Mercurio y amalgamas dentales
Para los que siguen este Blog desde hace tiempo no es una novedad mi debilidad por el mercurio, en buena medida resultante de su condición de ser el único metal de la Tabla Periódica que, a temperatura ambiente, se presenta en estado líquido. Basta poner en el buscador de arriba a la izquierda la palabra mercurio y os saldrán más de una docena de viejas entradas que tienen que ver con lo que los árabes llamaban azogue. Por eso he participado con agrado, vía online, en los actos de la proclamación de Almadén (Ciudad Real) y sus minas como Sitio Histórico de la Sociedad Europea de Química (EuChemS), celebrados el pasado 15 de setiembre. Almadén es uno de los pocos sitios del mundo en el que se ha extraído el principal mineral o mena de mercurio en la Tierra, el cinabrio o sulfuro de mercurio.
Que el mercurio es peligroso no admite duda alguna. Una serie de incidentes muy graves a partir de los años 50 (ver aquí) lo pusieron claramente de manifiesto, mostrando también su acumulación en el pescado que puede conducirlo finalmente a nuestras mesas. Todo ello ha acabado por generar un acuerdo internacional, el Tratado de Minamata, firmado en 2013 por muchos países, que busca reducir el suministro y comercio de mercurio, eliminar o reducir ciertos productos y procesos que usan mercurio y controlar las emisiones y liberaciones del mismo. Minamata hace referencia a uno de los incidentes mencionados arriba, un trágico envenenamiento por mercurio de muchas personas residentes en esa bahía japonesa, consumidoras de pescado contaminado por el mercurio vertido por una empresa situada en la misma. Más de 900 personas murieron y más de 2000 resultaron afectadas con lesiones graves.
Pero a este vuestro Búho (y, como se ve, a la EuChemS) no le gusta que se entierre al mercurio como un apestado. Como no me gusta que Boris Johnson, calentando estos días el ambiente para la COP26 de Glasgow sobre el Cambio Climático, haya llamado a la máquina de vapor, precursora de la Revolución Industrial del siglo XVIII, "máquina del apocalipsis". La Revolución Industrial ha conllevado ciertamente el crecimiento de la concentración de CO2 en la atmósfera, pero tanto ella como el mercurio, además de males, también han proporcionado beneficios incontestables al desarrollo de la Humanidad.
Por solo poner algunos ejemplos, el uso de termómetros y barómetros, rellenos de mercurio, han ayudado a medir la evolución del clima (todavía damos la presión atmosférica en milímetros de mercurio) o el curso de nuestra temperatura corporal en una enfermedad. Y el mercurio como metal ha estado en el origen del llamado proceso Castner-Kellner en el que, a partir de disoluciones de la humilde sal de cocina, se han obtenido cantidades industriales de sosa caústica y gas cloro. Este último indispensable para la cloración del agua potable que, en mi opinión, es una de las contribuciones más efectivas de la Química al bienestar de la Humanidad, al habernos ayudado (y seguir haciéndolo) a salvar millones de vidas humanas. Y, finalmente, hablemos de los beneficios del mercurio derivados del tema que da título a esta entrada.
Entre las restricciones del tratado de Minamata se encuentra el uso de las amalgamas de mercurio, que aunque aparecidas en Alemania en 1528, se han utilizado de forma profusa desde el siglo XIX como material restaurativo en odontología debido a su bajo costo, facilidad de aplicación, fortaleza y durabilidad. Pero mucho antes de la convención de Minamata, quizás desde los años ochenta y noventa del siglo XX, algunos dentistas comenzaron con una agresiva campaña para eliminar esas amalgamas aduciendo razones estéticas pero, sobre todo, razones de salud, al atribuir al mantenimiento en la boca de dichas obturaciones todo tipo de males, desde cánceres de hígado y riñón a problemas alérgicos o dermatológicos. Y basta darse una vuelta por las webs de conocidas clínicas dentales para ver que, todavía a día de hoy, esa campaña (y el lucrativo negocio que implica) continúa.
Si uno revisa la literatura científica de los que abogan por la eliminación de las amalgamas dentales (véase por ejemplo este artículo bastante citado) el origen del problema parece estar en que las amalgamas a base de mercurio están desprendiendo continuamente vapor de mercurio en la boca que, posteriormente, es incorporado en diferentes órganos de nuestro cuerpo tanto como tal elemento como en forma de compuestos orgánicos e inorgánicos de él derivados. Es cierto que el mercurio metálico, a temperatura ambiente, es un líquido y, por tanto, puede desprender vapores de mercurio. Pero en ese artículo mencionado arriba parece olvidarse que, en una amalgama, el mercurio no se encuentra en estado líquido sino en estado sólido y, como tal sólido, la tendencia a pasar a la fase vapor (presión de vapor en la jerga de los químicos) es tres o cuatro órdenes de magnitud más pequeña que la tendencia a pasar a vapor desde el líquido, tendencia también pequeña, pues el punto de ebullición del mercurio es 357ºC.
Así lo dejó claro la Unión Europea en un extenso informe en mayo de 2008 sobre las amalgamas dentales y sus alternativas. Tras concluir que no existe evidencia científica de que puedan darse riesgos de efectos sistémicos adversos como consecuencia del uso actual de amalgamas dentales, apunta posteriormente que la principal exposición al mercurio en personas con restauraciones de amalgama ocurre durante la colocación o extracción de los empastes. Eliminarlos implica un aumento transitorio de la exposición de los pacientes a niveles relativamente altos de mercurio y no existe una justificación clínica para retirar las restauraciones de amalgama clínicamente satisfactorias, excepto en pacientes con sospecha de reacciones alérgicas a los componentes de la misma. La liberación de mercurio durante la colocación y remoción también da como resultado la exposición al mismo del personal sanitario pero ningún estudio ha demostrado que ese personal sufra los síntomas clásicos de intoxicación por mercurio.
Esa misma recomendación aparece en uno de los primeros párrafos de este documento de la FDA americana de fecha mucho más reciente, setiembre de 2020. Que en un párrafo ulterior nos informa de que el peso de la evidencia existente no muestra que la exposición al mercurio de la amalgama dental produzca efectos adversos para la salud en la población en general, y su estabilidad es mejor que la de materiales alternativos, especialmente para restauraciones grandes.
Así que no parece que los más viejos de cada lugar, a los que de forma extensa nos obturaron las caries con amalgamas entre los años 50 y 90, vayamos a sufrir grandes padecimientos como consecuencia del mercurio de las mismas. Puestos a buscar algún problema y ya que escribo en el día de los muertos, ese puede venir de que nos incineren con las amalgamas puestas. El mercurio va a estar por encima de su temperatura de ebullición y pasará directamente al ambiente en fase vapor.
3 comentarios:
Muy interesante y esclarecedor.
Muy interesante y fácil de entender por cualquier lego.
Creo que no podré evitar pensar en los empastes con mercurio si algún tío-abuelo decide que quiere ser incinerado.
¡Qué entretenidas son tus entradas! Tienes sangre de bardo, eres un gran narrador.
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