Vajilla francesa
Desde que es público que soy un jubilado a tiempo completo, se ha incrementado el número de mensajes de algunos seguidores proponiéndome nuevos temas para el blog. Es como si ya dieran por asumido que me voy a aburrir miserablemente y pretendan evitarlo. No prometo nada porque, como siempre, voy a hacer con este blog lo que me de la gana, que para eso es mío. Pero entre los temas que en las últimas semanas se me han propuesto, hay uno sobre el que si tengo algo que decir. Se hace eco de un decreto del Gobierno de la France, de fecha 30 de agosto de 2016, en el que se establece la prohibición, a partir del 1 de enero de 2020, de utilizar "tazas, vasos y platos desechables en materiales plásticos". Aunque los detalle que matizan esa aseveración los vamos a ver enseguida, antes de ello diré que esta prohibición me parece consustancial con la idiosincrasia francesa. ¡A dónde vamos a llegar!. Beber un Burdeos o un Borgoña en una copa de plástico. O saborear las delicias del pato o de la oca con platos y cubertería de algún polímero de los que han dado de comer al Búho....
El decreto establece en su articulado que estará permitido, por el contrario, la comercialización y uso de "vajillas de materiales plásticos que sean compostables en compostajes domésticos". Lo del compostaje doméstico son esas pequeñas instalaciones, más o menos rudimentarias o decorativas, que uno puede instalar en el jardín de su casa para depositar los residuos orgánicos de comida, restos de jardinería o materiales que puedan degradarse con ellos, dando lugar (en teoría) a un compost o mezcla utilizable, por ejemplo, como abono. El decreto también establece que, a partir de la mencionada fecha, se podrán utilizar "vajillas en plástico que provengan, al menos en un 50% de su composición, de materiales cuyo origen esté ligado a la biomasa". Esto es, plásticos que en su producción se deriven de componentes de la biomasa como el maíz, la caña de azúcar, productos derivados de la actividad de microorganismos, etc.
Los industriales franceses del ramo han puesto el grito en el cielo, denunciando la pérdida de puestos de trabajo y, lo que parece bastante obvio pero no sé en qué quedará, que el gobierno francés no tiene atribuciones para este tipo de prohibición, al afectar a fabricantes de otros países europeos. En esto, como comprenderéis, no me voy a meter que funcionarios tiene la UE para ventilarlo, pero si os voy a dar mi opinión sobre los asuntos derivados de las frases entrecomilladas de arriba.
Vayamos primero con lo de compostables en una instalación doméstica. Pocos materiales plásticos de los que están en el mercado son compostables "per se". Aunque recientes análisis parecen indicar que, de cara a futuro, su impacto en el mercado crecerá rápidamente en términos absolutos, en términos relativos no creo que lleguen, en el aludido 2020, al 1% de la producción total de plásticos. Entre los más vendidos, los derivados de almidón, el poliácido láctico (PLA) y algunos poliésteres y copoliésteres. En cualquier caso, lo que hay que dejar claro es que el que un plástico sea compostable solo implica que la vajilla plástica será eficientemente compostada en las bastante exigentes condiciones de un compostador industrial, que ajusta condiciones como la temperatura, humedad, oxigenación, etc. Y no en un barril metálico que uno haya puesto en la trasera de su casa. Y menos en un vertedero, donde un plástico compostable que vaya allí a parar, no se degrada ni desaparece a un ritmo superior a los plásticos convencionales. Y, como bien dicen los industriales franceses, ese adjetivo de biodegradable y/o compostable crea en la mente de los usuarios la sensación de que, haga lo que haga con él, el plástico acabará desapareciendo en la Naturaleza. Y nada más lejos de la realidad.
Un problema añadido, que ya originó una pequeña crisis en California la pasada década, es que, hoy por hoy, una parte importante de los residuos de plástico va a instalaciones de reciclado. Pues bien, los concienciados ciudadanos vertían en el contenedor destinado a plásticos productos a base de poliácido láctico (PLA), difíciles de distinguir de otros plásticos convencionales que se pretendía reciclar. Y esa pequeña parte de PLA complicaba la vida a los recicladores hasta el punto de que acabaron pidiendo tomar medidas a la Administración.
