Este pasado 19 de abril, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) publicaba su nueva revaluación de los riesgos para la salud pública relacionados con la presencia de Bisfenol A (BPA) en los alimentos. La noticia que ha saltado a los medios es que, en esa revaluación, se ha producido una espectacular rebaja en la dosis segura o ingesta diaria tolerable (TDI) de ese compuesto. La TDI es, resumiendo y según las agencias que cuidan de nuestra salud, la cantidad de una sustancia que podemos ingerir sin que ello nos cause problemas de salud. Pues bien, la nueva TDI para el Bisfenol A es ahora 0,2 nanogramos por kilo de peso corporal y día, 20.000 veces más pequeña que la que la propia EFSA estableció en 2015.
El documento de la EFSA arriba mencionado no es fácil de leer si no eres un científico altamente implicado en la cuestión. Pero uno es perro viejo leyendo literatura científica y algo he podido entender de lo que en él se dice. Y creo que debo explicar aquí lo que he entendido (aunque pudiera estar equivocado) porque tengo una cierta obligación moral con mis lectores, dada la vara que he dado sobre el Bisfenol A y sobre algún insigne detractor del mismo. Por otro lado, esto es mi diario personal y quiero dejar constancia en él de mis pesquisas sobre el asunto porque, como decía mi amiga Ana Molinos recientemente, un blog o un diario están "para recordar, recordarte y que te recuerden".
Sobre los problemas ligados al uso del Bisfenol A en general y en el caso de alimentos y bebidas en contacto con él en particular, podéis leer esta entrada (algo larga) de febrero de 2017. Pero para lo que aquí interesa, a la hora centrar el tema, casi el 50% de la producción global de Bisfenol A se emplea en la fabricación de un plástico conocido como policarbonato y de las llamadas resinas epoxi. Y son estas últimas en las que más se ha focalizado el problema del contacto con alimentos, por ser constitutivas del interior de las latas de bebidas y conservas que, evidentemente, entran en contacto con esas resinas. En esos revestimientos, el bisfenol A no está libre, sino que ha desaparecido como tal como consecuencia de la reacción química que forma las largas cadenas de esas resinas poliméricas. Aunque es un hecho que algo de BPA libre siempre puede quedar atrapado entre esas cadenas y puede migrar del revestimiento a la bebida o al alimento enlatados.
Esta reciente revisión de abril de 2023 de la EFSA europea continúa la saga de las dos realizadas sobre el BPA a lo largo de lo que va de siglo. En la anterior de 2015 establecían para esa sustancia como ingesta diaria tolerable (TDI) la cantidad de 4 microgramos por kilo de peso y día, sustancialmente inferior a los 50 microgramos establecidos en 2006. Y lo hacían así porque, en 2015, la EFSA consideró, por primera vez, exposiciones al BPA no ligadas a la alimentación y que incluía, por ejemplo, el problema relativo a la posible transmisión a través de la piel del BPA libre existente en el papel térmico o en algunos cosméticos. Y como había entonces poca información sobre cuánto BPA puede transmitirse por la piel o cómo metabolizamos lo que entra por esa vía, la EFSA se puso, como casi siempre hacen estas Agencias, en un escenario conservador y estableció a la baja esa nueva tasa de dosis segura, doce veces más pequeña que la anterior de 2006.
Sin embargo, lo de ahora es completamente diferente. En el comunicado de prensa de la EFSA de abril de 2023 queda claro que la espectacular bajada en la TDI se debe a que han observado que el Bisfenol A provoca, literalmente "un incremento porcentual de un tipo de glóbulo blanco, denominado T helper, en el bazo. Desempeña un papel esencial en nuestros mecanismos inmunitarios celulares y un incremento de este tipo podría (el subrayado es mío) dar lugar al desarrollo de inflamaciones pulmonares alérgicas y trastornos autoinmunes”. Tomando como base la cantidad de BPA que provoca esos efectos en los glóbulos blancos en cuestión y tras la introducción de una serie de factores preventivos, habituales en el establecimiento de la Ingesta Diaria Tolerable, se llega al minúsculo valor de 0,2 nanogramos por kilo de peso corporal y día antes mencionado.
