Es lo que tiene el atesorar amigos con prestigio, con proyección de futuro y multifuncionales. Anda el ínclito Prof. Cossío por Méjico, lo que le ha impedido asistir a un evento al que se había comprometido pero que se lo han cambiado de fecha. Y, sin comerlo ni beberlo, me veo trasplantado, como suplente, a un hotel minimalista, en la frontera entre Tudela y la Reserva de las Bardenas, del que acabo de volver tras pasar 30 horas con una serie de personas provenientes de ámbitos tan dispares como la arquitectura, la antropología, el cine, el diseño gráfico o la producción industrial, para discutir sobre los ecosistemas humanos y la ciudad del futuro, todos ellos concitados e invitados por una empresa que se dedica al mobiliario urbano y que busca nuevas ideas que se acaben plasmando en nuevos objetos que les engorde la cuenta de resultados.
Ante tamaña situación, poco habitual en las relaciones profesionales del Búho, uno hizo lo poco que sabe hacer, c'est à dire, abrir mucho los ojitos y fijarse con intensidad en el discurso del variopinto elenco que le acompañaba. Algo abrí también el pico, pero dudo mucho de que lo que aporté llegue alguna vez a ser negocio para los que nos invitaban. En cualquier caso, la experiencia fue muy positiva. Es bueno para los que andamos con orejeras "científicas" por el mundo darse cuenta de que no se tiene ni repajolera idea de lo que se cuece en muchos ámbitos que afectan de forma sustancial a nuestra vida cotidiana. Amén de verificar, por enésima vez, de que no me entero de nada si hablan de cine y, sobre todo, comprobar que las Bardenas es un sitio magnífico para perderse, aún y a pesar de que, de lunes a viernes, los militares anden tirando pepinazos desde el aire a lúgubres esqueletos de aviones, autobuses, tanques y otros vehículos.
Como suele ser normal entre gentes de bien, además de discutir sobre la ciudad, sus habitantes y sus necesidades actuales y futuras y de visitar las Bardenas, comimos y cenamos en amor y compañía. Pude así hacerme una idea de la oferta gastronómica del Hotel que nos acogía, para acabar como colofón en el famoso Restaurante 33 (chenta y ches para los que estén puestos en fonética de la Ribera), un templo a las verduras de la vega del Ebro, cuyo diseño del año 52 duraría en manos de algunos de los que me acompañaban menos de lo que tardo en contarlo.
La primera comida fue "de trabajo" y se produjo en la misma Sala en la que estábamos filosofando, en torno a una serie de pintxos con reminiscencias navarras. Los que prepararon el evento, acompañaron el ágape con un menú explicativo del mismo que bien habría podido firmar el mismísimo Santi Santamaría. Despues del nombre convencional de cada plato aparecía la composición del mismo en términos químico-alimentarios. Y así, en un pan con tomate y jamón tradicional, aparecía la composición del mismo hasta las partes por millón, con lo que uno de los "ingredientes" del pintxo era un elemento químico que no les sonó muy bien a los organizadores: el selenio. Y ante componente tan exótico (y previsiblemente tan tóxico) era evidente que el rebote le tenía que caer al no menos exótico químico que "decoraba" el evento, osease, a un servidor.
Sobre el selenio ya hablaba yo hace casi tres años en una coletilla final a la entrada que versaba sobre cómo envenenaron a Mozart con antimonio. Pero como la referencia era corta y al tresbolillo y el asunto parece que preocupaba a más de uno de mis acompañantes en las Bardenas, aquí va una pequeña extensión al respecto.
El selenio es un ejemplo más de la máxima de Paracelso que constituye el frontispicio de este Blog: Dosis sola facit venenum, algo así como "el veneno está en la dosis". Partiendo de la base de que se encuentra en cantidades muy pequeñas en la Tierra (es uno de los 25 elementos menos abundantes) su presencia en el organismo humano parece también casi marginal, pues en un varón occidental (y enseguida vereis por qué me pongo en plan machista) rara vez supera los 10 miligramos, la mayor parte de los cuales están en los huesos, los riñones y los testículos. Las instituciones sanitarias recomiendan una ingesta máxima de 0.45 miligramos diarios. Por encima de esa dosis la cosa puede ser peligrosa para la salud y para nuestras relaciones humanas, porque el sudor del afectado de sobredosis de selenio huele a diablos. Ya le pasó a Berzelius (1779-1840), su descubridor, que de tanto andar a vueltas con retortas en las que trataba de aislar el selenio, su ama de llaves le llamó al orden un día, argumentando que olía a diablos y que debía estar comiendo ajos crudos en exceso. Como se sabe, el olor de los ajos proviene de las algunas sustancias químicas que contienen y que, en sus moléculas, llevan átomos de azufre. Azufre, selenio y teluro constituyen una de las familias clásicas en la Tabla Periódica de Mendeléyev, así que el ama de llaves no sabría mucha Química pero no andaba descaminada.
