Entre amigos
Reconozco que muchos días tengo la sensación de estar rodeado de quimifóbicos que me asedían con cuestiones por docenas (a veces de buena fe y a veces con el colmillo retorcido). Y hay ciertos días que las noticias de prensa o de la radio (la TV ni la toco, el mando pertenece a mi comadrona) me sumen en un estado de permanente cabreo que me induciría a estar todo el día escribiendo o llamando a los medios, al Ayuntamiento y a la madre que los parió. Pero el Búho si por algo destaca es por no destacar, es gris y discreto y no le gusta que su nombre y apellidos aparezcan en medios que no controla. El día que llegue a ser como Murdoch o Berlusconi gracias a la influencia de este Blog, igual me transformo de Búho en Pavo Real.
El caso es que con una situación como la que antecede, fue un verdadero placer el poder participar el pasado día 2 de diciembre en Zaragoza en una Jornada sobre Nuevos Desarrollos en Envase Plástico Alimentario. No es que yo sepa mucho del asunto, pero las cosas en las que trasteo en mi investigación académica pueden proporcionar ciertas bases sobre la cuestión. Y allí me fui, entre otras cosas porque los organizadores son amigos y los amigos hay que cuidarlos que son pocos.
Pero no me arrepiento en absoluto, antes bien fué un verdadero disfrute el estar toda la mañana rodeado de gentes que creen en la Química y en los Polímeros como poderosas herramientas para hacernos la vida más fácil y más segura, dietética y sanitariamente hablando, y no como fuente de innumerables problemas que acabarán llevándonos a la tumba tarde o temprano. En realidad, estas tribus de agoreros no caen en la cuenta de que, a pesar de tanto peligro como intuyen, será más bien tarde cuando casquen, porque como constata mi casi nonagenario padre "da horror salir a la calle, no hay mas que viejos, muletas, sillas de ruedas y pañales bajo los pantalones y enaguas".
Y, además, allí había gentes que sabían un rato de las aplicaciones prácticas actuales y futuras de los envases para alimentos. No voy a hacer un resumen de todo lo que allí se dijo, porque sería largo y probablemente poco ponderado en mi resumir. El que esté interesado en el asunto puede acceder a las presentaciones en este enlace. Para mí supuso una inestimable ocasión de ponerme al corriente de muchas cosas que teóricamente debiera conocer pero que se me escapan al no estar implicado en la problemática cotidiana de los fabricantes y utilizadores de estos envases.
Quizás lo más interesante fueron las contribuciones de los que nos enseñaron cosas sobre los llamados envases activos y envases inteligentes. Aunque la diferencia entre unos y otros a veces es difusa, digamos que un envase activo es aquel que ejecuta alguna acción que es beneficiosa para lo que hemos metido dentro del mismo. Hay dos estrategias actuales en el envasado activo: adicionar alguna sustancia al polímero que constituye el filme, la botella o el envase, con lo que queda incluído en él, o introducir dentro del envase un saquito, etiqueta o similar que contenga la sustancia que realmente va a ser el agente del proceso.
Con una y otra estrategia nos podemos encontrar envases que son capaces de absorber gases que no nos interesan que estén presentes, como el etileno (que acelera la maduración de las frutas de una forma drástica) o el oxígeno, que oxida todo lo que se le pone a tiro. Podemos tener envases que emitan alcohol etílico o SO2, controlando así el crecimiento de microorganismos o que regulen el paso de los gases de la atmósfera a su través (sobre todo el oxígeno). Y hay ahora filmes para envasar que se aditivan con aceites esenciales de productos como el orégano, el clavo o la canela. Ello imparte al filme un cierto carácter antimicrobiano, además de proporcionar al alimento un posible aroma interesante y, encima (guiño a los quimifóbicos), son naturales. Aunque no me beban mucho de un aceite esencial de éstos en estado puro o les dará un yuyu.
Y, por otro lado, están los envases inteligentes, preparados para avisarnos de cosas que pueden ocurrir en los mismos y que pueden ser perjudiciales para el producto envasado y, en segunda derivada, para nuestra salud. Y así, hay envases que incorporan etiquetas que van cambiando de color por la acción del amoníaco que se desprende cuando un pescado se va deteriorando. Dependiendo del color que vaya adquiriendo, vamos sabiendo si el pescado está para comérselo o para la basura. U otros que nos avisan de cúanto tiempo y cúantas veces se ha interrumpido (algo bastante corriente) la cadena de frío a la que debe estar sometido permanentemente un queso, un helado o un block de foie. O de que el envase está roto o deteriorado y cúanto tiempo lleva así. Hay indicadores de madurez de frutas (como el que se cita en la foto que encabeza esta entrada y que podeis ver más grande picando sobre ella), indicadores del nivel de oxígeno en el interior de un envase para sustancias sensibles al mismo, tintas inteligentes que nos dan la temperatura de una cerveza sin más que mirar la etiqueta y un sin fin de nuevos planteamientos, algunos que triunfarán y otros que se quedarán en el camino.
Todo ello encarece el envase, un mercado en el que los productores se la juegan al céntimo, pero como decía una de las especialistas que participó en la Jornada, "hace muy pocos años, cuando empezamos a proponer envasar patatas fritas o cacahuetes en bolsas con atmósferas controladas ricas en nitrógeno, que preservan la calidad del producto durante más tiempo, nos miraban como si fuéramos marcianos y hoy no hay envase de esos productos que no esté un poco hinchado, lo que quiere decir que lleva una atmósfera controlada".
Así que al loro cuando vayais a la compra. Igual ya habeis visto algunos de estos dispositivos y, si no, tarde o temprano os acabarán sorprendiendo. Y el Búho ya había avisado.
