lunes, 31 de diciembre de 2012

Sal, nada más que sal...y marketing

En estas fechas navideñas, mi dilecta madre siempre tiene un encarguito para mí. Tengo que comprar un regalo para su cardiólogo, el hombre en el que más confía en el mundo. Así que, como sé que el galeno es un buen gourmand, llevo ya años recorriéndome vinotecas, tiendas de delikatessen y similares para poder elegir algo original (lo que, obviamente, cada año es más complicado). Pero es una actividad que no me disgusta, porque me permite descubrir manjares interesantes y quizás poco conocidos, amén de un número importante de chorradas para nuevos ricos. Y en éstas andaba yo el pasado finde, cuando me dí de bruces con una serie de cajas como las de la figura (las podeis ver más grandes clicando en ellas), conteniendo la ya famosa, al menos en Euskadi, sal de Añana.

Sobre la sal ya escribí un largo post en mayo de 2006. Y ya allí hablaba de las múltiples sales que puede uno encontrar en el mercado, desde las láminas de la Maldon a la sal Kosher de los judíos, dejando claro que la sal es básicamente cloruro de sodio, un compuesto químico bien conocido, que se encuentra en el agua del mar pero también en depósitos geológicos que nos han legado los siglos pasados. Este segundo es el caso de las salinas de Añana, situadas en la provincia de Álava, un enclave en el que, desde una serie de manantiales, fluye una salmuera con concentraciones muy altas (250 g/l) de sal disuelta, más de siete veces la concentración de sal en el agua de mar. La salmuera se genera a partir de aguas filtradas al subsuelo que disuelven depósitos de sal generados hace milenios por procesos geológico. El flujo total se estima en unos 11 litros por segundo, que se distribuye en un conjunto de sitios compartimentados, (eras o plataformas en el argot del Valle) para que el agua se vaya evaporando y se pueda obtener la sal que se vende.

El siglo XX fue testigo del esplendor y ocaso del valle salinero alavés. En los años cincuenta y sesenta había más de 5000 eras de evaporación, pero la baja rentabilidad de una explotación de sal de ese tipo hizo que, cuarenta años más tarde, la explotación estuviera prácticamente abandonada, quedando poco más de medio centenar de plataformas en funcionamiento. Hace unos pocos años, la Diputación Foral de Alava inició un plan de recuperación de todo el entorno. Un ambicioso y bien organizado plan que ha sacado partido de la larga historia del enclave y la vistosidad de las instalaciones, una vez restauradas, ofreciendo visitas guiadas, espectáculos realzados por la peculiar acústica del sitio, etc. Todo, como podeis ver, muy loable y que, por los resultados obtenidos, parece estar funcionando muy bien. Nada de extrañar en un territorio que ya ha realizado otras apuestas de revitalización de zonas deprimidas, como la que convirtió antiguas zonas patateras con poco futuro, en el entorno de los pueblos de Urturi y Lagrán, en un paraíso para golfistas (y no golfistas), bien cuidado y gestionado desde el punto de vista medioambiental. Ahí no hay urbanizaciones salvajes. Un poco se han pasado al no querer usar insecticidas, lo que hace impracticables los campos de golf en algunas épocas del año, a no ser que uno quiera ser pasto de los tábanos.

Pero es obvio que uno de los objetivos fundamentales de la revitalización de ese Valle era seguir produciendo y vendiendo sal, para lo que era también necesario el realizar campañas de marketing destinadas a convencer a la ciudadanía de las bondades de la sal de Añana. La sal de Añana se vende en los tres formatos que veis en la foto de arriba: sal mineral, flor de sal y chuzos de sal. La primera es el producto normal de una salina, con las peculiares caracteristicas de la que estamos hablando. La segunda está constituida por cristales que se forman superficialmente en la salmuera que se está evaporando y que se recogen manualmente antes de que se hundan en la era. Y la tercera es una especie de estalactitas de sal que se forman en las emergencias de la salmuera, precisamente por la alta concentración en sal de ésta. También se recogen a mano y resultan visualmente muy curiosas, dadas las formas que pueden adoptar.

