Al recibir mañana la alerta de la publicación de esta entrada, me apuesto una de mis plumas estratégicas a que más de uno de los suscriptores del Blog pensará "ya anda este joío Búho dando otra vez la matraca con algunos de los múltiples gadgets de la marca Apple que atesora". Pues no. Vamos a hablar de Macintosh pero no del Macintosh de Apple. Porque antes de que, en todo el mundo, la palabra Mac se identificara con un ordenador, los ingleses, que son muy suyos para todo, ya tenían otro objeto absolutamente identificado bajo el mismo término. Una prenda contra la pertinaz lluvia que les asola a cada rato, con una alta capacidad impermeabilizante. Y uno de los primeros grandes triunfos comerciales de la aplicación de los polímeros a las necesidades cotidianas de los humanos.
El origen del asunto está en uno de los innumerables Macintosh que han poblado los territorios escoceses desde que un tal Shaw Macduff echó una mano al rey Malcom IV en 1160 para sofocar una rebelión campesina. El rey, en agradecimiento, le asignó unas tierras en las proximidades de Inverness y le nombró Condestable, que no se muy bien lo que es. Para dignificar más su nuevo status, Macduff cambió su nombre por Macintosh que, en traducción un tanto sui generis a partir del gaélico escocés, quiere decir algo así como "el hijo del Jefe o del Líder". Los Macintosh se convirtieron con los años en un influyente clan a lo largo y ancho de las tierras de la pérfida Albión gracias a su inveterada promiscuidad.
De una de esas ramificaciones seguro que provenía Charles Macintosh que nació en Glasgow en 1766 y optó por la Química en fecha tan lejana como los años 80 de ese siglo, de la mano de uno de los primeros químicos ingleses relevantes, Joseph Black, de la Universidad de Glasgow. Black es conocido por ser el inventor de la primera balanza analítica seria, asi como por sus experimentos con nuestro amigo el CO2. De hecho, empleando animales, fué el descubridor del efecto sofocante de ese gas del que hablábamos hace poco en la entrada sobre Berlusconi y Santi Santamaría.
Pero nuestro Macintosh estaba predestinado a la Química por sus genes, ya que su padre era un floreciente fabricante de colorantes. En cuanto dejó los estudios empezó a trabajar con su progenitor, al que abandonó enseguida empujado por el espíritu inquieto de los grandes inventores. Varias son sus contribuciones registradas pero aquí nos centraremos en una que nos interesa como poliméricos: una prenda contra la lluvia, precursora de todos esos nuevos materiales que nos mantienen secos haga el tiempo que haga.
Estamos en la década de los años veinte pero del siglo XIX y, por aquel entonces, empiezan a ser habituales los gasógenos o fábricas de gas, en las que a partir de un tipo de carbón del que los ingleses disponían sin restricciones aparentes, la hulla, se generaba mediante su calentamiento una compleja mezcolanza de productos y subproductos que tradicionalmente, y como en el caso del cerdo ibérico, se utilizaban casi en su totalidad. Y así, los gases que salían del horno, más o menos purificados, eran una mezcla de metano (sobre todo), hidrógeno y monóxido de carbono que se almacenaba en el gasógeno para su distribución a la red de alumbrado público. De hecho, la compañía de Glasgow que gestionaba el gasógeno en esos años se llamaba Glasgow Gas Light Company.
Aparte de los gases quedaba el coque (el sólido poroso que resultante de extraer a la hulla sus volátiles), además de un agua amoniacal o disolución de amoníaco que resultaba del paso del gas por agua. Por otro lado, estaba una compleja mezcla semisólida conocida como alquitrán de brea (coal tar in english) al que dediqué una entrada hace tiempo por su beneficiosa acción sobre la delicada piel del Búho. Cuando, a su vez, esa brea se calienta, se pueden obtener diferentes fracciones de vapores condensables. Una de ellas es la conocida nafta, una casi indefinida mezcla de hidrocarburos aromáticos. Aunque no está muy claro en qué condiciones obtenía Macintosh ese destilado, lo cierto es que, jugando con él, descubrió que era un efectvo disolvente para trozos de caucho que los ingleses importaban a las Islas desde sus colonias. Et voilà!!, la idea surgió.