Pero por debajo de 0.05 miligramos (o 50 microgramos que es lo mismo) la cosa también se pone fea. Hoy sabemos que esas minúsculas cantidades de selenio son necesarias para formar las moléculas de ciertos enzimas con capacidad de cargarse radicales libres, los principales causantes de muchos cánceres. Esas mismas enzimas se localizan también en la parte del cuerpo del espermatozoide que une su cabeza con su cola. Dietas bajas en selenio constituyen así un factor comprobado en la baja calidad fertilizante del esperma humano, al disminuir la movilidad de los espermatozoides. Dietas sin casi selenio son la causa del llamado mal de Keshan que provoca hinchamientos anormales del músculo cardíaco y la muerte por ataque al corazón. Se han realizado estudios epidemiológicos muy concienzudos que han relacionado la falta de selenio con una alta incidencia de cáncer de próstata, alta presión arterial o artritis. Así que hay que comer cosas que contengan dosis razonables de selenio como las nueces (sobre todo las del Brasil), el pan integral, el salmón o el atún. O el tomate que tapizaba el pan que nos pusieron en Tudela bajo unas buenas lonchas de ibérico.
Y dado que en las Bardenas también hablamos de arquitectura y energía, parece razonable mencionar aquí que una parte importante del selenio que se produce anualmente se destina a la fabricación de vidrios especiales con coloridos controlados, empleados en arquitectura. Por otro lado, las peculiares características del selenio cuando la luz incide sobre él, y que le han hecho componente esencial de las fotocopiadoras modernas y las impresoras láser, se está utilizando también en dispositivos fotovoltaícos en los que la luz solar que incide en minúsculas partículas de selenio es transformada en energía eléctrica.
Ante tamaña situación, poco habitual en las relaciones profesionales del Búho, uno hizo lo poco que sabe hacer, c'est à dire, abrir mucho los ojitos y fijarse con intensidad en el discurso del variopinto elenco que le acompañaba. Algo abrí también el pico, pero dudo mucho de que lo que aporté llegue alguna vez a ser negocio para los que nos invitaban. En cualquier caso, la experiencia fue muy positiva. Es bueno para los que andamos con orejeras "científicas" por el mundo darse cuenta de que no se tiene ni repajolera idea de lo que se cuece en muchos ámbitos que afectan de forma sustancial a nuestra vida cotidiana. Amén de verificar, por enésima vez, de que no me entero de nada si hablan de cine y, sobre todo, comprobar que las Bardenas es un sitio magnífico para perderse, aún y a pesar de que, de lunes a viernes, los militares anden tirando pepinazos desde el aire a lúgubres esqueletos de aviones, autobuses, tanques y otros vehículos.
Como suele ser normal entre gentes de bien, además de discutir sobre la ciudad, sus habitantes y sus necesidades actuales y futuras y de visitar las Bardenas, comimos y cenamos en amor y compañía. Pude así hacerme una idea de la oferta gastronómica del Hotel que nos acogía, para acabar como colofón en el famoso Restaurante 33 (chenta y ches para los que estén puestos en fonética de la Ribera), un templo a las verduras de la vega del Ebro, cuyo diseño del año 52 duraría en manos de algunos de los que me acompañaban menos de lo que tardo en contarlo.
La primera comida fue "de trabajo" y se produjo en la misma Sala en la que estábamos filosofando, en torno a una serie de pintxos con reminiscencias navarras. Los que prepararon el evento, acompañaron el ágape con un menú explicativo del mismo que bien habría podido firmar el mismísimo Santi Santamaría. Despues del nombre convencional de cada plato aparecía la composición del mismo en términos químico-alimentarios. Y así, en un pan con tomate y jamón tradicional, aparecía la composición del mismo hasta las partes por millón, con lo que uno de los "ingredientes" del pintxo era un elemento químico que no les sonó muy bien a los organizadores: el selenio. Y ante componente tan exótico (y previsiblemente tan tóxico) era evidente que el rebote le tenía que caer al no menos exótico químico que "decoraba" el evento, osease, a un servidor.
Sobre el selenio ya hablaba yo hace casi tres años en una coletilla final a la entrada que versaba sobre cómo envenenaron a Mozart con antimonio. Pero como la referencia era corta y al tresbolillo y el asunto parece que preocupaba a más de uno de mis acompañantes en las Bardenas, aquí va una pequeña extensión al respecto.
