miércoles, 29 de julio de 2009

Meando sosteniblemente

Conozco unos cuantos coleguis que, en cuanto se encuentran rodeados de naturaleza y sin extraños en los alrededores, prefieren regar el medio ambiente con sus fluídos antes que verterlos en los recipientes que el dilecto Roca ha diseñado al efecto. El post de hoy no quiere potenciar este tipo de actividades, tan naturales ellas, sino que tiene que ver con una serie de propuestas que van menudeando en la literatura y que vienen a indicar que lo mejor que podemos hacer con la orina que nos sobra es emplearla como fuente renovable de unas cuantas sustancias. La cosa no es una tontería porque a litro y medio (en promedio) miccionado por cada uno de los mortales, sale una buena cantidad de residuos urinarios. Y ya no digo si incluimos al resto de los animales.

En un artículo recientemente publicado por la revista Chemical Communications, un grupo americano de la Universidad de Ohio propone utilizar nuestro pis como fuente para producir hidrógeno a un costo inferior al que se genera en la electrolisis del agua, un sistema sencillo pero tan exigente energéticamente que está dificultando el que podamos poner en marcha la llamada economía del hidrógeno como alternativa a la economía basada en yacimientos fósiles.

Alguno estará pensando que los citados yankees han descubierto algún truquillo que mejora la mencionada electrolisis dado que, como ilustra la figura que aparece al principio, el 95% de la orina es agua. Pero no es así. El objetivo del trabajo no es descomponer el agua en hidrógeno y oxígeno sino obtener el primero de los gases a partir de la urea, el segundo compuesto químico en importancia en el amarillo elemento que fluye por nuestros uréteres. Una molécula, la urea, de estructura química sencilla y de cuya historia hablaba yo en una entrada tan lejana como la que colgué en la primera fase de este Blog en abril de 2006.

Cada molécula de urea contiene cuatro hidrógenos que están unidos al resto de la misma por enlaces más débiles que los que se dan en el agua. La consecuencia es que para descomponer la urea se necesita utilizar un voltaje (por tanto, una energía) casi cuatro veces inferior al necesario para cargarse el agua. La contribución de los de Ohio ha sido, fundamentalmente, el desarrollo de un catalizador barato de níquel para llevar a cabo el proceso de forma más eficiente y con menos gasto que otros procesos ya conocidos para conseguir el mismo efecto. El resultado del proceso de ruptura de la urea genera como productos hidrógeno, nitrógeno con algunas trazas de oxígeno y CO2, aunque éste último no se emite a la atmósfera, lo que introduciría un componente medioambiental poco deseado. Por el contrario, se le hace reaccionar con hidróxido potásico (que se pone con la urea en el baño de electrolisis), generando carbonato potásico.

Como siempre ocurre en todos estos pretendidos adelantos de la ciencia, el proceso no está exento de "problemillas" y el más importante se debe a que la urea tiene la poca delicadeza de servir de pasto a una serie de malvadas bacterias que la transforman en amoníaco, lo que hace que huelan a diablos los sitios en los que algunos maleducados meones vacían sus vejigas. Y ese cambio urea/amoniaco ocurre de forma muy rápida, como es fácil de comprobar cualquier fin de semana en los urinarios "al aire libre" de la Parte Vieja donostiarra. Esa rapidez puede resultar problemática para el buen desarrollo del proceso electrolítico cuando se pretende instalar de forma y manera que puedan procesarse grandes cantidades de orina.

Veremos en qué queda la cosa. Aunque una cuestión no baladí es saber cómo vamos a colectar los pises. Se me ocurren cantidad de pegas al respecto, algunas un tanto escatológicas....

2 comentarios:

  1. Pues se puede hacer como en la antigua Roma, donde los parroquianos podían mear en tinajas públicas cuyo contenido era empleado por las lavanderías para la limpieza de la ropa, gracias al amoníaco generado en la orina. Incluso hubo impuestos para la recogida de meados en tiempos de Vespasiano.

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