Pues bien, aquí es donde, a mi entender, la tontería del marketing que todo lo invade (como hemos visto en el post anterior) empieza a hacer de las suyas. Por ejemplo, sobre la flor de sal se dice en la web de las Salinas que "Estas láminas, además de producirse en un entorno paisajístico y patrimonial privilegiado, se caracterizan por su gran pureza natural. La ausencia de procesos industriales de refinado conlleva que sea rica en minerales y oligoelementos. Además, su textura crujiente y la gran capacidad para potenciar el sabor de los alimentos hacen que sea muy apreciada en la alta cocina". Y digo yo, ¿qué tiene que ver el culo con las témporas?. Porque producirse en un entorno paisajistico y patrimonial privilegiado no creo que aporte nada concreto a la sal que se produzca. Por otro lado, ¿qué quiere decir gran pureza natural?.

Luego está el asunto del refinado industrial de la sal, muy habitual por otro lado en webs de "vida natural" y esas cosas, en las que la sal refinada se presenta como un veneno por no contener otros minerales y oligoelementos que están en la (sic) "sopa madre del lecho marino del que surgió la vida". Lo primero que habría que matizar es que esos minerales y oligoelementos que están en una sal como la de Añana no tienen por qué ser, precisamente, los imprescindibles para un organismo concreto que, además, los puede incorporar merced a muchos otros alimentos (de ahí la importancia en la variedad de los alimentos que consumimos). Y, en segundo lugar, la sal se refina porque a veces hay que quitar elementos extraños o no deseados, como ciertas otras sales que le dan un cierto amargor. Y para acabar, la sal de Añana, como todas las sales del mundo, es un aporte básicamente del cloruro sódico (más bien del sodio) que necesitamos.

Y terminando con la frase en cursiva que he copiado arriba, y como no podía ser de otra manera en el País Vasco, con la alta cocina hemos topado. Y casi desde el principio del Plan de regeneración del Valle, nuestros cocineros estrella, que todo lo "contaminan", son también parte importante del Proyecto. Y como saben mucho de marketing pues bienvenidos han sido. Lo cual no obsta para que se produzcan situaciones chocantes. Desde el superestrellado cocinero que confiesa sin ningún rubor que la sal de Añana es la "mejor del mundo" (a veces este chico parece un bilbaíno de Bilbao aunque su origen esté en lo Viejo de mi pueblo), a otra cocinera joven, menos estrellada, que como forma de promocionar nuestra sal en su programa de la ETB, cogía uno de los chuzos de sal arriba descritos, lo desmenuzaba con un rallador de queso y luego tomaba pizcas del rallado para sazonar un pescadito. Como dice mi comadrona, en lo relativo a sus cosas ginécológicas y obstétricas, "hemos perdido el Norte". Pues aquí tres cuartos de lo mismo...

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lunes, 17 de diciembre de 2012

Nicotina en el agua embotellada.

Cuando uno lleva casi siete años, y más de 350 entradas, con esta manía del Blog, hay épocas en las que la depre le acecha y piensa seriamente en cerrar el chiringuito, quedarse con la información, trabajosamente almacenada, en algún sitio y dedicarse a otros menesteres menos acuciantes. Pero, como ya he contado otras veces, hay ocasiones en las que una entrada te la ponen a huevo, todo cuadra en los esquemas mentales sobre lo que debe ser tu Blog y te sientes impelido a escribirla, olvidándote después, por una temporada, del continuo sinvivir que supone el mantenimiento de una actividad como ésta.

