Las agresivas políticas para captar usuarios y clientes que llevan a cabo los medios de comunicación con ayuda de tertulianos, gentes de la farándula y otras de mal vivir conducen, irremediablemente, a la radicalización de las posturas del personal de a pie. Al final, uno tiene que escoger entre Telefónica o Vodafone, la Real o el Athletic Club, El País o el Mundo and so on... Y en ese contexto, y en lo relativo a la Química, el patio tiene también sus posturas radicales: los que piensan que cualquier tiempo pasado fue mejor, más natural y menos contaminado, viendo ahora tóxicos por todos los lados, y los que pensamos que, en esos aspectos, nunca hemos controlado mejor la situación (a los hechos me remito) y que más intoxicados estaban los que nos precedieron, aunque los pobres no tenían medio de saberlo.
Viene esto a cuento de una historia muy curiosa que he leído en otro de los muchos libros que atesoro de John Emsley, "Better Looking, Better Living, Better Loving: How Chemistry can Help You Achieve Life's Goals" y que ando ahora leyendo. El capítulo final está dedicado a cómo la Química ha ido suministrando una gran variedad de pigmentos y colorantes para configurar la paleta de los pintores, a la que hacíamos referencia en la entrada anterior. Y cómo la misma Química de mis entretelas está ayudando a restaurar cuadros y frescos antiguos con sofisticadas metodologías (algún día dedicaré un post al asunto).
Dentro de ese capítulo y en una ventana aparte, Emsley introduce la hipótesis de que, algunos de los que consideramos genios de la pintura, hubieran llegado a ese nivel tras intoxicaciones severas de los metales pesados contenidos en muchos de los pigmentos que ellos usaban en su actividad. Parece, por ejemplo, bien documentado que Correggio y Raphael podrían haber entregado la cuchara envenenados por el plomo existente en pigmentos como el amarillo de Colonia (cromato de plomo) o el rojo del óxido de plomo que ahora llamamos minio.
Pero es a Goya y Van Gogh a los que Emsley dedica más tiempo. Según parece, el holandés tenía la manía de pegar lengüetadas a los pinceles, con lo que resulta evidente que se metía al coleto cantidades importantes de plomo, mercurio y arsénico, elementos habituales de muchos de los pigmentos de la época. Su conocido comportamiento errático y su estado mental, serían consistentes con una intoxicación por plomo. Goya parece ser otra víctima del mismo elemento. Durante 17 años trabajó como diseñador de la Real Fábrica de Tapices, empleando cantidades industriales del llamado blanco de plomo, carbonato de plomo, para los fondos de los diseños. Además, el bueno de Don Francisco insistía en preparar el pigmento él mismo, machacando con el sudor de su frente el mineral original. Y todo para ahorrar gastos, que la situación no estaba para echar cohetes. Aunque en los años ochenta del siglo XVIII pintaba retratos y pasó a ser un artista de renombre en la Corte, en 1792 cayó gravemente enfermo, con síntomas claros de envenenamiento por plomo (cólicos severos, temblores, cegueras pasajeras, así como comportamiento paranoico). Trás dos meses de penurias se curó, aunque se quedó con una ceguera sempiterna en su ojo izquierdo. Algunos autores atribuyen ese hecho al inicio de la etapa de sus famosos cuadros en los que se juega con clarooscuros, las combinaciones de blanco y negro y las tonalidades de grises.
Otros pigmentos a base de cromo, plomo y estaño se empezaron a usar con el comienzo del siglo XX. Hay quien mantiene la teoría de que Renoir pudo intoxicarse de mercurio y otros metales merced a su carácter de gran fumador de cigarrillos, que él mismo liaba, lo que acababa por generar un explosivo cóctel tóxico.
Dado que está demostrado que plomo y mercurio afectan seriamente al cerebro, la hipótesis final de Emsley es que, con las actuales técnicas forenses, podría establecerse, a partir de un mínimo resto de estos genios (un pelo, por ejemplo), los niveles de toxicidad que acumularon con su actividad. En cualquier caso, voy a advertir sobre estas cuestiones a mi comadrona, pintora de larga producción (el cuadro de arriba es suyo) aunque poco rentable, a la que le gusta oler y probar todo lo que se le pone a tiro. Estoy tranquilo porque nunca le he visto hacer lo que parece hacía Van Gogh, pero le he sorprendido muchas veces esnifando los olores propios de las pinturas al óleo. Menos mal que los metales pesados no vuelan.