El caso es que con una situación como la que antecede, fue un verdadero placer el poder participar el pasado día 2 de diciembre en Zaragoza en una Jornada sobre Nuevos Desarrollos en Envase Plástico Alimentario. No es que yo sepa mucho del asunto, pero las cosas en las que trasteo en mi investigación académica pueden proporcionar ciertas bases sobre la cuestión. Y allí me fui, entre otras cosas porque los organizadores son amigos y los amigos hay que cuidarlos que son pocos.
Pero no me arrepiento en absoluto, antes bien fué un verdadero disfrute el estar toda la mañana rodeado de gentes que creen en la Química y en los Polímeros como poderosas herramientas para hacernos la vida más fácil y más segura, dietética y sanitariamente hablando, y no como fuente de innumerables problemas que acabarán llevándonos a la tumba tarde o temprano. En realidad, estas tribus de agoreros no caen en la cuenta de que, a pesar de tanto peligro como intuyen, será más bien tarde cuando casquen, porque como constata mi casi nonagenario padre "da horror salir a la calle, no hay mas que viejos, muletas, sillas de ruedas y pañales bajo los pantalones y enaguas".
Y, además, allí había gentes que sabían un rato de las aplicaciones prácticas actuales y futuras de los envases para alimentos. No voy a hacer un resumen de todo lo que allí se dijo, porque sería largo y probablemente poco ponderado en mi resumir. El que esté interesado en el asunto puede acceder a las presentaciones en este enlace. Para mí supuso una inestimable ocasión de ponerme al corriente de muchas cosas que teóricamente debiera conocer pero que se me escapan al no estar implicado en la problemática cotidiana de los fabricantes y utilizadores de estos envases.
Quizás lo más interesante fueron las contribuciones de los que nos enseñaron cosas sobre los llamados envases activos y envases inteligentes. Aunque la diferencia entre unos y otros a veces es difusa, digamos que un envase activo es aquel que ejecuta alguna acción que es beneficiosa para lo que hemos metido dentro del mismo. Hay dos estrategias actuales en el envasado activo: adicionar alguna sustancia al polímero que constituye el filme, la botella o el envase, con lo que queda incluído en él, o introducir dentro del envase un saquito, etiqueta o similar que contenga la sustancia que realmente va a ser el agente del proceso.
Con una y otra estrategia nos podemos encontrar envases que son capaces de absorber gases que no nos interesan que estén presentes, como el etileno (que acelera la maduración de las frutas de una forma drástica) o el oxígeno, que oxida todo lo que se le pone a tiro. Podemos tener envases que emitan alcohol etílico o SO2, controlando así el crecimiento de microorganismos o que regulen el paso de los gases de la atmósfera a su través (sobre todo el oxígeno). Y hay ahora filmes para envasar que se aditivan con aceites esenciales de productos como el orégano, el clavo o la canela. Ello imparte al filme un cierto carácter antimicrobiano, además de proporcionar al alimento un posible aroma interesante y, encima (guiño a los quimifóbicos), son naturales. Aunque no me beban mucho de un aceite esencial de éstos en estado puro o les dará un yuyu.
Y, por otro lado, están los envases inteligentes, preparados para avisarnos de cosas que pueden ocurrir en los mismos y que pueden ser perjudiciales para el producto envasado y, en segunda derivada, para nuestra salud. Y así, hay envases que incorporan etiquetas que van cambiando de color por la acción del amoníaco que se desprende cuando un pescado se va deteriorando. Dependiendo del color que vaya adquiriendo, vamos sabiendo si el pescado está para comérselo o para la basura. U otros que nos avisan de cúanto tiempo y cúantas veces se ha interrumpido (algo bastante corriente) la cadena de frío a la que debe estar sometido permanentemente un queso, un helado o un block de foie. O de que el envase está roto o deteriorado y cúanto tiempo lleva así. Hay indicadores de madurez de frutas (como el que se cita en la foto que encabeza esta entrada y que podeis ver más grande picando sobre ella), indicadores del nivel de oxígeno en el interior de un envase para sustancias sensibles al mismo, tintas inteligentes que nos dan la temperatura de una cerveza sin más que mirar la etiqueta y un sin fin de nuevos planteamientos, algunos que triunfarán y otros que se quedarán en el camino.
Todo ello encarece el envase, un mercado en el que los productores se la juegan al céntimo, pero como decía una de las especialistas que participó en la Jornada, "hace muy pocos años, cuando empezamos a proponer envasar patatas fritas o cacahuetes en bolsas con atmósferas controladas ricas en nitrógeno, que preservan la calidad del producto durante más tiempo, nos miraban como si fuéramos marcianos y hoy no hay envase de esos productos que no esté un poco hinchado, lo que quiere decir que lleva una atmósfera controlada".
Así que al loro cuando vayais a la compra. Igual ya habeis visto algunos de estos dispositivos y, si no, tarde o temprano os acabarán sorprendiendo. Y el Búho ya había avisado.
4 comentarios:
Lo primero, he gozado con tu sentido del humor, me parece heredado de tu nonagenario padre. Esta descripción que haces de la evolución de los plásticos me parece novedosa, entretenida, y es un llamado de atención para todos los que usamos estos adelantos sin valorar los esfuerzos por mejorarlos, y gracias a esa Jornada en Zaragoza, hoy hemos aprendido algo nuevo.
Tu resumen de la Jornada de Zaragoza muy bueno.
Tu no serás Pavo Real, pues la mediocridad se pone delante para que la vean y la inteligencia detras para observar y aprender.
El buho siempre estará detras.
Gracias
Domingo
Ya decía yo al principio de esta entrada que estaba entre amigos....
Gracias a los dos
¡Excelente post master!, disfruté leyéndolo
Publicar un comentario