lunes, 26 de marzo de 2012

Algas y alginatos

Para mis diversas ocupaciones de divulgador eficiente y barato, andaba yo uno de estos días buscando información de los alginatos, aditivos alimentarios elevados al Olimpo de los restaurantes de postín de la mano de ese genio de las finanzas que se llama Ferrán Adriá. Algún día, alguien tendrá que escribir la verdadera historia del dilecto Adriá a la búsqueda del alginato perfecto. Que sería aquel que provocara el efecto que le hizo famoso, la esferificación, sin que sus clientes tuvieran urgencias necesitadas de los instrumentos que fabrica el Sr. Roca. Pero eso es algo que me guardo en la manga para cualquier día en el que me ponga a escribir algunos chascarrillos, que uno se sabe, de la mal llamada Cocina Molecular (cuando me jubile o así...).

El caso es que a la búsqueda de las algas de uso culinario, me empezaron a aparecer de forma incidental una serie de artículos sobre el empleo de micro- y macroalgas en la producción de biocarburantes. Y la contraposición micro/macro me complicó aún más mi ya complicada vida de estos meses, salpicada de clases, seminarios y prácticas sin tregua. Pero el Búho ya es un señor mayor (sexagenario reciente, para más señas) y la veteranía, amén de ser una mierda, tiene sus ventajas. Uno ha dispersado por el mundo gentes bien situadas que le aprecian (eso espero) y que están dispuestas a echar una mano si se les requiere. Y en mi intento de resolver el dilema micro/macro aplicado a las algas, se me ocurrió recurrir a un admirado colega que además atesora la cuestionable gracia de ser antiguo doctorando de un servidor. Enrique Espí es Consultor en temas de bioenergía en REPSOL, y algo le había oído alguna vez sobre su dedicación en los últimos años a las microalgas como fuentes de biodiésel.

Y en un par de emails resolví el asunto. Enrique desde Repsol y en colaboración con otras empresas, Centros Tecnológicos y Universidades ha estado implicado en el desarrollo de unas microalgas oleaginosas, cultivables en estanques y fermentadores que pueden emplearse en la fabricación de biodiésel, obviando así el tener que recurrir a plantaciones de vegetales que orillan con su empuje a otras plantas cultivadas para consumo humano. El trabajo avanza a buen ritmo y es posible implantar esos cultivos en zonas que requieran recuperación paisajista, con otros beneficios como el incrementar las posibilidades de negocio para los naturales de la zona, la captura de CO2, etc.

Las macroalgas tienen más que ver con el negocio del Adriá arriba mencionado. No en vano, diversos aditivos alimentarios conocidos como carragenatos (kapa, iota, etc), son polisacáridos obtenidos por extracción de ciertas algas rojas. Pero en el asunto que aquí me ocupa, se trata de explotar las posibilidades de entornos en los que esas especies de algas marinas crecen de forma natural y que, hasta ahora, han tenido una comercialización digamos que más o menos marginal. Pero las cosas pueden cambiar. Un consorcio en el que están metidas grandes empresas de la talla de BP, DuPont, Deloitte, Universidades americanas, etc. y que responde al nombre de BAL (Bio Architecture Laboratory) tiene agresivos planes de negocio relacionados con dichas algas. Su idea es cultivarlas, como quien cultiva mejillones en Galicia, en ciertas regiones de la costa chilena, extraer los polisacáridos en ellas existentes y luego, con ayuda de bacterias diseñadas genéticamente, fermentar esos polisacáridos a etanol y a otro variado portafolio de productos que, dado su origen, podrían entrar en el apartado de la llamada Química Verde.

Mi "garganta profunda" entiende que lo del etanol, tal y como están hoy las cosas, tiene algunas dificultades para alcanzar una adecuada rentabilidad. Sin embargo, el otro flanco parece mucho más rentable, toda vez que existen productos, derivables del proceso que estamos considerando, que tienen buenas oportunidades en el mercado de las materias primas de la industria química. Sustancias como el ácido picolínico que se emplea en la fabricación de anestésicos y de suplementos nutricionales. O la piridina, una molécula de amplio espectro que se usa tanto como disolvente de cauchos y colorantes como en la fabricación de medicamentos, insecticidas y herbicidas. También podrían derivarse de esos procesos moléculas como el ácido adípico, precursos de ciertas poliamidas, o el FDCA, del que ya hablámos en su momento como posible monómero para obtener polímeros derivados de la biomasa que pudieran sustituir al clásico PET, acaparador del mercado de todo tipo de botellas de plástico.

Lo que me temo es que con tanta alga en el mercado, alguno más va a estar tentado en entrar en el dominio de aditivos alimentarios como alginatos y carragenatos. Al loro, cocineros, que igual el precio baja...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Eres un genio
Domingo

Yanko Iruin dijo...

Y tú un anónimo raro.

gabriela dijo...

Hola Búho, yo leí por ahí algo sobre el etanol sacado de algas usando la famosa E. Coli modificada con un injerto de otra bacteria, pero ahí decían que aún es muy caro, poco rentable, y están en eso, abaratando costos para sustituir al petróleo...lo que sería bueno si pensamos en las guerras debidas a este hidrocarburo, ¿verdad?

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