Viene esto a cuento de una historia muy curiosa que he leído en otro de los muchos libros que atesoro de John Emsley, "Better Looking, Better Living, Better Loving: How Chemistry can Help You Achieve Life's Goals" y que ando ahora leyendo. El capítulo final está dedicado a cómo la Química ha ido suministrando una gran variedad de pigmentos y colorantes para configurar la paleta de los pintores, a la que hacíamos referencia en la entrada anterior. Y cómo la misma Química de mis entretelas está ayudando a restaurar cuadros y frescos antiguos con sofisticadas metodologías (algún día dedicaré un post al asunto).
Dentro de ese capítulo y en una ventana aparte, Emsley introduce la hipótesis de que, algunos de los que consideramos genios de la pintura, hubieran llegado a ese nivel tras intoxicaciones severas de los metales pesados contenidos en muchos de los pigmentos que ellos usaban en su actividad. Parece, por ejemplo, bien documentado que Correggio y Raphael podrían haber entregado la cuchara envenenados por el plomo existente en pigmentos como el amarillo de Colonia (cromato de plomo) o el rojo del óxido de plomo que ahora llamamos minio.
Pero es a Goya y Van Gogh a los que Emsley dedica más tiempo. Según parece, el holandés tenía la manía de pegar lengüetadas a los pinceles, con lo que resulta evidente que se metía al coleto cantidades importantes de plomo, mercurio y arsénico, elementos habituales de muchos de los pigmentos de la época. Su conocido comportamiento errático y su estado mental, serían consistentes con una intoxicación por plomo. Goya parece ser otra víctima del mismo elemento. Durante 17 años trabajó como diseñador de la Real Fábrica de Tapices, empleando cantidades industriales del llamado blanco de plomo, carbonato de plomo, para los fondos de los diseños. Además, el bueno de Don Francisco insistía en preparar el pigmento él mismo, machacando con el sudor de su frente el mineral original. Y todo para ahorrar gastos, que la situación no estaba para echar cohetes. Aunque en los años ochenta del siglo XVIII pintaba retratos y pasó a ser un artista de renombre en la Corte, en 1792 cayó gravemente enfermo, con síntomas claros de envenenamiento por plomo (cólicos severos, temblores, cegueras pasajeras, así como comportamiento paranoico). Trás dos meses de penurias se curó, aunque se quedó con una ceguera sempiterna en su ojo izquierdo. Algunos autores atribuyen ese hecho al inicio de la etapa de sus famosos cuadros en los que se juega con clarooscuros, las combinaciones de blanco y negro y las tonalidades de grises.
Otros pigmentos a base de cromo, plomo y estaño se empezaron a usar con el comienzo del siglo XX. Hay quien mantiene la teoría de que Renoir pudo intoxicarse de mercurio y otros metales merced a su carácter de gran fumador de cigarrillos, que él mismo liaba, lo que acababa por generar un explosivo cóctel tóxico.
Dado que está demostrado que plomo y mercurio afectan seriamente al cerebro, la hipótesis final de Emsley es que, con las actuales técnicas forenses, podría establecerse, a partir de un mínimo resto de estos genios (un pelo, por ejemplo), los niveles de toxicidad que acumularon con su actividad. En cualquier caso, voy a advertir sobre estas cuestiones a mi comadrona, pintora de larga producción (el cuadro de arriba es suyo) aunque poco rentable, a la que le gusta oler y probar todo lo que se le pone a tiro. Estoy tranquilo porque nunca le he visto hacer lo que parece hacía Van Gogh, pero le he sorprendido muchas veces esnifando los olores propios de las pinturas al óleo. Menos mal que los metales pesados no vuelan.
