). El caso es que las pequeñas cantidades de carbono-14 derivadas del bombardeo cósmico se incorporan en forma de CO2 a las plantas, debido al proceso de fotosíntesis que éstas realizan. Cuando los animales (de dos y cuatro patas) nos comemos esas plantas, acabamos incorporando trazas de carbono-14 a nuestros organismos.

El carbono-14 se desintegra radioactivamente (ahora, con lo del Japón, todo el mundo sabe mucho de esto) pero, a su vez, las plantas y los seres vivos vuelven a incorporarlo al ciclo por su continuo metabolismo, con lo que la proporción de carbono-14 a carbono-12 se mantiene prácticamente constante en nuestro mundo material. Esa proporción es, aproximadamente, de un átomo de carbono-14 por cada 1000000000000 átomos de carbono-12. Pero cuando una planta o un animal se muere, el carbono-14 ya no se renueva en ellos, aunque sigue desintegrándose, con lo que esa proporción va disminuyendo continuadamente a lo largo del tiempo.

En el año 1955, W.F. Libby sugirió que este hecho podría usarse para fechar la antiguedad de restos arqueológicos, siempre que se pudiera medir con fiabilidad la relación carbono-14/ carbono-12, ya que la disminución en el número de átomos de carbono-14 sigue una ley de velocidad que los químico-físicos llamamos de primer orden. Ese hallazgo proporcionó a Libby el Premio Nobel de Química de 1960. Desde entonces, el fechado con carbono-14 se considera una herramienta fiable en el análisis de muestras que nos son lejanas en el tiempo, como la Sábana Santa u otros restos arqueológicos. Cuanto más viejos sean éstos más difícil es el fechado, porque la cantidad de carbono-14 se va haciendo tan pequeña que la relación con respecto al carbono-12 se hace cada vez más difícil de medir. Así que, como todo en Ciencia, la cosa no es blanco o negro, más bien gris, y los resultados pueden estar sometidos a diversas fuentes de error, dando lugar a todo tipo de interpretaciones, sobre todo si por medio se cruzan intereses (religiosos, en este caso). Y ya se sabe que a la fe, al contrario que a la Ciencia, no le hacen falta resultados experimentales.

En estas andaba yo, tratando de plantear el problema para que los estudiantes se tuvieran que estrujar el magín al resolverlo cuando, con ocasión de la Semana Santa, el tema del Sudario de Turín ha saltado una vez más a la palestra de forma virulenta y me ha puesto, delante de mis narices y como en recientes ocasiones, una entrada que no quedaba más remedio que escribir.

Resulta que en Intereconomía TV y en los periódicos del Grupo Vocento, como el Diario Vasco o el Correo, han salido sendos tertulianos o articulistas poniendo en duda la veracidad de los fechados llevados a cabo al Sudario de Turín en 1988, arriba mencionados. Y en ambos casos, la argumentación parece fundamentarse en declaraciones del propio Premio Nobel Libby, que cuestionaba la veracidad de tales fechados sobre la base de la acción de ciertas fuentes radiactivas que podrían haber recargado el carbono, lo que invalidaría la aplicación del método del carbono-14.

Podeis leer más en esta entrada de uno de los blogs que sigo habitualmente, o en los links que la propia entrada hace al artículo aparecido en los diarios del Grupo Correo y al vídeo de Intereconomía TV pero, para el que no quiera muchos más detalles, el asunto clave está en que Libby murió en 1980, ocho años antes de que los laboratorios mencionados anunciaran sus resultados. Así que los implicados en las noticias de uno y otro medio tendrían que aclarar el entuerto y, que yo sepa y ya han transcurrido varios días, no lo han hecho.

Con estos mimbres tengo para más de un Seminario de discusión con mis estudiantes sobre el método científico y sus manipulaciones. ¡Y hay que ver lo que me ha dado de sí esta Semana Santa!.