El selenio es un ejemplo más de la máxima de Paracelso que constituye el frontispicio de este Blog: Dosis sola facit venenum, algo así como "el veneno está en la dosis". Partiendo de la base de que se encuentra en cantidades muy pequeñas en la Tierra (es uno de los 25 elementos menos abundantes) su presencia en el organismo humano parece también casi marginal, pues en un varón occidental (y enseguida vereis por qué me pongo en plan machista) rara vez supera los 10 miligramos, la mayor parte de los cuales están en los huesos, los riñones y los testículos. Las instituciones sanitarias recomiendan una ingesta máxima de 0.45 miligramos diarios. Por encima de esa dosis la cosa puede ser peligrosa para la salud y para nuestras relaciones humanas, porque el sudor del afectado de sobredosis de selenio huele a diablos. Ya le pasó a Berzelius (1779-1840), su descubridor, que de tanto andar a vueltas con retortas en las que trataba de aislar el selenio, su ama de llaves le llamó al orden un día, argumentando que olía a diablos y que debía estar comiendo ajos crudos en exceso. Como se sabe, el olor de los ajos proviene de las algunas sustancias químicas que contienen y que, en sus moléculas, llevan átomos de azufre. Azufre, selenio y teluro constituyen una de las familias clásicas en la Tabla Periódica de Mendeléyev, así que el ama de llaves no sabría mucha Química pero no andaba descaminada.
Pero por debajo de 0.05 miligramos (o 50 microgramos que es lo mismo) la cosa también se pone fea. Hoy sabemos que esas minúsculas cantidades de selenio son necesarias para formar las moléculas de ciertos enzimas con capacidad de cargarse radicales libres, los principales causantes de muchos cánceres. Esas mismas enzimas se localizan también en la parte del cuerpo del espermatozoide que une su cabeza con su cola. Dietas bajas en selenio constituyen así un factor comprobado en la baja calidad fertilizante del esperma humano, al disminuir la movilidad de los espermatozoides. Dietas sin casi selenio son la causa del llamado mal de Keshan que provoca hinchamientos anormales del músculo cardíaco y la muerte por ataque al corazón. Se han realizado estudios epidemiológicos muy concienzudos que han relacionado la falta de selenio con una alta incidencia de cáncer de próstata, alta presión arterial o artritis. Así que hay que comer cosas que contengan dosis razonables de selenio como las nueces (sobre todo las del Brasil), el pan integral, el salmón o el atún. O el tomate que tapizaba el pan que nos pusieron en Tudela bajo unas buenas lonchas de ibérico.
Y dado que en las Bardenas también hablamos de arquitectura y energía, parece razonable mencionar aquí que una parte importante del selenio que se produce anualmente se destina a la fabricación de vidrios especiales con coloridos controlados, empleados en arquitectura. Por otro lado, las peculiares características del selenio cuando la luz incide sobre él, y que le han hecho componente esencial de las fotocopiadoras modernas y las impresoras láser, se está utilizando también en dispositivos fotovoltaícos en los que la luz solar que incide en minúsculas partículas de selenio es transformada en energía eléctrica.
Querido Búho... hablando de selenio...
ResponderEliminar...hace apenas seis semanas, la revista Science publicó un artículo para mí sorprendente con los resultados de una investigación de un protozoo que en su código genético puede codificar un aminoácido que contiene selenio. En realidad, es el mismo código del aminoácido cisteína, un aminoácido que contiene azufre. Pero en el protozoo en cuestión (Euplotes crassus, para los amigos de los bichos estos) el azufre puede sustituirse por selenio si en la secuencia genética hay otra señal específica. Al final, resulta que el código genético esconde ciertas sorpresas, como el hecho de que incluir selenio (¡nada menos!) puede estar en la información básica de los aminoácidos.
Ignoro cuál es la consecuencia de sustituir azufre por selenio. Supongo que tiene que ver con la estructura tridimensional de la proteína que se obtenga de esa secuencia genética. Dos cisteínas (con azufre) que están muy alejadas en la secuencia de aminoácidos de la proteína pueden estar muy cercanas una de la otra geométricamente y pueden unirse creando un puente disulfuro, ayudando a plegar la proteína como Dios manda. Pero ¿qué ocurre si sustituimos al menos una cisteína por selenocisteína? Lo ignoro. Si alguien tuviera la respuesta se la agradecería.
Por otro lado me pregunto si es una excepción lo de éste protozoo en concreto. A lo mejor hay muchos más microorganismos a los que les gusta el selenio en sus aminoácidos (a lo mejor algunos de ellos lo buscan en el jamón, quién sabe). Y a lo mejor incluso nosotros los animales “superiores” también usamos selenio en nuestras cisteínas.
