jueves, 26 de diciembre de 2019

Mi año de la Tabla Periódica

En una entrada que publiqué en noviembre de 2018 sobre Primo Levi y su libro El Sistema Periódico, ya os avisaba de la turrada que se os venía encima en 2019 con ocasión del llamado Año Internacional de la Tabla Periódica de los Elementos Químicos, una iniciativa conjunta de la ONU y la UNESCO. La idea era conmemorar el 150 aniversario del esbozo de dicha Tabla que el químico ruso Dimitri Mendeléyev plasmó el 17 de febrero de 1860, a mano y sobre el papel de una carta recibida. Sabemos incluso que esos días eran frenéticos para él, porque debía dejar su casa en San Petersburgo, durante un tiempo largo, para visitar una serie de granjas dedicadas a la fabricación de queso en su Siberia natal. Mendeléyev era un científico que valía para un roto o para un descosido y lo mismo te escribía el mejor libro de Química que establecía la óptima graduación del vodka (aunque eso, como muy bien explica aquí un reputado científico de origen ruso, es sólo una verdad a medias).

Este vuestro Búho ha tenido unos cuantos meses bastante intensos en lo relativo a conmemorar el Año Internacional de la Tabla Periódica. Lo inicié en 2018 con el aperitivo del post sobre mi admirado Primo Levi que os acabo de mencionar. Poco después publiqué otro sobre el nombramiento del Laboratorium de Bergara como Sitio Histórico de la Sociedad Europea de Física. En junio de este 2019, la Real Sociedad Española de Física en su revista oficial me publicó un artículo sobre los orígenes del wolframio en el Universo y en nuestra Tierra. En octubre impartí una charla en mi antigua Facultad, dentro del ciclo organizado con ocasión del Año de la Tabla Periódica, en la que, empezando con la familia de los halógenos, acabé hablando de la Química del agua de grifo y, en particular, del trabajo que en ella hacen el cloro y flúor.

Y, para terminar el año, y en colaboración con el DIPC, hemos confeccionado una divertida Tabla Periódica basada en vinos, una idea de Pedro Miguel Etxenike con la que se pretendía culminar los fastos de este año pero resaltando, a la vez, la importancia de ese conjunto que agrupa a los 118 "ladrillos" de nuestro Universo. Que, como se establece en la página de la ONU dedicada al Año Internacional, "captura la esencia no sólo de la química, sino de la física y la biología, al clasificar a los elementos según la relación entre sus propiedades y el peso de su átomo”.

La idea de representar los elementos químicos mediante símbolos sencillos fue llevada a la práctica por el químico sueco Jöns Jacob Berzelius (1779-1848), en un intento de resolver la Torre de Babel que eran los informes y las reuniones científicas al respecto. En un largo artículo publicado en 1813 en la revista Annals of Philosopy y en su apartado III, sugería representar los elementos conocidos en aquella época (47) por una o dos letras tomadas de su nombre en latín. En el caso de que las dos primeras letras coincidieran (por ejemplo, magnesio y manganeso) Berzelius optó por usar la tercera para componer el símbolo (Mg y Mn). En este enlace tenéis ese apartado III y cómo Berzelius describe la selección que hizo en su momento del símbolo de cada elemento. Es cierto que las normas de Berzelius se han ido cambiando un poco a lo largo del tiempo, cuando se fueron descubriendo otros elementos a los que no se podía nombrar usando sus criterios porque los símbolos ya se habían usado con otros. Pero en lo sustancial, su filosofía se ha preservado y nosotros también quisimos respetarla en la selección de vinos con cuyo nombre pudiéramos elegir dos letras para reproducir el símbolo de un elemento químico determinado.

