Aunque en las proximidades de mi nido nadie se lo crea, a la vista de la que nos ha caído (y todavía cae) este domingo, tarde o temprano llegarán las jornadas de sol y playa. Y los de piel delicada como un servidor tendrán que recurrir a una de las dos alternativas clásicas: o forrarse a cremas protectoras (y forrar de paso a las empresas que las comercializan) o seguir la vieja máxima "lo mejor del sol, la sombra". Porque, en caso contrario, lo más probable es adquirir una apariencia como la de la foto de la izquierda. Con todas las consecuencias de tener que rascarse como un poseso, despellejarse como un lagarto o (crucemos los deditos) pillarse un melanoma.
Pero mira por donde, unos colegas escoceses de la Universidad de Strathclyde han desarrollado unos indicadores baratos y fáciles de usar para prevenir el llegar a esos extremos y disfrutar del sol con moderación. Me ha gustado la noticia, no sólo porque soy de piel delicada y agradezco que haya colegas que piensen en aliviar mis dolencias, sino porque Strathclyde es una Universidad que forma parte de la red Erasmus de mi propia Facultad y muchos de mis antiguos estudiantes han catado las excelencias de la "química escocesa".
Aunque el que el sol nos cause un eritema solar depende mucho de la piel de cada uno, una piel de tipo de medio (la llamada tipo II, por ejemplo) no debiera recibir una energía superior a 250 julios por metro cuadrado, so pena de empezar a tener problemas. Por supuesto, la cantidad de energía recibida depende mucho del día que haga y la hora en la que uno se exponga a los rayos de nuestro Sol. Para evaluar esas variaciones se usan los índices UV que, en cuanto el verano se acerca, empiezan a ser publicados por los servicios metereológicos nacionales. En el sur de Europa es normal que, en verano, se alcancen índices UV entre 8 y 10 o más. Un valor de índice UV medio de 6 corresponde a una irradiación de 150 milivatios (o milijulios por segundo) por metro cuadrado, lo que implicaría un tiempo de exposición del orden de media hora para alcanzar la dosis límite de los 250 J/metro cuadrado arriba mencionada. Evidentemente, cuando el índice UV sube el tiempo permitido de exposición sin peligro para esa piel va descendiendo.
El problema es que, como todo el mundo sabe, los efectos de las quemaduras solares se hacen evidentes con un cierto retraso. O dicho de otra manera, cuando nos estamos quemando no nos enteramos. Y es sólo 4-8 horas despues cuando la cosa empieza a ponerse fea. Sería interesante, por lo tanto, disponer de algún sistema sencillo, barato y portátil que nos avisara de que es mejor dejarlo so pena de que, con posterioridad, acabemos cual cangrejo. De hecho, hay varios medidores en el mercado pero no han acabado de cuajar por el problema que voy a describir.
Todos esos dispositivos se basan en la combinación de una sustancia que, bajo la acción de la luz, se descompone proporcionando iones hidrógenos ácidos que hacen que el segundo componente, un indicador de pH, cambie de color. Pero a medida que la luz incide en el medidor, los iones hidrógeno se producen de forma continuada, provocando también un cambio continuo en el color del indicador, con lo que no hay manera de saber cuando estamos en el límite peligroso.
Los escoceses han desarrollado un dosificador de nueva generación, añadiendo de forma muy estudiada un tercer componente de carácter básico que va neutralizando los hidrógenos ácidos producidos hasta que llegamos a la dosis peligrosa. En ese momento, bien ajustado, se dejan de anular los hidrógenos y se produce un cambio brusco de color que avisa del problema. Ajustando la cantidad de base en el dispositivo, se pueden preparar indicadores para todos los tipos de piel. Todo ello en una especie de tirita sobre la que los tres componentes arriba mencionados (generador de hidrógenos, indicador de pH y base) se han depositado en una especie de filme gracias a un polímero, el polivinil butiral, del que ya hablé en una entrada anterior.
A ver si los vemos pronto en el mercado.
