jueves, 16 de junio de 2011

Una Visa biodegradable

Hace ya doce años, en la introducción de la Tesis que dirigí a mi hoy colega y amigo Oscar Miguel, hacíamos mención al empleo por parte de un banco británico de tarjetas de crédito fabricadas con el polímero que constituía el meollo de la Tesis de Oscar: el polihidroxibutirato (PHB). El PHB es un plástico producido por determinado tipo de bacterias que, cuando se las atiborra del tipo de comida que les gusta y cual hormiguitas, prefieren asegurarse su futuro alimenticio acumulando ese polímero en su interior en forma de reservas. Cuando vienen las vacas flacas, descomponen el polímero y se alimentan de él. Un chollo, porque eso hace que, en ciertas condiciones, puedan comerse también el PHB empleado en la fabricación de una tarjeta de crédito, cerrando así el ciclo de manera verde y sostenible.

Todo muy bonito, pero el PHB tiene una larga y frustrante historia desde que, hace más de 30 años, la empresa ICI lo pusiera en el mercado. Desde entonces, ha sido la esperanza "verde", el eterno candidato a reemplazar a unos cuantos plásticos "no verdes". Pero, por ahora, se ha quedado en candidato por aquello de su alto precio, imposibilitado para competir con el polímero que pretendía reemplazar, el polipropileno. ICI vendió el negocio del PHB a Monsanto en 1996 y éste abandonó la idea, pocos años más tarde (2001), en manos de una firma americana que se llama Metabolix. Ésta, empleando nuevos tipos de bacterias, ha puesto en el mercado lo que ellos llaman el biopolímero sostenible por excelencia. No muy diferente en estructura del PHB (hay toda una familia de biopolímeros muy parecidos que se conocen como polihidroxi alcanoatos, PHA), se comercializa con el nombre de Mirel.

Y todo esto viene a cuento de otra Tesis. La de Haritz Sardón, de Hernani como un servidor, y que se leyó el viernes pasado. No había tomado todavía aire tras los sudores y sobresaltos que pasó en el evento con tres féminas que le acosaron, cuando dos días más tarde ya me estaba llamando para consultarme sobre un tema que no tenía nada que ver con su Tesis, aunque si con la de Oscar: el empleo de polímeros biodegradables en la fabricación de tarjetas de crédito.

Sólo en USA circulan casi dos mil millones (o dos billones americanos) de tarjetas de crédito. La tarjeta tradicional, desde los tiempos en los que American Express empezó con el asunto para despues ser seguido por Visa, Master, Discover, etc., se ha fabricado y se fabrica, mayoritariamente, usando PVC, el prototipo de plástico diabólico para el medio ambiente, según los círculos ecologistas. Intentos en el pasado, como el que mencionaba arriba con PHB, se quedaron en nada porque, de nuevo, la pela es la pela y el PVC es muy barato.

Las dudas de Haritz partían de cierta información que le habían pasado sobre el empleo en las tarjetas de un nuevo tipo de PVC, denominado pomposamente bioPVC. De hecho, Discover, uno de los sistemas de crédito más populares en USA, empezó en las Navidades de 2008 a dar a sus clientes tarjetas elaboradas con ese PVC. El material es fabricado por la empresa del mismo nombre y en su publicidad se habla de cierto aditivo (en otra información de la que dispongo parece que es más un recubrimiento que un aditivo) que atrae a hongos (y en menor medida a bacterias) hacia los restos de una tarjeta y les hace empezar a biodegradarla. Los productos finales serían CO2, agua y sales en forma de cloruros, derivadas del cloro que el PVC contiene. Por supuesto, la fórmula es secreta, tan secreta que no quieren ni patentarla. Craso error, creo yo, porque si la cosa funciona, alguien (nosotros mismos, sin ir más lejos) destripará la tarjeta y se hará con su formulación.

No estoy muy convencido del asunto del bioPVC este, aunque puede que me equivoque porque no he visto resultados experimentales fiables en ningún sitio alternativo a la web que os indicaba arriba. Sobre todo despues de leer, en la propia propaganda de la empresa, que pruebas realizadas por un organismo belga, dedicado a esos menesteres, han certificado que el bioPVC se biodegrada ¡en un 13%!. Me suena muy parecido al asunto de los oxo-bios, esos polímeros convencionales a los que se adiciona ciertos aditivos que incentivan su degradación parcial por acción de la luz, mediante la producción de radicales libres que aceleran el proceso de descomposición. Pero la palabra clave aquí es degradación total, acabando únicamente en CO2 y agua, para que la cosa sea como Dios manda. Si no, da la sensación de que, a simple vista, el plástico casi desaparece macroscópicamente, pero generamos miles de trocitos microscópicos que son casi tan polietileno o PVC como los de partida. Y esas partículas, y su dispersión, me dan más miedo que las bolsas íntegras que afean el paisaje.

Así que yo, en principio y si el dinero no lo impide, me iría por soluciones más verdes o sostenibles para las nuevas tarjetas. Por ejemplo, la tarjeta que distribuye Apple para regalar sus productos iTunes está hecha de poliácido láctico y hay de nuevo algunos intentos para distribuir tarjetas basadas en el Mirel mencionado al principio. Ambos son biodegradables, más el segundo que el primero. Hay además otras alternativas, esta vez de tipo sostenible, basadas en el empleo de PET reciclado (proveniente de las botellas de agua, Coca Cola, etc.), como las tarjetas puestas en circulación recientemente por el banco británico HSBC.

Pero insisto, todo es cuestión de dinero. Hasta en los entresijos. Estos días me he enterado de que Frito-Lay, que había empezado a meter sus patatas chip en envases de poliácido láctico, ha vuelto a los envases tradicionales, menos "verdes", porque los clientes se quejaban de que al abrir, manejar o recogerlos sobre si mismos para echarlos a la basura, los de poliláctico hacían demasiado ruido. Lo de ekologia ala hil (ecología o muerte) de hace años parece que se anda desvirtuando por intereses funcionales.

Y un aviso final que no tiene que ver con las tarjetas: desde hoy las entradas del Blog se ven mejor en móviles y tabletas gracias a una nueva aplicación de Blogger. Lo he comprobado ya en mi iphone4 y funciona. El Búho será ya un vejete pero procura estar a la última.

5 comentarios:

gabriela dijo...

"Si no, da la sensación de que, a simple vista, el plástico casi desaparece macroscópicamente, pero generamos miles de trocitos microscópicos que son casi tan polietileno o PVC como los de partida. Y esas partículas, y su dispersión, me dan más miedo que las bolsas íntegras que afean el paisaje."

Francamente, Búho, ver las bolsas por los campos da pavor porque el sol las quema, se van moliendo y si una analiza la tierra, se encuentra con partículas de PVC por millones, lo que me hace suponer que las plantas y animales "se nutren" de venenos...¿o no ?

Yanko Iruin dijo...

Bolsas de PVC pocas, por no decir ninguna. De polietileno casi todas. Y si las plantas pudieran alimentarse de polietileno sería un éxito en lo que a biodegradabilidad se refiere.... Pero no...

Anónimo dijo...

Buho,
Yo diría que las bolsas son de polietileno (tanto de alta como baja densidad y lineal) y de polipropileno en un 99%
Philip

Anónimo dijo...

ojalá le coman la tarjetas al corrupto de Agustín Rossi

Yanko Iruin dijo...

Me diga....

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