Dentro del complejo procedimiento que ha conducido a esta revaluación, la EFSA ha debatido la metodología y los resultados con otros organismos científicos para aclarar o resolver las diferencias que surgieron entre ellos durante el proceso. En ese contexto, simultáneamente al informe de la EFSA, se han publicado dos informes conjuntos con la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) y con el Instituto Federal Alemán de Evaluación del Riesgo (BfR). Aunque esos documentos son mucho más cortos que el propio informe de la EFSA siguen siendo para especialistas pero, es obvio al leerlos detenidamente, que la principal discrepancia está precisamente en el exclusivo uso que se hace de los riesgos ligados al T helper arriba mencionado, un resultado que proviene prácticamente de un único artículo publicado en 2016 por investigadores chinos que estudiaban efectos del BPA en crías de ratones expuestas a él durante las fases de gestación y lactancia.
Entienden tanto la EMA como el BfR que ese efecto observado es un efecto intermedio y no definitivo a la hora de establecer las consecuencias adversas preocupantes del BPA. Dicho de otra manera, el que se haya observado que el BPA provoca la proliferación de esos glóbulos blancos en ratones no implica que de ahí se pueda deducir que genere inflamaciones pulmonares o trastornos autoinmunes en humanos. Y la propia EFSA deja opciones a esa discrepancia en su nota de prensa con el "podría" que yo he subrayado un par de párrafos más arriba. Además, la EMA y el BfR tampoco están de acuerdo sobre el método usado por la EFSA para cuantificar el riesgo y establecer a qué niveles de exposición puede considerarse seguro el BPA en los seres humanos.
La pelota está ahora en el tejado de la Union Europea, que tendrá que darse por enterada de la revaluación de la EFSA y tomar nota y legislar al respecto. Lo que puede tener efectos dramáticos para los industriales que venden cosas enlatadas y que procurarán dar aire a las divergencias anteriores. Un capítulo más en las ya antiguas polémicas relativas a los riesgos para la salud del BPA, sobre los que existe una vastísima literatura. Y que, en el pasado, han estado provocadas por las diferencias de opinión entre los toxicólogos y los endocrinólogos. Los primeros se aferran al clásico concepto de Paracelso de que "el veneno está en la dosis" y, por tanto, al ir descendiendo la dosis, los efectos van progresivamente desapareciendo. Los segundos propugnan que, en el caso de las sustancias tenidas por disruptores endocrino, como es el caso del BPA, puede existir un comportamiento no lineal entre la dosis y los efectos perjudiciales observados (respuesta no monotónica a las dosis o NMDR como acrónimo en inglés) lo que puede hacer que, a bajas concentraciones, el efecto pueda ser incluso superior al que se produce a altas concentraciones.
Y ese es otro aspecto del que quiero dejar constancia en esta entrada. El tratar de solventar la controversia arriba indicada, entre otras, estuvo en el origen del programa BPA Clarity, en el que se hizo un estudio a lo largo de dos años sobre el efecto de diferentes dosis de BPA en ratones y cuyos resultados se publicaron en octubre de 2019. El Programa Clarity constaba de dos partes. Un informe general (Core Study, al que hace referencia el anlace anterior) y una serie de estudios financiados por el Programa en diversas Universidades americanos (denominados Grantee studies). Uno de estos últimos se realizó en la Universidad de Tufts, cerca de Boston, liderado por la Prof. Ana Soto, una defensora de las tesis de las respuestas no monotónicas a las dosis.
Pues bien, en el informe EFSA de este abril, se dedica un apéndice (Apéndice B) a un trabajo concreto (Montévil et al., 2020) derivado de esa "beca" a la Universidad de Tufts. La conclusión no puede ser más clara: "Según los análisis del grupo de trabajo de la EFSA, la respuesta no monotónica a las dosis (NMDR) significativa que generaron los autores no parece ser muy sólida; se puede suponer que la diferencia significativa encontrada para el grupo de ratones sometidos a la dosis de 25 μg/kg de peso corporal al día es un hallazgo casual, ya que no se observa ningún patrón biológicamente reconocible en los datos. Además, en términos bioestadísticos, las pruebas de NMDR en el estudio de Montévil et al. parecen débiles y no concluyentes." Así que las tesis de los endocrinólogos no salen bien paradas en ese apéndice.