Y luego está el asuntos de los llamados bioplásticos que, en su totalidad o en una parte, provienen de fuentes renovables tipo biomasa. Sobre esto ya publiqué una entrada aclarando conceptos pero, por ejemplo, hay ya en el mercado un biopolietileno que lleva el prefijo bio porque se ha obtenido a partir de un gas llamado etileno que no proviene, en ese caso, de plantas petroquímicas (lo que es lo habitual), sino de procesos de fermentación en los que la materia prima es biomasa y, más concretamente en este caso, caña de azúcar. Así que, aunque no llego ni a leguleyo, me da el pálpito de que, de acuerdo con el decreto, ese biopolietileno podría emplearse para fabricar vajillas de plástico, aunque el material plástico con el que se fabrica sea el mismo que el del polietileno de siempre. Lo que cambia entre tener o no el prefijo bio es el origen del gas etileno empleado para producirlo, no las propiedades intrínsecas del plástico final. Y por tanto, ni se biodegrada ni es susceptible de ser compostado.
Lo que no deja de ser una inconsistencia si lo que se pretende es luchar contra esa sensación de que los plásticos lo están contaminando todo, particularmente el mar con el asunto de los microplásticos, otro tema que también han propuesto a este jubilado ocioso. Aunque yo diría que el problema, que puede aliviarse con un uso más responsable de los plásticos, también tiene mucho que ver con un control más exhaustivo de los que no echan sus desechos plásticos donde los deben echar. Y es fácil constatar que cada vez hay más guarros por nuestras ciudades. Y al que lo dude, le invito a los alrededores de mi portal un viernes a la noche.
El decreto establece en su articulado que estará permitido, por el contrario, la comercialización y uso de "vajillas de materiales plásticos que sean compostables en compostajes domésticos". Lo del compostaje doméstico son esas pequeñas instalaciones, más o menos rudimentarias o decorativas, que uno puede instalar en el jardín de su casa para depositar los residuos orgánicos de comida, restos de jardinería o materiales que puedan degradarse con ellos, dando lugar (en teoría) a un compost o mezcla utilizable, por ejemplo, como abono. El decreto también establece que, a partir de la mencionada fecha, se podrán utilizar "vajillas en plástico que provengan, al menos en un 50% de su composición, de materiales cuyo origen esté ligado a la biomasa". Esto es, plásticos que en su producción se deriven de componentes de la biomasa como el maíz, la caña de azúcar, productos derivados de la actividad de microorganismos, etc.
Los industriales franceses del ramo han puesto el grito en el cielo, denunciando la pérdida de puestos de trabajo y, lo que parece bastante obvio pero no sé en qué quedará, que el gobierno francés no tiene atribuciones para este tipo de prohibición, al afectar a fabricantes de otros países europeos. En esto, como comprenderéis, no me voy a meter que funcionarios tiene la UE para ventilarlo, pero si os voy a dar mi opinión sobre los asuntos derivados de las frases entrecomilladas de arriba.
Vayamos primero con lo de compostables en una instalación doméstica. Pocos materiales plásticos de los que están en el mercado son compostables "per se". Aunque recientes análisis parecen indicar que, de cara a futuro, su impacto en el mercado crecerá rápidamente en términos absolutos, en términos relativos no creo que lleguen, en el aludido 2020, al 1% de la producción total de plásticos. Entre los más vendidos, los derivados de almidón, el poliácido láctico (PLA) y algunos poliésteres y copoliésteres. En cualquier caso, lo que hay que dejar claro es que el que un plástico sea compostable solo implica que la vajilla plástica será eficientemente compostada en las bastante exigentes condiciones de un compostador industrial, que ajusta condiciones como la temperatura, humedad, oxigenación, etc. Y no en un barril metálico que uno haya puesto en la trasera de su casa. Y menos en un vertedero, donde un plástico compostable que vaya allí a parar, no se degrada ni desaparece a un ritmo superior a los plásticos convencionales. Y, como bien dicen los industriales franceses, ese adjetivo de biodegradable y/o compostable crea en la mente de los usuarios la sensación de que, haga lo que haga con él, el plástico acabará desapareciendo en la Naturaleza. Y nada más lejos de la realidad.