Y el caso es que, esta vez, casi se me escapa el chollo. Creo que debía ser allá por mi cumpleaños, en marzo, cuando un colega de la Universidad Rey Juan Carlos me mandó un pdf con un artículo, publicado por unos colegas suyos en la revista Science of the Total Environment. El artículo, que empezó a estar disponible en la web el día 2 de diciembre de 2011 (así que la cosa está todavía relativamente calentita), se titula "Nicotine ocurrence in bottled mineral water: Analysis of 10 brands of water in Spain". El título era atractivo, el artículo corto y le eché una primera ojeada. Para mi sorpresa, no se analizaba en él únicamente el contenido en nicotina de diez marcas diferentes de agua mineral, sino el de 57 sustancias más, fundamentalmente fármacos bastante conocidos como el diazepam, el ibuprofeno y otros. La conclusión fundamental del estudio es que esas aguas estaba casi limpias de polvo y paja, porque las cantidades detectadas de todas las sustancias investigadas, excepto de la nicotina, estaban por debajo del límite de detección de la técnica empleada (cromatografía líquida/espectrometría de masas) y, por tanto, los datos obtenidos eran poco representativos. Y, a la vista de ello, almacené el artículo entre otras posibles fuentes de entradas futuras y me olvidé de él.

Pero hete aquí que el pasado viernes me mandan un email desde un programa de Radio Euskadi, proponiéndome grabar un programa en torno a leyendas urbanas que circulan en internet sobre la Química y los productos químicos. Y entre las leyendas o patrañas que me proponía la directora del programa, aparecía el asunto de la nicotina en el agua de botella. Las alarmas se me dispararon. ¿Cómo podían haberse extendido ya, en menos de un año y a nivel popular, las conclusiones del artículo en cuestión, cuando a mi me habían parecido poco relevantes?. Y tras estar dándole vueltas todo el finde (bastante aburrido en su inicio y lluvioso en su final), he llegado a varias conclusiones.

Una, los búhos se fijarán mucho, pero éste que os escribe debe estar haciéndose viejo. Dos, los autores del artículo son unos linces del marketing científico. Analizan cincuenta y ocho posibles sustancias en agua embotellada, de 57 de ellas no pueden asegurar nada, pero como la 58 es la bien conocida y denostada nicotina, optan por incluir sólo a ella en el título. Podrían, por ejemplo, haber empezado por Pharmaceuticals ocurrence en lugar de Nicotine ocurrence... Y tercero, esta alarma es otro caso paradigmático de lo poco que entiende la prensa e internet sobre lo que significan las concentraciones de las sustancias químicas.

Los autores determinan que en 5 de las 10 marcas analizadas aparecen contenidos de nicotina en agua del orden de 10 nanogramos por litro (10 partes por billón). Para poner esto en contexto, hay que aclarar que, en un solo cigarrillo, un fumador ingiere del orden de 1 miligramo de nicotina. Un miligramo es igual a un millón de nanogramos con lo que, para llegar a ingerir el miligramo del cigarro a base de las aguas embotelladas del estudio, necesitamos beber 100.000 botellas de litro de las mismas.

Aunque en las conclusiones del artículo se reconoce que las cantidades que se han medido son ridículas en términos sanitarios (la dosis letal establecida es 50 miligramos/kilogramo para una rata y algo más para un mono), al finalizar las mismas, y con idéntica filosofía a la selección del título, se deja caer una coletilla relativa a la necesidad de estudios sobre la posible incidencia de estas concentraciones en bebés y embarazadas, coletilla en la que, es casi seguro, ha picado más de un incauto tribulete o angustiado quimifóbico.

Ah, y no penseis que la nicotina viene de la que exhalan los pervertidos fumadores. Parece que el artículo encuentra cierta relación entre la localización de los manantiales originales y los cultivos, cerca de ellos, tanto de hoja de tabaco como de otras solanáceas que también contienen nicotina, como las patatas, los tomates o las berenjenas.

* Este post participa en la XX Edición del Carnaval de la Química que este mes se aloja en el fantástico blog “La Ciencia de Amara”.