Me temo que la lista de entradas sobre el BPA en este Blog va a seguir creciendo.
El documento de la EFSA arriba mencionado no es fácil de leer si no eres un científico altamente implicado en la cuestión. Pero uno es perro viejo leyendo literatura científica y algo he podido entender de lo que en él se dice. Y creo que debo explicar aquí lo que he entendido (aunque pudiera estar equivocado) porque tengo una cierta obligación moral con mis lectores, dada la vara que he dado sobre el Bisfenol A y sobre algún insigne detractor del mismo. Por otro lado, esto es mi diario personal y quiero dejar constancia en él de mis pesquisas sobre el asunto porque, como decía mi amiga Ana Molinos recientemente, un blog o un diario están "para recordar, recordarte y que te recuerden".
Sobre los problemas ligados al uso del Bisfenol A en general y en el caso de alimentos y bebidas en contacto con él en particular, podéis leer esta entrada (algo larga) de febrero de 2017. Pero para lo que aquí interesa, a la hora centrar el tema, casi el 50% de la producción global de Bisfenol A se emplea en la fabricación de un plástico conocido como policarbonato y de las llamadas resinas epoxi. Y son estas últimas en las que más se ha focalizado el problema del contacto con alimentos, por ser constitutivas del interior de las latas de bebidas y conservas que, evidentemente, entran en contacto con esas resinas. En esos revestimientos, el bisfenol A no está libre, sino que ha desaparecido como tal como consecuencia de la reacción química que forma las largas cadenas de esas resinas poliméricas. Aunque es un hecho que algo de BPA libre siempre puede quedar atrapado entre esas cadenas y puede migrar del revestimiento a la bebida o al alimento enlatados.
Esta reciente revisión de abril de 2023 de la EFSA europea continúa la saga de las dos realizadas sobre el BPA a lo largo de lo que va de siglo. En la anterior de 2015 establecían para esa sustancia como ingesta diaria tolerable (TDI) la cantidad de 4 microgramos por kilo de peso y día, sustancialmente inferior a los 50 microgramos establecidos en 2006. Y lo hacían así porque, en 2015, la EFSA consideró, por primera vez, exposiciones al BPA no ligadas a la alimentación y que incluía, por ejemplo, el problema relativo a la posible transmisión a través de la piel del BPA libre existente en el papel térmico o en algunos cosméticos. Y como había entonces poca información sobre cuánto BPA puede transmitirse por la piel o cómo metabolizamos lo que entra por esa vía, la EFSA se puso, como casi siempre hacen estas Agencias, en un escenario conservador y estableció a la baja esa nueva tasa de dosis segura, doce veces más pequeña que la anterior de 2006.
Sin embargo, lo de ahora es completamente diferente. En el comunicado de prensa de la EFSA de abril de 2023 queda claro que la espectacular bajada en la TDI se debe a que han observado que el Bisfenol A provoca, literalmente "un incremento porcentual de un tipo de glóbulo blanco, denominado T helper, en el bazo. Desempeña un papel esencial en nuestros mecanismos inmunitarios celulares y un incremento de este tipo podría (el subrayado es mío) dar lugar al desarrollo de inflamaciones pulmonares alérgicas y trastornos autoinmunes”. Tomando como base la cantidad de BPA que provoca esos efectos en los glóbulos blancos en cuestión y tras la introducción de una serie de factores preventivos, habituales en el establecimiento de la Ingesta Diaria Tolerable, se llega al minúsculo valor de 0,2 nanogramos por kilo de peso corporal y día antes mencionado.
Dentro del complejo procedimiento que ha conducido a esta revaluación, la EFSA ha debatido la metodología y los resultados con otros organismos científicos para aclarar o resolver las diferencias que surgieron entre ellos durante el proceso. En ese contexto, simultáneamente al informe de la EFSA, se han publicado dos informes conjuntos con la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) y con el Instituto Federal Alemán de Evaluación del Riesgo (BfR). Aunque esos documentos son mucho más cortos que el propio informe de la EFSA siguen siendo para especialistas pero, es obvio al leerlos detenidamente, que la principal discrepancia está precisamente en el exclusivo uso que se hace de los riesgos ligados al T helper arriba mencionado, un resultado que proviene prácticamente de un único artículo publicado en 2016 por investigadores chinos que estudiaban efectos del BPA en crías de ratones expuestas a él durante las fases de gestación y lactancia.