Pero encontrar vinos que se ajustaran a esa idea nos llevó lo suyo. En un principio echamos mano de la Guía Peñín 2020 de vinos españoles, con más de 11.800 marcas registradas y que contiene, al final, una ordenación alfabética. Pero había otro problema. Queríamos construir, para su presentación en diversos sitios, una vinoteca en las que las botellas de los 118 vinos seleccionados estuvieran presentes físicamente. Y para evitar tener que comprar los 118 vinos contamos con la colaboración de la Bodega del Restaurante Rekondo en Donosti (una de la bodegas de Restaurante más reputadas) y de una Vinoteca local (Goñi Ardoteka). Eso nos ahorraba dinero y, sobre todo, gestiones, pero nos restringía un poco los vinos que podíamos seleccionar.

En cualquier caso llegamos a concluir el trabajo para poder presentarlo antes de que 2019 se nos escurriera de las manos y, con él, el Año de la Tabla Periódica. Os dejo un enlace en la web del DIPC con la versión final de Tabla Periódica de los Vinos, a la que bautizamos como Kimikoteka, que se ve mejor que la figura que ilustra esta entrada. Además, bajo ella, está la lista numerada de los vinos empleados para confeccionarla, donde se ven mejor las letras seleccionadas para generar el símbolo de cada uno de los elementos. Y en este otro enlace, os dejo la charla que impartí el pasado jueves en el Koldo Mitxelena, justo debajo de mi casa. Podéis saltaros los dos minutos y medio iniciales, en los que se repiten los créditos de la grabación varias veces.

Y, como no creo que escriba nada antes de que termine el año, no me queda mas que desearos un ¡¡Feliz 2020!!. Y, por favor, no me tiréis cohetes la noche de Nochevieja. Además de asustar ancianos como el que os escribe y mascotas con especial sentido del oído, dejan en la atmósfera incontables sustancias químicas extremadamente peligrosas para la salud de todos, incluidas las famosas dioxinas. Avisados estáis.

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lunes, 16 de diciembre de 2019

Una entrevista con Cristina Mitre

Una de las ventajas de mi decisión de tener una cuenta en Twitter y configurarla siguiendo a gente relacionada con la divulgación científica y  no científica, es poder conocer en persona a gentes mucho más jóvenes que yo, mucho más puestas en lo que se cuece en Redes Sociales (RRSS) y mucho más inteligentes. Como Deborah Garcia Bello que allá por setiembre me pidió permiso para dar mi email a Cristina Mitre de cara a que me hiciera una entrevista.

Tengo que decir la verdad. En ese momento yo no sabía quién era Cristina. El mismo día que me escribió por primera vez para proponerme grabar un podcast conmigo, otra amiga, Ana Ribera, a la que conocí en esas mismas RRSS y que hoy es amiga del alma (categoría difícil de alcanzar en mi escala de valores), apareció por mi pueblo para asistir al Festival de Cine y nos fuimos a comer. Le conté que Cristina me había propuesto grabar una entrevista, aprovechando que venía a Donosti a correr la Behovia a primeros de noviembre. Y Ana, con su estilo contundente, me amenazó con no volver a hablarme si no le decía que sí.

Ahora sé quién es Cristina Mitre y conozco la popularidad de los podcasts que publica en el sitio The Beauty Mail, entre otras cosas porque, tras la publicación de la entrevista que mantuvimos, he podido comprobar que hay gente a la quiero y conozco que es adicta al sitio. Así que, sin otros preámbulos, aquí tenéis el enlace para oír la entrevista entera. Dura una hora y veinte minutos, una barbaridad según yo. En los primeros 50 minutos hablamos de Plásticos y la gestión de sus residuos para continuar con el asunto de los Microplásticos y de su posible impacto en el mar. La parte final la empleamos en hablar del Bisfenol A y de las cosas del Prof. Olea. Nada nuevo para los habituales del Blog del Búho, pero contado con mi poco glamurosa voz y sin la posibilidad de pensarme mucho las cosas que iba a contestar. Algún gazapo he metido pero no se puede arreglar.

Quería haber escrito este post hace una semana pero la complicada vida de un jubilata que se deja querer para líos varios me lo ha impedido.

La foto es de Aitor López de Audicana que espero, como me había prometido, se haya oído el podcast en su totalidad.

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