Ciencia por chiripa
Oigo en la radio un reciente descubrimiento de unos neurólogos americanos que han estimulado con electrodos el cerebro de uno de esos mórbidos gorditos americanos para ver si conseguían que adelgazara. Y que, sorprendentemente, lo que han logrado es que el citado gordito mostrara una espectacular memoria de su historia pasada (¡menuda noticia para un torturador profesional!). Decía el locutor que relataba lo ocurrido: "en un típico caso de serendipia.....". Mi aplicación informática del DRAE (Diccionario de la Real Academia Española) no contiene la palabra serendipia, pero muchos de mis lectores saben que se trata una traducción literal del término serendipity, palabra que encanta a mi amigo Mike Coleman (PennState University) que la ha usado profusamente en sus conocidos Case Studies sobre la historia de los polímeros.
Porque, a lo largo de esa historia, y de forma similar a otras ramas de la ciencia, son muchos los descubrimientos que se han producido de forma casual o por chiripa, como a mí me gusta traducir el palabrejo de arriba. Chiripa (txiripa en Euskadi) si aparece en el diccionario, curiosamente definida de la siguiente forma: Chiripa. 1. f. En el juego del billar, suerte favorable que se gana por casualidad. 2. f. coloq. Carambola.
Pero hay chiripas y chiripas. Chiripa auténtica fue el descubrimiento de la penicilina. En un libro que ando leyendo a salto de mata ("Laughing Gas, Viagra and Lipitor"), se cuenta con todo lujo de detalles la carambola del verano de 1928 cuando Alexander Fleming, un reputado bacteriólogo de 47 primaveras, se tomó dos semanas de vacaciones dejando unas cuantas placas Petri sin limpiar (con staphylococcus aureus incluidos) y la ventana abierta. Otro colega, un piso más arriba, andaba experimentando con un hongo denominado penicillium notatum. La casualidad quiso que algunos penicillium, literalmente, volaran de piso a piso y se entretuvieran en cepillarse a los estafilococos de Fleming mientras éste andaba de vacaciones. Es verdad que, a la vista de lo que se encontró a su vuelta, Fleming no reaccionó tirando las placas Petri a la basura y aquí paz y despues gloria. Muy al contrario, intrigado por lo ocurrido, dedicó el tiempo suficiente para llegar a dar con la clave. Así que chiripa si, pero menos.
Un caso todavía más claro de que el descubrimiento puede estar al alcance de la mano de cualquiera pero que hay que saber verlo y currárselo, es el del Velcro, ese dispositivo aparentemente sencillo que sirve para unir todo tipo de cosas, recurriendo únicamente a una acción mecánica entre las dos partes del dispositivo: los bucles (velours, en français) y los ganchos (crochets, en français aussi). Adhesivo ecológico donde los haya, no implica evaporación de disolventes VOCs o reacciones entre los componentes del adhesivo, se puede usar miles de veces sin mayor deterioro, etc. Pero, jejeje, trás la aparentemente inocua actividad del Velcro se esconde, de nuevo, un polímero con el que se ha conseguido reproducir un mecanismo que se da en plena naturaleza.
Dicen las crónicas (vaya Ud. a saber si no son adornos posteriores del invento) que un joven ingeniero suizo, Georges de Mestral, al que le gustaba andar con su perro por las montañas de Heidi, se preguntó por qué le costaba tanto eliminar del pelo del can ciertas semillas de un tipo de cardo abundante por aquellos lares. Tras analizarlos microscópicamente, se dió cuenta que los pinchos que se ven en la foto terminaban en forma de gancho. Y se puso a trabajar para reproducir esa acción con algún dispositivo. Lo que le llevó largos y arduos años de trabajo, que bien merecieron la pena, porque la industria que hoy en día licencia productos marca Velcro es un gigante que sigue investigando nuevas aplicaciones para los productos basados en la idea.
Como se ve en la foto que encabeza este post, el Velcro tiene dos partes bien diferenciadas que todo ciudadano curioso habrá visto muchas veces en prendas, zapatos, bolsas, etc. Una de ellas contiene una especie de tejido desordenado (tejido no tejido le llaman los técnicos) que recuerda al pelo del perro de Georges. La otra parte contiene una ordenación mucho más patente de minúsculos ganchos o crochets. Unos y otros están fabricados con una poliamida o nylon, un polímero que, nunca mejor dicho, vale lo mismo para un roto que para un descosido (véase, por ejemplo, esta entrada).