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lunes, 25 de abril de 2011

Mala Ciencia

Esta es la entrada número trescientos que publico. Algunas más (docena y media) duermen el sueño de los justos y no sé si algún día verán la luz. Tengo que reconocer que, en bastantes ocasiones, el querer seguir manteniendo un ritmo consistente de unas cuantas entradas mensuales me suma en un cierto desasosiego (a pesar de que no tengo obligación alguna de hacerlo). Así que, de vez en cuando, pienso en que llegar a un número redondo, como el actual, es una buena excusa para dejarlo y dedicarme a poner en otro formato toda la información acumulada. Porque, a veces, se me eriza el vello con sólo pensar que Google decida un día de éstos que blogspot.com no le reporta suficientes beneficios y opte por cerrarlo. ¿Qué pasaría con todas mis entradas?. ¿Se convertirían en vagabundas pordioseras en el espacio virtual, mendigando su acomodo en algún otro sitio?. Así que necesito empezar a acumularlas en un formato alternativo, pero eso lleva su tiempo. Pero, por esta vez, me da que va a ser que no me rajo. A pesar del número redondo de esta entrada, hay algo que me ha dado energías renovadas estos últimos días. Estoy leyendo durante esta Semana Santa el libro de Ben Goldacre que aparece en portada (existe versión en castellano de la editorial Paidós, pero para cuando salió en marzo, ya me había comprado en Amazon la versión inglesa que data de 2008). Goldacre es psiquiatra, periodista científico y divulgador y tiene su particular cruzada contra curanderos, charlatanes y otros farsantes operativos en el ámbito médico. Por su libro desfilan, of course, los homeopáticos, amén de los nutricionistas (una nueva plaga a la que no he dedicado mucho tiempo en este Blog por falta de conocimientos), periodistas supuestamente informados, etc. Recomiendo el libro a los que anden un poco obsesionados con las noticias alarmantes en torno a la salud, con las que nos asustan de forma repetitiva los mass media. Pero todavía estoy en fase de leerlo en profundidad, así que seguro que, cualquier día de éstos, algo que pueda rumiar con tranquilidad me servirá de base a otra entrada. En ésta, sólo quiero dar testimonio de por qué me ha ayudado a superar la desazón de abandonar, a la que hacía referencia al principio. En el último capítulo del libro, Goldacre se manifiesta absolutamente pesimista sobre la posibilidad de reconducir a los medios de comunicación hacia otra forma de tratar las noticias de corte científico: Ningún incremento en la formación de los periodistas servirá para enderezar los despropósitos informativos, porque los periódicos serios ya cuentan con especialistas en salud y ciencia que entienden bien las noticias científicas. Los directores, generalmente de letras, tenderán siempre (cínicamente) a marginar a esas personas y asignar la cobertura de noticias estúpidas relacionadas con la ciencia o la salud a periodistas generalistas (también de letras), por la sencilla razón de que quieren artículos y reportajes estúpidos en las páginas de sus diarios. La ciencia trasciende el horizonte intelectual de estos gestores, así que suponen que tampoco debe ser muy difícil inventársela. Tampoco parece que esté muy contento con los reconocidos divulgadores de la Ciencia: .....El mayor problema de todos es la simplificación excesiva y la "idiotización" de los contenidos. Todo lo que vemos en los medios ha sido previamente desprovisto de su enjundia científica, en un intento de seducir a una masa imaginaria que, de todos modos, no está interesada en el tema. Pero, con ello, se abandona a su suerte a gentes que estudiaron alguna asignatura como la bioquímica, trabajan ahora en algún puesto administrativo y a los que no se proporciona estímulo alguno para retomar sus aficiones científicas..... Las instituciones han fallado en este aspecto. La indulgente y bien financiada comunidad de personas dedicadas a la "popularización de la ciencia" ha sido peor que inútil, pues también se ha obsesionado con hacer llegar el mensaje a todo el mundo y, rara vez, ha ofrecido contenidos estimulantes para las personas que ya están interesadas en el tema... Y parece tener una solución: Actualmente no necesitamos a esas personas. Pongan en marcha un Blog. No todo el mundo les hará caso, pero habrá quienes sí lo miren y descubran su trabajo. El acceso no mediado a los conocimientos es el futuro y, ya saben, la ciencia no es difícil, simplemente requiere motivación.... No hay dinero que ganar con ello, pero eso es algo que Uds. ya sabían cuando iniciaron esta senda. Lo harán porque son conscientes de que el saber es hermoso, y porque les bastará con que solo un centenar de personas compartan su pasión. Así que me resulta imposible no seguir, al menos en esta efeméride del Blog. ¡Como tengo varios centenares que parecen ya compartir mi pasión y mi fobia por la Quimifobia.....!

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miércoles, 20 de abril de 2011

El timo de una bolsa ecológica

Como ya he dicho en otras ocasiones, hay veces que a uno le ponen las entradas del Blog a huevo y no le queda más remedio que escribirlas, a pesar de que sea Miércoles Santo, el coco ande de pre-vacaciones y el Búho, en su totalidad, "disfrute" de una astenia primaveral del carallo. El caso es que tengo una amiga propietaria de una tienda "orgánica". Vende todo tipo de productos "naturales", sin aditivos químicos y esas cosas que ahora se llevan, con el valor añadido (sobre todo en el precio) del marketing ecológico. No diré su nombre ni su localización, que ya se sabe que los guipuzcoanos somos muy celosos de lo nuestro y nos gusta lavar los trapos sucios en casa.

