Ahora que lo que se lleva es la investigación aplicada, los resultados finales en forma de prototipos y evaluación de esos resultados en términos económicos, el espíritu de personas como la que, de alguna forma, provocó el inicio de este Blog reaparecen de vez en cuando y me reconfortan. Gentes para las que la pasión o curiosidad por descubrir está por encima de todo. Es evidente que investigar cuesta dinero y de alguna forma hay que conseguirlo, pero de ahí a sacrificar todo por un rendimiento cortoplacista, hay toda una gama de posibilidades. Así que no puedo resistirme a contar en el Blog un artículo que me ha llegado proveniente de una revista que, además, no tiene ningún ánimo de lucro en la publicación de resultados científicos, como lo demuestra el hecho de que proporciona acceso libre en la red, algo que cada vez es más raro de encontrar.
En el mencionado artículo, publicado en el número de enero de 2009 de la revista PLoS ONE, se puede encontrar un interesante estudio de tres investigadores tejanos que tratan de descubrir por qué ha sido imposible, incluso en estos tiempos de tecnologías sin par, fabricar violines con los niveles de perfección sonora que tienen los fabricados por los dos más conocidos luthiers de todos los tiempos, Antonio Stradivari y Giuseppe Guarnieri. Ambos fueron los miembros más ilustres de dos familias, originarias de Cremona (Italia), que comenzaron a producir estos maravillosos instrumentos en el siglo XVII y que, durante casi dos siglos, fueron los referentes en esa actividad. Todavía hoy, los más afamados violinistas y chelistas del mundo tienen a gala presentarse en los conciertos de los mejores auditorios con instrumentos de estos artesanos, aunque muchas veces no sean ellos los propietarios de los mismos, sino que lo hagan gracias al mecenazgo de Instituciones y Grupos industriales que los conservan.
Existe una vasta bibliografía a propósito de la singulariedad del sonido de estos instrumentos. Desde el tipo de madera utilizado en su fabricación, el secado de la misma, o el barniz de fórmula secreta que se acabó perdiendo en el devenir de los tiempos y que nadie ha sido capaz de recuperar. Pero nadie reproduce la calidad de los mismos. Uno de los autores del artículo, Joseph Nagyvary, lleva años investigando el asunto haciendo acopio de una vasta instrumentación analítica; en el artículo que menciono recurre a las más recientes técnicas ligadas al empleo de rayos X, para llegar a una interesante conclusión.
Cuando en 1987 se abrieron al público los archivos del Estado de la Serenísima República de Venecia (donde sobre todo los Guarnieri tuvieron una importante "sucursal"), quedó claro que la mayoría de las maderas empleadas por estos artesanos llegaban a Italia por vía marítima y que, para prevenir su deterioro, sufrían un tratamiento que parece estar en el origen de su singularidad. El artículo llega a una conclusión final que establece que todas las delicadas y valiosas muestras que se han puesto en manos de estos investigadores, provenientes de talleres de restauración a los que han ido a parar instrumentos de los maestros de Cremona, mostraban signos irrefutables de la presencia de sustancias químicas que no se encuentran en las maderas originales. Se trata de sustancias como el sulfato de bario, BaSO4, el fluoruro cálcico, CaF2, el silicato de circonio, ZrSiO4 y boratos diversos, todas ellas empleadas en la preservación de la madera en tiempos pretéritos.
No se sabe si tras esos resultados será posible reproducir la singularidad de instrumentos tan antiguos (lo cual sería poner una pica en Flandes), entre otras cosas porque aunque los investigadores han contado con las técnicas analíticas más potentes disponían, sin embargo, de muestras minúsculas provenientes de la parte trasera de los instrumentos y no del interior de la caja de resonancia. Pero, en cualquier caso, lo fascinante del asunto para mi es que alguien dedique su vida a explorar, con una curiosidad insaciable, la razón de un comportamiento diferente que se mantiene inaccesible a su comprensión desde hace casi cuatro siglos. Y que tenga ganas, tiempo y pasta para seguir haciéndolo. Privilegio de tejanos ricos, intuyo.