Y para que demostrar que el Búho no sólo trabaja en el Blog por las noches (para eso es Búho), aquí va este post cuando faltan pocos minutos para las diez de mañana de un domingo soleado pero ventoso. La hora a la que yo he publicado la entrada aparece debajo de la propia entrada (Publicado por el Búho a las XX.XX). Otra cosa es la hora a la que Feed Burner os hace llegar el email en el que anuncia la publicación de la nueva entrada. Eso pasa generalmente alrededor de las siete de la mañana del día siguiente.
Porque, a lo largo de esa historia, y de forma similar a otras ramas de la ciencia, son muchos los descubrimientos que se han producido de forma casual o por chiripa, como a mí me gusta traducir el palabrejo de arriba. Chiripa (txiripa en Euskadi) si aparece en el diccionario, curiosamente definida de la siguiente forma: Chiripa. 1. f. En el juego del billar, suerte favorable que se gana por casualidad. 2. f. coloq. Carambola.
Pero hay chiripas y chiripas. Chiripa auténtica fue el descubrimiento de la penicilina. En un libro que ando leyendo a salto de mata ("Laughing Gas, Viagra and Lipitor"), se cuenta con todo lujo de detalles la carambola del verano de 1928 cuando Alexander Fleming, un reputado bacteriólogo de 47 primaveras, se tomó dos semanas de vacaciones dejando unas cuantas placas Petri sin limpiar (con staphylococcus aureus incluidos) y la ventana abierta. Otro colega, un piso más arriba, andaba experimentando con un hongo denominado penicillium notatum. La casualidad quiso que algunos penicillium, literalmente, volaran de piso a piso y se entretuvieran en cepillarse a los estafilococos de Fleming mientras éste andaba de vacaciones. Es verdad que, a la vista de lo que se encontró a su vuelta, Fleming no reaccionó tirando las placas Petri a la basura y aquí paz y despues gloria. Muy al contrario, intrigado por lo ocurrido, dedicó el tiempo suficiente para llegar a dar con la clave. Así que chiripa si, pero menos.
Un caso todavía más claro de que el descubrimiento puede estar al alcance de la mano de cualquiera pero que hay que saber verlo y currárselo, es el del Velcro, ese dispositivo aparentemente sencillo que sirve para unir todo tipo de cosas, recurriendo únicamente a una acción mecánica entre las dos partes del dispositivo: los bucles (velours, en français) y los ganchos (crochets, en français aussi). Adhesivo ecológico donde los haya, no implica evaporación de disolventes VOCs o reacciones entre los componentes del adhesivo, se puede usar miles de veces sin mayor deterioro, etc. Pero, jejeje, trás la aparentemente inocua actividad del Velcro se esconde, de nuevo, un polímero con el que se ha conseguido reproducir un mecanismo que se da en plena naturaleza.
Dicen las crónicas (vaya Ud. a saber si no son adornos posteriores del invento) que un joven ingeniero suizo, Georges de Mestral, al que le gustaba andar con su perro por las montañas de Heidi, se preguntó por qué le costaba tanto eliminar del pelo del can ciertas semillas de un tipo de cardo abundante por aquellos lares. Tras analizarlos microscópicamente, se dió cuenta que los pinchos que se ven en la foto terminaban en forma de gancho. Y se puso a trabajar para reproducir esa acción con algún dispositivo. Lo que le llevó largos y arduos años de trabajo, que bien merecieron la pena, porque la industria que hoy en día licencia productos marca Velcro es un gigante que sigue investigando nuevas aplicaciones para los productos basados en la idea.
Como se ve en la foto que encabeza este post, el Velcro tiene dos partes bien diferenciadas que todo ciudadano curioso habrá visto muchas veces en prendas, zapatos, bolsas, etc. Una de ellas contiene una especie de tejido desordenado (tejido no tejido le llaman los técnicos) que recuerda al pelo del perro de Georges. La otra parte contiene una ordenación mucho más patente de minúsculos ganchos o crochets. Unos y otros están fabricados con una poliamida o nylon, un polímero que, nunca mejor dicho, vale lo mismo para un roto que para un descosido (véase, por ejemplo, esta entrada).
Y para que demostrar que el Búho no sólo trabaja en el Blog por las noches (para eso es Búho), aquí va este post cuando faltan pocos minutos para las diez de mañana de un domingo soleado pero ventoso. La hora a la que yo he publicado la entrada aparece debajo de la propia entrada (Publicado por el Búho a las XX.XX). Otra cosa es la hora a la que Feed Burner os hace llegar el email en el que anuncia la publicación de la nueva entrada. Eso pasa generalmente alrededor de las siete de la mañana del día siguiente.
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