Un gorila en mi iPhone
Esto de desnudarse virtualmente en muchas de las entradas de un Blog personal tiene sus ventajas e inconvenientes. Pero para los objetivos de ésta, el asunto ha resultado de lo más favorable. Mis impenitentes y sufridos seguidores saben de mi fundamentalismo macquero. Y uno de ellos, mi actual Decano, el Prof. Legórburu, lo tiene tan claro que imagino que, nada más leer una noticia publicada en el New York Times, entendió que exaltaría mis convicciones más profundas sobre todos estos gadgets de Apple y que no me podría resistir a recrearla para mis lectores. Y así ha sido.
Desde hace un par de meses tengo un iPhone4. No he caido antes en la iphonemanía porque, hasta esas fechas, Telefónica/Movistar tenía el monopolio de venta de estos aparatitos y mi comadrona me recordaba que caer en las redes de dicho operador sería abjurar de una de mis promesas antiguas. Manías que tenemos la gente de edad. Como la de no querer ir a Marbella (ni siquiera con el reclamo de la cantidad de campos de golf que hay por allí) mientras estuviera el ínclito Jesús Gil de alcalde. Pues esto es más o menos lo mismo, desde los tiempos en los que otro ínclito (el Juan Vilallonga) fue uno de los causantes de la burbuja tecnológica de los noventa, lucrándose de los incautos que compraron acciones de Terra a precios desorbitados.
Pero cuando ha aparecido el iPhone4, la venta se ha hecho extensiva a Vodafone, nuestro operador desde tiempos de Airtel, así que ya no había disculpas excepto por el dispendio económico, pero un vicio es un vicio y yo soy muy austero en permitírmelos. Así que caí en la tentación y aquí estoy más contento que unas pascuas.
Una de las primeras cosas que me llamó la atención del iPhone4 fue que las dos caras expuestas al aire fueran de vidrio. Un vidrio brillante, muy duro (de hecho va en el bolsillo con llaves y otros elementos rayantes y no parece inmutarse), resistente a los golpes y relativamente fácil de limpiar, a pesar de que todas las operaciones con la pantalla implican usar los dedos, que siempre la impregnan con algo de grasa. Ahora, gracias a la gentileza de mi Decano, tengo la solución del enigma: se trata de un vidrio muy especial de nombre Gorilla Glass, comercializado por Corning, y con el que controlan la mayoría de las imperantes pantallas táctiles de muchos dispositivos. La imagen que preside esta entrada es el reclamo publicitario de dicho producto.
Pero lo curioso es que se trata de un producto antiguo en el portafolio de Corning, ya que desde 1964 hasta principios de los noventa lo estuvieron vendiendo bajo el nombre de Chemcor, utilizándose en diversas aplicaciones de la industria automovilística, aeronaútica e incluso farmaceútica. A partir de 2005, con la irrupción de las pantallas táctiles, los de Corning descubrieron un nuevo nicho de mercado para su producto y, durante tres años, estuvieron investigando en cómo adaptar el primitivo vidrio a las nuevas aplicaciones. De esas mejoras surgió el vidrio Gorila que ahora tengo en mi iPhone y en la mayoría de las pantallas táctiles de los más importantes fabricantes del mundo.
La receta detallada para llegar a esta maravilla, como comprendereis, no la conoceremos nunca aunque, en su página web, Corning da algunas pistas. En una entrada que escribí en Venecia tras visitar los hornos de los vidrieros de la isla de Murano, describía el proceso básico de la formación del vidrio a partir de la fusión conjunta de una mezcla de sílice (arena), carbonato sódico y carbonato cálcico, trabajando a unos 1000ºC. No contaba allí que, en esas condiciones, el sodio del carbonato de sodio acaba ionizándose, dando el catión sodio, que tiene una cierta libertad para moverse en el magma a través de ciertos huecos que se generan en él y quedándose como tal cuando la mezcla se enfría y el vidrio se forma.