Pero mira por donde, unos colegas escoceses de la Universidad de Strathclyde han desarrollado unos indicadores baratos y fáciles de usar para prevenir el llegar a esos extremos y disfrutar del sol con moderación. Me ha gustado la noticia, no sólo porque soy de piel delicada y agradezco que haya colegas que piensen en aliviar mis dolencias, sino porque Strathclyde es una Universidad que forma parte de la red Erasmus de mi propia Facultad y muchos de mis antiguos estudiantes han catado las excelencias de la "química escocesa".
Aunque el que el sol nos cause un eritema solar depende mucho de la piel de cada uno, una piel de tipo de medio (la llamada tipo II, por ejemplo) no debiera recibir una energía superior a 250 julios por metro cuadrado, so pena de empezar a tener problemas. Por supuesto, la cantidad de energía recibida depende mucho del día que haga y la hora en la que uno se exponga a los rayos de nuestro Sol. Para evaluar esas variaciones se usan los índices UV que, en cuanto el verano se acerca, empiezan a ser publicados por los servicios metereológicos nacionales. En el sur de Europa es normal que, en verano, se alcancen índices UV entre 8 y 10 o más. Un valor de índice UV medio de 6 corresponde a una irradiación de 150 milivatios (o milijulios por segundo) por metro cuadrado, lo que implicaría un tiempo de exposición del orden de media hora para alcanzar la dosis límite de los 250 J/metro cuadrado arriba mencionada. Evidentemente, cuando el índice UV sube el tiempo permitido de exposición sin peligro para esa piel va descendiendo.
El problema es que, como todo el mundo sabe, los efectos de las quemaduras solares se hacen evidentes con un cierto retraso. O dicho de otra manera, cuando nos estamos quemando no nos enteramos. Y es sólo 4-8 horas despues cuando la cosa empieza a ponerse fea. Sería interesante, por lo tanto, disponer de algún sistema sencillo, barato y portátil que nos avisara de que es mejor dejarlo so pena de que, con posterioridad, acabemos cual cangrejo. De hecho, hay varios medidores en el mercado pero no han acabado de cuajar por el problema que voy a describir.
Todos esos dispositivos se basan en la combinación de una sustancia que, bajo la acción de la luz, se descompone proporcionando iones hidrógenos ácidos que hacen que el segundo componente, un indicador de pH, cambie de color. Pero a medida que la luz incide en el medidor, los iones hidrógeno se producen de forma continuada, provocando también un cambio continuo en el color del indicador, con lo que no hay manera de saber cuando estamos en el límite peligroso.
Los escoceses han desarrollado un dosificador de nueva generación, añadiendo de forma muy estudiada un tercer componente de carácter básico que va neutralizando los hidrógenos ácidos producidos hasta que llegamos a la dosis peligrosa. En ese momento, bien ajustado, se dejan de anular los hidrógenos y se produce un cambio brusco de color que avisa del problema. Ajustando la cantidad de base en el dispositivo, se pueden preparar indicadores para todos los tipos de piel. Todo ello en una especie de tirita sobre la que los tres componentes arriba mencionados (generador de hidrógenos, indicador de pH y base) se han depositado en una especie de filme gracias a un polímero, el polivinil butiral, del que ya hablé en una entrada anterior.
A ver si los vemos pronto en el mercado.
Tengo un problema con el índice UV. Si, como dices, representa los julios por metro cuadrado y segundo, un índice 6 implicaría que en 45 segundos habríamos sobrepasado claramente los 250 Julios por metro cuadrado que dices que empiezan a causar problemas a una piel delicada.
ResponderEliminarGracias colega. Ya lo he corregido. La frase era equívoca al identificar el número del índice UV con una energía en vatios por metro cuadrado. Y no es así. Creo que tal y como está ahora todo cuadra.
ResponderEliminarAsí da gusto. En cuanto uno mete un gazapo enseguida lo puede corregir gracias a la ayuda de los que me leen.
Yo de todos modos, seguiré haciendo caso de los refranes, que son muy sabios, "lo mejor del sol, la sombra". Y precaución, que hay quien cree que en el agua, y en los días nublados (panzaburra canaria) no hace daño el sol
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