No es la primera vez que hablamos de Popeye. En una entrada de 2015 y a propósito de mis repetidos cálculos renales, se contaba aquí que el que las espinacas de nuestro personaje se vendan como una excelente fuente de hierro era un auténtico bulo. Os contaba además que, aparte de que el origen de dicho bulo estaba en un error de unos investigadores al colocar la coma de un dato analítico en lugar indebido, está el hecho de que las espinacas contienen mucho ácido oxálico, que actúa como secuestrante del hierro y hace que el contenido real del mismo en nuestro organismo sea poco relevante. Y tirando del oxálico llegábamos a sus sales, los oxalatos, que son los que nos han hecho ver las estrellas a los que hemos generado alguna vez cristales de los mismos en nuestro riñón, al quererlos expulsar a través de nuestro uréter.
Pero relacionado con las bondades de las espinacas en el aspecto físico de Popeye, parece evidente que las imágenes de sus comics asocian consumo de espinacas con unos potentes biceps en sus brazos. No en vano, cada vez que Popeye tenía que dar un contundente puñetazo para rescatar a su chica de los malos, abría una lata de espinacas y se la echaba al coleto sin necesidad siquiera de quitarse la pipa de la boca. Parece ya claro con mi entrada anterior que las protuberancias de sus brazos no eran debidas al hierro. Pero esta misma semana, leyendo el Chemical Engineering News (CEN), me he enterado de que igual hay otra posible explicación para el asunto.
Tengo que reconocer, antes de contaros la historia, lo que me asombra la capacidad de los redactores de noticias cortas del CEN (como la autora de la sección Newscripts en el número de esta semana, Marsha Ann Watson) para descubrir, enterrados en la maraña de sofisticados artículos científicos, detalles que, convenientemente explicados, llamen la atención de químicos ociosos como un servidor.
Resulta que investigadores alemanes, italianos y australianos han publicado recientemente un artículo en la revista Archives of Toxicology, [Arch. Toxicol. 93, 1807-1816 (2019); DOI:10.1007/s00204-019-02490-x] que trata sobre Ecdiesteroides como agentes anabolizantes no convencionales y, más concretamente, sobre la mejora del rendimiento muscular mediante el consumo de un miembro de esa familia, la ecdiesterona. Aunque es verdad que con lo de esteroides uno empieza a tener una pista que conduzca a los biceps de Popeye, lo cierto es que la cosa queda más clara cuando los autores, en el procedimiento experimental, nos hacen saber que, en su estudio, se ha utilizado un suplemento alimenticio comercial cuya etiqueta reconoce que contiene 100 miligramos de ecdiesterona, "obtenida a partir de un extracto de espinacas".
Trabajando con una serie de atletas voluntarios, los investigadores encontraron que el grupo al que se le había administrado el suplemento derivado del extracto de espinacas, mostraban un incremento apreciable tanto en su masa como en su potencia muscular en comparación con otro grupo al que se le administraba un placebo. Como consecuencia de ello, los autores han propuesto a la Agencia Mundial contra el Dopaje que incluyan la ecdisterona en la lista de sustancias prohibidas.
Me lo tengo que estudiar más despacio. Dice la Búha que ando mal de tono muscular y quizás con ese suplemento lo arreglaría. Sin miedo al oxálico y sus oxalatos, que se habría eliminado, supongo, en el proceso de extracción.
Pero relacionado con las bondades de las espinacas en el aspecto físico de Popeye, parece evidente que las imágenes de sus comics asocian consumo de espinacas con unos potentes biceps en sus brazos. No en vano, cada vez que Popeye tenía que dar un contundente puñetazo para rescatar a su chica de los malos, abría una lata de espinacas y se la echaba al coleto sin necesidad siquiera de quitarse la pipa de la boca. Parece ya claro con mi entrada anterior que las protuberancias de sus brazos no eran debidas al hierro. Pero esta misma semana, leyendo el Chemical Engineering News (CEN), me he enterado de que igual hay otra posible explicación para el asunto.
Tengo que reconocer, antes de contaros la historia, lo que me asombra la capacidad de los redactores de noticias cortas del CEN (como la autora de la sección Newscripts en el número de esta semana, Marsha Ann Watson) para descubrir, enterrados en la maraña de sofisticados artículos científicos, detalles que, convenientemente explicados, llamen la atención de químicos ociosos como un servidor.
Resulta que investigadores alemanes, italianos y australianos han publicado recientemente un artículo en la revista Archives of Toxicology, [Arch. Toxicol. 93, 1807-1816 (2019); DOI:10.1007/s00204-019-02490-x] que trata sobre Ecdiesteroides como agentes anabolizantes no convencionales y, más concretamente, sobre la mejora del rendimiento muscular mediante el consumo de un miembro de esa familia, la ecdiesterona. Aunque es verdad que con lo de esteroides uno empieza a tener una pista que conduzca a los biceps de Popeye, lo cierto es que la cosa queda más clara cuando los autores, en el procedimiento experimental, nos hacen saber que, en su estudio, se ha utilizado un suplemento alimenticio comercial cuya etiqueta reconoce que contiene 100 miligramos de ecdiesterona, "obtenida a partir de un extracto de espinacas".
Trabajando con una serie de atletas voluntarios, los investigadores encontraron que el grupo al que se le había administrado el suplemento derivado del extracto de espinacas, mostraban un incremento apreciable tanto en su masa como en su potencia muscular en comparación con otro grupo al que se le administraba un placebo. Como consecuencia de ello, los autores han propuesto a la Agencia Mundial contra el Dopaje que incluyan la ecdisterona en la lista de sustancias prohibidas.
Me lo tengo que estudiar más despacio. Dice la Búha que ando mal de tono muscular y quizás con ese suplemento lo arreglaría. Sin miedo al oxálico y sus oxalatos, que se habría eliminado, supongo, en el proceso de extracción.
¡Me interesó ese suplemento alimenticio para ayudar a restablecer mi musculatura! Porque ocurre que estuve casi tres meses inactiva por asuntos de presión arterial alta...y estoy peor que astronauta...
ResponderEliminarEstá interesante esto...al final va a resultar que nuestro querido Popeye tiene muchísima razón!
Siempre aprendo al entrar a tu blog.