Pues bien, el truco del Gorilla Glass es un tratamiento posterior de ese vidrio básico, en el que se le introduce en una mezcla de sales fundidas, rica en potasio, a 400ºC, con lo que se produce un intercambio de iones sodio y potasio entre el vidrio y la mezcla de sales fundidas. Los iones potasio, más grandes, toman un mayor espacio en el interior del vidrio, lo que hace que, al enfriarlo a temperatura ambiente, se creen una especie de tensiones de compresión que hacen del material, y sobre todo de la superficie, algo sumamente resistente.
Esa es la receta contada como el cuento de Caperucita. Luego, como siempre en todos estos inventos, habrá mucha música de fondo, indescifrable para quien no esté en la pomada del desarrollo.
Desde hace un par de meses tengo un iPhone4. No he caido antes en la iphonemanía porque, hasta esas fechas, Telefónica/Movistar tenía el monopolio de venta de estos aparatitos y mi comadrona me recordaba que caer en las redes de dicho operador sería abjurar de una de mis promesas antiguas. Manías que tenemos la gente de edad. Como la de no querer ir a Marbella (ni siquiera con el reclamo de la cantidad de campos de golf que hay por allí) mientras estuviera el ínclito Jesús Gil de alcalde. Pues esto es más o menos lo mismo, desde los tiempos en los que otro ínclito (el Juan Vilallonga) fue uno de los causantes de la burbuja tecnológica de los noventa, lucrándose de los incautos que compraron acciones de Terra a precios desorbitados.
Pero cuando ha aparecido el iPhone4, la venta se ha hecho extensiva a Vodafone, nuestro operador desde tiempos de Airtel, así que ya no había disculpas excepto por el dispendio económico, pero un vicio es un vicio y yo soy muy austero en permitírmelos. Así que caí en la tentación y aquí estoy más contento que unas pascuas.
Una de las primeras cosas que me llamó la atención del iPhone4 fue que las dos caras expuestas al aire fueran de vidrio. Un vidrio brillante, muy duro (de hecho va en el bolsillo con llaves y otros elementos rayantes y no parece inmutarse), resistente a los golpes y relativamente fácil de limpiar, a pesar de que todas las operaciones con la pantalla implican usar los dedos, que siempre la impregnan con algo de grasa. Ahora, gracias a la gentileza de mi Decano, tengo la solución del enigma: se trata de un vidrio muy especial de nombre Gorilla Glass, comercializado por Corning, y con el que controlan la mayoría de las imperantes pantallas táctiles de muchos dispositivos. La imagen que preside esta entrada es el reclamo publicitario de dicho producto.
Pero lo curioso es que se trata de un producto antiguo en el portafolio de Corning, ya que desde 1964 hasta principios de los noventa lo estuvieron vendiendo bajo el nombre de Chemcor, utilizándose en diversas aplicaciones de la industria automovilística, aeronaútica e incluso farmaceútica. A partir de 2005, con la irrupción de las pantallas táctiles, los de Corning descubrieron un nuevo nicho de mercado para su producto y, durante tres años, estuvieron investigando en cómo adaptar el primitivo vidrio a las nuevas aplicaciones. De esas mejoras surgió el vidrio Gorila que ahora tengo en mi iPhone y en la mayoría de las pantallas táctiles de los más importantes fabricantes del mundo.
La receta detallada para llegar a esta maravilla, como comprendereis, no la conoceremos nunca aunque, en su página web, Corning da algunas pistas. En una entrada que escribí en Venecia tras visitar los hornos de los vidrieros de la isla de Murano, describía el proceso básico de la formación del vidrio a partir de la fusión conjunta de una mezcla de sílice (arena), carbonato sódico y carbonato cálcico, trabajando a unos 1000ºC. No contaba allí que, en esas condiciones, el sodio del carbonato de sodio acaba ionizándose, dando el catión sodio, que tiene una cierta libertad para moverse en el magma a través de ciertos huecos que se generan en él y quedándose como tal cuando la mezcla se enfría y el vidrio se forma.