Habiendo inventado como habían inventado hacía poco el truco del sandwich, para un inglés (escocés, sorry) la cosa fue coser y cantar. Coja Ud. dos trozos de tela, ponga en medio una disolución concentrada y pringosa de caucho en el milagroso nafta, deje que éste evapore un poco y tendrá una prenda con una capa intermedia de un material (el caucho) que tiene unas excelentes capacidades hidrofóbicas, por la que el agua no puede pasar, ideal para un clima húmedo como el inglés, para gente que vaya a pescar en condiciones más que intolerables y cosas similares.
Pero la cosa era en el fondo una guarrada. Olía como olía, en verano se ponía blandito y podía escurrir o el menos pegarse a las prendas interiores, en un invierno crudo se transformaba en algo bastante rígido que crujía cual condenado en el infierno. Además, provocaba alguna que otra alergia en pieles tan delicadas como los de los casi albinos ingleses. Así que la alta sociedad inglesa consideró la prenda de Macintosh como algo propio de proletarios irredentos y no llegó a calar entre ellos. Pero los currelas iban sequitos y abrigados, aunque con una aureola aromática que les hacía identificables a varias millas.
Con el tiempo la cosa se fue solucionando y los mismos descubrimientos que hicieron posible el desarrollo de los neumáticos, de la mano de personajes como Goodyear y su vulcanización, logrando que el caucho ya no fluyera, consiguieron mejoras sustanciales en la prestancia y "efectos secundarios" de la prenda de Macintosh.
Incidentalmente hay que decir que la historia no tiene muy bien documentado el por qué esas prendas empezaron a venderse como Mackintosh, con una k adicional que el apellido de Charles Macintosh no tenía. Es verdad que de un mismo tronco surgieron los McIntosh, MacIntosh, Macintosh y MacKintosh. Vamos, lo mismo que me pasa a mi con mi apellido, que cuando lo hemos investigado genealógicamente, hemos pasado de Yrum a Irum, de Irum a Irun y de Irun a Iruin en un lapso de tiempo que empieza en los albores del siglo XVII (nada que ver con una genealogía inglesa comme il faut).
Hoy en día, la marca vende modernas prendas ligeras y superhidrofóbicas, como se ve en la foto que ilustra la entrada. Pero ya no tienen nada que ver con el pesado tabardo cauchoso del siglo XIX que marcó un hito histórico en el desarrollo polimérico.
P.D. Dejo constancia en este diario que, desde ayer, una tribu de albañiles, fontaneros, carpinteros y electricistas están acabando con lo que ha sido el nido del Búho desde hace casi treinta años. Mi comadrona ha decidido que ahora o nunca y ha emprendido una drástica modificación del mismo. ¡Dios me coja confesado y preserve, en lo posible, mi cuenta corriente!. Y la Bolsa en plan lateral....
El origen del asunto está en uno de los innumerables Macintosh que han poblado los territorios escoceses desde que un tal Shaw Macduff echó una mano al rey Malcom IV en 1160 para sofocar una rebelión campesina. El rey, en agradecimiento, le asignó unas tierras en las proximidades de Inverness y le nombró Condestable, que no se muy bien lo que es. Para dignificar más su nuevo status, Macduff cambió su nombre por Macintosh que, en traducción un tanto sui generis a partir del gaélico escocés, quiere decir algo así como "el hijo del Jefe o del Líder". Los Macintosh se convirtieron con los años en un influyente clan a lo largo y ancho de las tierras de la pérfida Albión gracias a su inveterada promiscuidad.
De una de esas ramificaciones seguro que provenía Charles Macintosh que nació en Glasgow en 1766 y optó por la Química en fecha tan lejana como los años 80 de ese siglo, de la mano de uno de los primeros químicos ingleses relevantes, Joseph Black, de la Universidad de Glasgow. Black es conocido por ser el inventor de la primera balanza analítica seria, asi como por sus experimentos con nuestro amigo el CO2. De hecho, empleando animales, fué el descubridor del efecto sofocante de ese gas del que hablábamos hace poco en la entrada sobre Berlusconi y Santi Santamaría.
Pero nuestro Macintosh estaba predestinado a la Química por sus genes, ya que su padre era un floreciente fabricante de colorantes. En cuanto dejó los estudios empezó a trabajar con su progenitor, al que abandonó enseguida empujado por el espíritu inquieto de los grandes inventores. Varias son sus contribuciones registradas pero aquí nos centraremos en una que nos interesa como poliméricos: una prenda contra la lluvia, precursora de todos esos nuevos materiales que nos mantienen secos haga el tiempo que haga.