Estas amistades son una nueva prueba del carácter liberal de los búhos pintados de gris. También tengo otro amigo que está convencido de que la homeopatía le salvó del quirófano y una compañera de trabajo, a la quiero un montón, que cree que unas piedras magnéticas, adecuadamente situadas en su espalda, le indicaron a su sanador que tenía la garganta llena de bacterías. Nimiedades, si se comparan con la flema (no sé si liberal) que uno ha tenido que exhibir, en su entorno familiar más próximo, en los años duros de Euskadi. Pero esto último no tiene que ver con la Quimifobia y lo otro sí.

El cúmulo de casualidades conducentes a esta entrada comenzó ayer, cuando una primípara añosa (como casi todas ahora) regaló a mi comadrona unas pastas ecológicas provenientes de la tienda de mi amiga, dentro de una bolsa aparentemente de plástico y en la que se indicaba que la misma era biodegradable, biocompostable y 100% Bambú. La cosa no hubiera ido a mayores si mi chica hubiera mandado la bolsa a la basura. Pero con la filosofía de reducir + reutilizar + reciclar, imbuida por un amigo del alma y del golf, dobló primorosamente la bolsa en cuestión en triangulitos y la apiló en un cajón de nuestra cocina. De ahí la he recuperado yo esta mañana, para transportar cómodamente a casa de mis padres una botella de vino. Al desdoblarla, y leer sus "cualidades", no me ha quedado más remedio que llevármela raudo a la Facultad, al grito de "a mi bambú que soy cubano".

Segunda chiripa (o serendipity, que dicen los yankees). Resulta que mis colegas, las Dras. Fernández-Berridi e Irusta, andaban hoy tutorizando unas prácticas de Análisis de Polímeros. Prácticas interesantes donde las haya, y en las que a los estudiantes se les proporcionan muestras de plástico, usadas en nuestra vida habitual, para que las destripen químicamente hasta sus últimas consecuencias. Eso ahora, con el espíritu de Bolonia, se llama PBL (problems-based-learning, aprendizaje basado en problemas), y si se siguen las normas al respecto de la Vicerrectora que nos gobierna en estas cosas, puede que sirva hasta para cobrar complementos adicionales. Aunque a mis colegas nadie se los haya reconocido en los muchos años que lo llevan haciendo diligentemente y sin salir en los periódicos.

Así que cuando he llegado con mi bolsa, una entusiasta estudiante ha cogido el problema como suyo, muy intrigada por lo del bambú. Y le ha bastado menos de una hora para, con ayuda de las técnicas instrumentales que le ponemos a su disposición, llegar a la conclusión (bendecida por mis colegas) de que aquello era puritito polietileno, del clásico en cualquier bolsa de basura y similares, además de algo de carbonato cálcico para abaratar costes.

Mi amiga "orgánica" anda subiéndose por las paredes porque el maltrecho polietileno no entra en la "filosofía" de su tienda y, además, le cuesta una pasta gansa. Y me parece que le va a caer un buen chorreo al representante, en el País de la boina, de una empresa australiana especializada en exportaciones de productos chinos, que es el suministrador real y global de las bolsas en cuestión.

Y alguno pensará, ¿y qué tiene que ver aquí el bambú?. Pues no lo sé. Sólo se me ocurre que algún chino o australiano rebuscado, en su afán de marketing ecológico, haya entendido mal una noticia sobre la que ya hablamos en este Blog hace año y medio, y que hacía referencia al anuncio de Dow Chemical de la puesta en marcha de una planta química en la que el etileno, necesario para sintetizar el polietileno de siempre, se va a producir a partir de caña de azúcar, sin necesidad de extraerlo del petróleo.

Aunque, que yo sepa, los osos panda comen bambú y no caña de azúcar. Pero puedo equivocarme. Tampoco es que el Búho sea experto en osos panda.

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martes, 12 de abril de 2011

¡Vaya tropa!

Que diría ese gallego que aspira a gobernarnos y al que se le escapa el aire entre premolar y molar, lo que debiera mirar algún ortodoncista de cara a las próximas elecciones, no vaya a ser que se le chafe el triunfo que parece acariciar por una mala impostación de voz, la bicha de mi nonagenario padre. Un superdotado del bel canto, al que mandó a paseo por una señora que se parecía a María Callas y que ahora vela por sus achaques de edad (mi madre). El caso es que otra vez estamos en primavera, temporada en la que mi astenia se activa y empieza a dolerme el cuerpo y el alma. Para más inri, el trabajo se me acumula, y hasta los que debieran ser los más próximos a mis opiniones me abandonan.