Pues bien, el truco del Gorilla Glass es un tratamiento posterior de ese vidrio básico, en el que se le introduce en una mezcla de sales fundidas, rica en potasio, a 400ºC, con lo que se produce un intercambio de iones sodio y potasio entre el vidrio y la mezcla de sales fundidas. Los iones potasio, más grandes, toman un mayor espacio en el interior del vidrio, lo que hace que, al enfriarlo a temperatura ambiente, se creen una especie de tensiones de compresión que hacen del material, y sobre todo de la superficie, algo sumamente resistente.
Esa es la receta contada como el cuento de Caperucita. Luego, como siempre en todos estos inventos, habrá mucha música de fondo, indescifrable para quien no esté en la pomada del desarrollo.
10 comentarios:
No tenía idea, Búho, que andabas con un gorila en el bolsillo !!
Entretenido tu post, y siempre se aprende algo contigo, así que gracias.
Yanko:
Te veo muy emocionado con el tema pese a que no aparecen polímeros. Enfin será un desfonde con la edad.
Es interesante ver cómo, pasados los años de un descubrimiento, se le encuentran nuevas aplicaciones.
Por cierto coincidimos en promesas de por vida hacia determinados estamentos o empresas que han campado a sus anchas en abusos, prepotencias, robos solapados, etc
Un abrazo, FFR
Hay vida fuera de los polímeros FFR.....
¿Estarían los zapatos Gorila de nuestra niñez hechos de ese material?
El Anónimo último que pregunta sobre los zapatos Gorila no sabe con quien se juega los cuartos. La respuesta a su pregunta es, evidentemente, no pero El Búho tiene el pico alargado y, en tanto que hijo de curtidor (como ya ha contado en alguna entrada), visitó de niño, acompañando a su progenitor, sitios tan ligados al calzado como Elda, Elche, Monforte de Lemos (Lugo), Brea de Aragón y Arnedo en la Rioja. Y en esa ciudad riojana de larga historia, conoció al Alcalde de los sesenta y a los industriales del Grupo Hergar que acabaron derivando de la suela de cuero a la suela de polímero y que se quedaron años más tarde con la empresa mallorquina Zapatos Salom que fabricaba los citados zapatos Gorila que, con cada par, regalaban una pelota verde y saltarina que causaba furor entre los niños de la época (incluido el propio Búho). Lo que son las cosas, ese Grupo sigue teniendo presencia destacada en el mundo del calzado, vendiendo, entre otras marcas, una de nombre Callaghan, que parece tan propia de Arnedo como yo de la Serranía de Ronda. Cosas del marketing.
Hola!
En Newscientist, la famosa revista de divulgación inglesa, sacaron un reportaje sobre el sistema táctil del iPhone, en el que cuenta que está basado en un doble óxido de estaño e indio, y cuenta los problemas de obtener el indio comercialmente, con lo que si no se encuentran nuevas fuentes o un sistema alternativo, nos podemos ir despidiendo de la maravillosa pantalla del iPhone. Por supuesto, la cosa es un poco más complicada de lo que he escrito aquí, pero la idea es esa.
Seguro que el tema también te interesa... a ver si te hago llegar una copia del artículo.
Un abrazo,
Willy
Gracias Willy. El comentario conecta muy bien con lo expresado por Antonio Valero en la entrada anterior. El indio, el litio, el gadolinio y otras cosas nos dan a acceso a nuevas aplicaciones que nos entusiasman. Pero ¿tendremos suficiente de esos elementos en nuestra corteza terrestre?. Good question!!!!!. Pero no tengo respuesta (como para casi todo).
Hay que ver lo instructivo que resulta tu blog, Buho. Además, a pesar de ser ave, tienes memoria de elefante. Yo ya había olvidado la pelotita que daban con los zapatos, que por cierto, eran casi tan resistentes como tu i Phone4.
¡Quién me iba a decir a mí que los zapatos Callaghan estaban emparentados con los Gorila de mi infancia y que su "Tecnología Adaptaction total" era made in Arnedo!
Si yo te contara, Anónimo, otras cosas que almaceno sobre el calzado en España.....
Interesante :)
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