Un problema añadido, que ya originó una pequeña crisis en California la pasada década, es que, hoy por hoy, una parte importante de los residuos de plástico va a instalaciones de reciclado. Pues bien, los concienciados ciudadanos vertían en el contenedor destinado a plásticos productos a base de poliácido láctico (PLA), difíciles de distinguir de otros plásticos convencionales que se pretendía reciclar. Y esa pequeña parte de PLA complicaba la vida a los recicladores hasta el punto de que acabaron pidiendo tomar medidas a la Administración.
Y luego está el asuntos de los llamados bioplásticos que, en su totalidad o en una parte, provienen de fuentes renovables tipo biomasa. Sobre esto ya publiqué una entrada aclarando conceptos pero, por ejemplo, hay ya en el mercado un biopolietileno que lleva el prefijo bio porque se ha obtenido a partir de un gas llamado etileno que no proviene, en ese caso, de plantas petroquímicas (lo que es lo habitual), sino de procesos de fermentación en los que la materia prima es biomasa y, más concretamente en este caso, caña de azúcar. Así que, aunque no llego ni a leguleyo, me da el pálpito de que, de acuerdo con el decreto, ese biopolietileno podría emplearse para fabricar vajillas de plástico, aunque el material plástico con el que se fabrica sea el mismo que el del polietileno de siempre. Lo que cambia entre tener o no el prefijo bio es el origen del gas etileno empleado para producirlo, no las propiedades intrínsecas del plástico final. Y por tanto, ni se biodegrada ni es susceptible de ser compostado.
Lo que no deja de ser una inconsistencia si lo que se pretende es luchar contra esa sensación de que los plásticos lo están contaminando todo, particularmente el mar con el asunto de los microplásticos, otro tema que también han propuesto a este jubilado ocioso. Aunque yo diría que el problema, que puede aliviarse con un uso más responsable de los plásticos, también tiene mucho que ver con un control más exhaustivo de los que no echan sus desechos plásticos donde los deben echar. Y es fácil constatar que cada vez hay más guarros por nuestras ciudades. Y al que lo dude, le invito a los alrededores de mi portal un viernes a la noche.
2 comentarios:
Un post como este, debiera ser leído por los legisladores...Por lo visto, sucede hasta en los países más "adelantados", que legisla gente que no sabe de los temas, que es muy normal, pero que tampoco busca asesoría de expertos! Y ahí es donde hay que apuntar, creo yo, mira que están saliendo leyes inservibles, que sencillamente no se pueden cumplir, y que nos llevan al caos.
Exigir que botemos en la compostera platos y servicio "biodegradable", es exigirnos que tengamos una compostera de gran tamaño...y no solamente eso, sino toda una parafernalia de termómetros y circuitos de recorrido de la materia a biodegradar...¿cómo no lo pensaron mientras redactaban esa ley? ¡Pues por pura ignorancia!
Y no te quejes ni digas que te estamos estrujando la mente, porque tú nos acostumbraste a leer artículos que nos dejan pensando...y te damos las gracias.
Gracias, Sr. Búho, por el trabajo y la información.
El problema que tenemos los ciudadanos de a pie es que necesitamos las bolsas. En mi casa, de toda la vida, desde antes de que "se inventara el reciclaje", reutilizábamos las bolsas de los súper (más bien tiendas, por entonces) como bolsas de basura, que en algún sitio hay que meterla para bajarla al contenedor. Pero ahora ya no sabemos qué hacer. Desde que ya no dan bolsas en los Carreplús hay que comprar bolsas para la basura, y no sabe uno si es mejor comprar las que se venden como "bolsas de basura" (con infinidad de colores, según su uso previsto), o pagar en caja por las bolsas de toda la vida, o, en algunos sitios, por las que las sustituyen, supuestamente eco-bio-chachi-lógicas. Y, según nos cuentas, además, hay "truco" y no es oro todo lo que reluce, con lo cual uno se gasta los dineros, cree que "responsablemente", y lo cierto es que es peor el remedio que la enfermedad.
En mi opinión son las administraciones, debidamente asesoradas, las que se deben preocupar de que, p.ej. en este tema, las bolsas sean realmente biológicas y biodegradables, con el uso que se les va a dar (los urbanitas, inmensa mayoría de la población, no podemos compostar). Que se aseguren de que, en el peor de los casos (que acaben enterradas en un vertedero o flotando entre dos aguas en alta mar) no sean un problema medioambiental.
Saludos.
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