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domingo, 2 de diciembre de 2012

Lo que se nos puede venir encima

La foto que veis en la portada corresponde a una espléndida iniciativa que los últimos años se ha llevado a cabo en mi Facultad. Dentro de un programa de la UPV/EHU, se ofrecen nuestros laboratorios para que estudiantes de Centros de Secundaria, que carezcan de espacios adecuados para ello, puedan "jugar a químicos" con una serie de experiencias que les hemos preparado, experiencias relacionadas con temas habituales en los programas de Bachillerato. Los estudiantes vienen acompañados por sus profesores de Química y son tutelados por ellos y por profesores de la Facultad, que controlan el desarrollo de las experiencias y, por supuesto, velan por su seguridad, aunque el riesgo de las mismas es de perfil muy bajo.

A la largo de mi carrera académica he podido comprobar que cosas que pasan en Centros similares a mi Facultad, situados en países occidentales más avanzados, acaban llegando a nuestro entorno. Quizás el ejemplo más reciente e impactante (Bolonia aparte, of course) ha tenido que ver con la drástica reducción de estudiantes de Ciencias en general y de Química en particular. Era un hecho constatado desde hace años, por nuestros representantes en la red Erasmus a la que pertenecemos, que los estudiantes de Química estaban en franco retroceso, en una época en la que a nosotros nos seguían saliendo por las orejas. Hasta que, en unos pocos años, nuestra matrícula se vino abajo. Y la suave recuperación, a la que estamos ahora asistiendo, la hemos podido también anticipar en nuestro espejo europeo o americano.

Viene todo esto a cuento porque para empezar el mes de diciembre, el divertido Chemistry Blog, un Blog cooperativo de gentes de la Química universitaria americana y europea, publicaba ayer algo en lo que haríamos bien en tomar nota porque es más que probable que lo acabemos sufriendo. Mark Lorch, un bioquímico de la Universidad de Hull en Inglaterra, relataba en una entrada sus tribulaciones con el COSHH, un organismo inglés de control sobre las sustancias peligrosas.

Resulta que la Universidad de Hull tiene un programa parecido al que relataba en el primer párrafo, en el que facilitan a las Escuelas e Institutos locales el uso de sus laboratorios. Pero en ese maremagnum de documentos administrativos que debemos rellenar, ya casi hasta para ir al baño, Mark debe cumplimentar uno del COSHH en el que se pretende controlar el empleo de sustancias peligrosas para los estudiantes. Todo normal, dirán mis lectores. Pero a Mark le llevan los demonios cuando, al principio del cuestionario, aparece una imperativa llamada en la que se dice textualmente: "El uso de productos químicos, en cualquier proceso, está prohibido a las personas jóvenes".

La respuesta más visceral hubiera sido "¡anda y que os den!". Pero Mark es un inglés fino y educado, al que sólo la Quimifobia pone peleón, por lo que ha preferido llamar al organismo correspondiente y hacerles ver que, si eso es así, es difícil que los estudiantes puedan hacer práctica alguna. El funcionario de turno le hace ver que se trata de una norma para controlar que los invitados al laboratorio estén seguros. Mark le contesta que OK, pero que quiere que le expliquen entonces lo que quieren decir cuando hablan de productos químicos.

El funcionario le responde con sorna: "Hombre, Ud. es el químico!!". Mark contraataca: "¿Quiere eso decir que no les debo dejar lavarse las manos?. Los jabones contienen productos químicos y, sin ir más lejos, el agua también lo es". El funcionario empieza a perder la paciencia: "No me diga estupideces, de lo que hablamos es de sustancias químicas que pueden resultar dañinas". Mark le pone entonces el ejemplo de la sal común, cloruro de sodio, una sustancia química nociva para la salud, a lo que el funcionario ya cabreado del todo le responde con un "Se está Ud. poniendo ridículo!".

Pues ésta puede ser una conversación a la que, en un futuro no muy lejano, nos veamos abocados a mantener con algún diligente funcionario que, si se descuidan, será encima ecologuay.

Avisados quedan, colegas...

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