jueves, 7 de agosto de 2008

La rocambolesca historia de los Peta Zetas

En la entrada de hace unos pocos días, al comentar el asunto de un email sobre el antimonio, volvía yo a recordar la cantidad de patrañas que circulan por la red. Pero antes incluso de que ésta tuviera la ajetreada vida que ahora tiene, difundir bulos a nivel social ha sido cosa corriente (Radio Macuto), muchas veces con oscuras intenciones, sobre todo en el ámbito comercial. Un colega, amigo y suscriptor del Blog (pero que no quiere que diga su nombre, ¡qué le vamos a hacer!), al hilo de lo anterior, me ha puesto en la pista de uno de los mayores bulos conocidos. Como la historia tiene que ver con químicos, productos químicos y cosas de comer, no he podido resistirme a emplear parte de estas primeras tardes de agosto (en el que ando trabajando a medio ritmo) en buscar información al respecto.

Los dulces que burbujean en boca, y que aparecieron ya en el siglo XIX, pueden incluirse entre los inventos derivados de las levaduras químicas (cuya historia puede leerse en una entrada de julio de 2006). Debemos recordar que los componentes fundamentales de esas levaduras químicas son un ácido y el bicarbonato sódico, que cuando se juntan en un medio húmedo producen anhídrido carbónico (CO2) que, en el medio panadero o pastelero, sirve para espumar un pan o un bizcocho. De manera similar, en algunos dulces se introduce una mezcla de ácido cítrico (o málico) y bicarbonato que,
con ayuda de la saliva, reaccionan y producen in situ el mismo CO2, lo que da lugar en la boca a una intrigante sensación de cosquilleo. Una variante de esa opción, también implicando al CO2, fue introducida, ya bien entrado el siglo XX, en forma de los llamados Pop Rocks, antecedentes de lo que en España conocemos como Peta-Zetas y ya vais a ver cómo y por qué.

En octubre de 1956 William A. Mitchell, al que todo quisque llamaba Bill, era un químico cuarentón que trabajaba en el laboratorio de investigación de la General Food Corporation en Hoboken, New Jersey. Entre sus colegas tenía fama de ser un auténtico inventor, una de esas personas que, probablemente por su duro pasado, era capaz de contemplar los problemas de una forma diferente y proponer, muchas veces, soluciones sencillas y elegantes. Aunque aquí no nos suenen mucho algunas marcas populares en Estados Unidos y, por tanto, no es el caso mencionarla, uno de los inventos más conocidos de Bill fue el primer preparado comercial en polvo que permitía hornear un bizcocho en menos que canta un gallo.

En ese otoño de 1956 Bill andaba trasteando en el desarrollo de lo que despues se llamó Kool-Aid, otros polvos milagrosos que, vertidos sobre agua, se disolvían rápidamente y proporcionaban una bebida dulce y carbonatada gracias al desprendimiento casi instantáneo del CO2. Muchos de mis lectores seguro que han probado algo similar, ya sea disuelto en agua o, lo que es más heavy, directamente disuelto en la saliva de la boca. A mi comadrona, sin ir más lejos, es algo que le priva.

Como consecuencia de ese trabajo, Bill estaba muy interesado en cualquier cosa que implicara al CO2. Entre los muchos experimentos que hizo con él, uno le resultó particularmente atractivo. Tras preparar una suerte de caramelo con sorbitol, un azúcar especial, aplicó una presión importante de CO2 sobre él mientras lo enfriaba, lo que resultó en que parte del gas quedaba atrapado dentro del dulce. Nuestro anhídrido carbónico sólo se liberaba cuando el caramelo se humedecía y, sobre todo, cuando se masticaba o se apretaba entre la lengua y el paladar, produciendo un ruido muy intrigante y una sensación en la boca que no dejó indiferente ni a su secretaria ni a sus cuatro hijos, los primeros experimentadores, junto con el propio Bill, de su nuevo "juguetito".

Pero la General Foods no estaba por la labor de comercializar aquello y tuvieron que pasar casi diecinueve años para que, finalmente, el invento de Bill fuera patentado y puesto en el mercado. Ni que decir tiene que nuestro inventor no había perdido la fe en su producto y, de vez en cuando, se dedicaba a generar pequeñas producciones del mismo, para uso particular de su familia y allegados. Pero a la General Foods, por tardona, le salió enseguida un grano.

Little Mikey fue un personaje de ficción creado en 1972 para vender un tipo de cereales matutino conocido como Life, marca que todavía comercializa Pepsico, la casa matriz de la Pepsi Cola. A lo largo de esos años setenta, Mikey se hizo muy popular en América como consecuencia de un anuncio publicitario de dichos cereales. Little Mikey es el niño gordito del vídeo que podeis ver en YouTube. El caso es que, a finales de esos mismos años 70, solo un poco despues de que la General Foods empezara a vender los Pop Rocks de nuestro amigo Bill Mitchell, se corrió el bulo de que el niño que encarnaba a Mikey,
que se llamaba (y se llama) John Gilchrist, había fallecido como consecuencia de la ingestión concurrente de un sobre de Pop Rocks junto con una bebida carbonatada. Según el bulo, la mezcla había creado una inmensa cantidad de CO2 en su estómago, haciéndolo explotar.

Por mucho que he huroneado (mejor sería decir buhoneado) a lo largo y ancho de la amplia variedad de información que, al respecto, hay en Internet, no he podido encontrar ningún indicio sobre el origen de este bulo. Bulo incierto donde los haya porque, como acabo de decir, John Gilchrist sigue vivito y coleando, aunque de niño ya no tiene nada. A principios de los 80, General Foods se gastó una pasta gansa en un intento de pelear contra la difusión del bulo, hasta que, aburrida, dejó de promocionar el producto en 1983, lo que aún contribuyó más a hacer pensar a la gente que nuestro gordito Mikey había pasado a mejor vida por excederse con los Pop Rocks.

Pero quedaba mucha gente cautivada por ellos y que, o no se fiaba del bulo, o decidió consumir los citados dulces con moderación y cautela. Así que lo que quedó en el mercado, tras la tirada de toalla de la compañía de Bill, se siguió vendiendo hasta 1985, año en el que Krafft Foods le compró el negocio a su casi homónima General Foods. Hoy en dia los Pop Rocks se siguen vendiendo sin problemas, aunque el mito urbano del estómago explotado reaparece de vez en cuando cual Guadiana. Curiosamente, tras varios avatares comerciales, la compañía que ahora controla ese mercado es Zeta Espacial S.A., radicada en Barcelona y que comercializa el mismo producto, en los paises de habla hispana, como Peta- Zeta.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Saludos veraniegos.

A mí el peta-zeta me trae recuerdos infantiles, y cuando lo pruebo ahora, me resulta divertido. En estos dos enclaces de lamargaritasegita hemos contado algo:

http://www.lamargaritaseagita.com/index.php/weblog/peta_zeta_azucar_saltarin/

http://www.lamargaritaseagita.com/index.php/weblog/mas_peta_zeta/

Lo más divertido: algunos lo emplean para aumentar el placer en el sexo oral, no creo que haga falta explicar cómo (aunque con algunos de los petardazos que pegan, más que placer sería dolor...)

Saludos

Yanko Iruin dijo...

Gracias colega por ser tan discreto. Leyendo tu comentario, tras algún chivatazo familiar me he dado cuenta que habia trabucado el acrónimo. Ya he corregido donde decía Zeta-Peta (incluido el título) por Peta-Zeta.

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