Un abrazo,
Willy Roa
Hola Buho,
ResponderEliminar....permíteme una objeción: Llamar "bichitos" a los espermatozoides es una cutrez impropia de tu blog, y...además puede generar confusión en algunos de tus lectores habituales. Conviene dejar claro que los espermatozoides no son microorganismos.
Aprovechando la coyuntura, un par de apuntes para el Anónimo Willy Roa (Dr. en Química por la UPV/EHU y divulgador científico de profesión):
1.- La presencia de Selenio en las proteínas se conoce desde 1976, y como desde entonces ha llovido bastante, las funciones biológicas que desempeña este elemento en las proteínas están bien caracterizadas. Sólo hay que interesarse por ello en la bibliografía accesible en la Web.
2.- Los puentes disulfuro no actúan "ayudando a plegar la proteína como Dios manda", sino que contribuyen a estabilizar la estructura de la proteína en el espacio una vez que la cadena ya está plegada. Los puentes disulfuro son enlaces covalentes, mientras que el plegamiento protéico está dirigido por enlaces débiles.
Hope this helps!
Lo de bichitos tiene una connotación humorística para los que sufrimos en el pasado a ciertos ministros de sanidad. Pero entono el mea culpa y lo voy a corregir.
ResponderEliminarTeniendo en cuenta que hasta no hace muchos años, el aceite de oliva, y por tanto nuestra dieta mediterránea, era casí un atentado a la salud, no me extraña comprobar que elementos y substancias que eran consideradas altamente peligrosas, hoy en día se consideren necesarias para el buen funcionamiento del engranaje general de la Naturaleza.
ResponderEliminarA parte de lo que ayer era tóxico y hoy es necesario, ¿se concretó algo sobre los ecosistemas humanos y la ciudad del futuro?
Mayrit,
ResponderEliminarNo se si tu comentario constata únicamente la realidad pasada o contiene una encubierta crítica a lo que se desprende de los estudios científicos que al respecto de la alimentación se van publicando. Yo lo tengo claro. Cada vez sabemos más, aunque los estudios epidemiológicos (y sobre todo los que manejan ciertos grupos interesados) son una herramienta un poco conflictiva para sacar conclusiones definitivas.
En cuanto a si se concretó algo sobre los ecosistemas humanos, este pájaro no la va a piar porque es muy discreto con los que le invitan o le pagan para algo. Y, en todo caso, habría que preguntárselo a ellos que son los que se dedican a concretar las ideas en objetos útiles.
Bart...
ResponderEliminarAnte todo perdón por las incorrecciones. Quizá me he explicado mal. Pero admito que hay cosas que ingnoro, y, de este modo, aprovecho y te pregunto...
El selenio sí está documentado en proteínas, por supuesto. Y además se conoce un el codón del código genético que lo codifica. Lo que aporta el artículo de Science de hace unas semanas es que la selenocisteína además de un simple codón necesita otra secuencia en el ARN para completar esa codificación. He enfocado mal mi comentario anterior desde el punto de vista de lo que es nuevo y lo que no, pero me sigue interesando mucho el hecho de que esté un átomo como el selenio codificado geneticamente en un ser vivo.
Te pido disculpas por la manera libre en que está escrito el comentario, pero me parece que este blog no es un libro de texto. En realidad nadie sabe exactamente cómo se pliega una proteína. Se conocen pasos parciales, pero que no se sabe cómo es el proceso entero del plegado. Por eso escribí que los puentes disulfuro ayudan al plegado (realmente lo hacen, a través de la estabilización de la estructura mediante enlaces covalentes, pero lo hacen). Por supuesto hay muchos más factores en el plegado, incluídas interacciones no covalentes y reorganizamientos conformacionales complicados. En fín, que no está claro cómo ocurre paso a paso.
¿Cómo influye en ésto el selenio? ¿Qué cambia el hecho de sustituir azufre por selenio, que es un átomo más grande y menos duro desde el punto de vista electrónico?
Por supuesto que es una crítica, constructiva y a favor de las investigaciones y los avances en la CIENCIA. Quizá si hubiera más concienciencia y por tanto más inversión en investigación, problemas como la artrosis juvenil, el Alzheimer y otras muchas enfermedades pudieran ser tratadas y si no curadas, al menos conseguir para los enfermos y familiares una calidad de vida aceptable.
ResponderEliminarQué pena que este pájaro cante tan poco, el planteamiento sobre el futuro de los ecosistemas humanos, a los que nos preocupa las generaciones venideras, nos resulta un tema muy interesante.
Las Bardenas Reales es uno de los paisajes más bellos y curiosos de España, y si, aunque se parezca al Cañón del Colorado cuando llueve y tiene la tierra rojiza, está en Navarra. Suelo visitar la zona y para mi proximo viaje he buscado información curiosa y detallada en Bardenas Reales. Buen blog, saludos
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