En el mencionado artículo, publicado en el número de enero de 2009 de la revista PLoS ONE, se puede encontrar un interesante estudio de tres investigadores tejanos que tratan de descubrir por qué ha sido imposible, incluso en estos tiempos de tecnologías sin par, fabricar violines con los niveles de perfección sonora que tienen los fabricados por los dos más conocidos luthiers de todos los tiempos, Antonio Stradivari y Giuseppe Guarnieri. Ambos fueron los miembros más ilustres de dos familias, originarias de Cremona (Italia), que comenzaron a producir estos maravillosos instrumentos en el siglo XVII y que, durante casi dos siglos, fueron los referentes en esa actividad. Todavía hoy, los más afamados violinistas y chelistas del mundo tienen a gala presentarse en los conciertos de los mejores auditorios con instrumentos de estos artesanos, aunque muchas veces no sean ellos los propietarios de los mismos, sino que lo hagan gracias al mecenazgo de Instituciones y Grupos industriales que los conservan.
Existe una vasta bibliografía a propósito de la singulariedad del sonido de estos instrumentos. Desde el tipo de madera utilizado en su fabricación, el secado de la misma, o el barniz de fórmula secreta que se acabó perdiendo en el devenir de los tiempos y que nadie ha sido capaz de recuperar. Pero nadie reproduce la calidad de los mismos. Uno de los autores del artículo, Joseph Nagyvary, lleva años investigando el asunto haciendo acopio de una vasta instrumentación analítica; en el artículo que menciono recurre a las más recientes técnicas ligadas al empleo de rayos X, para llegar a una interesante conclusión.
Cuando en 1987 se abrieron al público los archivos del Estado de la Serenísima República de Venecia (donde sobre todo los Guarnieri tuvieron una importante "sucursal"), quedó claro que la mayoría de las maderas empleadas por estos artesanos llegaban a Italia por vía marítima y que, para prevenir su deterioro, sufrían un tratamiento que parece estar en el origen de su singularidad. El artículo llega a una conclusión final que establece que todas las delicadas y valiosas muestras que se han puesto en manos de estos investigadores, provenientes de talleres de restauración a los que han ido a parar instrumentos de los maestros de Cremona, mostraban signos irrefutables de la presencia de sustancias químicas que no se encuentran en las maderas originales. Se trata de sustancias como el sulfato de bario, BaSO4, el fluoruro cálcico, CaF2, el silicato de circonio, ZrSiO4 y boratos diversos, todas ellas empleadas en la preservación de la madera en tiempos pretéritos.
No se sabe si tras esos resultados será posible reproducir la singularidad de instrumentos tan antiguos (lo cual sería poner una pica en Flandes), entre otras cosas porque aunque los investigadores han contado con las técnicas analíticas más potentes disponían, sin embargo, de muestras minúsculas provenientes de la parte trasera de los instrumentos y no del interior de la caja de resonancia. Pero, en cualquier caso, lo fascinante del asunto para mi es que alguien dedique su vida a explorar, con una curiosidad insaciable, la razón de un comportamiento diferente que se mantiene inaccesible a su comprensión desde hace casi cuatro siglos. Y que tenga ganas, tiempo y pasta para seguir haciéndolo. Privilegio de tejanos ricos, intuyo.
Hola, Búho.
ResponderEliminarEsta entrada me pareció muy atractiva por el gran misterio acerca de qué causa el sonido inigualable de esos instrumentos. Siempre leí en diversos artículos, que se sospechaba de la fórmula de los barnices empleados, pero a mí más me parecía que la relación está en las maderas con más anillos usadas, y que ahora ya no se encuentran. De ahí lo atractivo en los muebles antiguos, que son maderas que ya no veremos, porque los árboles no alcanzan a tener esa antigüedad...y si a eso le agregamos los preservantes...
Buho eres lo maximo!!!
ResponderEliminarLa verdad me encanta tu blog porque haces divertida la química y efectivamente la química también esta en un Stradivarius, un Guarneri y hasta en un piano.
Ser químico y profesor creo que es lo máximo, bueno con excepción de escuchar un violín de esos interpretar a Antonio Vivaldi