martes, 22 de octubre de 2013

El pH de Natasha

La comadrona que vive conmigo es también Diplomada en Decoración y no sé si porque se está haciendo mayor o porque está de su trabajo cara al público en el Ambulata hasta los mismísimos, el caso es que, últimamente, está volviendo a sus viejas querencias en el ámbito de las cosas que tienen que ver con su faceta más "decorativa". Y a ese tenor sigue algunos programas de TV que tienen que ver con el tema, desde un par de gemelos que te tiran una casa y te la rehacen en breves día, hasta otro en el que se enseñan las mansiones de gente guapa y de muchos posibles, una temática que resulta muy poco edificante en los tiempos que corren.

Y en este último programa aparecía el otro día una tal Natasha Romanov, de la que no había oído hablar en mi vida, pero que debe ser muy conocida en el papel rosa y cuya gracia fundamental es haber pescado a un magnate ruso del petróleo y vivir en Marbella en un palacio con campo de golf y helipuerto incluídos. Mientras mi Santa seguía el programa, ilustrándose del número de armarios para zapatos, el número de habitaciones y similares, en un momento del recorrido se llegó a la cocina, en la que además de platos exclusivos diseñados por Armani, la rusa en cuestión nos enseñó un equipo del que obtenía el agua para beber. Nos cantó las excelencias del instrumento para conservar su palmito, entre las que se encontraba el que el agua que proporcionaba tenía pH negativo. Y se quedó tan satisfecha y pasó a un vestidor en el que nos contó que tiene tantos vestidos que los lleva clasificados en el iPhone para poder ordenar a su fámula que le prepare el que se va a poner el día siguiente o en el cóctel de la tarde.

Evidentemente el agua que bebe Natasha no tiene pH negativo, a no ser que toda ella sea una inmensa solución tampón que aminore los efectos, pero la anécdota me ha servido para recordar una vieja polémica con un colega al que tuve que recordarle que lo que estaba explicando sobre la escala de pH entre 0 y 14 era inexacto porque, estrictamente, sí que pueden existir pH negativos. De hecho, el ácido clorhídrico que nos venden a los laboratorios es una disolución del mismo al 37% en peso en agua, lo que es igual a una molaridad en torno a 12 y, por tanto, usando la conocida definición de pH, resulta un valor en torno a -1,1. Otra cosa es que ese valor sea real o no y que se pueda medir o no. Tendríamos así que hablar (aunque no es el caso) de actividades en lugar de concentraciones, así como de las dificultades de los pHmetros convencionales para medir bien en esas disoluciones concentradas.

Pero si hay algo próximo al pH negativo es esa disolución de clorhídrico y no el agua de Natasha. Es por eso que, en muchos libros de texto, debieran sustituir la escala tipo A (bastante habitual) por la escala tipo B que se ve en la figura que ilustra este post (podeis picar en ella para verla mejor), en la que queda claro que el intervalo 0-14 es extensible por ambos extremos.

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martes, 1 de octubre de 2013

Tribuletes y titulares

Hace falta ser incultos científicamente, por no decir algo más grueso. Aquí, en Donosti, las huestes de Pedro Etxenike empleando tiempo, dinero y salud en contribuir a la cultura científica de la ciudad y el periódico más vendido en Gipuzkoa (Diario Vasco, DV) da hoy como titular, similar a otros del Grupo Correo, uno que dice que "La NASA encuentra plástico en la mayor luna de Saturno".

No voy a empañar con este breve comentario la labor del DV en la divulgación de eventos como el Einstein 2005, Atom by Atom y los sucesivos encuentros bajo el paraguas Passion for Knowledge, como el que estos días alberga el Victoria Eugenia donostiarra. Pero algo no cuadra en lo que a seguimiento de noticias científicas en los medios se refiere. Y sobre todo en los titulares. Porque lo curioso es que el autor del artículo describe razonablemente bien que lo que se ha encontrado en esa luna es propileno, un gas no muy diferente del propano o del butano. Pero que, a diferencia de estos sus primos, el propileno es capaz de reaccionar consigo mismo para dar lugar a un sólido, el polipropileno (¿entienden el matiz del prefijo poli?), un plástico que usamos cotidianamente en muchas cosas (parachoques, filmes alimentarios, envases, ...). Y ese matiz también lo explica bien el autor.

Entonces, ¿qué analfabeto científico ha generado el título?. ¿Por qué extraños motivos comerciales o de otro tipo lo ha hecho?. ¿Tan difícil es entender la diferencia entre la materia prima (un gas) y el producto final (un sólido)?. Porque no es mucho más complicado que el que un huevo blandito en su yema y clara, cuando se hierve a cien grados, sufra una serie de transformaciones químicas que lo conviertan en un vulgar huevo duro, en un proceso irreversible tras el que el huevo primitivo ya nunca será lo que era. Pues algo parecido le pasa al gas propileno al convertirse, dentro de un reactor, en el sólido polipropileno. El primero es el que parece estar en esa luna de Saturno. El segundo, como dice en Twitter mi amigo Enrique Bengoa, lo tiene difícil, a no ser que lo haya dejado en el caótico espacio interplanetario algún astronauta un poco guarro.


Menos mal que mañana sigue Quantum 13 junto al puente del Kursaal. 

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