Estoy totalmente de acuerdo, la cuestión no es que ahora convivamos con más tóxicos, ni que cada vez se se fallezca más de cáncer, ni que la enfermedad de Alzheimer sea la nueva lacra de nuestros mayores. Ahora vivimos más años con lo que nuestro cuerpo tarda más tiempo en oxidarse y por tanto da opción al desarrolo de más enfermedades, y principalmente, ahora se tiene un conocimineto mucho más amplio de los tóxicos, de el por qué de las patologías, éstas, hoy en día tienen nombre y en algunos casos apellido, ya no se muere de viejo o muerte natural
ResponderEliminarCierto que los conocimientos que tenemos en la actualidad nos permiten tener un mayor control de productos tóxicos, y eso es un avance indiscutible, pero también hay que tener en cuenta otros factores. Por poner un ejemplo, pensad en la cantidad de pilas con sus correspondientes metales pesados que van a la basura orgánica, y de ahí a la tierra, aguas subterráneas, campos, pastos, cultivos...Y en eso y en muchos otros desechos vamos a peor. Cada vez somos más y más tecnificados pero también más consumistas y no del todo educados.
ResponderEliminarNada que objetar a la literalidad de tu anónimo mensaje. Es difícil controlar a la gente en un mundo tan complicado y tan veloz.
ResponderEliminarPero si hay un metal pesado por excelencia (y no me refiero solo a su elevada densidad) es el mercurio, que ciertamente se ha vertido en forma de pilas de manera indiscriminada. Pero ya se ha prohibido cualquier uso de mercurio. Y al respecto del mercurio quisiera recordar algo que ya dije en una entrada anterior:
http://elprimerblogdelbuho.blogspot.com/2006/08/70-un-veneno-con-historia.html
El mercurio se está vertiendo al medio ambiente desde tiempos de los romanos. Ellos, los árabes con sus piscinas de mercurio, los españoles en la Edad Media para extraer plata y los franceses curando sífilis han ido depositando a lo largo de la Historia ingentes cantidades de mercurio que antes nadie detectaba en el mar o en los animales porque nadie podía tenía las técnicas analíticas que permitían llegar a los niveles que ahora llegamos. Pero el mercurio estaba ahí. Y no lo hemos puesto los nacidos despues de la Segunda Guerra Mundial que, ahora, lo tenemos que eliminar.
El Buho es sabio y tiene toda la razón. Nunca se bebió agua y se comió con tanta seguridad como ahora. Los sistemas de producción de frutas, hortalizas y verduras son muy buenos y respetusos con el medio ambiente. Los controles son muy exahustivos.
ResponderEliminarLos metales pesados en los suelos con pHs superiores a 6 están bloqueados y no pasan a la cadena alimentaria. Tenemos experiencia.
Domingo
Y no sólo pintores. Otro famoso intoxicado por metales pesados fue Beethoven. La historia clínica del compositor, extraída de su biografía, de las opiniones de sus médicos tratantes y del informe de su autopsia, no ha sido concluyente sobre la causa de la mala salud que Beethoven padeció durante su vida. Entre sus síntomas crónicos, además de la afamada sordera, estaban dolores abdominales y trastornos gastrointestinales periódicos, asma e inflamación ocular crónica (quizás alguna forma de uveítis). En sus últimos días se añadió ascitis, probable pancreatitis e insuficiencia renal.
ResponderEliminarEntre las causas para todo ello cada especialista ha barrido para su casa y se han postulado mil cosas: sífilis, otosclerosis, cirrosis alcohólica, colangitis esclerosante primaria, enfermedad de Crohn, lupus eritematoso, necrosis papilar renal, diabetes secundaria a pancreatopatía alcohólica y un largo etc.
También se sugirió la intoxicación por mercurio, cadmio o plomo. Efectivamente, el análisis de fragmentos óseos y cabellos de Beethoven mostró niveles enormes de plomo, no así de los otros metales, de modo que el saturnismo es uno de los principales diagnósticos que explica los males de este genio.
Hay un libro interesante y ameno al respecto, "El cabello de Beethoven" de Russell Martin.
Se supone que el plomo que envenenó a Beethoven provino del vino peleón y adulterado que solía beber el pobre.
Sigue habiendo muchos productos tóxicos en nuestra vida cotidiana. Incluso quizás más que antes.En parte es debido al nivel de vida que tenemos en el mundo desarrollado. Es el precio a pagar, en parte.
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