La semana pasada anduve por el Gran Bilbao en labores de agitación y propaganda, frase con el copyright de mi amigo PME. El año internacional de la Química me ha transformado de conferenciante en charlatán y tengo la agenda un poco atosigada con tanto evento. El caso es que tras esa aparición por el Bocho, un comunicante anónimo, pero que parece evidente que estuvo en mi charla y que debe ser de mi cuerda (químico), me acusa en un email de demagogo y de olvidarme de problemáticas medioambientales importantes derivadas de la Química. A más a más, algunos de mis colegas de la generación del 74 en Zaragoza, en un foro que nos mantiene libres del Alzheimer, parecen abonar la misma idea. Sobre la base de las derivadas que se deducen del desastre nuclear japonés, han aireado reportajes periodísticos en los que parece demostrarse que John Wayne, y otros participantes en el rodaje de la película El Conquistador de Mongolia, murieron prematuramente de cáncer por haber rodado la película en el desierto de Utah, donde se habían llevado a cabo diversas pruebas nucleares.

No tengo yo una visión tan pesimista. Con el tenor nonagenario de arriba, he vivido los mejores años de mi vida cerca de una planta de PVC que abría sus reactores discontinuos tras cada proceso, para sacar el polímero y prepararlos para el siguiente. Varios coetáneos de mi padre, trabajadores de esa empresa y que limpiaban esos reactores antes de la siguiente tanda a cuerpo gentil, murieron prematuramente de sarcoma de Karposy provocado por el monómero, un gas que, evidentemente, se dispersaba por los alrededores. Mis coetáneos y yo hemos jugado cerca, y hasta nos hemos bañado en un río, aguas abajo de una papelera y de una empresa de curtidos que curtía al cromo. Los vertidos de una y otra no estaban que digamos muy controlados. Muchos de mis amigos de juventud y sus padres fumaban cual carreteros. Y no veo yo consecuencias espectaculares, excepto en el caso del sarcoma, que desapareció paulatinamente en cuanto la empresa abandonó el proceso discontinuo por uno continuo absolutamente estanco. Por ahora, lo que veo en mi pueblo son muchos más viejos que antes, y mucha sudamericana ganándose el pan con su infinita paciencia y el sudor del empuje de silla.

Pero es que hoy me han dado la puntilla en otro flanco delicado de mis convicciones. Frito-Lay es una compañía subsidiaria de Pepsico, de la que hablaba en la anterior entrada. Pepsico se quedó con Matutano hace una pila de años, y ahora nos vende en el suelo patrio un montón de snacks de los que me pierden. Casi todos tienen mucho sodio, malo para mi salud, pero el sodio no le importa a Frito-Lay porque sabe que es adictivo. Por el contrario, a su marketing le viene mejor propagar que todo lo que emplea en esos snacks es 100% natural (incluida la sal y su sodio). Y lo que ya ha hecho que este Búho pronuncie frases a lo Rajoy y otros improperios subidos de tono, es la noticia de que va a eliminar de sus productos el ácido ascórbico, un estabilizante del color de sus ganchitos y similares. Y que lo va a reemplazar por extracto de romero.

¿Y por qué?. Porque el ascórbico es un aditivo alimentario que suena a sintético. Aunque sea la misma molécula que otros llaman Vitamina C, y que se encuentra en el zumo de naranja y otros muchos vegetales. Pero como en su día (años 30) se aisló, identificó y se sintetizó por los químicos de Roche para dar lugar al Redoxon, ya no es natural.

Pues ya veremos en qué acaba esto. Yo soy pro-romero. En casa de mis suegros siempre ha habido arbustos de romero. Me encantaba y me encanta cortar una punta reciente de un tallo y llevarla entre los dientes, mascándola. Tengo romero en mi cocina para emplearlo en guisotes. Pero el romero, aunque "natural", en ciertas dosis tambien es peligroso. Su aceite esencial, que supongo que es lo que usarán, es potencialmente tóxico, si se ingiere en cantidades moderadas. Cantidades importantes de hojas masticadas dicen que causan reacciones severas, como coma, espasmos, vómitos y edemas pulmonares (no ha sido nunca mi caso). Se recomienda, además, que las embarazadas y las lactantes procuren evitar la ingestión de cantidades importantes de romero.

Yo voy a seguir mascando brotes tiernos de romero cuando tenga la oportunidad. Y vitamina C en diversas preparaciones (soy devoto de Pauling, el defensor a ultranza de la vitamina C). Pero, desde hoy, ningún snack del contubernio Pepsico/Frito-Lay. ¡Que les den!.


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