Estamos en la década de los años veinte pero del siglo XIX y, por aquel entonces, empiezan a ser habituales los gasógenos o fábricas de gas, en las que a partir de un tipo de carbón del que los ingleses disponían sin restricciones aparentes, la hulla, se generaba mediante su calentamiento una compleja mezcolanza de productos y subproductos que tradicionalmente, y como en el caso del cerdo ibérico, se utilizaban casi en su totalidad. Y así, los gases que salían del horno, más o menos purificados, eran una mezcla de metano (sobre todo), hidrógeno y monóxido de carbono que se almacenaba en el gasógeno para su distribución a la red de alumbrado público. De hecho, la compañía de Glasgow que gestionaba el gasógeno en esos años se llamaba Glasgow Gas Light Company.
Aparte de los gases quedaba el coque (el sólido poroso que resultante de extraer a la hulla sus volátiles), además de un agua amoniacal o disolución de amoníaco que resultaba del paso del gas por agua. Por otro lado, estaba una compleja mezcla semisólida conocida como alquitrán de brea (coal tar in english) al que dediqué una entrada hace tiempo por su beneficiosa acción sobre la delicada piel del Búho. Cuando, a su vez, esa brea se calienta, se pueden obtener diferentes fracciones de vapores condensables. Una de ellas es la conocida nafta, una casi indefinida mezcla de hidrocarburos aromáticos. Aunque no está muy claro en qué condiciones obtenía Macintosh ese destilado, lo cierto es que, jugando con él, descubrió que era un efectvo disolvente para trozos de caucho que los ingleses importaban a las Islas desde sus colonias. Et voilà!!, la idea surgió.
Habiendo inventado como habían inventado hacía poco el truco del sandwich, para un inglés (escocés, sorry) la cosa fue coser y cantar. Coja Ud. dos trozos de tela, ponga en medio una disolución concentrada y pringosa de caucho en el milagroso nafta, deje que éste evapore un poco y tendrá una prenda con una capa intermedia de un material (el caucho) que tiene unas excelentes capacidades hidrofóbicas, por la que el agua no puede pasar, ideal para un clima húmedo como el inglés, para gente que vaya a pescar en condiciones más que intolerables y cosas similares.
Pero la cosa era en el fondo una guarrada. Olía como olía, en verano se ponía blandito y podía escurrir o el menos pegarse a las prendas interiores, en un invierno crudo se transformaba en algo bastante rígido que crujía cual condenado en el infierno. Además, provocaba alguna que otra alergia en pieles tan delicadas como los de los casi albinos ingleses. Así que la alta sociedad inglesa consideró la prenda de Macintosh como algo propio de proletarios irredentos y no llegó a calar entre ellos. Pero los currelas iban sequitos y abrigados, aunque con una aureola aromática que les hacía identificables a varias millas.
Con el tiempo la cosa se fue solucionando y los mismos descubrimientos que hicieron posible el desarrollo de los neumáticos, de la mano de personajes como Goodyear y su vulcanización, logrando que el caucho ya no fluyera, consiguieron mejoras sustanciales en la prestancia y "efectos secundarios" de la prenda de Macintosh.
Incidentalmente hay que decir que la historia no tiene muy bien documentado el por qué esas prendas empezaron a venderse como Mackintosh, con una k adicional que el apellido de Charles Macintosh no tenía. Es verdad que de un mismo tronco surgieron los McIntosh, MacIntosh, Macintosh y MacKintosh. Vamos, lo mismo que me pasa a mi con mi apellido, que cuando lo hemos investigado genealógicamente, hemos pasado de Yrum a Irum, de Irum a Irun y de Irun a Iruin en un lapso de tiempo que empieza en los albores del siglo XVII (nada que ver con una genealogía inglesa comme il faut).
Hoy en día, la marca vende modernas prendas ligeras y superhidrofóbicas, como se ve en la foto que ilustra la entrada. Pero ya no tienen nada que ver con el pesado tabardo cauchoso del siglo XIX que marcó un hito histórico en el desarrollo polimérico.
P.D. Dejo constancia en este diario que, desde ayer, una tribu de albañiles, fontaneros, carpinteros y electricistas están acabando con lo que ha sido el nido del Búho desde hace casi treinta años. Mi comadrona ha decidido que ahora o nunca y ha emprendido una drástica modificación del mismo. ¡Dios me coja confesado y preserve, en lo posible, mi cuenta corriente!. Y la Bolsa en plan lateral....