Entienden tanto la EMA como el BfR que ese efecto observado es un efecto intermedio y no definitivo a la hora de establecer las consecuencias adversas preocupantes del BPA. Dicho de otra manera, el que se haya observado que el BPA provoca la proliferación de esos glóbulos blancos en ratones no implica que de ahí se pueda deducir que genere inflamaciones pulmonares o trastornos autoinmunes en humanos. Y la propia EFSA deja opciones a esa discrepancia en su nota de prensa con el "podría" que yo he subrayado un par de párrafos más arriba. Además, la EMA y el BfR tampoco están de acuerdo sobre el método usado por la EFSA para cuantificar el riesgo y establecer a qué niveles de exposición puede considerarse seguro el BPA en los seres humanos.
La pelota está ahora en el tejado de la Union Europea, que tendrá que darse por enterada de la revaluación de la EFSA y tomar nota y legislar al respecto. Lo que puede tener efectos dramáticos para los industriales que venden cosas enlatadas y que procurarán dar aire a las divergencias anteriores. Un capítulo más en las ya antiguas polémicas relativas a los riesgos para la salud del BPA, sobre los que existe una vastísima literatura. Y que, en el pasado, han estado provocadas por las diferencias de opinión entre los toxicólogos y los endocrinólogos. Los primeros se aferran al clásico concepto de Paracelso de que "el veneno está en la dosis" y, por tanto, al ir descendiendo la dosis, los efectos van progresivamente desapareciendo. Los segundos propugnan que, en el caso de las sustancias tenidas por disruptores endocrino, como es el caso del BPA, puede existir un comportamiento no lineal entre la dosis y los efectos perjudiciales observados (respuesta no monotónica a las dosis o NMDR como acrónimo en inglés) lo que puede hacer que, a bajas concentraciones, el efecto pueda ser incluso superior al que se produce a altas concentraciones.
Y ese es otro aspecto del que quiero dejar constancia en esta entrada. El tratar de solventar la controversia arriba indicada, entre otras, estuvo en el origen del programa BPA Clarity, en el que se hizo un estudio a lo largo de dos años sobre el efecto de diferentes dosis de BPA en ratones y cuyos resultados se publicaron en octubre de 2019. El Programa Clarity constaba de dos partes. Un informe general (Core Study, al que hace referencia el anlace anterior) y una serie de estudios financiados por el Programa en diversas Universidades americanos (denominados Grantee studies). Uno de estos últimos se realizó en la Universidad de Tufts, cerca de Boston, liderado por la Prof. Ana Soto, una defensora de las tesis de las respuestas no monotónicas a las dosis.
Pues bien, en el informe EFSA de este abril, se dedica un apéndice (Apéndice B) a un trabajo concreto (Montévil et al., 2020) derivado de esa "beca" a la Universidad de Tufts. La conclusión no puede ser más clara: "Según los análisis del grupo de trabajo de la EFSA, la respuesta no monotónica a las dosis (NMDR) significativa que generaron los autores no parece ser muy sólida; se puede suponer que la diferencia significativa encontrada para el grupo de ratones sometidos a la dosis de 25 μg/kg de peso corporal al día es un hallazgo casual, ya que no se observa ningún patrón biológicamente reconocible en los datos. Además, en términos bioestadísticos, las pruebas de NMDR en el estudio de Montévil et al. parecen débiles y no concluyentes." Así que las tesis de los endocrinólogos no salen bien paradas en ese apéndice.
Me temo que la lista de entradas sobre el BPA en este Blog va a seguir creciendo.
Hola,
ResponderEliminarun enlace a una noticia de una publicación. Aunque supongo que la conocerá.
Yo conozco poco del tema!
"Descubren bisfenoles tóxicos en el 60% de los juguetes y útiles infantiles"
https://www.diariodemallorca.es/medio-ambiente/2023/06/22/descubren-bisfenoles-toxicos-60-juguetes-89009685.html
Salut y bon solstici!